En el campo que nos ocupa la estructura es –desde que enseño, no desde que escribo–
que el sujeto sea un hecho de lenguaje, un hecho del lenguaje. Al sujeto así designado
se le atribuye generalmente la función de la palabra, pero es necesario distinguir
que él no adquiere ese modo de ser, que es su energeia propia,
más que en el acto donde se silencia.
Hay aquí una ambigüedad ineludible, obligada. En efecto,
por una parte taceo no es sileo, lo que traduzco en el grafo como $ ˂˃ D:
es cuando la demanda se calla que la pulsión comienza,
bajo la forma de una demanda muda. Pero, por otra parte,
sileono es taceoy el acto de silenciarse no libera al sujeto del lenguaje.
Lacan, J., "La Lógica del fantasma", Lección XV, 12 de abril de 1967, inédito.
"Zafraslafa" es la palabra que se sorprendió recordando una mujer, cuando, al tiempo que se le revelaba el valor asemántico que lo acompañaba, le producía un poderoso efecto de sentido ligado a lo que su padre calificaba como el efecto adormecedor del bla bla de esta hija. En ese momento, decidió callar. Percibió el corte entre la ausencia de significación y la potencia de un sentido hipnótico, aletargador, sostenido en la sonoridad del término, que le volvía del gran Otro.
Esta contingencia volcó mi atención en las condiciones en que se estructura la incorporación de la voz y sus relaciones con la palabra, y los artilugios a los que cada quien puede echar mano para soportar ese objeto voz.
Me interesa elucidar en qué medida un análisis permite un recorrido que lleve desde lo que podríamos indicar como la musicalidad de la palabra y su dimensión sonora, a la voz, en su esencia insoportable. Diría que un nuevo arreglo se hace posible, a condición de afrontar el hallazgo del lugar estructural de ese objeto, en el límite de lo decible.
I. El barullo de lalengua
Como cualquier viviente, nací en medio del barullo de lalengua. Pude armar un relato sobre ello al recrear el medio familiar en el que fui criada donde se hablaban, a la vez, varias lenguas, que con mis oídos de niña "escuchaba" en su materialidad sonora, sin que lograran tomar efecto de significación. Probablemente se trate de un recuerdo encubridor, que enmascaró esos instantes extraños de choque del tsunami del lenguaje con el cuerpo, en que esa lalengua entraba como un vacío atronador, voz del Otro que no aseguraba efectos de sentido.
Sin embargo, el recuerdo así fraguado y rememorado en el análisis, daba cuenta de un traspaso desde lo que podía haber sido la experiencia de un griterío hiriente a conjugarse en melodías que seguían sin producir significaciones –es decir, que en principio no tomaban la forma discursiva de las palabras– pero sí producían un sentido, aunque fuera asemántico. El sentido de suponer una demanda que el Otro efectuaba, entrando por mi oreja.
II. La cesión del objeto y el armado del fantasma
Esto supone dar cuenta de un momento clave, singular, donde localizar el instante en que ese vacío atronante del Otro hizo signo de un imperativo –esa dimensión angustiante del deseo del Otro en el origen de la subjetividad– con la consiguiente cesión del objeto voz a ese campo.
Se trata de una construcción en el análisis, situando el momento de suelta de una cantinela –versión del laleo al que Lacan se refiere– esbozo de lo que se vestiría con "la encantadora voz". [1]
Paradójica operación: incorporar una voz que viene del Otro cuya condición es la de evocar un vacío vociferante, ante lo cual, solo si se dice sí a esta incorporación, se suelta, se cede el objeto voz, que de allí en más "(…) por eso, ciertamente y por ninguna otra cosa, separada de nosotros, nuestra voz se nos manifiesta como un sonido ajeno". [2]
Podríamos decir que por un lado, se verifica que, en mi caso, mi destino de neurótica se selló en ese momento, al decir que sí a esa incorporación-cesión. Se constata en los relatos de infancia que me fueron legados. Por un lado, el valor sin igual que le asignaba a una oreja suelta, la de un perro de peluche perdido –verdadero objeto transicional– al cual le hablaba, para hacer un llamado al padre, al atardecer. Durante el día, el aprendizaje de las letras y su encadenado en palabras, captaba mi solitaria atención, introduciéndome en la lengua española, en la función y el campo de la palabra y la escritura. Entretanto, en ocasiones, oía la demanda de los otros familiares para que les cantara con mi melodiosa voz. Palabra, escritura, canto: modos de enmascarar el objeto voz. [3]
No es el caso de los sujetos autistas, digámoslo. Ellos, según nos enseña Lacan, de algún modo no han consentido a esa elección. Retomaré esto más adelante. [4]
Ahora bien, la captación en el análisis de este movimiento de cesión del objeto voz inaugural me llevó, primero, a atrapar las condiciones en que se armó el fantasma del encanto. Recién luego fue posible su deconstrucción. Y ahí entra el canto.
III. Del fantasma a la pulsión
Resultó una favorable contingencia descubrir, por la vía del estudio de canto, la condición extranjera de la voz. Es lo que me llevó a decir que nace fuera-de-cuerpo, ajena.
Diría que la experiencia puso en juego dos niveles operatorios. En lo que atañe al cuerpo, el avizorar la acefalía de todo sujeto en el recorrido del aire bordeando un vacío, las vibraciones en el aparato fonatorio, hasta la salida de la voz en esa inherente ajenidad. A la vez, resultó un momento de desasimiento de la creencia de que la voz está en el campo del Otro. Ni del Otro ni para el Otro, pero tampoco "mi" voz. Es por esas épocas que hice un sueño en el cual veía la oreja separada del padre muerto y la que arrojaba lejos. Momento de pasaje del fantasma (del encanto) a la pulsión. La voz, objeto ajeno, éxtimo, que habita el lenguaje sin ser parte de él. Instante de captura de su condición: no pertenece al cuerpo, pero tampoco al campo del lenguaje. [5]
Un paso más en la experiencia de análisis permitió situar cómo emerge esa voz, el último punto de lo decible sobre la forma familiar en que ingresó como voz del Otro, en esta historia.
IV. El silencio de las pulsiones
Detengámonos, antes, en la cita del epígrafe, allí donde el sujeto, en tanto hecho del lenguaje, paradójicamente adquiere su "energía" en el acto donde se silencia, se calla, y la pulsión se presenta bajo la forma de una demanda muda, que permanecerá como tal. Una demanda que no viene del Otro, acéfala, que la propia condición del lenguaje determina. [6]
Podríamos decir que es allí donde, en un análisis, se espera una aprehensión última de la voz como áfona, apuntando a un vacío: ese silencio por siempre inefable, intrínseco a lo que el lenguaje no alcanza, solo puede bordearse. (Ineffabĭlis: lo que no se puede decir). [7]
Esa emergencia de la voz se presentó en las postrimerías del análisis, con el estertor, asociado al padre, en un momento de corte de la cadena significante, de la mano del terror. Fue al salir de una sesión, donde el silencio del analista y un gesto mudo en relación con mi palabra, terminaron de dar su estocada al valor de goce infiltrado en aquella, acompañando a la voz, abriendo al silencio de la estructura. Un instante donde el valor intrusivo de la voz áfona, intimidante, produjo un efecto de descomposición imaginaria y surgimiento de angustia, del que salí por la vía de una asociación de dicho estertor con el Darth Vader, [8] emisor de un sonido áspero, sin sentido, que tenía su asidero en la transferencia, referido a la respiración, en ocasiones estertórea, del analista.
Mientras la cantinela y la encantadora voz, acompañando la palabra, acentuaban el sentido musical a la vez que producían la significación fantasmática, la evocación del estertor conducía al límite del horror, a lo insoportable. Allí ubico el límite de lo decible: con el soporte de ese Padre oscuro, ese sonido rasposo pierde, de algún modo, su condición sonora, y vale por su vacío, evocando su silencio estructural.
V Soportar la voz
¿Y luego, qué?
Transitados los confines estructurales que llevan a localizar esos mojones de la estructura, entramados en la ficción que se construye en un análisis, lo que resta es la posibilidad de soportar –aquí en el sentido de sostener– este hallazgo, hacerlo transmisible.
La cualidad áfona de la voz hay que soportarla. Ese vacío, esa nada. Hacemos un análisis para llegar a desarmar lo que oficia de velo: las palabras, la voz audible, el canto, la música. [9] Pero apostamos, también, a hacer transmisible el modo renovado de sostener esos velos, bordeando el canto de dicho vacío.
Es una experiencia diferente a la del autista, pero que ilumina el mismo soporte de la estructura: cuando el objeto se cede al campo del otro, entonces el velo fantasma tapa su real áfono. Cuando no se cede, ese vacío estrepitoso permanece como tal. Tanto el sujeto autista como el sujeto neurótico (al final de un análisis), pueden demostrar qué inventaron para arreglárselas con eso. En un caso, contorneando ese vacío áfono que "suena" más fuerte que cualquier otro. En el otro, para tratar de velar de algún modo lo que no se ha separado y entra, sin descanso, por los oídos abiertos del autista. [10]
NOTAS
- Lacan, J., "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma", Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 1988.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 10. La angustia. Paidós, Bs. As., 2006, p. 298.
- Miller, J.-A., "Jacques Lacan y la voz", La voz, Colección Orientación Lacaniana, Bs.As., 1997.
- Ibíd.
- Alemán, J., "La voz", Consecuencias, Revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento, consultado en: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/001/template.php?file=arts/derivaciones/aleman.html, Bs. As., abril 2008.
- Lacan, J., Seminario 14, "La lógica del fantasma" (inédito), clase del 12 de abril de 1967.
- Kuperwajs, I., "Silencios", Virtualia 25. Publicación on line de la Escuela de la Orientación Lacaniana, consultado en: http://virtualia.eol.org.ar/025/template.asp?Estudios/Silencios.html, Bs. As., noviembre 2012.
- Darth Vader: personaje antagonista principal de la saga cinematográfica Star Wars, producto de la transformación de Anakin Skywalker, heroico Caballero Jedi que se convierte en un traidor. Se trata de un temible cyborg, caracterizado por una voz estertórea y áspera, con respiración ruidosa.
- Bassols, M., "La voz del objeto a", Desescrits, consultado en: http://miquelbassols.blogspot.com.ar/2009/12/la-voz-del-objeto.html, Barcelona, 2009.
"Desde esta perspectiva, ¿de qué se trataría en la música? Nos encontramos finalmente con un tratamiento del objeto del goce en los márgenes del lenguaje, donde lo indecible toca lo más real como imposible de representar, pero donde se localiza también ese goce separado del cuerpo donde deberá desarrollarse la razón musical. La música, esa música de la que Lacan dijo en una ocasión que "algún día habría que hablar, al margen", se organiza así como un saber hacer con el sonido para acallar el ruido del objeto a, el objeto que anida en el lenguaje in a silent way…". - Stiglitz, G., "El lazo con el Otro", consultado en: http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/textosonline/subseccion/Clinica-del-autismo/491/El-Lazo-con-el-Otro