"Al comienzo del psicoanálisis está la transferencia", [1] es decir, el amor. Y como no hay "liquidación" de la transferencia, al final del análisis también está el amor. Pero este amor no podría ser el mismo del comienzo. Entonces, una pregunta simple se impone: ¿cuál ha sido la transformación del amor en una experiencia analítica llevada hasta su final? Y ¿qué otras transformaciones pueden haber acompañado el surgimiento de ese nuevo amor?
Si bien no valen aquí las respuesta generales y será más bien en la experiencia del pase y en los testimonios de los AE donde podremos encontrar las respuestas singulares que convienen, esto no impide localizar ciertas líneas de fuerza en la estructura de la experiencia analítica, que nos permitirán situar de qué modo el inconsciente, su relación al tiempo y a lo femenino, acompañan al surgimiento de un nuevo amor, es decir, a "la significación de un amor –como dijo Lacan- sin límites, por estar fuera de los límites de la ley ...". [2]
Amor de lo real
No por muy transitada, esta referencia de Lacan deja de tener un alcance notable si la leemos con las formulaciones de su última enseñanza, en particular, con la indicación de que "lo real es sin ley". [3] Desde esta perspectiva, la referencia se ilumina de otra manera.
Así, la significación de un amor que esté por fuera de los límites de la ley puede ser leída como la significación de "un amor de lo real", de un amor dispuesto a acoger los caprichos del azar o de la fortuna, "... la fortuna –representada siempre como una figura femenina- que obra sin razón y que distribuye sus golpes como al azar ...". [4]
Se trataría así de la significación de un amor por fuera de la ley de la repetición comandada por el Nombre del Padre y por la necesidad lógica del síntoma que hace que este "no cese de escribirse".
Un amor, entonces, abierto a la contingencia y que, por lo tanto, a diferencia de la alegría de Spinoza, no se fundamenta en "una fe en la necesidad de lo que es", [5] sino en una disposición al acontecimiento imprevisto, aquel que puede tomarnos desprevenidos, es decir, desprovistos de la ley de la repetición. De allí que el acontecimiento imprevisto sea "uno de los nombres de lo real". [6]
Pero una vez ubicado esto, volvamos a nuestra pregunta del inicio: ¿cómo es que puede producirse –de ser posible- una tal transformación en el amor?
El amor al Padre y al inconsciente
Se constata que al inicio del análisis el amor se dirige al inconsciente como sentido y saber, e incluso que cuando eso no está producido, es un paso necesario obtenerlo por vía del amor: que el saber, el inconsciente como conjunto cerrado, se emplace para que una experiencia analítica en tanto tal pueda comenzar. En ese momento, el amor al Padre resulta fundamental. Se trata del Padre como garante de un saber consistente, como garante de un conjunto cerrado de semblantes, es decir, se trata del Padre como "sujeto supuesto saber". Lacan, en el contexto de resumir todo lo concerniente al Edipo, es decir, al lado hombre de las fórmulas de la sexuación, lo dice así: "Que yo enuncie la existencia de un sujeto postulándola en un decir que no a la función proposicional Φ x (...) es el sujeto supuesto...". [7]
Así, el amor al padre muerto y eterno es la condición misma del emplazamiento en la experiencia analítica del inconsciente "homosexual", aquel que es la condición del trabajo de descifrado del analizante. Un saber que el amor al padre lleva a hacerlo providencial, es decir, que un sujeto lo asegure como un saber armónico. [8] Mientras que el inconsciente en tanto tal no es armónico. Muy por el contrario, es un saber disarmónico, un saber sin sujeto, [9] y por lo tanto, "... es un conjunto abierto". [10]
Así, en el final de un análisis sería esperable una experiencia marcada de alguna manera por un encuentro con este inconsciente que, en tanto conjunto abierto, se sitúa más allá del amor al Padre y, por ende, de lado femenino de las fórmulas de la sexuación. Dicho de otro modo: un pasaje de la fórmula de la excepción que funda todo lo concerniente al Edipo (Existe al menos uno que dice no a la castración) a la ausencia de dicha existencia (No existe al menos uno que diga no a la castración) inherente al lado femenino de las fórmulas. Se puede deducir la apertura a lo singular de la femineidad que eso comporta, es decir, una apertura a un goce imposible de negativizar y, por esa vía, al dejar de creer "en la especie lógica de La Mujer". [11]
Pero esta vía no es sin una transformación que, entiendo, resulta crucial. Me refiero al establecimiento de una nueva relación con el tiempo. Una nueva relación que surge –como decía Lacan - de "... intentar librarse de la idea de eternidad". [12]
La providencia es el reverso de la contingencia [13]
En el momento del franqueamiento del fantasma –que implica un pasaje a un "más allá", es decir, ligado a una referencia espacial- lo que se conmueve es la estática del fantasma. Es decir, la ilusión de la eternidad y, por lo tanto, la idea de la existencia de un destino ineluctable imposible de modificar. Esto, que no es sino lo que surge de la creencia en el sujeto supuesto saber, es decir, la creencia en que en algún lugar habría un sujeto eterno y omnividente capaz de una representación total del mundo, es la ilusión que se apoya en una "espacialización del tiempo". Se trata de una modalidad temporal que está íntimamente articulada, por un lado, a lo que Lacan llama el instante del fantasma, [14] y, por otro, al síntoma en su vertiente lógica de la necesidad, es decir, como lo que "no cesa de repetirse". [15]
Creo que pueden deducirse con cierta facilidad las consecuencias de una tal conmoción sobre la creencia en el Padre eterno, sobre el amor a él destinado, así como sobre la creencia en el inconsciente como un saber inmutable y eterno, es decir, sobre la creencia en el destino.
Pero además, es también más allá del franqueamiento del fantasma donde puede tener lugar otra experiencia que no dejará de tener también efectos sobre el tiempo. Se trata del momento en el que puede producirse una nueva alianza con el goce imposible de negativizar, es decir, con aquello que el falo, en tanto Φ mayúscula y no como (-j), escribe. El falo adviene así índice de la contingencia, del encuentro contingente con lo que "no cesaba de no escribirse" de la relación sexual. Es precisamente entonces cuando "... la aparente necesidad de la función fálica se descubre no ser más que contingencia", [16] y el falo –así lo entiendo- puede conectarse con lo inconmensurable de la femineidad.
Salida, entonces, de la creencia en la especie lógica de La Mujer y apertura a la contingencia, al acontecimiento imprevisto con una mujer.
Salida, entonces, de la idea de eternidad sostenida por el amor al Padre que –si existiera- sabría sobre La Mujer.
Esto abre a la dimensión real del amor, del amor por fuera de la ley de la repetición simbólica y sus corolarios imaginarios. Porque, "la dimensión en la que el amor es real es la del encuentro contingente sobre el fondo de lo imposible". Y "el propio hecho de que ese encuentro sea contingente confirma lo imposible". [17] Son, ni más ni menos, que las sorpresas del amor que surgen en la modalidad contingente del acontecimiento imprevisto.
La pregunta que entonces se impone es: ¿acaso quien ha hecho la experiencia del reverso de la providencia, es decir, la experiencia de una apertura a la contingencia y a lo femenino en tanto tal, necesariamente habrá de cambiar de partenaire amoroso? Y además, desde otra perspectiva, ¿qué puede entonces ocurrir –cuando a alguien se le revela la dimensión contingente del amor- con ese otro partenaire, es decir, con la Escuela como partenaire?
Estas son algunas de las preguntas que hace unos años unas colegas –ahora ambas AE- me plantearon en una entrevista sobre el amor. Pero voy a dejar en suspenso lo que entonces les respondí, y aquí concluyo.
NOTAS
* Belo Horizonte, Brasil, 22 de noviembre de 2014. Ponencia realizada en el Encontro Brasileiro do Campo Freudiano, Bahía de San Salvador, 2014, y publicada en portugués en Opçao Lacaniana, Revista Brasileira Internacional de Psicanálise, Nro. 70, Sao Paulo, junio 2015. Algunas de las ideas aquí vertidas fueron retomadas por el autor en su Prólogo al libro de Carmen González Táboas, Un amor menos tonto. Una lectura del seminario XXI de Lacan, Grama, Buenos Aires, 2015.
- Lacan, J., "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 265.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1993, p. 284.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, p. 135.
- Miller, J.-A., Los usos del lapso, clase del 26 de enero de 2000, Paidós, Bs. As., 2004, pp. 178-180.
- Ibíd., p. 180.
- Ibíd., p. 178.
- Lacan, J., "El atolondradicho", Otros escritos, op. cit., p. 483.
- Lacan, J., Seminario 21, "Les non dupes errent", clase del 21 de mayo de 1974, inédito.
- Ibíd., clase del 11 de junio de 1974.
- Ibíd., clase del 15 de enero de 1974.
- Laurent, E., "¿Un nuevo amor para el siglo?", El Caldero de la Escuela N° 18, EOL, Bs. As., 2012, pp. 2-8.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 146.
- Laurent, E., "¿Un nuevo amor para el siglo?", op. cit.
- Lacan, J., "Posición del inconsciente", Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As., 2002, p. 795. Lacan habla del instante del fantasma, como ese punto de fijeza en el que se proyecta la topología del sujeto, rehusándole al sujeto del deseo que se sepa efecto de la palabra, o sea, lo que es por no ser otra cosa que el deseo del Otro. Se trata de la proyección del sujeto en el instante del fantasma que se corresponde con el tiempo lógico de la separación, tiempo en el cual vemos en el primer plano de la escena el objeto a en relación con $.
- Miller, J.-A., La erótica del tiempo, Tres Haches, Bs. As., 2001, pp. 13-45. Allíseñala que la espacialización del tiempo es el resultado de un supuesto dominio del tiempo ligado al funcionamiento de una temporalidad retroactiva –por lo tanto, ligada al punto de capitón- que tiene un doble efecto de significación que se encuentran articulados: la modalidad lógica de la necesidad y el sujeto supuesto saber. Esto es lo que instituye la ilusión de la idea de destino y de eternidad.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As., 1981, p. 114.
- Miller, J.-A., La erótica del tiempo, op. cit., p. 46.