Abril 2012 • Año XI
#24
Enseñanzas clínicas

Cuando fallan los semblantes. Apuntes psicoanalíticos sobre la subjetividad masculina

Sergio del Pino Cardoso

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Lisa Giménez. Sin título, de la serie Tamaño Real.
2011. Fotografía imresa en acrílico 100 x 72 cm. Bisagra Arte Contemporáneo. ArteBA 2012. Cortesía de ArteBA fundación.

“…para el muchacho, se trata en la adultez de hacer de hombre… A la luz de esto, que constituye una relación fundamental, debe interrogarse todo lo que en el comportamiento del niño puede interpretarse como orientándose hacia ese hacer de hombre. Uno de los correlatos esenciales de este hacer de hombre es dar signos a la muchacha de que se lo es. Para decirlo todo, estamos ubicados de entrada en la dimensión del semblante…”
Jacques Lacan El Seminario, libro18

“…Antes que por el ser, preocupado por el tener, repleto de miedo a perder, cuida de que su mujer siga siendo parte de sus posesiones, de su particular patrimonio, pero sobre todo tiene que disimular ese semblante de propietario. Y le cuesta encontrar el artificio adecuado, el relato correcto a transmitir a sus propios hijos, a su vez más pendientes del goce que del amor, y sin paciencia para el deseo…”
Fernando Martín Aduriz

El gran descubrimiento del psicoanálisis es que la sexualidad no marcha para lo seres humanos, esta es traumática. A partir de las tesis freudianas del traumatismo sexual en los seres humanos [1], haciendo una lectura de estas obras Jacques Lacan, [2] ha llevado al extremo esta situación planteándola como Real, aportando así que no hay La relación sexual.

“…en los divanes recogemos lo que no marcha en la relación entre ellos y ellas, pues no se deja de hablar de eso…” [3].

Es por el hecho de que no existen las coordenadas previas para hacer con el advenimiento de un cuerpo que es sexuado y que la cultura lo recibe con el lenguaje, todo allí no puede ser nombrado, no puede ser dicho. Esta particularidad se inscribe en que la posición del sujeto sexuado no es correspondiente a su sexo biológico sino que debe realizar un movimiento que es atravesado por identificaciones que son tomadas y recibidas del campo del lenguaje, del campo significante.

“…nuestro cuerpo no está hecho para ser sexuado, como lo muestra el hecho de que los hombres y las mujeres no se comportan tan bien como los animales; hay pues un trauma incontestable ligado al sexo…” [4].

 

La noción de trauma y el más allá de la identidad

Otros psicoanalistas contemporáneos de Freud han aportado sus teorías sobre este momento traumático inicial al que está expuesto el sujeto.

Es así que Otto Rank, trató de realizar ciertas innovaciones teóricas para dar respuesta a las interrogantes antes mencionadas. Una de las categorías de la obra freudiana a la que apuntó fue: el trauma.

Rank, a través de una ley llamada psico-biológica pretendía realizar una explicación de la humanidad en general y su evolución. Esta ley lo llevaba a situar el trauma del nacimiento“…ubicará al trauma del nacimiento como el soporte real biológico que rige la evolución sexual…” [5].

A partir de este descubrimiento este autor va a derivar de él todos los conceptos que hasta esa fecha formaban parte de la doctrina freudiana y va a localizar ese momento traumático del nacimiento como el fundamental y primordial de angustia para los seres humanos [6].

A partir de esta situación el autor coloca el binomio placer-displacer en un momento previo y otro a posteriori: vida intrauterina-placer /trauma del nacimiento-displacer. De esta manera todos los intentos del ser humano, a lo largo de la vida, estarían girando en torno a volver a la fase intrauterina donde existe la seguridad.

Más allá de los desacuerdos que podamos tener con el enfoque biológico que propone Rank hay una lógica que se escurre detrás de sus planteamientos. Como seres humanos advenimos a un mundo que se caracteriza por una falta fundamental, donde las ideas de armonía, de completud y de unicidad son míticas. La idea mítica de la completud representa de lo que el sujeto ha sido supuestamente separado, quitado, esta separación es lo que conocemos con Freud como castración, una situación subjetiva de vacío e incompletud primordial.

Así, con la entrada del sujeto en el lenguaje, hay el sometimiento a una ley simbólica; pero no existe la posibilidad que todo se reduzca al campo de lo simbólico, no todo es regulado por dicha ley, es decir siempre queda un resto, algo que se escapa a ella. Ante este resto, el sujeto se encontrará sin respuestas: encontrarse sin respuestas ante este Real es la definición más sencilla que podemos brindar del trauma. Esta es la dimensión procesual del mismo, su carácter constitutivo en todos lo seres humanos.

El trauma es aquello que en algún momento de la vida puede repetirse y se traduce en una confrontación del sujeto con dicho Real, ante el cual queda sin respuestas, produciéndose el afecto que llamamos angustia. En este sentido estamos haciendo referencia al trauma como acontecimiento [7]. Es lo que ocurre en el caso de nuestra investigación con falla el semblante hombre-directivo, por esa razón podemos hablar de una clara situación de trauma ante la caída de dicho semblante.

Ante lo Real traumático del origen hay respuestas fundamentales que los seres humanos deben construir: una por la vía de la relación del sujeto con el Otro, sede de las identificaciones simbólicas. La otra vía es la relación con el otro semejante, especular que brinda la idea de un autodominio, de una autodefinición, brinda la suposición ilusoria de esas virtudes. Existe una categoría central en el edificio teórico del psicoanálisis que agrupa estas respuestas simbólicas e imaginarias, esa categoría es: el semblante.

Ella engloba tanto el registro de lo Imaginario como el registro de lo Simbólico y se opone radicalmente al registro de lo Real. Es lo que tiene función de velar la nada. Comprende imágenes y significantes que constituyen el discurso, el saber, el parecer, la verdad y el ser [8].

La única manera de establecer un lazo social es el semblante, el sujeto humano debe responder a su posición de pérdida estructural con semblantes que han funcionado para él a partir de su relación con el otro de la imagen y el Otro del significante.

“…$ expresaría la relatividad, la disolución de las identidades, como traduce además el término mismo de identificación, que significa que una identidad en cierto sentido es siempre semblante. La identificación es una identidad de semblante…”[9].

El sujeto llamado infans llega al mundo del lenguaje falta de representación, falta de identidad y falta de algo que lo nombre completamente. A través del binomio identidad-identificación empezará a construir, no sin el otro y el Otro, su ser como sujeto. Este ser será siempre sexuado.

“…ser reconocido como humano es una de las primeras tareas que el infans requiere para ir constituyéndose. Esa es la función primordial del Otro sexualizante desde aún antes del nacimiento…eso que llamamos identidad antecede al sujeto quien deberá apropiarse de una que le será otorgada…” [10].

La lógica de las identificaciones narcisistas que acompañan al sujeto en este momento subjetivo cumplen, en la constitución subjetiva, una posición central: brindan al sujeto una aparente solución para hacerle frente a la prematuración del nacimiento, al agujero primordial del ser prematuro de la biología.

Las identificaciones narcisistas, con el propio cuerpo y con el semejante, brindan al sujeto la posibilidad de una identidad que de manera constitucional le es negada.

“…en este sentido el psicoanálisis nos lleva más bien a la falta de identidad…en lo imaginario, porque la fragmentación en que se halla el infans encuentra su unificación en el reflejo que le aporta el otro y en el cual se reconoce como yo. Está así condenado a encontrarse “fuera de sí”, siempre en otro lugar, desdoblado…” [11].

Para hacerle frente a la situación de rivalidad, competencia y agresividad debe haber una intervención simbólica que sirva de normalización de todas esas reacciones imaginarias, estableciendo una separación de objeto, y con ello orientar al sujeto en la construcción de su propio deseo.

“…la pacificación es obra de un tercero, el Otro simbólico…” [12].

Un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante dirá Lacan. A partir de la localización de un grito del niño/a tenemos un S1, lo que hará que ese grito se convierta en llamado será la intervención del Otro que localiza en ese grito un llamado y aporta la dimensión de la respuesta, que es un S2 [13].

“…del lado del Otro el grito entraña de inmediato un Eres tú, un ¡Eres tú! Infinidad de anécdotas reflejan lo que sería el reconocimiento intuitivo, directamente simpático, del grito del niño por su madre, y establecen de la manera más simple, más reducida, el reconocimiento de la identidad del sujeto por parte del Otro… ” [14].

Una de las ideas que dan evidencia de la falta de identidad completa en los seres humanos la hemos visto ya en el registro de lo imaginario, ahora bien, en el registro de lo simbólico, donde Lacan localizará al sujeto, se dará la misma situación.

“…en este sentido el psicoanálisis nos lleva más bien a la falta de identidaden lo simbólico, porque el lugar de la palabra está primero en el Otro. El baño de lenguaje es en principio exterior a lo que será un sujeto y cuando adviene como tal, esa palabra se inscribe en el sujeto pero como discurso del Otro (inconsciente), en una torsión que hace de este lugar del Otro lo más propio del sujeto…” [15].

Esta pequeña introducción al terreno de lo simbólico y a la constitución subjetiva en general nos abre el camino para abordar los elementos fundamentales que sirven para pensar a la subjetividad masculina en el psicoanálisis. A partir del binomio identidad-identificación, pasando por las teorizaciones del complejo de Edipo, hasta llegar a lo que conocemos con Lacan, por un más allá del Edipo: las fórmulas de la sexuación.

Estas fórmulas dirá Sinatra, abren paso a legalizar la no naturalidad de la sexualidad tanto para hombres como para mujeres, por estar sujetas a condiciones específicas y precisas de satisfacción infantil, así como por identificaciones de las cuales es imposible anticipar sus orientaciones. Es pensar tanto al goce sexual como a la identidad sexual desalojada de los genitales, es pensar a la sexuación con relación al goce y no con relación al cuerpo imaginario.

A partir de la honda repercusión que tuvo para Sigmund Freud la muerte de su progenitor, existió un interés particular de este autor por las teorizaciones acerca del padre, acompañado igualmente por un mito: Edipo Rey. Con el “sueño de muerte de personas queridas”, Freud nombraba un apartado de la obra citada al inicio y arrancaba sus investigaciones sobre el Padre.

En las obras dedicadas a esta problemática del padre y del Edipo [16] Freud se va a mover en algunas direcciones, una de ellas será la identificación al padre según la cual el niño pone de manifiesto un particular interés por su padre; quisiera ser como él y reemplazarlo en todo. Podemos decir que hace de su padre su ideal. En nuestra investigación tenemos dos particularidades en la construcción de la subjetividad masculina, esta pasa por la identificación al padre y de manera general al sujeto masculino. Por un lado tenemos la identificación a un padre completo, sin falta y por otro a uno que se equivoca, que falla y que trasmite la falta. Tenemos entonces que la subjetividad masculina se erige por una suposición de saber al sujeto masculino, dígase padre biológico o padre profesional.

En las obras mencionadas, Freud destaca el lugar del niño en el complejo de Edipo. Este lugar del varón será catalogado como completo en este complejo, formando parte de él, el Edipo positivo: identificación al padre y desde allí abordar a la madre, y el Edipo negativo: niño desde una posición pasiva, desde el lugar de la madre, espera la satisfacción sexual por parte del padre [17].

Lo que debe ocurrir para poner fin a este Edipo completo es el complejo de castración “…es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo…la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo…” [18].

La manera de describir el complejo de Edipo por parte de Freud adquiere dos características, es mítica y fenomenológica, así afirma que el Edipo en el niño, esos deseos de tomar a la madre como esposa y apartar al padre, como rival, estos deseos el niño los ve pospuestos por la amenaza de castración, por el peligro de perder lo que tiene, esto da lugar al abandono en el niño del Edipo, su represión e instaura lo que sería el súper-yo como heredero de este complejo.

La lógica del Edipo en Lacan adquiere su importancia en la medida en que la hace pasar por las categorías fundamentales en que piensa la subjetividad, lo imaginario, lo simbólico y lo real. Por razones propias del movimiento que realiza con relación a Freud vamos a referirnos a la lógica simbólica en el complejo de Edipo “…el complejo de Edipo no es tan solo una catástrofe porque es el fundamento de nuestra relación con la cultura…” [19].

Se produce una lectura lógica del mencionado complejo, que da paso al lugar de lo simbólico, vía los significantes, en los seres humanos e instaura la función del deseo, propio de cada sujeto:

Por estas razones Jacques Lacan dirá que: “…el sistema cuaternario tan fundamental en los impasses, las insolubilidades de la situación vital de los neuróticos tiene una estructura bastante diferente de aquella que se da tradicionalmente –el deseo incestuoso por la madre, la interdicción del padre, sus efectos de barrera, y, alrededor, la proliferación mas o menos frondosa de síntomas. Creo que esta diferencia debería llevarnos a discutir la antropología general que se desprende de la doctrina analítica tal como se la enseña en el presente. En una palabra, todo el esquema del Edipo debe criticarse…” [20].

Tanto el padre como la madre en el Edipo de Lacan van a tomar el lugar de funciones, y la operación se va a reducir a una metáfora, sustitución del significante del padre por el significante de la madre, por esta razón a esta operación lógica Lacan la llama metáfora paterna “…una metáfora, ya se los he explicado, es un significante que viene en el lugar de otro significante…” [21].

Entonces nos dirá Lacan, que la vía que tiene su lugar es la metafórica, es la barra producida, la sustitución del significante del Nombre del Padre, sobre el otro significante: Deseo de la madre. Las consecuencias de esta operación son las siguientes: separa el deseo de la madre del deseo del niño, como una relación simbiótica y completa, introduciendo con esto, vía el nombre del padre, la castración simbólica y la significación fálica, que permite que puedan, madre e hijo, realizar sus propios deseos.

“…lo concibo como el tiempo del devenir del sujeto, el tiempo que permite que el sujeto pueda separarse del deseo de la madre para comenzar a inscribir su propio deseo. Se trata de un tiempo constitutivo, es aquí donde comienza a configurarse el proceso de identidad de todo ser humano. También es el tiempo que nos inaugura como sujetos de la cultura, de modo efectivo, es el tiempo que nos permite apropiarnos de las reglas del juego con las que luego tendremos mayor o menor éxito en la interacción social, es el que nos hace aptos para consentir a las normas y los roles sociales…” [22].

El Edipo entonces nos permite, nos abre las puertas a una posible identidad, que no es sin la identificación que se produce con cierto rasgo, con ciertos significantes del padre, de la madre, del Otro de la cultura. Es interesante destacar acá, vía los registros, lo que diferencia una identificación simbólica (rasgo, significante del Otro), de una identificación imaginaria (otro semejante, imagen especular).

Nos abre, no sin dejar una huella, también la posibilidad de la elección de los objetos de amor, y sobre todo impacta y vehiculiza todo lo referente a nuestra identidad sexual y genérica. En un capítulo titulado la identidad freudiana, Jorge Chamorro nos dirá de ella:

“…está sostenida en el complejo de Edipo. Juego de elección amorosa de objetos, que sostienen identificaciones, decepciones, desplazamientos constituyen finalmente la identidad de niña y niño, y su buen encuentro…” [23].

Ahora bien, en psicoanálisis por el mismo movimiento que debe realizarse en la estructura edípica, hay una posibilidad de decir algo de lo que soy, pero porque existe el sujeto del inconsciente, porque hay una barra a esa identidad, no voy, en todo lo que digo sobre mí, poder hacer referencia al todo ser.

Con relación al concepto de identidad, desde la perspectiva psicoanalítica nos acogemos más bien a un más allá de la identidad proponiendo la categoría de sujeto. Por esta razón nos parece muy oportuno quedarnos con la definición que ha propuesto el psicoanalista argentino Jorge Chamorro: “…la identidad es todo aquellos en que me reconozco, que lo reconozco como propio. El estilo, el cuerpo, el pensamiento, el semblante. Estas formas en las que me reconozco no son todo lo que soy: o sea que allí trazamos un campo de división entre las formas de reconocimiento y el ser; por eso Lacan va a decir que el ser humano tiene, en la medida que pasa por el lenguaje, una relación de forclusión con su ser. Por eso nadie puede decir soy el que soy. La consecuencia de esta forclusión del ser es la denominada falta en ser…”[24].

A partir de todos estos planteamientos podemos decir que hay dos posibles maneras de identificación. Hay una primera que podemos llamar, una identificación imaginaria, sostenida por la apariencia del cuerpo y regulada por lo que se aprecia del tener y el no tener, por la distinción sexuada que proviene de la observación de los cuerpos. La otra, una identificación simbólica que para cada sujeto establece los significantes que van a representar lo que sería una masculinidad o una feminidad y que se toman del Otro (dígase familia, región geográfica, época, etc.). Es así que en nuestro estudio, la subjetividad masculina aparece identificada a rasgos simbólicos, más allá de lo imaginario, tomados del padre y de la madre, que hacen sostener, que dan una vía para hacer con el semblante hombre-directivo. Es decir sus maneras de ser y de hacer en la dirección van por el camino del ideal paterno o materno. Los significantes que toman del Otro representan a la tradición, cuando el Otro si existía y era consistente, hace posible esto que se sostengan los semblantes tradicionales de la masculinidad. Al encontrarse con este Real de la caída del semblante de hombre-directivo, cosa muy común en nuestra época hipermoderna, aparece la otra dimensión, momentáneamente, del Otro, que en este caso no existe y se revela como inconsistente. El orden simbólico del siglo XXI arroja que los semblantes tradicionales fallan y como nos indica Graciela Brodsky sobre el cuidado de los semblantes, y el esfuerzo por hacerlo, señala que a cada posible utopía, hay un Real que destaca su impotencia.

A partir de la teoría freudiana del complejo de Edipo, Lacan sacará las consecuencias que llevan a pensar, a nivel de sus seminarios 4 y 5, que la construcción de la masculinidad y la feminidad tienen lugar al salir del Edipo a partir de la identificación en cada caso con el ideal de su sexo. Para el hombre identificarse con los valores de la masculinidad y para la mujer con los valores de la feminidad. Esto tiene lugar mediante la identificación, que es un registro solidario de los significantes que el Otro social va aportando y a los cuales el sujeto va a sujetarse para tener, reconocerse como ser sexuado.

 

Sexuación y subjetividad masculina

Otra explicación que se le da a la identidad en el psicoanálisis de orientación lacaniana es esa dimensión que tiene que ver con el goce. El goce es aquello que vinculado a la repetición es idéntico una y otra vez, sobre esto nos dirá Eduardo Foulkes: “…la identidad se goza. O también ella goza, o ella nos goza…” [25] más adelante dirá “…es que la identidad cultural no se limita a un agregado de significados y sentidos que emanan de una lengua, religión o costumbre determinada, ella encuentra en la impronta del goce inconsciente de cada subjetividad una eficacia universal: el goce de la identidad y la identidad del goce…”[26].

Con relación a lo planteado nuestro estudio revela un goce particular del trabajar: siguiendo los ideales paternos en el arte de la dirección, la subjetividad masculina renuncia a sus deseos más íntimos, y es lo que hace que se destaque esa contracara que tiene seguir un ideal, y que es el goce. Colocándose en relación con su propio deseo en la posición de esclavos y ante un amo que tiene la función de matar el deseo, y por tanto están fijados a responder siempre a la demanda del Otro. Al mismo tiempo, tan preocupados por la satisfacción que tiene la realización de ciertas tareas se esboza aquella dimensión horrorosa y ruin del goce, y que tiene lugar a partir de la expresión del afecto angustia por no tener tiempo para ocuparse de otras cosas, por ejemplo de los hijos, del cuidado de sus cuerpos, y de manera general del espacio privado. Es destacable que la angustia en nuestro estudio tiene esa doble dimensión que destacaba Freud y que muy bien señala Ernesto Sinatra en su último libro sobre los hombres: la angustia automática y la angustia como señal.

De acuerdo a las condiciones de goce y sus modos para cada sujeto humano Jacques Lacan ha teorizado lo que se conoce como la sexuación y que introduce, un más allá del Edipo. La vía de la sexuación va más allá de las identificaciones imaginarias y simbólicas que sostienen la manera de pensar la masculinidad y la feminidad, es una elección con relación al goce, es una vía que mediante los registros de la subjetividad está articulada a lo Real.

Estas condiciones que se repiten para cada sujeto a lo largo de la vida hacen que se coloquen en dos modos fundamentales con relación al goce, en uno o en otro lado de las llamadas fórmulas de la sexuación. El lado MASCULINO de las fórmulas y el lado FEMENINO de ellas. Como nos dice Graciela Brodsky a partir de Lacan ubicarse del lado masculino o femenino de estas fórmulas es una decisión, una elección del sujeto.

Estos constructos lógicos además de destacar las dos posiciones, no hay otras, de los seres humanos con relación al goce, igualmente grafican las dos maneras en que se relacionan los sexos con esta categoría: el goce llamado fálico y el goce llamado Otro. Por razones vinculadas al objeto de estudio, la subjetividad masculina, pasaremos a elucidar el lado izquierdo de las fórmulas de la sexuación, aquel en el que Lacan escribe la posición masculina.

Del lado hombre se va a encontrar la escritura x, Φ x que podemos leer para todo x, Φ de x. Es decir que para todo individuo que logre ubicarse de este lado, del lado hombre, se pone de manifiesto la función fálica como universal. Este goce fálico es un goce situable, localizable y regulado por la castración. Luego para que este se de y se sostenga es necesario que para al menos uno este universal no se cumpla, es la función de la excepción y se escribe x Φ x, así podemos leer que existe al menos una x, para la que no Φ de x.

Esta situación hace ver que para al menos uno está negada la función fálica y es lo que sitúa la barra que recubre a Φ x. Este límite hace efectivo la función del para todos de la castración.

Ahora bien, el lado hombre de las fórmulas de la sexuación no es un lugar privativo de los hombres, no solo ellos eligen estar allí, sino que como son lugares, elecciones de goce pueden estar igualmente las mujeres, al respecto dice Lacan:

“…tomemos primero las cosas del lado en que todo x es función de Φ de x, o sea, del lado en que se coloca el hombre…colocarse allí es, en suma, electivo, y las mujeres pueden hacerlo, si les place…” [27].

A partir de esta explicación nos gustaría citar la definición que aporta Miller, (2010) sobre lo que sería el hombre lacaniano, nos dirá: “…el hombre lacaniano, tal como atraviesa los seminarios y los escritos, es por el contrario un ser pesado, estorbado, embarazado por el tener…El tener es un estorbo, y como él tiene algo que perder está condenado a la cautela…El tengo, como sentimiento que le da una superioridad de propietario un bien que implica, también, el miedo a que se lo roben…El goce fálico es por excelencia goce de propietario…” [28].

De manera general las elecciones que ponen en práctica los seres humanos tienen una consecuencia fundamental, y es la de responder al trauma inaugural que los constituye y que hemos abordado al principio de este acápite, es un trabajo por recubrir ese vacío que siempre queda del encuentro con lo Real.

Ahora bien este trabajo que hace el sujeto de colocar sus semblantes, sus identificaciones para velar este vacío que es la nada, puede en el trascurso de la vida derrumbarse, puede fallar. Es esto lo que puede suceder con las identificaciones y semblantes que se construyen del lado de lo masculino.

Esta irrupción de lo Real tiene como característica mostrar al sujeto en su forma más desnuda, generando efectos inmediatos sobre esa subjetividad. El sujeto entonces pasa a estar desposeído de cualquier gancho simbólico que lo haga salir de la angustia que genera la emergencia del deseo del Otro.

Luego se demuestra que los mecanismos que ha creado son susceptibles de fallar. Aquí es donde queremos situar al trauma como acontecimiento, del que habíamos hablado antes.

“…hay un trauma como acontecimiento, que es la figura de la contingencia, es la figura de la irrupción de lo real sobre las representaciones simbólicas que tenía ese sujeto hasta ese momento…algo irrumpe y es lo que se llama usualmente la angustia mas generalizada, la angustia traumática…” [29].

La solución posible para estos acontecimientos traumáticos es lograr la vuelta a un sentido, que lo hará reintegrarse a sus lazos grupales, al lazo social. Es volver a restaurar esa combinatoria de identificaciones y de semblantes, que aunque tengan un antes y un después del momento traumático, hacen que el sujeto no responda, en este momento, con el pasaje al acto, no se identifique a lo Real como desecho de lo simbólico, como resto no subjetivable excluido de lo simbólico. Es evitar que el sujeto elija la vía más radical de pasaje al acto y es lo que conocemos en psicoanálisis como la desaparición completa de la escena subjetiva[30]. El resultado más interesante de nuestro estudio es que cuando la subjetividad masculina es tocada, cuando falla el semblante, instantáneamente se produce un estar sin lugar en el orden simbólico, lo destacable es que la subjetividad masculina se presenta en nuestro estudio como erigiéndose en la restauración, el restablecimiento de los semblantes tradicionales de lo masculino, como hombres-poderosos, ubicándose del lado del tener. Es una de las vías posibles y condición de posibilidad de tratar y “salir” de la situación que hemos esbozado como traumática dándole un sentido a la emergencia de ese Real que es lo que no tiene sentido. Otro elemento a destacar es la particularidad que tiene nuestro país y que muestra que como política estatal cuando un trabajador es demovido de su puesto de directivo, no queda desamparado, entonces el Otro estatal también se revela como un lugar posible del restablecimiento del sentido, de reconocimiento.

NOTAS

  1. Freud, S. (1894). “Las neuropsicosis de defensa”. En, Freud, S., Obras completas volumen 3, Standard Edition. Versión Digital; Freud, S. (1896). “Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis”. En, Freud, S., Obras completas volumen 3, Standard Edition. Versión Digital;Freud, S.(1948). “Conferencias de introducción al psicoanálisis”. En Freud, S., Obras completas volumen 2, Madrid: Biblioteca Nueva.
  2. Lacan, J. (2007). El seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aun. Buenos Aires: Paidós.
  3. Sinatra, E. (2010). Por fin hombres al fin. Buenos Aires: Grama.
  4. Belaga, G. (2006). Presentación. En, Belaga, G., La urgencia generalizada. La práctica en el hospital. (pp. 11-19). Buenos Aires: Grama.
  5. Sinatra, E. Ibídem p. 75.
  6. Sinatra, E. (1993). ¿Por qué los hombres son como son? Buenos Aires: Atuel.
  7. Belaga, G. Ibídem.
  8. Lacan, J. (2009). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 18. De un discurso que no fuera del semblante. Buenos Aires: Paidós; Miller, J.A. (2008). De la naturaleza de los semblantes. Buenos Aires: Paidós; Miller, J.A. (2010). Conferencias porteñas Tomo II. Buenos Aires: Paidós; Laurent, E. (2010). “El Semblante, la cusa y la relación sexual”. El Caldero de la Escuela, 13, 6-14.
  9. Miller, J-A. y Laurent, E. (2006). El Otro que no existe y sus comités de ética. Buenos Aires: Paidós.
  10. Sotolano, O. (2004). “Diálogo”. En, Roqueta, C., Identidad y lazo social. Fronteras, pasajes y diversidad. (pp. 101-108). Buenos Aires: Grama.
  11. Rocca, C. (2004). “De Lazos y desenlaces”. En, Roqueta, C., Identidad y lazo social. Fronteras, pasajes y diversidad. (pp. 69-73). Buenos Aires: Grama.
  12. Rabinovich, D. (2007). “La teoría del yo en la obra de Jacques Lacan”. Buenos Aires: Manantial.
  13. Miller, J-A. (2006). Los signos del goce. Buenos Aires: Paidós.
  14. Miller, J-A. Ibídem p. 110.
  15. Rocca, C. Ibídem p. 69.
  16. Freud, S. (1912). “Sobre la mas generalizada degradación de la vida amorosa. Contribuciones a la psicología del amor II”. En Freud, S., Obras completas volumen 11, Standard Edition. Versión Digital; Freud, S. (1921). “Psicología de las masas y análisis del yo.” En, Freud, S., Obras completas volumen 18, Standard Edition. Versión Digital; Freud, S. (1924). “El sepultamiento del complejo de Edipo". En, Freud, S., Obras completas volumen 19, Standard Edition. Versión Digital; Freud, S. (1925). “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de lo sexos”. En, Freud, S., Obras completas volumen 19, Standard Edition. Versión Digital; Freud, S. (1933). “La feminidad”. En, Freud, S., Obras completas volumen 22, Standard Edition. Versión Digital.
  17. Mazzuca, R., Schejtman, F. y Godoy, C. (2004). “Cizalla del cuerpo y del alma”. La neurosis de Freud a Lacan. Buenos Aires: Berggasse 19.
  18. Lacan, J. (2008).”La significación del falo”. En Lacan, J., Escritos II, (pp. 653-662). Buenos Aires: Siglo XXI.
  19. Lacan, J. (2009). El seminario de Jacques Lacan. Libro 5. Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Paidós.
  20. Lacan, J. (1985). “El mito individual del neurótico”. Buenos Aires: Paidós.
  21. Lacan, J. Ibídem p. 179.
  22. Mesa, Y. (2008). “Sobre la esencia de toda identidad, el sujeto en la era de las des-información”. Revista Cubana de Filosofía. Versión Digital.
  23. Chamorro, J. (2008). Las mujeres. Buenos Aires: Grama.
  24. Chamorro, J. Ibídem p. 73.
  25. Foulkes, E. (2010). Diferir y convivir. Identidad, goce y multiculturalidad. Buenos Aires: Letra Viva.
  26. Foulkes, E. Ibídem p. 15.
  27. Lacan, J. Ibídem p. 88.
  28. Miller, J-A. (2010). Conferencias porteñas Tomo II. Buenos Aires: Paidós.
  29. Belaga, G. Ibídem p. 16.
  30. Hago referencia acá a lo que sería la manera más radical de pasar al acto: el suicidio.
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