Junio 2013 • Año XII
#26
HACIA EL VI ENAPOL: Hablar con el cuerpo. La crisis de las normas y la agitación de lo real

Si se habla de un cuerpo es porque el aire no es gratuito

Samuel Basz

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Con la tecnología en las manos y el mundo a los pies
De la Serie "Nuevas hegemonías", 2012.
Acrílico sobre tela, 60 x 100 cm. Viviana Fruchtnicht.

Efectivamente, ni el goce del bla bla, ni la satisfacción en el ejercicio de lalangue, ni las consecuencias afectivas del estatuto áfono de la voz, ni los ecos que se registran en el cuEfectivamente, ni el goce del bla bla, ni la satisfacción en el ejercicio de lalangue, ni las consecuencias afectivas del estatuto áfono de la voz, ni los ecos que se registran en el cuerpo como resonancia de la letra, pueden concebirse sin considerar que el parletre ya hubo de pagar el precio de la angustia.

Cuando se quiere rebajar el valor de un decir se suele acudir a una frase popular: "habla porque el aire es gratis". Pero no es así si consideramos que el aire es un objeto en el psicoanálisis, vinculado estrechamente con la angustia. Si ésta es considerada por Lacan el afecto que no engaña, es porque ya con Melanie Klein el psicoanálisis había validado su carácter instituyente.

En este sentido el aire aunque no esté en la serie de los objetos a lacanianos, no deja por ello de participar del estatuto objetal y, en tanto tal, no puede no ser referido a esa serie.

Objeto pulsional fuera de serie, el aire es manifiestamente tratado por Lacan en El Seminario X.

Ya mostramos, en un trabajo de 2008 [*] cómo Lacan, en los últimos cursos del Seminario de La Angustia, valoraba el papel del aire. Sea cuestionando las objeciones de Jones, sea recuperando el significado fundante del ruaj, o apoyando las geniales precisiones de Otto Rank en su texto "El trauma del nacimiento", Lacan no deja de sugerir la pertinencia objetal del aire. En ese trabajo tratamos también de entender por qué Lacan no ubica al aire en la serie de los objetos a.

Correlativamente al papel que cumple como objeto de angustia, es necesario considerar su estatuto metapsicológico como núcleo real del Yo –corporal-, y económico como objeto pulsional referido a un borde libidinal específico, para poder dar razón de que si el parletre no habla sin el cuerpo, es al precio de producir el aire como objeto de angustia.

El lenguaje, como estructura, es aparato de goce en tanto interviene a lalangue con un régimen regulatorio. Inscriptas en ese régimen las cuerdas vocales vibran de placer trabajando para el amo estructurante. Pero el ejercicio de lalangue no se borra, acompaña toda emisión de palabra, es pulsional, y es pulsional en tanto hay satisfacción en la interrupción, en la alteración, del ritmo respiratorio. Y este goce es constante, normal; a diferencia del goce transgresivo de las rupturas del orden de lo escrito.

Así se dan las condiciones para que este ritmo respiratorio sea un ritmo siempre disponible para ser afectado por lo simbólico y lo imaginario ¿Qué otra cosa es el suspenso –el de Hitchcock y el del casino, el del disparo desde el punto del penal, el de la revelación de un informe histopatológico, el de la intuición de una inminente intervención del analista, o el del diálogo amoroso- cuando corta el aliento?

El aire, captado en su condición de objeto, es un resto de la operación metafórica por la que el organismo es sustituído por el cuerpo, y se inscribe como objeto de angustia haciendo que el hablar, la emisión de voz, no emerja sino de un cuerpo libidinal.

Si se habla con el cuerpo es porque el aire no es gratis; es al precio de la angustia que hay cuerpo libidinal, el que puede anudar sintomáticamente lo real, el que el sujeto puede tener, que es el cuerpo con el que se habla y se goza sin ser una constante tormentosa y dislocada del organismo.

erpo como resonancia de la letra, pueden concebirse sin considerar que el parletre ya hubo de pagar el precio de la angustia.

Cuando se quiere rebajar el valor de un decir se suele acudir a una frase popular: "habla porque el aire es gratis". Pero no es así si consideramos que el aire es un objeto en el psicoanálisis, vinculado estrechamente con la angustia. Si ésta es considerada por Lacan el afecto que no engaña, es porque ya con Melanie Klein el psicoanálisis había validado su carácter instituyente.

En este sentido el aire aunque no esté en la serie de los objetos a lacanianos, no deja por ello de participar del estatuto objetal y, en tanto tal, no puede no ser referido a esa serie.

Objeto pulsional fuera de serie, el aire es manifiestamente tratado por Lacan en El Seminario X.

Ya mostramos, en un trabajo de 2008 [*] cómo Lacan, en los últimos cursos del Seminario de La Angustia, valoraba el papel del aire. Sea cuestionando las objeciones de Jones, sea recuperando el significado fundante del ruaj, o apoyando las geniales precisiones de Otto Rank en su texto "El trauma del nacimiento", Lacan no deja de sugerir la pertinencia objetal del aire. En ese trabajo tratamos también de entender por qué Lacan no ubica al aire en la serie de los objetos a.

Correlativamente al papel que cumple como objeto de angustia, es necesario considerar su estatuto metapsicológico como núcleo real del Yo –corporal-, y económico como objeto pulsional referido a un borde libidinal específico, para poder dar razón de que si el parletre no habla sin el cuerpo, es al precio de producir el aire como objeto de angustia.

El lenguaje, como estructura, es aparato de goce en tanto interviene a lalangue con un régimen regulatorio. Inscriptas en ese régimen las cuerdas vocales vibran de placer trabajando para el amo estructurante. Pero el ejercicio de lalangue no se borra, acompaña toda emisión de palabra, es pulsional, y es pulsional en tanto hay satisfacción en la interrupción, en la alteración, del ritmo respiratorio. Y este goce es constante, normal; a diferencia del goce transgresivo de las rupturas del orden de lo escrito.

Así se dan las condiciones para que este ritmo respiratorio sea un ritmo siempre disponible para ser afectado por lo simbólico y lo imaginario ¿Qué otra cosa es el suspenso –el de Hitchcock y el del casino, el del disparo desde el punto del penal, el de la revelación de un informe histopatológico, el de la intuición de una inminente intervención del analista, o el del diálogo amoroso- cuando corta el aliento?

El aire, captado en su condición de objeto, es un resto de la operación metafórica por la que el organismo es sustituído por el cuerpo, y se inscribe como objeto de angustia haciendo que el hablar, la emisión de voz, no emerja sino de un cuerpo libidinal.

Si se habla con el cuerpo es porque el aire no es gratis; es al precio de la angustia que hay cuerpo libidinal, el que puede anudar sintomáticamente lo real, el que el sujeto puede tener, que es el cuerpo con el que se habla y se goza sin ser una constante tormentosa y dislocada del organismo.

* "El aire; un objeto a fuera de la serie"; en El objeto aire…y otras intervenciones en psicoanálisis; Ed. Grama, Buenos Aires, 2012.

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