Noviembre 2008 • Año VII
#18
Pragmática y psicoanálisis

Pragmática analítica: El psicoanálisis es una pragmática que no es como las demás

Oscar Zack

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Acomodándose - 1979
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Martha Zuik

De un modo advertido, el autor pone de manifiesto en este trabajo el buen uso del significante "pragmatismo", es decir el uso del que le conviene al psicoanalista servirse. Desde esta perspectiva, ubica la diferencia con las psicoterapias tomando como eje la polémica eficacia-eficiencia. La creencia sobre lo real del sinthome es subrayada como rasgo diferencial; concepción que permite un saber hacer con el modo singular de gozar en tanto respuesta viva tanto del psicoanálisis puro como aplicado a la exigencia de los ideales del mercado.

"Trabajar un concepto es hacer variar la extensión y la comprensión,
generalizarlo por la incorporación de rasgos de excepción, exportarlo fuera de su región de origen, tomarlo como modelo, en resumen, conferirle de un modo progresivo,
por transformaciones regladas, la función de una forma."
Georges Canguilhem

Es curioso observar cómo en los tiempos actuales se ha vuelto un lugar repetido, casi común, escuchar algunos discursos y expresiones de los distintos campos de la cultura, en los que se puede constatar cómo se usa, con cierta impropiedad conceptual, el significante pragmatismo.

Su uso fenoménico hace que el mismo padezca los efectos de cierta banalización. Así, este concepto corre el riesgo de quedar reducido, identificado con la idea de un hacer, que bajo el signo del utilitarismo postmoderno se lo podría ubicar en un más allá de los límites que imponen las referencias éticas y morales para la acción del hombre. De ser así, su paradigma sería: todo vale cuando se trata de obtener el mayor beneficio personal.

Por estar advertidos de esta perspectiva es que se impone como necesario recordar que bajo el significante pragmatismo se inscribe una nutrida referencia a la psicología, la educación, la política y la filosofía, entre los discursos afectados por sus efectos.

La particularidad de las corrientes del pensamiento pragmático –específicamente la que se inscribe bajo el discurso de la filosofía– "es la propensión a referir todas las cuestiones relativas a la justificación última al futuro, a la sustancia de las cosas que se esperan. Si hay algo distintivo en el pragmatismo es que sustituye las nociones de realidad, razón y naturaleza por la acción de un futuro humano mejor" [1]

"Los pragmatistas no creen que haya una manera en que las cosas realmente son. Por ello, quieren reemplazar la distinción apariencia-realidad por una distinción entre las descripciones menos útiles y más útiles del mundo y de nosotros mismos"[2]

Como se puede constatar, en la perspectiva de Rorty, el pragmatismo considera que el concepto de utilidad se enmarca en la idea de que una cosa, una acción, es útil si sirve para crear un futuro mejor, donde la idea de lo mejor implica aquello que se vincule más a lo que cada cual considera bueno y menos a lo que considera malo.

Esta orientación permite captar los límites estructurales que se manifiestan a partir de la tensión entre las exigencias del pragmatismo como tal y las posibilidades efectivas de su realización.

Ahora bien, si se interroga a los pragmatistas acerca de qué se considera bueno, nos encontramos con respuestas del siguiente tipo: "la variedad y la libertad" (Whitman) o "considerar el crecimiento como único fin moral" (Dewey). Desde otra perspectiva, para William James –padre del pragmatismo– la verdad es lo ventajoso, ya sea para el pensamiento, ya sea para lograr una relación satisfactoria con la realidad.

El mayor obstáculo con que se confronta tal concepción se desprende del intento de emplear criterios generales para situaciones particulares, de la exigencia de proponer soluciones reguladas para la acción que surgen de sus propias concepciones que no suelen contemplar las singularidades.

Dicho de otra forma: para la orientación pragmática se trata de ubicar en lo inmediato de su acción, la búsqueda de una eficacia rápida en la búsqueda de su objetivo.

Así, pragmatismo se hace sinónimo de eficacia.

En las prácticas psicoterapéuticas orientadas por esta perspectiva, lo que se trata de priorizar es la supresión del síntoma como forma de alcanzar una adecuación, conforme al ideal del amo moderno, con la realidad.

Ahora bien, es necesario para nosotros tratar de generar alguna reflexión acerca del concepto de eficacia, para lo cual podemos abrevar en algunas consideraciones al respecto que se desprenden de la lectura de un breve texto de François Jullien titulado Conferencia Sobre la eficacia. Allí, el autor nos propone que es menester poner en tensión el concepto de eficacia con el de eficiencia, concepto este que tiene sus raíces en el pensamiento chino [3].

La eficiencia es una manera discreta, indirecta (por añadidura podríamos decir) de operar a partir de las transformaciones silenciosas que se van produciendo sin destacar ningún acontecimiento en particular, de manera de hacer crecer progresivamente el efecto a través de un trabajo.

Se trata, como se puede captar, de promover un efecto como consecuencia de la acción indirecta.

Por otra parte el autor nos orienta al decir que "la manera griega de concebir la eficacia puede resumirse así: para ser eficaz, construyo una forma modelo, ideal, cuyo plan trazo y a la que le adjudico un objetivo; luego comienzo a actuar de acuerdo con ese plan en función de ese objetivo. Primero hay modelización, luego esta modelización requiere su aplicación. Todo esto conduce al pensamiento clásico europeo a concebir la intervención conjunta de dos facultades: el entendimiento, que, como dice Platón, "concibe aspirando a lo mejor" (forma ideal), y luego la voluntad, que se involucra para introducir esta forma ideal, proyectada, en la realidad"[4].

Siguiendo estas coordenadas se puede deducir, a modo de primera conclusión a la que podemos arribar, que debemos ubicar a la pragmática analítica del lado de la eficiencia y, su contraparte, la eficacia del lado de las distintas formas en que se presentan las ofertas terapéuticas, y en particular las terapias conductivas comportamentales.

A partir de estos ejes, nuestra consideración de la perspectiva pragmática estará orientada bajo un sesgo signado por la eficiencia. Esta posición nos permitirá, no solo constituirnos en interlocutores de los discursos de la modernidad, sino también poder ofertar, desde nuestra orientación, una práctica que puede dar cuenta, de la buena manera, del desafío de acompañar a los sujetos en la búsqueda de una solución al malestar, ya sea por las vías más clásicas del psicoanálisis como así también por la vía de efectos terapéuticos rápidos, pudiendo de esta forma albergar en nuestros dispositivos a las urgencias subjetivas de la actualidad. Pero debemos tener presente que esto es siempre y cuando no nos confundamos acerca de que el goce, la pulsión, siempre se presentan en oposición a cualquier idealismo que suponga que el sujeto quiere su propio bien.

Nosotros sabemos que no es bajo las formas imperativas que el goce se deja domesticar, o incluso suprimir. Por el contrario, sabemos que es bajo transferencia que puede alcanzar una forma civilizada de su expresión.

Esta concepción política del psicoanálisis encuentra su fundamento en la exigencia de poder estar a la altura de la subjetividad de la época, de tal forma que hoy es posible para nosotros ofrecer un psicoanálisis y un psicoanalista que no solo se aparta de las concepciones de la ortodoxia psicoanalítica, sino que también puede evitar encorsetarse en la ortopraxia de los estándares.

Somos, sostiene Jacques-Alain Miller [5], como Lacan en su tiempo, infractores a la ortopraxia.

Somos, no hay que dudar en decirlo, heteroprácticos.

Esta cualidad le impone al analista lacaniano sostener con convicción el lugar de agente del discurso analítico, imbuido, por haberla subjetivizado, de esa virtud aristotélica llamada prudencia.

"Entre lo que llamamos la teoría y la práctica –leemos en el texto citado de François Jullien– se alude siempre a la pérdida que implica el pasaje de la teoría a la práctica: ésta nunca puede alcanzar el nivel de aquélla. Es por eso que Aristóteles elabora la idea de una facultad intermedia, a la que llama phrónesis, que se traduce por prudencia, que serviría para vincular la modelización con la aplicación, y reducir así la brecha que casi siempre las separa. Pericles encarna la prudencia del hombre de acción, que tiene a la vez una "justa apreciación a primera vista" y también "juicio": es el que sería capaz de adaptar su deliberación a la contingencia de la acción"[6]

La eficiencia y la prudencia se constituyen así en las columnas en las que nos apoyamos para evitar que nuestra acción quede alcanzada por un pragmatismo, obsesionado por la eficacia, que en nuestro campo se traduciría por la oferta engañosa de la supresión del síntoma.

Resaltar este binarismo es para subrayar que cuando valorizamos la dimensión pragmática de nuestra orientación, es a condición de no olvidar, y remarcar, lo alejados que estamos de las corrientes filosóficas o psicoterapéuticas orientadas en el pragmatismo de la época actual.

Ahí donde el pragmatismo ubica en su horizonte la búsqueda de la felicidad, suponiendo que la misma se constituye y se edifica a partir de una armonía idealizada del sujeto consigo mismo, para el psicoanálisis de nuestra orientación, y frente al saber de la imposibilidad lógica de la supresión del goce pulsional, podemos sostener que no solo no se puede estimular (por lo infructuosa) esta búsqueda, sino que al saber acerca de la dimensión estructural de la división subjetiva podemos sostener que a nivel de la pulsión el sujeto siempre será feliz.

Por lo tanto, nuestra orientación pragmática implica privilegiar la dimensión terapéutica de nuestra acción, en la medida en que no perdamos de vista la posibilidad de encontrar una solución, vía el desciframiento, a la dimensión sufriente que el síntoma porta, y siempre y cuando no olvidemos que el síntoma posee un núcleo, un hueso inmodificable, al que llamamos goce.

Frente al goce, cada sujeto deberá hacerse una conducta, es decir deberá edificar una vida a partir de ésa, su singularidad.

Es a partir de esta configuración que se sostiene nuestra pragmática, que no es otra cosa que lo que se inscribe bajo el sintagma saber hacer con...: saber hacer con el síntoma.

Ahora bien, cabe aclarar que la apertura de esta dimensión pragmática viene vehiculizada por un cambio de paradigma en la enseñanza de Lacan, que se produce por el abandono de las referencias clásicas a la estructura, generando en ese movimiento un cambio de escritura respecto del síntoma. Cambio de escritura que trae aparejado también un cambio de sentido.

Al escribir sinthome, hace resonar no solo la diferencia radical entre el lenguaje y la lengua, sino que ubica el no hay relación sexual como un limite al desciframiento del síntoma.

El síntoma a partir de aquí deja de ser solo una formación del inconsciente.

Si el síntoma, en su versión clásica (es decir a partir de su envoltura formal), admite su resolución, su desciframiento, su deflación; el sinthome no tiene el mismo destino: con él se trata de hacer un uso lógico del mismo.

Es en esta perspectiva que Lacan recurre a Joyce para dar cuenta del estatuto rebelde al sentido que porta el sinthome. Decir "rebelde al sentido" es la manera de decir que se muestra refractario al efecto del significante.

Llegados a este punto cabe una pregunta: ¿Cuál sería la diferencia fundamental entre el síntoma en su versión clásica y el sinthome?

Para bordear una respuesta hay que decir que bajo el significante sinthome se designa lo que del síntoma se muestra rebelde al inconsciente transferencial, es decir ese núcleo del síntoma en el que el sujeto no se va a ver representado, y que para ser un poco más precisos, hay que decir que es aquello que del síntoma se resiste a cualquier efecto de sentido.

Considerando estos argumentos es que podemos afirmar que un sujeto, a partir de su sinthome, se confrontará con el desafío de encontrar aquello que de su singularidad se revela y a partir de ahí proceder a inventar una solución que contemple esta condición.

Lo que el sinthome revela y la invención a la que empuja son los parámetros a partir de los cuales se señala el camino del arte como "el envés del psicoanálisis, un envés que no es el del discurso del amo, sino el saber hacer del artista"[7].

Ahora bien, no está de más poner cierto énfasis en recordar que no se trata que cada analizante devenga un artista, de lo que se trata es que por el efecto del pasaje por el dispositivo analítico, el sujeto pueda llegar a desconsistir el ideal que le exige la supresión del síntoma, la supresión del goce y que a partir del trayecto analítico (puro o aplicado) pueda inventarse una vida a partir de su forma particular de gozar. Se trata de hacerse una conducta con su goce. Se trata de arribar a un saber hacer con su sinthome, lo que vuelve a un sujeto único e irrepetible.

Es en esta perspectiva que el saber hacer es el fundamento en que se sostiene la dimensión pragmática del psicoanálisis.

Bajo estas coordenadas es menester afianzar nuestra política, por la cual deberemos interesar al Otro social, demostrándole cómo un sujeto sufriente puede encontrar en una experiencia psicoanalítica la manera de oponerse a las soluciones universales a las que lo empuja el mundo contemporáneo.

Encontrar la solución a partir de su singularidad abre la perspectiva nominalista del psicoanálisis. Solo hay opciones singulares a la que cada sujeto deberá consistir.

Decir que el psicoanálisis es una pragmática que no es como las demás es sostener la creencia en el síntoma, en lo real del síntoma y en la eficiencia de nuestra acción.

Creer en lo real del síntoma es, a no dudarlo, saber que el sinthome dice de lo más singular, de lo más intimo del sujeto.

Debemos subrayar que lo nos separa del pragmatismo contemporáneo es por un lado la creencia en lo real, y por el otro saber que un sujeto nunca encontrará su bienestar si se deja conducir por el principio de placer.

Lo que radicalmente nos separa es saber que la unidad del sujeto con él mismo es una ilusión que no se sostiene, pues el síntoma dice de lo imposible de esa unidad, de lo imposible de esa ilusión.

NOTAS

* Trabajo presentado en la Plenaria de apertura, en el marco de las XVII Jornadas Anuales de la sección Córdoba. Junio de 2008.

  1. Rorty, R.: ¿Esperanza o Conocimiento? Una introducción al pragmatismo, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2006, p.13.
  2. Ibíd.
  3. Jullien, F.: Conferencia sobre la eficacia, Katz, Bs. As., 2006, p.86.
  4. Ibíd., p.17.
  5. Miller, J.-A.: "El desencanto del psicoanálisis", curso 2001-2002, inédito.
  6. Ibíd., p.20.
  7. Miller, J.-A.: "Piezas Sueltas", curso 2004-2005, inédito.
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