Noviembre 2011 • Año X
#23
Acción lacaniana

La brújula del psicoanálisis en el tratamiento del niño autista

Martín Egge

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Erica Ferrari - Serie "Paisagem disocciada" II (2011)
Madera, fórmica y cera 130 x 90 cm. Galería Emma Thomas. Gentileza ArteBA Fundación.

El significado de la palabra Autismo ha sufrido cambios notables en el transcurso del tiempo. La inserción del Síndrome de Asperger definido también como ‘autismo de alto rendimiento’, ha influído notablemente en la definición misma de autismo. Si bien es cierto que el concepto de "autismo" contempla algunos fenómenos como la clausura hacia el mundo externo, algunas formas bizarras en el uso del objeto, la repetición en la vertiente lingüística y motora –esto es, las ecolalias y las estereotipias– y la restricción de los intereses. Y es tan cierto como que no se puede hablar de discapacidad en lo que concierne a personajes famosos como Isaac Newton, Albert Einstein, Glenn Gould, Ludwig Wittgenstein, Kurt Gödel, afectados de este síndrome. Al contrario ¡Quién no querría ser un poco autista si fuese este el precio a pagar para ser un genio!

Pero es igualmente cierto que muchos de ellos terminan en los centros de día como discapacitados, como el primer autista que vi en Berlín al que todos los niños llamaban "el profesor" porque metido en su saber bizarro sobre las medidas de todos los pájaros y las banderas del mundo no encontraba ningún enganche en el mundo social.

Si inicialmente con el diagnóstico de autismo infantil se especificaba un cuadro clínico muy grave, hoy se prefiere hablar del espectro autista para definir una diversidad gradual, en el niño recluido en su concha, sin palabras y sin mirada dirigida al otro, descrito por Leo Kanner, hasta el niño Asperger. Espectro como la luz espectral, pero también espectro en su etimología que se refiere al umheimlich, a lo perturbante, una sensación que puede fácilmente advertirse cuando nos encontramos con un niño autista, debido a su radical diversidad.

Hace trece años conseguí abrir la Antenna 112 en Venecia y cinco años más tarde la Antennina, un pequeño centro terapéutico residencial y semiresidencial para niños y chicos autistas y psicóticos a los que no se conseguía insertar en la red social a causa de su particular gravedad: niños y adolescentes desesperados con graves manifestaciones auto y heteroagresivas, docentes angustiados por los continuos pasajes al acto de estos niños, pero sobre todo padres desesperados y con graves depresiones y fantasías de suicidio, completamente aislados del tejido social y abandonados con frecuencia por sus propias familias. Familias rotas o mantenidas únicamente como un pareja para afrontar las continuas emergencias, padres que no estaban ya en condiciones de afrontar la situación por la grave enfermedad de uno de los dos, problemas psiquiátricos o neurólogicos u otro hijo autista en la misma familia. Y sabemos que en un cuadro de continua emergencia no funcionan los recursos para estar cerca de estos niños más que armarse de una enorme paciencia y humildad para desangustiarles y hacer coger confianza en un mundo, para ellos desregulado y caótico.

Es por estas razones que estos niños nos son confiados. Y nuestra tarea, sostenerles para construir un mundo que esté a su alcance y para confiar en el adulto que sostiene su subjetividad que hace las veces de garante, y su escudero, como me dijo uno de ellos.

Esto es un trabajo preliminar para cada aprendizaje porque sólo en este clima de confianza el sujeto autista puede superar su desconfianza hacia el mundo externo y sólo en este punto es posible un aprendizaje digno de este nombre. Aprender del Otro implica una confianza hacia el Otro. Cuando no es así, hay sólo adiestramiento, muy fatigante (tanto para el niño que no entiende para qué sirve la impostura del adulto, como para el operador que fácilmente ve desvanecerse sus "buenas" intenciones de enseñarles alguna cosa útil apenas les giran la espalda) Hay autistas que se prestan a este trabajo y lo hacen mecánicamente para contentar al operador. Pero los más resistentes no se prestan y demuestran su disenso con reacciones dañinas a menudo extremas. Son estos los que últimamente nos confían.

Fue Antonio Di Ciaccia, en 1973 quien fundó la Antenna 110 en Bruselas, para desarrollar a partir de la teoría de Jacques Lacan la Práctica entre varios, en base al presupuesto que también el niño autista más grave que aparentemente excluye al otro, está en el lenguaje y por tanto es un sujeto. A partir de esta lógica, trabajamos con los niños que se nos confían.

Con Jacques Lacan podemos definir todo lo que los cognitivistas etiquetan como dificultad de socialización y de comunicación como una gran dificultad por alcanzar al Otro simbólico del reconocimiento. El otro, situado en la línea imaginaria, permanece elidido a excepción de algunos momentos de necesidad, en los que el autista se sirve del otro como si fuese la prolongación de su brazo o como si el otro estuviera situado en una relación dual simbiótica.

Con frecuencia, el niño autista tiene una relación simbiótica, de alienación con una persona. Pero hacia el resto del mundo se comporta con completa indiferencia. Si el otro intenta imponerse la relación dual pasa al duelo; el sujeto autista le ataca con el intento de "regularlo". Es por ello que raramente los adultos toman la posición de un Otro no simbólico sino real, la posición del padre de la horda primitiva que amenaza, que pega, que no retrocede a las reacciones agresivas y autoagresivas del autista, y que se convierte en un Otro perseguidor que intenta imponerse.

¿Cómo, entonces, introducir al Otro simbólico, aquél que ordena en un modo predecible y desangustiante, como crear una "aletosfera", una atmósfera pacificante, que es la base para hacer salir a los niños encerrados como si estuviesen dentro de una concha, y de alivio a lo angustiante en la confrontación con un mundo vivido como amenazante y persecutorio?

¿Cómo introducir este tercero, que representa el orden simbólico como tal, un orden que da un lugar también al sujeto autista, una ley que no sólo prohibe, sino que dice "sí" al sujeto?

También el niño autista muy grave recurre a la estructura elemental de lo simbólico que es la alternancia: a través de un cierto manejo del objeto en dos tiempos, por ejemplo el interruptor de la luz que enciende y apaga, o la puerta que abre y cierra; el objeto asume un estatuto significante en cuanto introduce un signo + y un signo -, dos signos en oposición aplicados al mismo objeto. El objeto caracterizado por (+/-) constituye una forma de alternancia, un S1 desplazado en un cierto ritmo en el espacio, como el péndulo de los antiguos relojes de pared. Un S1 que vuelve incesantemente a su lugar en un eterno retorno, un simbólico elemental que garantiza la predecibilidad y por lo que es desangustiante, que el niño repetirá incesantemente sin, no obstante, llegar a una ulterior transformación. Pero el trabajo con el que está comprometido demuestra que tampoco él puede prescindir de lo simbólico. Según Di Ciaccia nos encontramos de frente con la aparente paradoja de un niño que parece estar separado del mundo y que, sin embargo, pone en acto un intento de separación simbólica. Sus esfuerzos no están, de todas maneras, a la altura de los resultados.

El niño autista no puede prescindir del Otro del lenguaje. ¿Cómo hacer a la vez de tal manera que el autista se incluya en su mundo? El muro es más permeable de lo que parece. Podemos verlo cada vez que acompañamos al autista para ayudarle a realizar una suerte de ausencia/presencia artificial, a partir del trabajo en el que ya está implicado y no para de repetir. Los dos aparatos de diferente color a los que el niño imprime un movimiento alternado, el trozo de leña que golpea rítimicamente contra la mesa, constituyen un "tarjeta de visita" con la que el niño se presenta. Nosotros acogemos muy pronto esta actividad porque constituye un esbozo de construcción simbólica a través del cual el niño intenta representarse, sin realmente conseguirlo. Nos añadimos inicialmente a su trabajo, le hacemos eco, para que, desde un lugar otro, le vuelva una respuesta a su trabajo hasta el momento solitario y pueda producirle curiosidad. En un segundo tiempo intentamos insertarlo proponiéndole pequeños cambios. El trabajo inicial se complica poco a poco, se alarga y se enriquece en una construcción que representa un mundo en el que puede encontrar su lugar.

¿Qué partenaire exige el niño autista? Parafrasenado a Donna Williams, ella busca un guía que le siga, un partenaire poco musculoso, no intrusivo, que sea curioso hacia su mundo y sepa valorar sus hallazgos. En la Práctica entre varios los operadores se sitúan en posición de un Otro muy barrado, como lo definió Alexandre Stevens, que hace las veces de "garante dócil para el sujeto pero intratable con el Otro perseguidor". Como dice Virginio Baio, los operadores se ponen en serie para evitar que el autista cree una relación simbiótica. Un niño, que lo entendió muy bien, dice, para nuestra sorpresa: "En la Antenna no se debe querer el bien. En la Antenna se está bien y basta." El Otro de la ley al que se refiere, cuanto más lejos mejor.

¿Cómo se puede afrontar entonces esta aparente contradicción entre el objetivo principal de nuestro trabajo, sostener a los niños para su inserción en el contexto social, que exige aceptar esta regla, cuando ellos no quieren saber? Por otra parte, ellos crean autónomamente reglas muy rígidas, en lo que respecta al espacio, a los objetos puestos siempre en el mismo sitio y, en el tiempo, a través de las repeticiones: quieren ver siempre los mismos dibujos animados, escuchar siempre la misma historia, etcétera. Y en esto se ve su búsqueda por poner un orden simbólico en este mundo caótico, aunque sin recurrir a nadie más que a sí mismos. Pero también este auto-orden creado se vuelve a menudo en contra del autista: si bien durante un tiempo da una cierta estabilidad, en el momento en que el sujeto percibe estar sometido a la propia ley, de la que no puede prescindir, resurge la angustia. Es en la situación de un cuadro angustiante donde hay una mayor posibilidad de apertura hacia el operador que sostiene al autista contra el Otro perseguidor. En la crisis de angustia el autista grave sale de su clausura defensiva total y busca al operador visto como garante.

En la Práctica entre varios los operadores ofrecen al niño puntos de referencia en la realidad para tejer la trama de un Otro "regulado", sometido a la ley. Cada niño puede verificar en el tablón de anuncios que su jornada está programada y es predecible; las secuencias de los talleres y los respectivos operadores están indicados y los cambios eventuales se anuncian por anticipado por la directora de la casa.

La jornada está organizada en una trama hecha en el cruce del espacio con el tiempo, una red constitutiva de la realidad del niño que crea predecibilidad y, en consecuencia, es desangustiante. Los operadores sostienen al niño en su invención que le permitirá construir un mundo menos angustiante y que le conducirá a establecer un vínculo social.

La Práctica entre varios no se basa en el Uno del amo, sino en el Uno del vacío. No se basa en el Otro que sabe y comanda, sino en el vacío que orienta el deseo, y en el que cada operador está ahí implicado personalmente. Cada operador tiene su propio estilo de trabajo. Sus inclinaciones personales -la pintura, la música, la actividad corporal, la cocina, etc.- les pueden orientar a encontrar en los talleres un gancho y un interés vivo y la alegría que transmitir a los niños. En las reuniones semanales se discute juntos qué estrategia escoger para cada niño y en las verificaciones sucesivas se la retoma en un work in progress.

Los intereses altamente especializados y unidireccionales del autista en el campo de las ciencias exactas, lo dirigen hacia un saber a menudo abstruso, como el niño que sabe todo sobre vinos italianos y sobre el procedimiento de su elaboración, pero sin haber probado nunca un trago, porque "los menores no pueden beber alcohol". Será por ello importante acoger su interés para ayudarle a insertarse en un campo universalmente reconocido, como tantos autistas de "alto rendimiento" -músicos, matemáticos, zootécnicos- lo demuestran.

El mundo actual, que va cada vez más hacia una mayor especialización y donde los afectos son una molestia para la máquina productiva, extrañamente puede ayudar al autista a encontrar su solución.

Traducción: Iván Ruiz

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