Diciembre 2013 • Año XII
#27
DEBATES

Tribulaciones del amor femenino en el siglo XXI

Viviana Berger

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Ernesto RiveiroSin título, 2012
Técnica mixta sobre papel. Van Riel. Gentileza arteBa fundación.

En el curso El Otro que no existe y sus comités de ética, Jacques-Alain Miller nos invita a interpretar los fenómenos de la época, a leer la particularidad de los síntomas contemporáneos, a partir de la hipótesis de la "feminización del mundo" (pág. 107). Esto es para decir que la época actual estaría regida no ya por el Nombre del Padre –el ideal del principio masculino- sino más bien, por la lógica del goce femenino.

Entendido así, esto quiere decir, no que son "las mujeres" las que dominan el mundo -¡hay que cuidarse de hacer una lectura imaginaria en los términos de mujeres contra hombres, cuestiones de "dominados-dominadores", la guerra de los sexos, etc., ¡atención!-, sino que se trata del imperio de la lógica femenina, esto es, el imperio del sin límites donde antes encontrábamos la prohibición, el objeto donde antes encontrábamos el Ideal, la inexistencia del Otro y ya no más el Otro como Ley.

La consecuencia del imperio de la lógica del no-todo es que el plus de gozar hoy ha ascendido al cenit de la civilización -el plus de gozar se ha tragado al Ideal-, actualmente es la satisfacción, el mandato de goce, lo que rige el estado de la civilización, y ya no el ideal del Padre. ¡Hay que gozar! y ¡Hay que gozar cada vez más! es el imperativo feroz de la época. "No pares, goza, goza" y a cualquier precio, de cualquier modo, todo vale. Haz lo que sea para seguir gozando –sigue, sigue, no importa cómo– respondiendo a la lógica de un goce a repetición, ilimitado, sin sentido, más como acontecimiento del cuerpo que en articulación a un deseo.

Así, les propongo en esta conferencia, cuestionarnos qué pasa con la feminidad en los tiempos del No-Todo. Que el mundo se feminice ¿implica que la mujer se vuelve más femenina? ¿qué le pasa a lo femenino, a la posición femenina no-toda, que en tanto tal es "no-toda", esto es con un pie en el infinito pero "no-toda", a su vez, sí tiene un pie en el "todo", en el falo –qué le pasa, entonces, a lo femenino cuando es tomado por la ley de hierro, por el empuje al goce sin límites, por la "aspiración a la feminidad"?

Y dando un paso más, ¿qué pasa con "la comedia de los sexos" en la época del Otro que no existe? ¿qué tribulaciones para el amor?

Partiré de un comentario de Leda Guimaraes (colega de Río de Janeiro, Brasil) durante un seminario que dictó en Miami, U.S.A. (que encuentran publicado en el libro Logos 7, Editorial Grama). Leda comenta una provocación de Jacques-Alain Miller al finalizar su curso El hueso de un análisis en Bahía, Brasil, en 1998. Dice ella: "Al pronunciar la proposición en cuestión, precisamente al cierre de su ponencia, toda la audiencia estalló de risa, seguramente por el desconcierto que produjo en relación a nuestra perspectiva de la realidad con respecto al amor; realidad psíquica actualmente constituida por las mujeres, ya que hoy ellas asumen de manera explícita la función de la voz que denuncia la verdad acerca de las cuestiones subjetivas. El efecto de interpretación salvaje de la frase, sin embargo, fue suavizado por su muy gentil tono de voz, al estilo de una invitación, casi una súplica. Hablando en nombre de los varones, y dirigiéndose exclusivamente a las mujeres, dijo: "Señoras, amen…nos". Con esta frase impactante selló sus comentarios finales, poco después de haber dicho que en la actualidad las mujeres tropiezan con muchas dificultades respecto del amor, y que, por un movimiento natural, la conquista de sus derechos en auténtica igualdad con los hombres, se traduce en dificultades en el ámbito del amor".

"Señoras, amen… nos". Una interpretación y una apelación directamente dirigida a las mujeres, que introduce la interrogación respecto de qué pasó con al amor femenino, quizás, un llamado que parte de los varones… lo "romántico" viniendo del Otro. Esto es, "el amor", la demanda de amor –típicamente femenina- retorna desde el exterior.

Resuena con la frase freudiana: "lo que ha sido abolido en el interior, retorna desde el exterior", ¿no es cierto? Nos hace pensar en una especie de forclusión en las mujeres de la dimensión del amor. Porque si no, no retornaría desde afuera.

Que la demanda de amor de las mujeres retorne desde el exterior, es un dato que no puede pasar inadvertido. Especialmente si tenemos en cuenta lo que Freud nos ha enseñado, "para la mujer la necesidad de ser amada es más intensa que la de amar" ("Conferencia 33: La feminidad", pág. 122), es decir, la mujer aspira a ser amada; la particularidad del amor en las mujeres es que en ellas predomina el hacerse amar y desear. Incluso, hemos leído en "Inhibición, síntoma y angustia" que el miedo a la pérdida del amor en una mujer es el equivalente a la angustia de castración en el hombre; y se ha comprobado que, en este sentido, el amor resulta para la mujer el falo que le falta. Una mujer que es amada, que es deseada, es restituida mediante este amor del Otro, mediante el deseo del Otro, en su "carencia" fálica, se faliciza. Podemos reconocer muy claramente los efectos de "falicización" que tiene para una mujer, por ejemplo, ponerse de novia, tener enamorados, incluso algún amante. ¿Qué ha sucedido entonces, con la demanda de amor de las mujeres?

Ahora bien, ser amada por el Otro, ser la causa del deseo del Otro, implica a su vez el riesgo de que si se diluye el dato amoroso, la mujer que ocupaba ese lugar de objeto, podría caer de la escena como deshecho, como resto del Otro. ¡Cuántas consultas recibimos de las mujeres a partir de las rupturas amorosas, aún cuando tampoco estaban tan enamoradas ni convencidas de la relación! La disolución del amor, sin duda, amenaza su consistencia fálica. Y si la mujer no tiene muy en claro el funcionamiento de los semblantes -que ella hacía de semblante de objeto y no que era el objeto- puede ser presa fácil de los mortíferos imperativos superyoicos y se verá rápidamente invadida por los peores sentimientos del odioamoramiento, y luego del éxtasis al que el amor la llevó, caerá finalmente en la devastación más absoluta, "víctima" de la creencia de que la posición de objeto es equivalente a su propio ser.

El Otro (que en el caso, es un Otro sin barrar, completo) pasa a ser la causa de su tristeza, con una intencionalidad supuesta, un Otro absoluto que toma la forma de su goce, borrándose toda posible dialéctica intrínseca al significante. ¡El asunto es cuando este Otro resulta finalmente, encarnado en un hombre!, o, peor, ¡en "todos los hombres"! Hay casos de resignación al sufrimiento de la devastación, todo esto cargado sobre la persona propia, y hay casos de salida combativa: entonces la lucha, la venganza, la reivindicación, etc.

¿Podemos decir que la demanda de amor de la era del Nombre del Padre ha sido reemplazada en la era del no-todo por la lucha contra el falo, sostenida en las pasiones del odioamoramiento? La solución histérica de hacer El Hombre en lucha contra el sexo opuesto.

Gracias a su lucha, las mujeres han alcanzado grandes logros: el derecho a la educación, el progreso profesional y laboral, el acceso a la cultura, a la política, a la independencia económica, a la libertad sexual, etc. Sin duda, una importante conquista en el campo de la sublimación y una redistribución más que interesante de los bienes de la sociedad. El mérito es incuestionable, lo mismo que la ganancia en este plano en lo que a derechos se refiere. Pero distinta es una lucha por la Ley a una lucha contra el juez (Eric Laurent, pág. 104 del curso El Otro que no existe –alude allí a la contaminación imaginaria en el superyó femenino).

Entonces, cuando invocando una reivindicación de derechos, el Otro pasa a encarnar el semblante de la figura obscena y feroz del superyó, en verdad se ignora que la lucha instalada no es contra el otro sino más bien, contra el propio superyó –que, paradójicamente, finalmente, trágicamente, la mujer termina encarnando. Ella misma termina convirtiéndose en ese superyó feroz, que exige hasta el infinito. ¡Nada más lejano a la posición femenina! ¡Y vaya que a muchos hombres les viene muy bien! Esta es una trampa, por ejemplo, de la estructura del obsesivo -que de este modo, satisface muy bien sus fantasmas masoquistas, erigiendo en su partenaire una pareja "sádica", "insaciable", que lo mortifica, y para el cual esta condición de la mujer se presta bastante bien. Y que le viene como anillo al dedo, a su vez, para desimplicarse de sus síntomas y su goce parapetándose en el partenaire-Bruja, por ejemplo.

Ahora bien, como decía, si bien la conquista de los derechos le ha dado a la mujer un lugar distinto en la sociedad, no debemos confundirnos y creernos que con eso se ha resuelto el sentido de la existencia de las mujeres en tanto tales; por esta vía no se alcanza una respuesta al enigma de la feminidad –sí se alcanzan otras cosas, que son indudablemente muy valiosas, pero que no eximen a las mujeres del recorrido que implica inventar su respuesta propia en relación a su feminidad.

Ya lo señalaba Lacan, del lado del tener, no hay solución para una mujer. En esa vertiente, las respuestas siempre resultan falsas o carentes de autenticidad en tanto que la sublimación responde a la lógica del lado masculino de las fórmulas, por ello no resulta; si lo femenino se localiza en la falla en lo simbólico, para dar una respuesta se necesita otro tipo de entramado.

Quizás para aquellas mujeres contemporáneas que están muy alienadas en el Ideal del discurso reivindicativo respecto de la igualdad de los sexos y la injusticia social, que se han hecho un "ser" de mujer con ello, perdiendo toda distancia con su goce más íntimo, el precio de su narcisismo para acceder al amor, les resulte cuasi imposible. Lo escuchamos en el diván, por ejemplo, cuando la histérica se confronta con la verdad de su goce femenino y entonces, ahí viene el impacto de la caída de la consistencia del discurso con el que sostuvo hasta ese momento su ser de mujer.

La canción de Joaquín Sabina que se titula "Bruja" canta algo de esto, de cuando una mujer cae enamorada. Dice:

"Piénsatelo bien antes de poner tu pie en mi balcón
no sea que tu escoba me barra la alcoba y me haga de bastón
¿Qué van a decir todos los que a ti Bruja te llaman?
si saben que besas, lloras, te enamoras y me haces la cama.
No había debajo del disfraz que te ponías tú
más que una niña a la espera de algún príncipe azul
ibas para reina pero un hechicero te dejó así convertida
en una pobre bruja del montón.
Piénsatelo bien antes de poner tu pie en mi balcón
no sea que tu escoba me barra la alcoba y me haga de bastón
¿Qué van a decir todos los que a ti Bruja te llaman?
si saben que besas, lloras, te enamoras y me haces la cama".

"¿¡Qué dirían mis amigas si me vieran así!?" –podría pensar esa mujer. "¡Tanto que hablé de la igualdad, de los derechos de la mujer!... o … "¡Si me vieran los empleados de la oficina!, ¡¿qué pensarían de su Jefa?!" … El amor hace caer el "disfraz" –en este caso, de "Jefa", de "Luchadora por los derechos", de "Bruja"– produciendo la destitución del semblante fálico. Ahora, deponer la posición de "Excepción" y devenir "del montón", como todas las mujeres que gustan de amar y ser amadas, exigirá entonces, atravesar la construcción de la defensa histérica y dejar de rechazar la verdad del propio goce.

Entonces, a falta de respuesta para el enigma de lo femenino, las mujeres se ven obligadas a producir alguna suplencia, a hacer un amarre de algún tipo -a través de lo imaginario será alguna máscara con la que presentarse frente al deseo del hombre- en el mejor de los casos, o también al servicio de no presentarse al deseo del hombre, rechazando tal posición para prevenirse histéricamente de la confrontación con el goce femenino.

Actualmente tenemos distintas identificaciones, por ejemplo, "las profesionales exitosas", "las mujeres de la política", "las modelos" de pasarela, la mujer sexualmente "liberada", la "multifuncional" (esa que es madre, ama de casa, además trabaja, es buena hija, excelente amiga, esposa y amante, que se mantiene en línea, etc.), la artista, la soltera que mira con desdén la maternidad, etc. Distintas versiones que vía la significación fálica responden muy bien a la satisfacción del lado izquierdo de las fórmulas pero que, como ya se ha dicho, fallan a la hora de dar una respuesta al goce femenino, ni tampoco le evitan a la mujer, cuando fallan, la caída en un estado de devastación.

Retomo la interpretación: "Amen… nos", Jacques-Alain Miller no dice "Señoras, sean amadas por un hombre", tampoco dice "Señoras, déjenos amarlas". "Amen… nos" es lo que regresa del propio mensaje en forma invertida.

Si para el amor es condición que el sujeto entregue su falta, la interpretación –podemos pensar- nos estaría señalando hacia allí, hacia la castración. Porque para amar hay que mostrar la falta; evidentemente, el que asume una posición deseante tiene la falta de su lado, lo cual implica asumir un no tengo, algo me falta. Entonces, ¿qué fue de la castración en las mujeres? y ¿qué consecuencias tiene para la posición femenina el olvido de la castración?

Debemos distinguir "la mujer fálica", que se constituye como la mujer que tiene, de lo que se ha llamado "la mujer con postizo" –la que rechaza la castración-, de "la mujer que se constituye del lado de ser el falo" –que es la que a partir de asumir su falta de tener, logra ser el falo, lo que falta a los hombres. La otra, "la mujer fálica", no sólo esconde su falta sino que además presume de ser la propietaria, a quien no le falta nada ni nadie, y en general, presenta un carácter decidido con el que protege "sus bienes" de manera muy atenta.

El postizo de la mujer "lacaniana" es de otro tipo. Más bien funciona, no para dar a entender que ella tiene, sino más bien en tanto señal de que ella no tiene, una señal para indicar su falta y ponerla en evidencia, pero a su vez, velándola –sin dejarla tan al descubierto, y usándola para causar el deseo instalando allí un enigma. Es decir, el postizo de la mujer "lacaniana" es un postizo que confiesa ser un postizo. J.-A. Miller dice "de la misma manera que en el cuadro de Magritte se confiesa ser un semblante" – recuerden por ejemplo, el cuadro de la pipa, que tiene la leyenda debajo que dice debajo de la imagen de la pipa, "Esto no es una pipa". El postizo de la mujer "lacaniana" es un postizo que no miente, que le permite vía esta mascarada jugar el rol en la comedia de los sexos –siempre y cuando no se aliene en él-, velando su falta, y gracias a la dialéctica del amor, ocupar ese lugar de objeto del deseo del Otro.

Entonces, volviendo a la última pregunta: ¿qué fue de la castración en las mujeres? y ¿qué consecuencias tiene para la posición femenina el olvido de la castración?

Ubicamos a partir de los desarrollos de Freud sobre la feminidad, ese resto particular, doble, de las operaciones en juego en el Edipo -tanto en la etapa pre-edípica con la madre como en la siguiente, con el padre- que para Freud dejaba a la mujer en "déficit" en relación a lo simbólico, y que para Lacan resulta la puerta abierta a un goce Otro que el fálico, privilegio de las mujeres. Ese resto implica que la mujer es no-toda castrada, que hay algo en ella que queda por fuera de la ley, más allá de los significantes, no limitado por el falo. Esto es, un goce no atravesado por la castración.

Ahora bien, sabemos que cuando domina esta lógica por sobre la prohibición y se debilitan los significantes amo fundados en el orden del padre –y esta es la idea de la feminización del mundo–, el goce femenino queda desregulado, gravemente amenazado de las infiltraciones de las pulsiones de muerte superyoicas (con las que de por sí ya tiene afinidad), que empujan a un goce sin límite, mortífero, y que luego, asociado a una culpa igualmente desmesurada, va sometiendo cada vez más y más al sujeto a obedecer hasta arrasar con él.

En relación a sus consecuencias sobre la feminidad, es como si encontráramos debilitado el "no" que hace a la mujer "no-toda loca"; y entonces, el sujeto, invadido por un goce sin control, pierde amarre con el nudo del deseo capaz de rescatarlo de ese goce; alejándose más y más, hasta extraviarse, de su "infinito particular" (como lo nombra Leda Guimaraes en el seminario que les comentaba al inicio), perdiéndose de lo más estrechamente vinculado a la posición femenina: el amor del deseo, ese amor que está dirigido al Otro más allá de la figura de su partenaire -verdadera suplencia a la relación que no existe.

Pero a su vez, (pág. 107), "La existencia de las pasiones en la mujer evita el efecto de despersonalización propio de la sexualidad masculina, que hace que ésta pueda ser tan desapasionada que al cabo de cierto tiempo el hombre ya no se interese en absoluto en eso". Es decir, gracias a su condición, el goce de la mujer cuenta con la capacidad de descompletar, de introducir una vitalidad, en contra de la tendencia monótona del goce masculino que, si avanza sin ese vacío que introduce la mujer, termina absorbiendo la relación en su tendencia mortífera, extinguiendo todo deseo.

En ese sentido, tanto la pérdida del amarre al falo, así como del otro lado, la hegemonía del Uno fálico, del goce autista y parasitario del Uno, no anuncian buenas nuevas.

"Amen… nos", podría escucharse entonces, también, en el sentido de una especie de súplica en auxilio de esta soledad de los goces. Algo así como "Sáquenos de nuestra armadura obsesiva", "No nos dejen encerrados en nuestro goce idiota", "No se vuelvan locas del todo". Freud mismo reconocía la función de las mujeres en cuanto a preservar la vida sexual.

Entonces, si la mujer queda totalmente extraviada en su propio goce, ¿qué Otro puede encarnar para su partenaire? ¿qué Otro puede ser para sí misma?

Creo que en este punto, el deseo del analista resulta esperanzador.

BIBLIOGRAFÍA

  • Miller, Jacques-Alain, El Otro que no existe y sus comités de ética, Editorial Paidós.
  • Logos 7, Editorial Grama.
  • Freud, Sigmund, "Conferencia 33: La feminidad", Nuevas Conferencias de Introducción al psicoanálisis, Amorrortu, Tomo 22.
  • Miller, Jacques-Alain, "De mujeres y semblantes", Conferencias Porteñas 2, Paidós.
  • Miller, Jacques-Alain, De la naturaleza de los semblantes, Editorial Paidós.
  • Chamorro, Jorge, Las mujeres, Editorial Grama.
  • Tendlarz, Silvia Elena, Las mujeres y sus goces, Colección Diva.
  • Durand, Isabelle, El superyó femenino, Editorial Tres Haches.
  • Barros, Marcelo, La condición femenina, Editorial Grama.
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