Mayo 2011 • Año X
#22
Encrucijadas del psicoanálisis en el Siglo XXI

Siglo XXI: La elección de sexo en el laberinto

Carmen González Táboas

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"Cevallos"
1989 - Acrílico sobre cartón 32 x 39 cm
Eduardo Labombarda

Hubo tiempos en los que el imperio de la ley ordenaba las cosas y los sexos por su fuerza misma de ley, no importa qué divinidad o poder encarnara para un sujeto la función del Nombre del Padre. En el origen de la ley estaba la violencia de la voz de orden, "lo dicho primero", que "decreta, aforiza, legisla, es oráculo, confiere al Otro real su oscura autoridad."[1] El inconsciente se encargaba de otras diferentes versiones, según su goce.

En La Etica (1959/1960), Lacan diferenciaba la tragedia moderna de la cristiana, ya no nimbada de belleza como la tragedia griega y antigua. La trilogía de Paul Claudel[2] es la saga descompuesta en la que el padre humillado, -un padre sin honor- "refleja el estallido de nuestro tiempo".[3] La descomposición estructural del mito edípico freudiano no se detuvo. En los 70 habían caído muchas prohibiciones; los grupos gay se manifestaron, se politizaron, tuvieron lugar en las universidades. En los 80, irrumpiría el Sida.

En marzo de 1974,[4] Lacan articula la función del Nombre del Padre y el amor. La lección del Edipo hacía pasar por la voz de la madre un "decir no" lógico, el no de la función del padre, sustentado en el amor, de donde surgían las prohibiciones. Degradado el padre, el deseo de la madre se adelanta, expulsa el Nombre, -el no- del Padre, decide el "soberano bien" del hijo. Nace un "nuevo orden de hierro", (materno), que nombra para un bien cualquiera, y oculta "que no tenemos la menor idea de qué nos trazaría la vía del bien".[5] Lo social pasa a encarnar la ley de hierro, que viene de cualquier parte. En ese mismo orden se inscribe la condena social. Quien sabe el Bien, sabe el Mal.

¿Acaso juzgar: drogón, marica, depresivo, bipolar, débil, puta, delincuente, gorila, discapacitado, gordo, negro, pobre, cana, sudaca, bolita, vago, piquetero, etc. no es restituir un orden? Un orden de hierro petrifica. Excluido el sujeto de la enunciación, ya no se lo oye, no cuenta. Pregunta Lacan: la expulsión ("forclusión") de la función paterna, "¿no es el signo de una degeneración catastrófica?" ¿A dónde apunta? A que si el orden de hierro aplasta el enigma de una subjetividad, ningún genuino amor es posible. La barbarización de la existencia en las metrópolis-pánico, parece darle la razón.

 

1. Los sexos en su laberinto

La metáfora del laberinto -un laberinto cuya salida nunca será alcanzada- aparecía en el mismo contexto.[6] En febrero de 1974 Lacan decía: "El lenguaje está surcado de canalitos, de chicanas, de obstáculos creados para embrollar las cosas y conduce a lugares donde uno se pierde. La elección de sexo, atrapada en este laberinto, nos deja sin salida, hablando como chorlitos, inventando sentidos, siempre se puede agregar un significante más". En efecto, no hay relación sexual que pueda escribirse, es decir, que pueda calcularse, predecirse, asegurarse. En el laberinto del lenguaje, la comedia de los sexos y la contingencia del amor testimonian "de la malaventura del deseo en los setos del goce, que acecha un dios maligno".[7]

Uno es el laberinto subjetivo del ser sexuado, el que le concierne al psicoanálisis en su dispositivo. Pero también nos concierne el otro laberinto; el que hoy forman los discursos sobre los sexos y sobre la elección del sexo. Si bien son laberintos diferentes, nunca dejan de estar entrecruzados, a partir del hecho mismo de que el ser que habla se baña en esos discursos y es afectado por ellos. ¿En qué discursos se baña un sujeto?

Una afirmación fuerte abre el título que enmarca el VIII Congreso de la AMP en 2012: "El orden simbólico en el siglo XXI ya no es lo que era". La degradación de las diferentes formas de autoridad, el rechazo de toda prohibición, la reducción igualitaria del sujeto al individuo, el lazo social precario mediado por los objetos del consumo, etc., forman el marco inestable en el cual se borra el binarismo de la diferencia. Dejada de lado la legalizada partición de los sexos, que decretaba que si es homo es perverso, y si es hetero, es normal, se goza de muchas maneras.Lo homo elige el goce autoerótico, elige lo igual, rechaza lo que no es semejante. Lo hétero se presenta en la extrañeza del síntoma; por eso una mujer, que nunca está toda ahí donde se la espera, -Otra para sí misma- es para un hombre su síntoma.

Actualmente, a los estudios de género se agregan los de autores que se identifican como queers. Estos cuestionan a los primeros; acuerdan en el rechazo de toda diferencia normativizada. Afirman que la bipartición entre hetero y homo sexualidad, es funcional a los negocios del capitalismo y limitante para la libertad sexual. Si bien el momento gay era inevitable, dicen, sobre todo después que el Sida dejó ahí su dolorosa marca, "teníamos que hacernos visibles para acceder a ser tratados jurídica y terapéuticamente." Pero puesto que el tema cobró peso político y mediático, y -al menos en las ciudades- pasó a la cultura popular; parece llegado el tiempo de pensar otras cosas.

Lo expresa un homosexual queer norteamericano, Leo Bersani,[8] quien construye el concepto de homocidad para nombrar la mismidad de un "nosotros". ¿Quiénes? Los que se separan de la ley de la diferencia heterosexual-homosexual, que al fin sólo exaspera la homofobia. Al complejizar la diferencia y hacer lugar a la diversidad sexual de la vida erótica, se aproxima al laberinto del sujeto del goce en los avatares de la elección de sexo.

 

2. La avanzada lacaniana y los nuevos horizontes de la clínica

Hoy el discurso analítico no sólo opera sobre el goce que se oculta en los velos argumentales del fantasma en las neurosis, o en la crudeza del fenómeno elemental y la extrañeza del delirio. Otra "categoría epistémica",[9] la psicosis generalizada u ordinaria, propuesta a la investigación por Jacques-Alain Miller hace varios años, es, en la clínica actual, el correlato de lo simbólico desestabilizado, precarizado, insuficiente para ordenar la anarquía de las formas imaginarias en las que se manifiesta el goce pulsional, no sujetas a las coordenadas de alguna normalidad impuesta. Pero aún están los sujetos que se presentan encapsulados en sus yoes, autómatas consumidores del saber manipulable y acumulable que los objetos de la técnica ofrecen.

Hoy, lo que era anormal puede ser común; todo puede ser exhibido en la escena mediática o cibernética. La disfuncionalidad de las familias, las nuevas prácticas sexuales, los juguetes eróticos, la ingeniería de los cuerpos, el piercing y el tatuaje; el lujo y los detritus, la miseria y la riqueza. Marco en el que la elección de sexo encuentra sus nuevas vicisitudes. En la elección inconsciente de sexo siempre se anudan la invariante de un goce primero, y las variables que intervienen en la respuesta del sujeto.

Reabierta en El Seminario, Libro 11, la cuestión freudiana de la satisfacción pulsional, "orientación primera del ser" lógicamente anterior, no al significante sino a la represión, Lacan lee "Las pulsiones y sus destinos"; [10] una nueva vuelta abre la brecha de "algo[11] más allá" del inconsciente palabrero, que cifra y descifra, interpreta y pide interpretación.

La fuerte avanzada de Lacan desemboca en su enseñanza de los años 70, en la cual -resume Jacques-Alain Milller,"está ausente el romanticismo, la patología del Otro" que se nutría del fantasma neurótico. Hoy se multiplican los casos en los que el ser que habla permanece ajeno y cerrado a lo no sabido de sí; la repetición se impone en los nuevos síntomas, los goces se presentan con nuda fijeza indiferente a la interpretación. Bulimias, anorexias, bipolaridad, toxicomanías, depresiones, hiperactividad, el llamado estrés,son el correlato del discurso social, con sus efectos de desorientación y desinserción.[12]

En los tiempos en los que la ley del Padre es sustituida por la otra ley de hierro y prevalecen las formas autoeróticas de satisfacción, el psicoanálisis de la orientación lacaniana cuenta con la transferencia del analista al discurso analítico, con la eficacia del acto analítico, y con la lógica de la sexuación; esta permite ubicar el goce macho, autoerótico, autista, fálico, y la Otra satisfacción, la del bla-bla-bla,[13] que lo excede, pasa del lado del goce femenino y vira a fantasma de amor, cuando no a locura.

 

3. Un paréntesis: "el resto de hombre"; la figura del golpeador

El texto de Freud de 1905, "Las aberraciones sexuales", habla de "instinto"; aún no ha dicho "pulsión" (trieb), para nombrar la especificidad de la sexualidad humana.[14] "Nosotros rebajamos el instinto, dice Freud; despreciamos la actividad sexual en sí misma." Es el "nosotros" del siglo XIX, es Occidente después de la Reforma luterana del siglo XVI, y de las revoluciones -científica, industrial, social- del XVII y del XVIII. Freud muere sin imaginar las derivas que producirá, después de las dos guerras imperialistas, la revolución de las costumbres sexuales, los movimientos por los derechos de las minorías, etc. Situar así el texto freudiano me sugiere este paréntesis para avizorar el "mundo nuevo" disecado por la ácida ironía de Alexander Kojève.[15]

Para Kojève, el mundo nuevo, lejos de ser USA, era el de la declinación de lo viril en la Europa que nació con la derrota napoleónica, y daría lugar a "la nueva ola" (música, sexo y política en las calles,) y a una filmografía en la que Truffaut, Godard, Resnais, Chabrol dejarían su huella. Pero Kojéve lo ve anticipado en la literatura con Françoise Sagan (Bonjour tristesse, 1954). Ahora ellos exhiben sus cuerpos, y les dejan a ellas la iniciativa sexual. Ellas la toman. ¿Qué mundo es ese, en el que los hombres "ya no morirán gloriosamente", sino en sus camas con pijamas de seda? (Digo, o desnudos en las calles, o prisioneros o evacuados o refugiados o exiliados). Miller[16] acota que "el derecho para todos" absorbe las diferencias y también lo femenino, lo cual deja "un resto de hombre".

En su artículo, Kojeve se atreve a decir que Hegel, Sade y Brummell, anticiparon "la degradación de lo viril". El tercero de estos ofrece un interés muy particular. ¿Acaso el hermoso George Brummell (1778-1840), eldandy hijo de un simple secretario de un ministro, no era a la vez un déspota capaz de destruir una reputación en un instante? Comparado con Napoleón por su estampa, pagado de sí mismo, sin mujer, grosero provocador de la necia aristocracia que lo adoraba, héroe al revés al estilo fascista, nunca hizo nada. Murió loco y harapiento en un convento.

Josefina Ludmer[17] habla de "los profanadores",[18] autores latinoamericanos, "misóginos histriónicos arrogantes y brutales," ofensivos hacia sus respectivos países. No solamente; "el viejo dandy colombiano" de La virgen de los sicarios dice: "porque para mí las mujeres era como si no tuvieran alma. Un coco vacío".

El dandy me trae la figura actual del golpeador, cuando crece el número de mujeres golpeadas, quemadas, asesinadas. No digo que el golpeador de hoy sea un dandy. El golpeador de hoy es el resto de macho que se baña en la precariedad simbólica del siglo XXI, así sea literato o gobernante. Por eso es tan clarificador el comentario de Miller en este punto: "el dandy es el macho, no hay mujer dandy". (Ante la pregunta del lector: ¿acaso no hay hombres golpeados?, diré, ¿es tan obvio quién es el hombre y quién la mujer, cuál el reparto de los goces, en la pareja hetero u homosexual?) Donde el nombre del padre tiene función, las mujeres, -sacrificio femenino o reivindicación histérica- se ofrecen al golpe según un fantasma de amor. "El resto de hombre", por identificación imaginaria a la potencia fálica o satisfacción perversa, lastima, quema o mata de una y mil maneras. (Otro caso diferente: el de la locura desencadenada).

 

4. Con Freud. ¿Hay algo innato y definitivo en la orientación sexual?

En "Las aberraciones sexuales", separada la sexualidad humana de la necesidad biológica, Freud interroga al instinto/pulsión[19] en relación con la inversión sexual, que existió,[20] dice, en los pueblos primitivos y en Grecia, pese a la fábula popular de las mitades que se buscan. La ciencia de la época se limitaba a ver en la inversión de la libido "un signo congénito de debilidad nerviosa". Pero, ¿de dónde sale la orientación sexual? ¿Depende de las experiencias tempranas? ¿O hay algo innato y definitivo? Freud hace las buenas preguntas y pone su piedra angular: entre el instinto sexual y su objeto hay una soldadura, que pasa desapercibida en la vida sexual llamada "normal" y "natural". El objeto de la libido puede ser cualquiera.

Lo más notable de este ensayo es una suerte de lógica de la sexuación. Por un lado Freud dice: la heterosexualidad pura también es problemática, pues en los dos sexos hay una tendencia bisexual, una de las cuales es reprimida; las aberraciones sexuales están en los preliminares del acto sexual, y en el inconsciente de los neuróticos como agentes de la formación de síntomas. Por otro lado, el texto nos sorprende diciendo: "es más fácil estudiar la vida sexual de los hombres, pues la insinceridad de las mujeres las deja aún envueltas en impenetrable oscuridad." Sobre tal "insinceridad" Lacan dirá que una mujer, "ella no está toda ahí" donde él la busca guiado por el objeto de su fantasma. Ella se le escapa, -hasta es Otra para sí misma-, pero puede atraparlo en un fantasma de amor.

La lógica freudiana, fálica, era una herramienta limitante a la hora de distribuir los sexos; la lógica fálica, o aristotélica, o común, la del lenguaje que hablamos, no puede hacer otra cosa que separar hombres y mujeres según tengan o no tengan el órgano, pues el lenguaje no da otra cosa que la especie hombres. Podremos decir ellos y ellas, compañeros y compañeras, eso no nos libra del universal "hombres".

Tal lógica no detuvo el vuelo freudiano; el inconsciente de Freud sigue su propia lógica indiferente a la contradicción. Abierta "la zona de las larvas", el "grano del ser", el "ombligo del sueño", las pulsiones y zonas erógenas, el placer más allá del principio de placer, la segunda tópica, el problema económico del masoquismo, los trabajos sobre la femineidad, etc. no cesaron de mostrar "el temperamento fáustico del Dr. Freud", dicho por Breuer. Las identificaciones, -ni primitiva al Padre, ni simbólica a un rasgo del Otro, ni histérica imaginaria al cuerpo del otro,- dan cuenta de la elección del sexo, que es, digámoslo ya, elección de goce, forzada e inconciente, y remite a lo que no tiene representación.[21]¿Por qué elección forzada? Lo variable de la satisfacción pulsional se topa con la invariante del goce que estaba antes.

 

5. Con Lacan. La pulsión se satisface en su trazado.

En El Seminario, Libro 11, se distribuyen los conceptos freudianos dos a dos; inconsciente y transferencia, pulsión y repetición. La pulsión,[22] "lo irrepresible" pese a las represiones, sobrepasa el principio de placer, va a lo suyo, a ese trazado en el que se satisface, que jugará su partida una y otra vez, donde el objeto es lo menos importante del asunto, salvo que lo necesita para rodearlo lo cual exige ciertos intercambios con el mundo.

Freud había dicho, de la pulsión, "mito" y "konvention". Lacan prefiere esta última y la traduce por ficción, (que en La Ética define "el entero orden simbólico"). Para la pulsión, "ficción fundamental", "dato radical" de la experiencia analítica, Freud había acuñado cuatro términos; empuje, fuente, objeto, meta. La pulsión no es el empuje; este proviene del estímulo interno, diferente del hambre y la sed; Lacan no vacila: "se trata del campo freudiano", de una topología de la subjetividad que precede a un propuesto sujeto.

Empuje (Drang), es una fuerza constante, ajena a los ritmos de la función biológica; no conoce ni día ni noche, ni primavera ni otoño, ni alza ni baja; se trata de otra cosa. De la constancia de una descarga que se difunde por las vías del significante. En cuanto a la fuente, -orificios del cuerpo, zonas erógenas- en aquel momento Lacan los pone en correspondencia con la pulsación temporal del inconsciente. A través del montaje de la pulsión, la sexualidad, en forma de pulsiones parciales, participa de la vida psíquica. El trazado de su acto bordea los agujeros según la dialéctica del arco y del tiro al blanco; el arco de la vida cuya obra es la muerte;[23] la circularidad que en su retorno produce un sujeto.[24] "Lo nuevo es ver aparecer un sujeto"[25] donde no había ninguno. La respuesta sexuada de un sujeto.

En El Seminario, Libro 23, El sinthome, la pulsión es resonancia de un decir en el cuerpo, que se escribió ("escritura" no para ser leída) y fijó la invariante del goce. En cambio, el color sexual -lado hombre, lado mujer- viene de la respuesta del sujeto a los encuentros contingentes con el goce del cuerpo "escrito" desde antes.[26] El sujeto no es causa sino respuesta que se encarna en su síntoma como modo de gozar del inconsciente, a un lado o al otro en la lógica de la sexuación. Donde se trata del parlêtre; el hablante, el ser, el parecer, y la letra de goce de ese ser efecto de discurso; no sin un cuerpo.

 

6. Una producción del cine argentino que da qué pensar:"XXY".[27]

Voy a decir algo sobre XXY, una película que muestra de la manera más brutal lo que sucede cuando el sujeto de la ciencia deja atrás, sin recursos, en el más absoluto abandono, al sujeto del inconsciente, y en definitiva abandona al ser hablante. Se trata de Alex. Había nacido con una "malformación" genital. ¿Sería niña o niño? El desconcierto se refleja en la ambigüedad de su nombre. Sus padres, rechazadas la cirugía y las investigaciones científicas, se repliegan a un pueblito marítimo, donde ven crecer a Alex, cuya segura virilización ha sido anunciada. El padre, biólogo, investiga tortugas de mar. La cámara se deleita sobre las vísceras del animal, y un libro con dibujos: El origen de los sexos, pasa de mano en mano.

Alex, de 15 años, hosca y rara, angustiada, rechaza los corticoides que atajarían su virilización. Es chico y chica; por el lado de las identificaciones todo se mezcla. La atraen los chicos; rechaza las provocaciones sensuales de su amiga. La madre, ante la virilización que se insinúa y atormentada por el "todos se van a enterar", convoca a sus amigos, un cirujano y su esposa; piensa en la castración quirúrgica, lo cual también la aterra. El buen padre sufre, interfiere, vacila. Por fin llegan desde Buenos Aires el cirujano y su familia; la contingencia se presentará para Alex de la mano del adolescente Álvaro, hijo del cirujano.

La madre de Alex necesita clarificar, poner las cosas en su lugar, forzar los tiempos, prevenir la desgracia, salvar a Alex de la cruel insolencia de otros chicos, resolver ya. Es la histérica, que, del lado de la lógica fálica, se constituye en defensora de igualdades y derechos. Para ella, amar a Alex es querer su bien; conseguirle un sexo "normal".

¿Por qué llamarla así, "la histérica"? Para decir que no es una mujer cuando se atiene a una lógica donde la proposición singular no entra, y entonces tampoco el existente de carne y lengua. Pero los términos son rebalsados por los goces, una histérica sigue siendo una mujer. De ahí las tensiones entre los padres de Alex. Lacan dice:[28] la histérica se presenta al hombre como sabiendo del sexo y del amor. Él le cree, porque él no sabe nada. Pero ella tampoco. Genial Lacan.

¿Qué haría una mujer? Si "la mujer" sólo es un término en una lógica de términos, hablar de una mujer es otra cosa. Una mujer es una posición -en la lógica de los discursos- capaz de hacer lugar a lo triple, o sea, de abrirle a los semblantes[29] la herida de lo real. El goce femenino anclado a la lógica fálica, le hace lugar a lo que el lenguaje no nombra ni mide ni captura. Amor, dolor, intuición, creencia, hueco, poema, abrazo, chispa de locura.

Alex promueve el encuentro sexual con Álvaro, el hijo de familia entontecido. Una situación equívoca desemboca en la inequívoca y satisfactoria penetración anal por parte de Alex. Ambos gozan. Confusión y perturbación de los chicos. Angustia del buen padre biólogo, que desde lejos ha sorprendido la escena. No entiende. No sabe. Le duele.

En Alex, su hijo, nada le reflejaba nada, pero en ese momento de ira grita: "¡mi hijo!". Sin embargo, su amor corto de vista le hace decir: "Te cuido hasta que puedas elegir lo que quieras". A lo que Alex responde: "¿Y si no hay nada que elegir?". La elección de sexo no había esperado al padre, creyente de la biología, perdido en los laberintos de los discursos de la época: "elegir libremente". Sin el peso del síntoma.

 

7. Un comentario para concluir.

La elección de sexo es forzada e inconsciente. La letra de goce es "un pliegue siempre dispuesto a acoger el goce"; por eso le sucede a uno encontrarse en su modo de gozar sexualmente. En El Seminario, Libro 18 dice Lacan, "los hombres y las mujeres ni siquiera tienen que decir nada para encontrarse inscriptos en un discurso". Del lado hombre, su pareja síntoma es el objeto a, y su deseo pasa por el órgano (incluso si no se lo tiene). Del lado mujer, el deseo pasa por el amor, y su pareja síntoma es su fantasma de amor. Es el doblez que soporta la pareja humana, donde se entretejen el sexo y el amor, sean hetero u homo sexuales. De ahí la metáfora del laberinto.

En la obra de Wedekind, El despertar de primavera: Melchior le suelta a su amigo Moritz, "eres una señorita". Son dos adolescentes; uno, Melchior, ya había embarazado a Wendla en el bosque, así que puede decírselo a Moritz, su amigo, que teme, vacila, "busca en el diccionario, de la A hasta la Z, el saber del sexo",[30] y retrocede ante el encuentro sexual. El muchacho pretende atrapar de la A hasta la Z lo que no se encuentra ahí, lo que se le escapa y lo paraliza cuando las mujercitas le parlotean y le danzan en derredor. Sólo el suicidio lo liberará del síntoma-mujer.[31]

¿Y quién es la pareja síntoma en el inconsciente de una mujer? La que le presente su fantasma de amor. Para ella, no toda del lado de la lógica fálica, un hombre es lo que ella quiera, aquello que imagina y por lo que suspira, tal vez una aflicción mayor que un síntoma, incluso un estrago.[32]

NOTAS

  1. Lacan, Jacques: "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", en: Escritos, Bs. As., Siglo XIX, 1975, p.787.
  2. Claudel, Paul: L´otage: suivi de Le Pain dur et de Le père humilié, París, Gallimard, 1990, tres piezas en las que se juega el destino de una noble familia arrasada por la Revolución francesa.
  3. Lacan, Jacques: El Seminario Libro 8, La transferencia, Paidós, Bs. As., 2003, pág. 359.
  4. Lacan, Jacques: Le Séminaire 21, Les non dupes errent, inédito, (19/03/1974).
  5. Idem.
  6. Lacan, Jacques:Le Séminaire XXI, Les non dupes errent,, inédito, (12/2/74).
  7. Lacan, Jacques: "Del trieb de Freud y del deseo del psicoanalista" en Escritos, p. 832.
  8. Bersani, Leo: Homos, Bs. As., Manantial, 1998.
  9. Miller, Jacques-Alain: "Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria", en Revista el Caldero, (Bs. As.), nº. 14, 2010, p. 12.
  10. Lacan, Jacques: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1986, p. 168.
  11. En este lugar Lacan anticipó lo que más tarde llamará "el inconsciente real".
  12. Sobre las diferentes incidencias en la vida cotidiana escribo semanalmente en www.digopsicoanalisis.com.
  13. Miller, Jacques-Alain, en su curso La fuite du sens, (27/03/96) dice que el bla-bla-bla, donde se despliega la necedad de los dichos, "recibe su sentido de las cadenas significantes del inconsciente".
  14. Pulsión era un término del pre romanticismo alemán puesto de moda por el Nietzsche wagneriano; se refería a la participación humana en la efusión cósmica. En el campo de la ciencia fisicalista tomó función de castración.
  15. Kojève, Alexander: "François Sagan: El último nuevo mundo" en Revista Descartes, nº 14, 1995.
  16. El citado artículo de Kojève ha sido comentado por J.-A. Miller en: "Buenos días sabiduría", Revista Colofón, nº 14.
  17. Ludmer, Josefina: Aquí América Latina. Una especulación, Bs. As., Eterna Cadencia, 2010, p.158.
  18. A saber: Edgardo Vega, de El Salvador; Fernando Vallejos, colombiano; Castellanos Moya, de Brasil.
  19. En "Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci" Freud habla de la indeleble impresión orgánica de "nuestro primer goce de vida" (Obras Completas, Biblioteca Nueva, Vol. II, p. 469).
  20. Se llamaba a los homosexuales: invertidos, o desviados (en inglés queer). Hacia 1920 tomaron este nombre para sí. En 1950 prevaleció gays. Queers pasó a las minorías de los "desviados sexuales" que rechazaban las biparticiones heterocentradas.
  21. En La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Bs. As., Paidós, 2003, p. 283, J.-A. Miller habla de las invariantes lacanianas. Dice: "nunca un matema nos dará la fórmula de la relación sexual, ni abolirá la contingencia del encuentro."
  22. Lacan, Jacques: El Seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, op. cit., p. 168.
  23. Ídem, p. 184.
  24. Ese trazado no es ajeno a lo que años después serán los tres redondeles de cuerda, en otra topología.
  25. Lacan, Jacques: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, op, cit., p. 186. En este trabajo no puedo ofrecerle al texto el comentario que merece.
  26. No existe un sujeto anterior a la representación, es decir, anterior a la articulación S1-S2.
  27. Film argentino de 2007, escrito y dirigido por Lucía Puenzo, con actuaciones y cámaras excelentes.
  28. Lacan, Jacques: Le Séminaire XXI, Les non dupes errent, op. cit. inédito, (15/01/74).
  29. Los semblantes espejean sentidos -imaginario (I) y simbólico (S) – y velan lo real (R), la triplicidad.
  30. Como el padre de Alex, que almacena recortes de diarios con casos semejantes al de su hijo.
  31. Lacan, Jacques: Le Séminaire XXIV, L`insu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre, inédito, (16/11/76).
  32. Lacan, Jacques : Le Séminaire XXIII, Le sinthome, París, Du Seuil, 2005, (12/02/76).
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