Noviembre 2014 • Año XIII
#29
Psicoanálisis y literatura

MDS para Virtualia

Marcela Errecondo

Bajar este artículo en PDF

Susana GoldberMujer sobrecogida
70x100 cm - Técnica mixta - 2010

Correlativo a esto se encuentra la declinación del Nombre del Padre y la expansión del goce femenino, lo simbólico que desordena y no 'muerde' lo imaginario para capitonarlo. Este imaginario, sin duda preñado de goce hace estragos en los lazos, el Otro es inexistente e inconsistente. Las relaciones sintomáticas madre-hija nos lo muestran particularmente. Una referencia de Lacan del siglo XVII no deja de tener actualidad, nos enseña sobre las dos modalidades de goce de una mujer y cómo intenta arreglárselas con esa exigencia de amor absoluto que implica su relación al S(Ⱥ): Madame de Sevigné y su hija Madame de Grignan, a quien llaman: la chica más bella de Francia.

Mme. De Sevigné, hermosa e inteligente viuda de 25 años quiere estar ahí en donde está el placer, en los salones literarios, en la corte de Luis XIV. Se fascina con la belleza de su hija adolescente. Pero esta joven discreta y tímida se ofusca de las maneras de su madre, Mme. De Sevigné se apasiona entonces ante este único ser que se le resiste, pues todos se rendían a sus encantos. Según relatan los biógrafos, la relación estragante que se entablaba entre estas dos mujeres movilizaba a su entorno para que se separasen y aliviaran la mutua destrucción. La separación se efectuó de hecho cuando su hija se vio obligada a vivir en la Provincia debido a su casamiento. Se produjo entonces una desgarradura difícil de soportar.

Para consolarse Mme. de Sevigné escribe a su hija hasta 30 páginas diarias. Así la imposible separación que aparecía en el estrago queda sublimado en un amor idealizado. A partir de esta correspondencia que fue posible por la creación del correo, se convierte en una de las epistolarias más famosas de la literatura. Se trata de un momento muy especial ya que es cuando surge la ciencia, aparece Descartes, reina Luis XIV y la lengua francesa había llegado a un punto de perfección en donde la prosa era un medio de expresión del bien decir.

El intercambio espistolar entre madre e hija nos permite encontrar como la letra al mismo tiempo que se mantiene ligada al significante dibuja un borde, un litoral entre sentido y fuera de sentido, entre saber y goce, marcando un lugar éxtimo, testimonio de la imposibilidad de decir el goce en exceso, testimonio de la división entre el sujeto y el objeto pero también de la división entre dos goces, el goce fálico y el Otro goce, el S(Ⱥ), exigencia de un amor absoluto.

Vemos el goce fálico por un lado, manifestado en un goce conversador, ubicado no solamente en la escritura de las cartas, sino también en el intento de dominio y control de su hija que encarna su ideal de belleza y feminidad. Mme de Sévigné quería impedir a todo pecio que su hija quede embarazada para evitar la deformación del cuerpo y la consecuente pérdida de la belleza, además del posible riesgo de muerte, entonces ejerce una intromisión sin límite en la relación matrimonial de su hija manifestando una preocupación exagerada a propósito de su salud. En realidad, ambas, madre e hija temen presenciar la enfermedad o muerte de la otra, la sola idea se les hace insoportable.

Por otro lado, podemos ubicar el goce suplementario ahí en donde alude a estados que la sobrepasan, a alegrías inconmensurables, emociones imposibles de poner en palabras, la culpabilidad experimentada por amar a Marie Françoise de Grignan mas que a Dios, o amarla con un tipo de amor y pasión que debería ser dirigido sólo a Dios. Es este goce desbordante, suplementario, que la sobrepasa y que se pone en juego en el estrago que es esta madre para su hija.

"Muy mediocre tendría que ser mi dolor para que pudiera describíroslo; de modo que no lo intentaré. En vano busco a mi querida hija: ya no la encuentro, y cada paso que da la aleja mas de mi. Me fui pues a Sainte-Marie, siempre llorando y siempre muriendo, me parecía que me arrancaban el corazón y el alma…

[]…me doy miedo cuando pienso lo capaz que era entonces de tirarme por la ventana, pues a veces estoy loca; ese gabinete, en el que os besé sin saber lo que hacía…[]Prefiero ocuparme de la vida que hacéis actualmente; eso me es una diversión, sin alejarme sin embargo de mi tema y de mi objeto, que es lo que se llama poéticamente el objeto amado. Pienso pues en vos y sigo anhelando vuestras cartas: cuando acabo de recibir una, querría todavía muchas mas….

Señalemos que a Mme de Sévigné no le gustaba escribir cartas, sólo quería escribirle a su hija. La operación de escritura restituye una conversación con su hija, como si la tuviera enfrente " ...aquí me veo, con el gozo de mi corazón, sola en mi habitación escribiéndole pasiblemente, nada me es mas agradable que este estado".

Este intercambio es lo que ella mas anhela: "[vuestras cartas] Son necesarias a mi vida: no es una manera de hablar; es una gran verdad. "

Mme de Sévigné era conocida en los salones por sus dotes excepcionales para la conversación y por sus hallazgos verbales, inventaba palabras, expresiones, formas de decir, por eso sus cartas daban la impresión de la palabra atrapada en lo vivo del decir, y su escritura no debe nada a la tradición literaria epistolar, ella inaugura un nuevo estilo.

Es una mujer inteligente que llega a producir una obra íntima, improvisada e involuntaria ya que nunca buscó el reconocimiento social como escritora, su reconocimiento vino 25 años después a partir de la publicación que hace su nieta de las cartas. Al "conversar" con su hija la pone al tanto de todo lo que sucede en la corte pero además pretende agradarle, entretenerla y divertirla. Utiliza el arte de la conversación de la época, juguetona y divertida, influenciada por las Preciosas y por las formulaciones religiosas poniendo a su hija en el centro de su religión.

A los 70 años, Mme de Sévigné enferma gravemente durante una estadía con su hija. Considera entonces que la mejor ofrenda que puede hacerle a Dios, para acercarse totalmente a El, es desprenderse absolutamente de lo que más ama, su hija. Resuelve prohibir que ella entre en sus habitaciones hasta que muera y no la recibe mas. A los pocos días muere.

El testimonio de su pasión desbordante contrasta con momentos de encierro y silencio. Su correspondencia es el semblante que logra hacer valer el borde que permite situar un núcleo de goce, es lo que viene a nombrar una forma posible del goce que no se puede decir y se ubica ahí en donde no se puede escribir la relación sexual. Lacan dice que lo que no se puede decir bajo la forma de la palabra se escribe teniendo en cuenta la disyunción entre la palabra y la escritura lo que implica puntos de silencio. El silencio en las mujeres es índice del goce suplementario, femenino. No completa ni descompleta, está en otro lado, pero ese otro lado no tiene medida, no se inscribe en función del falo, no se cifra, ni se dice. El silencio es signo de la mujer. Lo que lleva a pensar que las mujeres estarían en el lugar mismo de eso que no se puede decir pero que se puede escribir. Tenemos entonces una afinidad entre la mujer y la letra.

A Mme de Sévigné no le interesaba la maternidad, ni la fecundidad, ni el maternaje. Se decía que no había sido una buena madre, no se ocupaba de sus hijos, lo que por otro lado era común en esa época para alguien de su rango social. Tampoco tenía un gusto por el encuentro sexual con los hombres "…Toda su pasión estaba en el fuego de las palabras cuando hablaba con ellas."

Es lo que lleva a Lacan a decir que son "las mas bellas cartas de amor de la homosexualidad femenina", y que, "el ser sexuado de esas mujeres no-todas no pasa por el cuerpo sino por lo que se desprende de una exigencia lógica en la palabra"

BIBLIOGRAFÍA

  • Madame de Sévigné, Cartas a la hija
  • Madame de Sévigné, G. Gailly
  • Laurent Eric: Femmes , sinthome et semblants, Quarto 97
  • J. Lacan, Seminario XX, Aun pg. 17-18
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan