Noviembre 2012 • Año XI
#25
Lo real en la ciencia y el psicoanálisis

Seis propuestas para el próximo congreso

Gerardo Arenas

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Marta Minujín - Obelisco multidireccional - 2009.
Escultura fundida en bronce 50 x 35 x 15 cm- Galería: Dacil. Cortesía de ArteBA fundación.

Cuando Jacques-Alain Miller propuso dedicar el próximo congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis a investigar el desorden en lo real, lanzó el desafío –que no por tácito es menos urgente– de poner en orden nuestra propia concepción de lo real y de mancomunar esfuerzos para que París no se convierta en Babel.

¿Cómo encarar esta ardua tarea? Lacan sugiere que si en cierta falla de lo real nacen las líneas de campo que descubrimos en la experiencia analítica, lo que la lógica diseñó al relacionar el lenguaje con lo real tal vez nos permita localizar algunas de esas líneas (a inventar) que aporten una orientación.

Aceptando desafío y sugerencia, dibujaremos seis líneas de fuerza que pueden servir para no extraviarse en el vasto campo de lo real. Cada una de ellas se traducirá en una propuesta. Su conjunto es una invitación.

 

1. Servirse de la red extensional-modal

Para abordar lo real, Aristóteles opone de entrada lo propio de más de uno a lo propio de no más de uno. Llama a lo primero universal (aun si no es válido para todos) y a lo segundo singular (solo si se refiere a uno solo). Dos milenios se requerirán para agregar a esto la extensión vacía y para caracterizar la función de la misma como la del uno-en-más, pero no para preguntarse si cada una de esas extensiones es posible, necesaria, imposible o contingente. (Tampoco para presentir futuras batallas, ya no navales, en torno al último de estos modos.) De los doce nudos que forjan la red formada por los tres hilos de la extensión y por los cuatro de la modalidad, ¿cuál corresponde al sujeto, si no es el de lo vacío e imposible? Además, ¿no es el significante, acaso, necesariamente universal? Y ese Kern unseres Wesens que Freud perseguía, ¿podría no ser contingente y singular?

No obstante, subrayemos que, más allá de estas tres dimensiones que subtienden la experiencia analítica, modos y extensiones pueden anudarse entre sí diferentemente. Por ejemplo, todas las estructuras de parentesco, sean elementales o complejas, son universales y contingentes.

La red extensional-modal permite así vislumbrar las líneas de fuerza que debemos inventar. Bien utilizada, puede entonces servir de brújula.

 

2. Definir lo real en función del discurso al que responde

La ἐπιστήμη antigua se constituye cuando el taimado Aristóteles, por prurito metafísico, proscribe en ella ocuparse de lo singular, mientras que la ciencia moderna se funda cuando Descartes, por paranoia metódica, exilia de su territorio al sujeto. El discurso científico contemporáneo nace pues de una doble Verwerfung que solo le permite acceder a lo real en lo que este tiene de universal, por más que este pueda ser contingente.

La lógica, por fracasar en la segunda, logra en cambio medirse con el que además de universal es imposible. Se impone entonces caracterizar lo real en función del discurso al que responde. No hay razón alguna para presuponer que en dos discursos diferentes esté en juego un mismo real.

 

3. No ignorar lo real necesario

La ciencia contemporánea no se resigna a que lo real cuyas leyes últimas anhela formular sea contingente, y según parece ni siquiera se conformaría con que fuese posible. Más allá del desmesurado y prejuicioso rechazo einsteiniano de una eventual ludopatía divina, lo cierto es que en el mundo contemporáneo la física, para decirlo con humor, wants to get a TOE-hold.

De hecho, la gran polvareda mediática recientemente levantada por un escurridizo bosón impide ver con claridad la confesa pretensión científica de hallar, mediante una teoría del campo unificado sumada a una estética de las simetrías, una Theory Of Everything que, en cuanto haga volar por los aires el último bunker que resguarda el libre albedrío de Dios, demuestre así que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, sino en el único, si es cierto que este es como es porque no podría ser de otra manera.

Cualquier semejanza entre tal aspiración y cierto eslogan del amo moderno es pura τύχη. (¡Nada menos!, acotaría Prigogine.)

 

4. Interrogar la creencia en que no hay real sin ley

Con sus erráticos avances y retrocesos, los vagabundos que surcan la bóveda celeste aguijonearon desde siempre, y con un mismo interrogante, a los sonámbulos que noche tras noche la escrutaban: ¿Responden a un orden recóndito, más secreto o acaso menos trivial y rutinario que el de la obscena esfera giratoria? De Ptolomeo a Copérnico, de Galileo a Newton y de Einstein a Hawking, ninguna revolución hizo mella en ese desvelo surgido, a no dudarlo, de una invencible fe en que no hay real sin ley universal.

Sin duda, este ejemplo vale como paradigma. A la ciencia, en verdad, le importa un bledo si lo real siempre vuelve al mismo lugar o no. Lo que sí le resultaría inadmisible sería que lo real pudiese hacer una u otra cosa a su capricho. El orden al que ella aspira es el de la ley, aunque esta sea la del mismísimo caos. Un análisis de ADN demostraría con certeza que su enseña es de estirpe occamiana: si Dios juega su partida encadenado por Λόγος, la naturaleza estaría obligada a jugar la suya encadenada por Ἀνάγκη. Damos fe de que no hay científico que no crea en ambas cosas.

 

5. Diferenciar dos estatus de lo real en psicoanálisis

La operación analítica se funda por cierto en la misma creencia, que Freud llama sobredeterminación, que es subsidiaria del carácter universal de su instrumento –el significante–, y que es el fundamento último del saber supuesto. Pero los residuos resultantes de la doble Verwerfung que en la ciencia la sustenta son los extremos del vector llamado deseo del analista, y la flecha que, salida del carcaj de Eros, representa la acción de este deseo, va del sujeto a lo singular. Como decía Freud: Wo Es war, soll Ich werden (durch den Eins, aclara Lacan, para eliminar toda sombra de duda).

Lo que esos extremos tienen de real no puede entonces presentar más modalidades que la de lo imposible y la de lo contingente. Pero tampoco menos que estas dos. Lo cual torna patente, por sí solo, la bifidez de lo real que está en juego en la experiencia analítica.

 

6. No perder de vista la pluralidad de lo real

Pero esta última caracterización está viciada por lo mismo que ella pretende evitar. La necesidad que el discurso analítico produce demuestra, en efecto, la radical insuficiencia en que incurre cualquier referencia a lo real, en singular. Por lo tanto, deberíamos más bien decir que hay dos reales en la experiencia analítica, imposible uno y contingente el otro, cuyas respectivas extensiones son, además: universal y singular.

Estas precisiones son imprescindibles para no caer en las trampas que nos tienden esos idola fori que Bacon deploraba, denunciaba y exorcizaba. De aquí en más, por lo tanto, cada vez que hablemos de real deberíamos preguntarnos seriamente a qué real nos referimos. Y las líneas de fuerza precedentes demuestran que la red extensional-modal constituye un fecundo punto de partida para ordenar las respuestas.

R.S.V.P.

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