Julio 2014 • Año XIII
#28
Estudios

La estructura perversa

Angélica Marchesini

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Guillermo Belaga - Sin título
2012 - Técnica mixta s/papel 75x105 cm

Es posible plantear aún cierta clase de objeciones a la idea según la cual los perversos no acuden al analista. Es cierto que ellos suelen consultar, pero si finalmente permanecen en el dispositivo analítico tendemos a sobreestimar su estructura perversa. Así, si queda en análisis, es porque no resultó ser un verdadero perverso. Por eso propongo aproximarnos a la definición de la estructura perversa, en su diferencia a los rasgos perversos en las neurosis. Y por este camino delimitar esa frontera que Freud nombró como las extralimitaciones de la vida sexual. La pregunta por esta vía es: cuáles son las condiciones necesarias, desde el psicoanálisis, para definir a un verdadero perverso

El término perversión proviene de la descripción clínica y fue escogido, junto con el de inversión, por Krafft Ebing. [1] En 1886, escribió Las psicopatías sexuales, este libro es un estudio cabalmente desarrollado, que presenta una variada casuística sobre prácticas perversas. De acuerdo a éstas, clasifica las perturbaciones sexuales utilizando referencias literarias, de las cuales extrajo sus nombres propios. Así del Marqués de Sade estableció el término sadismo, y de Sacher Masoch usó su apellido para dar nombre al masoquismo. Este psiquiatra legista fue la referencia de Freud para su elaboración de Los tres ensayos para una teoría sexual, de 1905.


La aproximación freudiana.

La perversión es una de las tres grandes estructuras clínicas que aisló Lacan de Freud, junto a las psicosis y a las neurosis. Es un concepto clínico que Freud describió como una desviación con respecto al acto sexual, haciendo referencia a la práctica sexual y a su condición erótica. Freud al elaborar su teoría de la sexualidad, encuentra en la perversión la persistencia o reaparición de un componente parcial de la sexualidad en la manera perversa de consecución de la gratificación sexual.


Negación de la castración del Otro.

Freud creyó encontrar el mecanismo específico que opera en la estructura perversa, la Verleugnung, que podemos diferenciar de la Verdrangung y la Verwerfung. A causa que la represión opera también en la estructura perversa y la renegación está presente en la psicosis, no resulta por sí sola la Verleugnung apropiada para definir la perversión.

La renegación de la castración tendría para Freud un origen edípico, el perverso estaría fijado a fines sexuales pregenitales. El paso a la plena organización genital que supone la superación del complejo de Edipo y la asunción de la castración, no tendría una salida normal, debido a una fijación libidinal patógena, en la etapa pregenital. [2]

Lacan en el Seminario La angustia, para referirse a la perversión propiamente dicha recurre al objeto de la pulsión. El objeto en la perversión, afirma, está construido sobre la base del intento de negar la castración de la madre, constituye una desmentida de la castración materna. Por lo tanto, la perversión es un modo de respuesta del sujeto a la falta del Otro y un intento de cubrir la falta materna. En este sentido Lacan afirma que el perverso se dedica a tapar el agujero en el Otro….hasta cierto punto es partidario de que el Otro existe. [3] Más tarde dirá que, más que negación del Otro, el perverso necesita que el Otro exista.


Perversión a nivel del comportamiento relacional.

En el Seminario La identificación [4] cuando Lacan se refiere a la perversión sostiene que no habría que limitarse al plano "sexual" para definirla. La perversión está a nivel del goce, y poco importa la parte corporal puesta en juego para obtenerlo. [5] Es así como pone en duda la llamada genitalidad. "El coito más anatómicamente normal puede ser tan neurótico o tan perverso como lo que se llama una pulsión pregenital". Y continúa: "Si quieren reservar el diagnóstico de perversión sólo a las perversiones sexuales, no sólo esto no conducirá a nada… La única manera de aproximar la perversión es intentar definirla ahí donde está, o sea a nivel de un comportamiento relacional".


El perverso sabe que la razón de ser es el goce.

Lacan en La dirección de la cura comenta que al neurótico le falta una razón para ser, para justificar su existencia. Es así como buscará lo que le falta, el complemento de ser en el Otro. La queja por su carencia de ser, lo lleva a preguntas y vacilaciones sobre su goce, ya que no orienta su deseo con su goce. Él vive en la incertidumbre sobre la gratificación sexual, porque el deseo se presenta siempre vacilante en relación al goce.

En cambio, el perverso que llega a análisis no viene por ninguna falta, [6] el ya ha encontrado el objeto de la libido que le procura un goce. Él tiene esta certidumbre sobre el goce, que sabe a dónde buscarlo. En principio no se implica en ninguna pregunta, ya que tiene la respuesta, sabe que la razón de su ser es el goce y poco espera del análisis.

Más bien es el perverso quien hace sentir a su partenaire la falta, causando angustia en el Otro. La paradoja del perverso analizante es que en un cierto nivel tiene una respuesta segura, pero trabaja para el Otro todo el tiempo. El perverso lo hace todo por el Otro, trabaja para que el Otro goce. Pero no es cierto que el goce en juego sea el suyo.


Es instrumento de goce del Otro, la inversión del fantasma.

Si bien en apariencia es como si los otros no le importaran, él se ofrece al Otro para que goce de él. Eso es lo que Lacan llama hacerse instrumento del goce del Otro, se trata de un valor instrumental. El fantasma se invierte y eso define la posición perversa, si no hay inversión estamos frente a una neurosis. Desde su posición certera y firme se sitúa en el lugar de la causa. Él se convierte en objeto de goce del Otro, por eso él está en posición de objeto.


El objeto está velado y representado por un fetiche.

Freud en 1905, en el apartado sobre el fetichismo de su artículo Tres ensayos para una teoría sexual, sostiene que el fetiche es un sustituto del falo materno, sustituto inapropiado del objeto sexual. Mientras que años más tarde, en 1927, agrega que lo que el fetichista hace no es reprimir el falo femenino, sino desmentirlo. Aún más, el fetiche lo protege de la amenaza de castración.

El objeto de la libido no es algo material aunque se puede creer que lo vemos materialmente en el fetichismo, donde el objeto de la elección puede ser el sostén para el objeto de la libido. Por su parte, Miller [7] comenta un ejemplo en el que el objeto de la elección puede ser una mujer de tacones altos. Si bien el objeto elegido es la mujer de tacones altos, si luego son necesarios sólo los tacones altos para producir satisfacción, serán éstos un objeto fetiche. Es una sustitución, y ese fetiche es condición de goce sexual del objeto de la elección.

Lacan recurre al fetiche para referirse al objeto causa de deseo y para establecer la condición de la posición perversa. En la perversión el objeto está velado y representado por un fetiche. Si ésta condición no se da, no se puede definir una posición perversa a la altura del Seminario sobre La angustia. Es a partir de allí desde donde Lacan se introduce al tema con el fetichismo, pero lo que le interesa finalmente es la definición de la estructura de la perversión.


El perverso encarna el objeto

Entonces la tesis de Lacan es que el perverso encarna el objeto por la vía de un fetiche, siendo la condición que encarne el objeto, y ante la pregunta ¿Qué es en el deseo? Un objeto fetiche, que se encuentre en el lugar de la causa, el fetiche tiene que estar, y es lo que le permite ser el amo de esa posición.

Ya en la psiquiatría al describir las anomalías sexuales, se presenta al fetichista como alguien que cuenta con uno o varios objetos fijos que hacen a la condición erótica.

Lacan hace una salvedad, afirma que si bien el fetiche es fijo, el partenaire puede no serlo, puesto que cuando no logra que el Otro goce en la escena, comienza con la búsqueda de otro, lo cambia. En esta composición Miller [8] nos propone pensar la estructura de la extimidad, que inscribe en el corazón mismo del espacio del Otro, ese punto éxtimo al que la perversión está especialmente unida. Más adelante, aclara que en el corazón del Otro lo que prevalece no es el amor.


El acto perverso y la voluntad de goce.

En el acto perverso el objeto está de su lado y el Otro en posición de sujeto. El perverso no es un transgresor, porque el acto perverso no es la consecuencia de lo prohibido. [9] En el acto causa goce en el partenaire, quiere finalmente que el Otro goce. El concepto de voluntad de goce implica la imposición de la ley de goce en la escena. Sus actos no son libres, sino que algo lo empuja, algo lo determina y se le impone como una voluntad. Al llegar a este punto, esto que Lacan denomina voluntad de goce es otra de las condiciones de la perversión a tomar en cuenta en el diagnóstico. El perverso no se opone a ese empuje, no contraria esa voluntad, sino que desea eso. Esta no es sino su certidumbre de que dispone del recurso infalible para hacer gozar al Otro y en eso consiste su voluntad de goce.


El perverso produce la división en el Otro.

De este modo, al ejercer la voluntad de goce en el partenaire trata de producirle su división subjetiva. Él en posición de objeto causa la división a partir de ser el objeto, él encarna el objeto.

En esto se diferencia del neurótico, de manera absoluta. Se trata de una posición excepcional en el deseo, una posición que ningún neurótico consigue, unir el deseo a la voluntad. Por ello no necesita ni la aprobación, ni el acuerdo del Otro, él anda solo, funciona bien, no tiene razones para cambiar. Él es como una roca dice Lacan, ya que no se avergüenza, no se ruboriza, ni tiene sentimiento de culpa. No tenemos más que recordar que el neurótico no tiene una respuesta al goce, le resulta siempre faltante, en déficit y produce síntomas por doquier.


Ruptura con los pares sadismo-masoquismo, exhibicionismo-voyeurismo.

Dando vueltas por lo ya dicho advertimos que Lacan rompe con la idea de pares. El masoquismo no es la posición del partenaire del sádico. Son dos posiciones heterogéneas, que Lacan propone estudiar a nivel del objeto y del sujeto barrado. Uno no es el reverso del otro, porque un perverso, por todo lo antes dicho, no puede ser partenaire de otro perverso, ya que no puede producir su división subjetiva, es indivisible. Diríamos que son relaciones asimétricas o en términos freudianos: ninguna pulsión comporta el recorrido inverso de la otra. El sádico no es partenaire del masoquista, ni el exhibicionista del voyeurista. Por tanto, los perversos no se dividen, y necesitan producir en el Otro la división subjetiva, causando angustia en el compañero.


Lo que tienen en común las distintas perversiones.

El esfuerzo de Lacan, radica en encontrar en las distintas posiciones perversas, sadismo, masoquismo, exhibicionismo y voyeurismo, las mismas condiciones: que el objeto sea representado por un fetiche y la imposición de la voluntad de goce. A la variación de estas distintas presentaciones, las encontrará en los distintos recorridos fantasmáticos. Lacan [10] plantea que el perverso pretende fundar la relación sexual que no hay con la ayuda de su fantasma, que utiliza para captar el goce de su compañero sexual, y así verduguea al Otro, lo somete, se exhibe, etc. El tipo de perversión será el modo en el que busca hacerse instrumento del goce del compañero sexual.

Resulta que el neurótico también puede llegar a decir te hago lo que quiero, pero una vez en la escena se angustia, se inhibe, a diferencia del perverso, que decididamente se sostiene en eso, sin detenerse en justificaciones como el neurótico. Miller [11] opone la voluntad de justificación del neurótico a la voluntad de goce del perverso. Precisamente éste no escucha lo que el Otro le demanda, no hay más que lo que él impone, esa es su pasión, su voluntad de goce.


Sadismo.

A la altura del Seminario La angustia Lacan sostiene que no es tanto el sufrimiento del Otro lo que se busca en la intención sádica como su angustia [12]. No se trata que un sádico sea prepotente, o agresivo, ya que dicha posición dominante puede ser la de un neurótico. Efectivamente la cuestión es que el objeto sea representado por un fetiche, es decir que se trata de buscar el fetiche en alguna parte de la escena. El sádico intenta completar al Otro quitándole la palabra e imponiéndole su voz y tanto más cuando ese Otro tiene menos autoridad. [13]

Los personajes de Sade muestran cómo el sufrimiento causado al Otro es para producir la división subjetiva. Como el juez sádico que, con sus fetiches a mano, recibe la demanda de la joven para que salve a su padre condenado a la ejecución. El juez acepta evitar la muerte del padre de ésta a condición que la joven virgen se preste.

Bruscamente, la ubica frente a un problema ético, ella está dividida entre salvar su honor o salvar la vida de su padre. El juez opera como objeto, ella queda en posición de sujeto dividido, mientras el sádico aspira a que la joven se angustie. El deseo sádico es un experto en hacer vibrar la angustia del otro. El sádico no es más que el instrumento del suplemento dado al Otro, pero que en este caso el Otro no quiere. No quiere, pero obedece de todos modos. [14]

Cuando Lacan en su Seminario De un Otro al otro [15] se refiere a la obra de Sade, afirma que es verdaderamente imposible eliminar la dimensión de la voz, de la palabra, de la discusión, del debate. "Después de todo, se nos relatan todos los excesos más extraordinarios ejercidos sobre las víctimas, de las cuales no se puede estar, en todo caso, sorprendido más que por una cosa por su increíble supervivencia".


Masoquismo.

El hecho que el masoquista perverso requiera de un fetiche es, en este caso aún más claro el intento de ser un objeto. Así lo exclama Leopold Von Sacher Masoch en La venus de las pieles; estaba enamorado de Wanda a la que extorsiona para que lo trate como un esclavo, en formas cada vez más humillantes, ese es el deseo. Y acerca de su condición erótica: "El dolor posee en mi un encanto raro, nada enciende en mí más la pasión que la tiranía, la crueldad y sobre todo la infidelidad". [16] Y el Otro está concernido en tanto el perverso desde esa posición hace angustiar al Otro. [17]

En el caso de Sacher Masoch, un detalle crucial es que Wanda se compromete a usar pieles que están ubicadas en el lugar de fetiche. Wanda como objeto de elección - y las pieles ubicadas en el lugar de fetiche, fetiche causa, como elemento fijo -, se compromete con Masoch a llevar pieles a la escena.

Otra cuestión radica en que "El eje de gravedad del masoquista para Lacan se juega en el nivel del Otro y de la remisión a él de la voz como suplemento". [18] Él obedece como un perro pero construye la escena como un amo que se hace atacar, es él quien maneja finalmente los hilos de la escena. Sacher Masoch organiza todo, de modo de no tener más la palabra. Así, pues, de lo que se trata es de la voz, la voz cuando se le suprime la palabra. Que el masoquista haga de la voz del Otro, solo en sí, eso a lo cual él va a dar la garantía de responderle como a un perro, es lo esencial. Así, dice Lacan, [19] el masoquista para salir, si se puede decir escaparse….se libra deliberadamente a esta identificación al objeto rechazado; él es menos que nada, aún menos que el animal, el animal que se maltrata, y también el sujeto que de su función de sujeto ha abandonado por contrato todos los privilegios.


Voyeurismo.

El objeto también está en él, ya que con su propia mirada trata de ver por el agujero, una silueta de jovencita, pone la mirada para obstruir el agujero del Otro. Muestra una vez más que el Otro es necesario en la perversión, trata de ver a la mujer dedicada al goce de su propio cuerpo. De alguna manera procura interrogar en el Otro aquello que no se puede ver, él aporta su mirada.

Además, su reducción a la posición humillada, hasta ridícula…obedece según Lacan a que Otro pueda atraparlo. [20] Antes, en su Seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, se pregunta en este caso, ¿Dónde está el sujeto, dónde está el objeto? El voyeurista es un proyectil, y con él el blanco es alcanzado, el objeto es la satisfacción de ver.

Cabe afirmar que él se convierte en mirada oculta, que no tiene nada de íntima, es éxtima. De ahí que, siguiendo el razonamiento de Miller, [21] el perverso es aquel a quien el deseo no le impide tener voluntad de goce. El perverso para realizar la pulsión escópica, necesita alguien a quien mirar o alguien que lo pueda mirar, necesita un objeto en el mundo externo.


Exhibicionismo.

Es bien conocido el desarrollo de Freud sobre la pulsión escoptofílica en su forma exhibicionista. También aquí trata de obtener la presencia, la aparición del Otro. El deseo apunta al Otro, ya que los efectos de una exhibición, provocando miedo o no al testigo provoca ese pudor y vergüenza que divide al sujeto. Él es quien ofrece a ver, trata de hacer surgir en el Otro la mirada. [22] Lo cual no es simétrico con lo que ocurre en el voyeur.

El exhibicionista queda atrapado por el goce del Otro, y como en el resto de las perversiones el goce en juego es el del Otro, esa es la condición.

Condición que divide al partenaire pasajero, lo fuerza a llevar su mirada ahí, si se abre la bragueta del pantalón, ante la puerta de una Escuela y alguna de las estudiantes no parpadea, ni se ruboriza, sino que en su lugar es recriminado por la mujer o bien ella ante presenciar su acción larga una carcajada, el acto perverso no tiene efecto. El fantasma perverso tiene que armar un lugar donde el sujeto quede dividido, y sólo el acto es logrado si causa goce en el partenaire.

En términos generales, la perversión es una prueba al analista para que suprima toda contratransferencia, - como sugiere Miller en Los fundamentos de la perversión - ya que esta estructura clínica pone en cuestión los juicios más íntimos del analista.

NOTAS

  1. "Psychopathia Sexualis", traducido como Las psicopatías sexuales es una obra del psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing (1840-1902) publicada en 1886. El libro fue escrito con la intención de convertirse en una referencia forense para médicos y jueces.
  2. Freud, S. "Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad", en Obras Completas, vol. VII. Amorrortu, Buenos Aires. 1988.
  3. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Editorial Paidós, Bs. As., 2008, p. 230.
  4. Lacan, J., Seminario 9, "La identificación", inédito.
  5. Ilustra bien este punto el caso citado por Tamowsky en Las psicopatías sexuales. Es el de un hombre que toma para sí una acompañante y a él " le excita en grado sumo cuando él lame los pies de la mujer, los cuales por regla son la única parte del cuerpo que lo puede excitar sexualmente". De este modo confirma lo dicho por Lacan, que poco importa la parte en juego del cuerpo para obtener gratificación sexual.
  6. Miller, J.-A., "Introducción a la clínica lacaniana", La pasión del neurótico y la pasión del perverso, Barcelona: RBA, Col. ELP-RBA, 2006, p.75.
  7. Miller, J..A., "Fundamentos de la perversión", Perversidades, Editorial Paidós, Bs. As., 2001, p. 27.
  8. Miller, J.-A., Extimidad, Editorial Paidós, Bs. As., 2010, p. 235.
  9. Leguil, F., "Rasgos de perversión", Revista Escansión II, Manantial, México, 1993.
  10. Lacan, J., Seminario 14, "La lógica del fantasma", inédito.
  11. Miller, J.-A., Los signos del goce, Editorial Paidós, Bs. As., 1998, p. 87.
  12. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Editorial Paidós, Bs. As., p. 117.
  13. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, op. cit., p. 235.
  14. Ibíd., p. 236.
  15. Ibíd.
  16. Del libro Confesión de mi vida, Rodolfo Alonso editor, Bs. As., 1972.
  17. Otro ejemplo de Las psicopatías sexuales, es un hombre que se hace punzar hasta sacarse sangre antes del acto sexual, hasta llegar al ardor, provocando la angustia en la compañera que respondía a la exigencia del perverso de flagelarlo.
  18. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, op. cit., p. 235.
  19. Lacan, J. Seminario 14, "La lógica del fantasma", inédito.
  20. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, op. cit., p. 232.
  21. Miller, J.-A, Lógicas de la vida amorosa, Editorial Manantal, Bs. As., 1989, p. 63.
  22. Ibíd.
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