Noviembre 2008 • Año VII
#18
Actualidad de la AMP América

Recensión de las V Jornadas de la NEL

Marita Hamann

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Campeón bronce - 2005
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Martha Zuik

Las V Jornadas de la NEL transcurrieron en Lima, el 17, 18 y 19 de octubre último, envueltas en un cálido clima de trabajo y amistad. Más de 240 personas participaron en este encuentro, la mitad de las cuales provenía de las 15 ciudades que constituyen nuestra Escuela, además de Lima. También acudieron delegaciones de estudiantes universitarios que viajaron por tierra desde muy lejos (desde algunas ciudades de Bolivia y de Arequipa, una ciudad ubicada al sur del Perú), para enlazarse en acto con esta transferencia de trabajo.

Estos hechos constituyeron auténticas sorpresas en la historia de nuestra Escuela y representaron un acontecimiento para la ciudad de Lima.

Los colegas de Lima, todos, participaron en las labores organizativas, así debía ser, pero en la producción de los trabajos que se discutieron en las Mesas Simultáneas y en los florilegios, intervinieron miembros y asociados de todas las sedes y delegaciones que componen la Escuela; ninguna ciudad dejó de hacerse presente.

Más de 60 textos fueron recibidos, de los cuales 46 fueron seleccionados y discutidos en las 23 Mesas Simultáneas que tuvieron lugar. Los trabajos giraron en torno a diferentes aspectos concernientes a lo más actual de la clínica psicoanalítica: las adicciones, las psicosis ordinarias, las dificultades en la instalación de la transferencia, la función de la escritura en el tratamiento, la clínica de los CPCTs, la práctica entre varios, la adolescencia, la declinación de la función del padre, el tratamiento con niños, etc.

Para tal efecto, 22 colegas se organizaron en tres carteles de trabajo compuestos por los integrantes de la Comisión Científica y por 18 colegas más provenientes de las diferentes sedes de la Escuela. Los miembros de los carteles sostuvieron la transferencia de trabajo hacia las Jornadas con sus intervenciones al interior de sus sedes, sus elaboraciones dirigidas a los miembros del cartel, en la selección de los trabajos y, finalmente, en la discusión de los mismos durante el desarrollo de las Mesas simultáneas.

Varios de estos trabajos fueron publicados en El Reverso Virtual, el boletín de las V Jornadas, dirigido por Juan Fernando Pérez, que vio la luz en 17 números emitidos.

Tal como recordáramos en el momento de la apertura, las Jornadas de la Escuela son la oportunidad de poner a prueba cómo la Escuela encara lo real de la formación del analista y la trasmisión de su discurso en la civilización. Específicamente, como había señalado Leonardo Gorostiza dos años atrás, se trataba en esta ocasión de "intervenir analíticamente sobre aquellos que tienen otra concepción del Sujeto Supuesto Saber –es decir, sobre la transferencia analítica– y acerca de cómo incidir sobre lo que es la traducción neurocognitiva del psicoanálisis, a eso tenemos que apuntar".

El Seminario 17 fue el pre-texto elegido para abordar esta problemática, selección que tuvo en cuenta la celebración de los 40 años que dieron lugar a los hechos en los que Lacan se apoyó para dictar su Seminario del año siguiente, El Reverso del psicoanálisis. Este fue el seminario en que Lacan formuló la estructura del discurso como soporte del vínculo social, desplazando así el acento puesto antes en la noción del gran Otro –una de cuyas acepciones, como sabemos, es la de la cultura en la que nacemos, la cultura como un hecho de lengua, como lo que necesariamente ha de existir para suplir, como lo pensaba Freud, la ausencia de regulación instintiva en el ser que habla–. Gran Otro, discurso, vinculo social o, simplemente, lazo que permite al humano, la especie que sufre de debilidad mental, encarar el deber de vivir, el primero que debemos afrontar, como dice Freud en el Por qué de la guerra.

Es también desde este ángulo que podemos sostener, no sin cierta audacia, que la realidad psíquica es la realidad social y, en consecuencia, que nos autorizamos a hablar de lo social y a intervenir en él. En efecto, a los psicoanalistas nos incumbe abordar eso social que hace posible el lazo, el nudo, no por caridad ni por amor a la castración, o sea, a la falta o a la falla del Gran Otro en los otros, tampoco por idealizar algún tipo de encuentro con los demás, "por cuyos desfiladeros somos siempre demasiado diferentes" (para valernos de una paráfrasis de Lacan), sino porque el psicoanálisis es una manera de pensar y de tratar el goce mortífero del viviente, una manera de tratar el mal, el mal-estar y lo incurable.

La plenaria del Comité Científico, que cerró las Jornadas, abordó directamente esta problemática, la misma que también estuvo planteada directamente en varios de los trabajos enviados por nuestros colegas y que fue el telón de fondo de los temas abordados por nuestros colegas de otras Escuelas especialmente invitados a trabajar con nosotros estos temas. Ellos fueron: Guy Trobas, quien dirigió el seminario central de las Jornadas en torno a "La nueva subversión en la sexualidad del niño; Mauricio Tarrab, quien ofreció un nuevo testimonio sobre su Pase, centrado esta vez en las coordenadas que deciden el final del análisis, relato que fuera comentado luego por G. Tobas; y Sergio Laia, quien nos habló sobre "El psicoanálisis aplicado a la terapéutica y la política del psicoanálisis hoy".

En concordancia con este marco general, Eric Laurent abrió las Jornadas, a través de una videoconferencia, refiriéndose a la índole del lazo social.

El lazo social se funda en la crisis, en el terror, es lo que se intenta olvidar, nos dijo. La psicología conductual corta las conductas en pedacitos para descomponer el dramatismo de la vida humana. También el riesgo se puede desconocer. Es lo que ha demostrado la reciente crisis financiera de los EEUU, cuyas repercusiones han alcanzado gran parte del planeta en estos días.

El pánico demuestra que, cuando se rompen los lazos libidinales que unen a la masa, surge un miedo inmenso e insensato. Precisamente, Lacan da cuenta de la estructura de estos lazos en su Seminario 17, El Reverso del Psicoanálisis, en el que, al referirse a los discursos como lazo social, considera imprescindible incluir en ellos la cantidad, marcada por el objeto a.

Reverso puede significar: lo que no se ve a simple vista (debajo, detrás, de espaldas); también, donde están las costuras o los hilos de una trama; o el lado hipócrita, ambiguo, el que no tendría que aparecer; por último, lo complementario de una respuesta ("cada cosa tiene su envés, su reverso"). Pero el psicoanálisis, definido como el envés del discurso del amo, no es lo opuesto, sino lo que no se ve de entrada, es interesarse en eso. El inconsciente es lo que hace crisis, lo insoportable, lo que pone límite al discurso del amo capitalista antes que el simple reflejo de lo que ocurre en la conciencia.

El anudamiento entre el rasgo unario y el goce es una de las vías de entrada del Otro (ver p.52 del Seminario 17, acota E. Laurent). Pero el goce solo se indica por su entropía, por ese efecto de mengua que permite que haya un plus de goce a recuperar. En consecuencia, el lazo social se estructura del mismo modo que el discurso del inconsciente.

En la actualidad, las Ciencias Sociales han perdido sus certidumbres. Y el psicoanálisis ha de saberse huérfano de las Ciencias Sociales.

Antes de terminar su intervención, E. Laurent consideró necesario referirse brevemente al debate abierto por JAM en torno a los CPCTs, el mismo que vuelve a poner sobre el tapete lo concerniente a la formación del analista y al psicoanálisis puro en su horizonte.

Una mención especial merece el florilegio clínico que, de manera absolutamente novedosa, se realizaró en este encuentro. Cuatro colegas de la NEL (Alicia Arenas, Susana Dicker, Enric Berenguer y José Fernando Velásquez) presentaron generosamente sus trabajos clínicos a nuestra comunidad y los remitieron con anticipación, de manera que cada sede pudo organizar reuniones previas de trabajo alrededor de estos cuatro textos. Fue posible así extraer de ellos, como lo ameritaban, las lecciones generosamente ofrecidas por nuestros colegas a través del relato de su clínica, las mismas que cristalizaron en la conversación desarrollada en torno a ellos durante las Jornadas.

A continuación, anexo a este balance alentador que arrojan nuestras Jornadas, presentamos un resumen del valioso trabajo realizado en las Plenarias.

No es posible finalizar la presentación de esta reseña, sin embargo, sin agradecer antes calurosamente el trabajo desarrollado por nuestros colegas invitados del exterior (G. Trobas, de La Escuela de la Causa Freudiana, de Francia; M. Tarrab, de la Escuela de Orientación Lacaniana, de Argentina; y S. Laia, de la Escuela Brasilera de Psicoanálisis). Especialmente, va nuestro reconocimiento a la intensa labor efectuada por Leonardo Gorostiza, Presidente del Consejo AMP-América, quien trabajó con algunos de nosotros desde mediados de semana, inclusive, en el seminario del INES.

Fue también muy grato para nosotros contar además con la participación espontánea de dos colegas de la EOL, quienes manifestaron su deseo de integrarse activamente al trabajo de las Mesas simultáneas presentando dos textos sobre su clínica.

En vista de ello, podemos afirmar que las Jornadas han conseguido, también, fortalecer los lazos que nuestra comunidad sostiene con las demás Escuelas de la AMP.

 

I. Seminario: "La nueva subversión en la sexualidad del niño"

Por G. Trobas

 

Resumen de la primera parte

Lo social lo recubre todo, el lazo social como discurso incluye la palabra. Lo social contemporáneo está atravesado de modo decisivo por la decadencia de la función humanizante del padre, en lo que el psicoanálisis ha participado poniendo en tela de juicio la autoridad paterna.

El Edipo freudiano presentaba al padre como agente de la angustia de castración que daba lugar a la represión, pero Lacan ha demostrado el estatuto de semblante del Nombre del Padre.

Hasta aquí, debe tenerse en cuenta que en lo real no existe lo exterior y lo interior sino que entre ambos hay continuidad, como muestran la botella del Klein y el cross-cup, como la hay entre la identificación y la angustia, entre el derecho y el anverso de un guante. Uno deviene en Otro mediante una estructura continua. Así, también entre los cuatro discursos hay continuidad a pesar del pasaje de uno a otro.

Entonces, ¿qué es el reverso de la vida contemporánea? Ese reverso surge claramente cuando nos remitimos al liberalismo económico con sus promesas de libertad y felicidad. El reverso de estas promesas es la Ley de Hierro que supone un Otro sin falla sostenido por la ley del mercado que, en buena cuenta, es una ley despiadada que suscita el despliegue generalizado de la angustia.

Se trata de la liberalización de la pulsión en pos del supuesto fortalecimiento. Pero, en primer lugar, el reverso pulsional de esta supuesta libertad es el encarcelamiento en una relación adictiva. En segundo lugar, si la Ley de Hierro del mercado acrecienta la caducidad de la Ley del padre, se impone en vez de ésta el discurso del amo capitalista y universalizante, y ello incide en la estructuración de nuestro inconsciente: una consecuencia observable es lo que Trobas ha llamado en otra oportunidad, la depresión de la represión, es decir, la creciente inhibición funcional del yo.

Adicción e inhibición son, pues, el reverso de la libertad y de la felicidad prometidas por el amo moderno.

Es así como G. Trobas nos introdujo a la primera parte de su seminario, que subtituló: "De la amnesia infantil al primer sex toy" y cuyo objetivo fue demostrar que algo nuevo, inédito, sucedía en a actualidad respecto a la sexualidad infantil.

La perspectiva historicista está justificada en los escritos de Lacan del los años 36-38, cuando, para describir a las neurosis contemporáneas, estableció una relación entre el narcisismo y las fallas del padre (el padre ausente, postizo o humillado).

De modo análogo pueden interpretarse las conductas que caracterizan a los niños de hoy, como la agresividad, la oposición sistemática, los llantos incoercibles en los que el niño parece llegar a la desesperación. La obesidad infantil es acorde a un comportamiento de tipo adictivo. En el niño mayor, estas características dan lugar a comportamientos mortíferos, pasajes al acto propios del delincuente o el suicida.

Las bronquitis y las alergias, asimismo, se deben interpretar desde una perspectiva ecológica.

Se trata de una evolución muy rápida del malestar psíquico que es necesario interpretar según el momento histórico.

Freud, al hablar de la sexualidad infantil, transgredió la ley del silencio, que obedece al no querer saber nada de lo reprimido, y recibió como respuesta una crítica feroz. La sexualidad infantil es, como él mismo dirá años después de la publicación de los Tres ensayos…, el aspecto de su teoría que mayores resistencias ha debido enfrentar.

Según Freud, existe una amnesia primaria que se produce sin la represión porque acaece antes de la memorización mediante la significación. De manera que no hay, propiamente hablando, recuerdos de la masturbación primaria sino, a lo sumo, reminiscencias, huellas que pueden ser recuperadas en las manifestaciones simbólicas.

La erotización del bebé implica conjuntamente, y no sucesivamente, a todos los objetos de la pulsión (ora, anal, fálica, escópica e invocante). La amnesia infantil propiamente dicha, que actúa luego sobre ésta, es de la misma naturaleza que la de la histeria. La ausencia de tal amnesia así como el perseverar en el erotismo constituyen una perversión del hombre civilizado.

En este contexto, entre la exacerbación pulsional y la puesta en evidencia de la sexualidad infantil, se habría suscitado en el imaginario colectivo el anhelo de que resurja aquel niño puro que supuestamente las revelaciones freudianas habrían comprometido. Se trata de una idealización objetivante del niño, en quien supuestamente no anidaría deseo alguno. La imagen del niño puro cristaliza cuando se lo percibe como la víctima absoluta de la perversión de los mayores. Es lo que ocurre claramente en Europa del Este respecto a la pedofilia.

Pero también hay contrapartidas clínicas vinculadas con este discurso, como, por ejemplo, en el caso en que se establece entre la víctima y el seductor una dialéctica amorosa. Aquí, muchas veces, el trauma patógeno ocurre cuando el Otro califica de escándalo lo sucedido. Y un viraje decisivo se produce cuando el sujeto puede franquear el discurso del Otro para asumir su goce, el que se encontró comprometido en esta coyuntura.

Este fantasma de la pedofilia que niega toda sexualidad en el niño se asoma cada vez más por todas partes cuando los niños están muy cerca de otros niños más grandes o de personas mayores, lo que da lugar a un escándalo que se denuncia con mayor frecuencia en nuestra época.

Esto es correlativo de la estimulación de la curiosidad escópica y de un amortiguamiento de la curiosidad con relación al saber (lo que Freud llamaba pulsión epistemofílica). Paradójicamente, lo que se obtiene es el amortiguamiento de la excitación sexual a pesar de las imágenes que se pudieran contemplar en la pantalla.

La sexualidad entonces, tiende a satisfacerse mediante las pulsiones autónomas y se pone en marcha un verdadero desmantelamiento de la amnesia infantil, de la represión.

Por su parte, las crisis de la adolescencia (narcisismo, rechazo de la autoridad que limita, voluntad de ser independiente, reivindicación del dominio), aparecen ahora antes inclusive de la edad esperada para la maduración hormonal (alrededor de los 11-12 años en los varones y de los 9-10 años en las niñas). Un real biológico se muestra así sensible a la acción del significante; esto tiene un estatuto histórico.

En consecuencia, el traumatismo ideológico que se produce no acompaña a la sexualidad infantil sino al descubrimiento de las pulsiones autónomas; y es a causa de ellas que hay pansexualismo.

 

Resumen de la segunda parte

Si hay goce del Uno en el autoerotismo, este goce no es sin el Otro, lo que hace que la pulsión sea un complejo estructural.

Argumentos: Primero, el autoerotismo es una emancipación de la pulsión fruto de la experiencia del objeto perdido; esta experiencia implica una simbolización primaria del Otro real que sitúa ahora al objeto en la red simbólica del Otro. Segundo, la pulsión traduce, en su constancia, el efecto producido sobre el ritmo inicial de la necesidad. Tercero, las variedades de la presencia del Otro se integran a la pulsión, como en el caso de la inversión de la demanda en la pulsión anal.

En la actualidad se han puesto en marcha modificaciones de la presencia del Otro. El uso del chupón demuestra una nueva modalidad de domesticación de la pulsión que se observa con frecuencia en las parejas jóvenes, las mismas que suelen desplegar una excesiva demanda de amor de hacia sus hijos.

Entre el "prohibido prohibir" de la izquierdas y "la madre buena" de las derechas se produce ese rechazo de la frustración que es el sustento de la ideología contemporánea. Los llantos del niño aparecen como algo que podría ser traumático, lo que da lugar al pasaje de la prohibición del goce pulsional a la obligación del goce pulsional (lo que a su vez, en el caso de los adultos, se refleja en la idea de que la normalidad es tener pensamientos positivos y estar alegre mientras que la tristeza y el pesimismo se interpretan como "transtornos del humor", constituyendo la enfermedad depresiva de la época).

Con el uso del chupón se impone un objeto transicional sin permitir que el niño lo encuentre libremente en un objeto cualquiera o en su propio cuerpo. Esto es un intento de domar a la pulsión; es una puesta en tela de juicio del Complejo del destete, sobre el trasfondo del Complejo de castración.

Desde el psicoanálisis, es el deseo del Otro el que anima y encarna la Ley que, al prohibir, introduce la suposición de una posibilidad, mediante la trasgresión, del goce de la Cosa, cuyo imposible queda velado. Así es como el sujeto entra en la dialéctica de la demanda, que fundamentalmente es incestuosa. La sexualidad queda capturada por el amor en juego en la demanda hacia el Otro. Lo que queda fuera de la articulación simbólica con la prohibición, constituye un resto de goce que sigue actuando como causa, un efecto de pérdida que Lacan llamó plus de goce.

Pero la demanda que articula el objeto chupón es un cebo puesto al sujeto que actúa al reverso de la represión y refuerza la zona erógena oral. Se produce así la conexión con el objeto manufacturado y su serie.

El deseo del Otro, en esta lógica, obedece a la ideología de la no frustración y se hace el agente de un saber hacer cerrado, que no puede dialectizarse. El deseo del Otro se elide, se borra detrás del objeto que encarna la ley, una Ley de Hierro, inhumana, sin falla según una lógica que apunta al colmamiento del sujeto.

Se produce así un tipo específico de la falta, del carecer: la falta adictiva, que es diferente de la falta producida por la represión. La falta adictiva es efecto de la insaciabilidad del consumo y una maniobra de escamoteo de la falta que concerniría al sujeto, lo que acentúa el daño imaginario. La exigencia de un plus, de un falo positivizado, produce el engarce entre el no ser y el no tener. Y la solución clásica para escapar al límite que la palabra del Otro pudiera tener, es la pataleta y el capricho.

Se trata de evitar el encuentro con el deseo del Otro aprovechando el autoerotismo así alentado. La consecuencia es el debilitamiento de lo que sostiene al sujeto frente a la alteridad del Otro, cuyo deseo siempre es opaco y suscita la angustia si se quiere alcanzarlo.

Si lo dicho hasta aquí apunta al recrudecimiento de las adicciones, habrá que concluir que la clínica de la adicción tiene un futuro espléndido y que plantea nuevos desafíos.

 

II. El florilegio.

Enric Berenguer y José Fernando Velásquez presentaron dos casos clínicos de psicosis ordinarias. Leonardo Gorostiza condujo esta discusión con la profundidad y la búsqueda acuciosa del detalle pertinente que lo caracterizan.

Una importante conclusión de esta mesa de trabajo fue la conveniencia de distinguir entre el desabonamiento del inconsciente y la insoportable invasión del goce de la que es objeto quien sufre de psicosis.

Así, en el caso tratado por E. Berenguer, el desabonamiento del inconsciente fue el resultado exitoso del tratamiento, el que permitió a este sujeto aliviarse de la incesante invasión de reminiscencias que padecía, una metonimia del pensamiento inconsciente que se mostraba incapaz de abrocharse en una significación cualquiera. Algo de esto se produjo en el segundo momento de la cura, merced al hallazgo contingente de una certeza repentina que bien hubiera podido desencadenar en un delirio. Por último, un significante venido de lo social consiguió anudar el goce invasor sin que un delirio estruendoso llegara a desarrollarse. El sujeto pudo dejar el tratamiento, luego de 14 años transcurridos, gracias a que la operación analítica le permitió hacer del analista el depósito de ese inconsciente respecto al cual decidió, finalmente, no querer saber nada.

También en el caso planteado por José Fernando Velásquez el tratamiento apuntó a contener el goce invasor, al intentar, esta vez, no inspirar en el sujeto ninguna producción en especial. No presentar ninguna demanda que lo confrontase con la falta de sentido que sufría fue la estrategia del analista. Era necesario no empujar en modo alguno a este sujeto hacia el "todo" al que sin embargo tendía, cuyo reverso ineludible sería el encuentro con el sin sentido y el probable desencadenamiento delirante. El tratamiento se convirtió entonces, para este joven, en una suerte de muro que le impediría caer al vacío en cuyo borde se sentía parado, según dijera él mismo.

Alicia Arenas y Susana Dicker presentaron dos casos de neurosis que seleccionaron especialmente porque mostraban las dificultades que la clínica contemporánea debe afrontar para conseguir el establecimiento del dispositivo analítico. Mauricio Tarrab condujo esta conversación con el comentario justo respecto del acto analítico que los trabajos presentados por nuestras colegas dejaban traslucir.

Así por ejemplo, tal como fue resaltado por nuestro comentarista en esta ocasión, Alicia Arenas hubo de echar mano a un artificio para propiciar el advenimiento del material inconsciente que hacía falta con el fin de que un trabajo analítico pudiera comenzar. De una manera que se puede considerar análoga a la de Freud –cuando le decía a sus pacientes que pondría su mano en sus frentes y que, al retirarla, surgiría en ellos una idea reprimida que revelaría las causas de su sufrimiento–, A. Arenas decidió en una oportunidad sugerir a su paciente que trajera a la próxima sesión un relato cualquiera de su propia historia. Esta paciente padecía de ataques de pánico pero nada en ella se mostraba dispuesto a dar cuenta de las posibles causas ni era anuente tampoco frente a la posibilidad de poner a prueba sus creencias. La sesión siguiente a esta sugerencia de la analista, la paciente se presentó con un sorprendente relato familiar que revelaba los imaginarios en torno a los cuales su familia se había constituido y el modo en que la paciente se insertaba en ellos. El relato permitía abordar ahora de qué manera y por qué vías esta mujer venía resistiéndose a ocupar la posición de ser la mujer de un hombre. En suma, el hombre que causaba el deseo y el hombre del amor transcurrían, para esta mujer, por vías separadas, lo que le permitía sustraerse del lugar en el que, de acuerdo a su posición sexuada, debía consentir.

El caso presentado por Susana Dicker fue especialmente complejo por la cantidad de males que sufría el paciente, un homosexual en el que la fragilidad aparecía como modo de goce y como una manera sutil de evitar el encuentro con la castración. En el trascurso del tratamiento, además, el paciente descubrió que había contraído el virus del SIDA. Los malestares físicos y el sufrimiento por los desencuentros amorosos ocuparon buena parte de las sesiones. Varios logros terapéuticos se consiguieron, sin embargo, gracias a que la analista tuvo presente desde el inicio que no debía ocupar ese lugar al que la demanda del sujeto la conminaba: representarlo ante el Otro y hacer las veces de intermediario para salvarlo de su angustia y de su fragilidad. Negativa a ocupar esa posición que finalmente consiguió que el paciente lograra saber hacer allí algo con su padecimiento, según sus propios modos. Una cuestión nada sencilla si se tiene en cuenta la manera en que lo real del cuerpo irrumpía en el tratamiento.

Es seguro que estas conversaciones clínicas representaron un aporte significativo a la formación de los analistas de la Escuela y que habrán de repercutir en la práctica clínica de todos los asistentes a las Jornadas.

 

III. Mauricio Tarrab

Dio una nueva vuelta en torno a su Pase, el cual fue muy ilustrativo acerca de las coordenadas que se presentan al final del análisis y de las nuevas soluciones que surgen, las mismas que se dejan sentir en la práctica clínica del analista. Su realto será publicado, luego de su revisión por él mismo, en un corto tiempo. Ofrecemos aquí solamente un fragmento, que consideramos muy valioso para la marcha de nuestra Escuela, de la conversación que sostuviera posteriormente con G. Trobas, referido a la formación del analista.

El comentario de G. Trobas luego de la presentación de M. Tarrab se centró en la diferenciación del deseo de ser analista del deseo del analista. Lo que hay que interrogar hasta el final en un análisis es el deseo de ser analista; eso es lo que caracteriza al psicoanálisis puro, enfatizó.

Hay dos momentos de autorización, el primero bajo el empuje del deseo de ser analista, y el segundo, que consiste en la desinvestidura del fantasma del deseo de ser analista, lo que dirige al deseo del analista.

Esto se relaciona con lo dicho por Miller recientemente a propósito de los CPCTs, que parecen alimentar la idea de que la formación se hace en la práctica. El testimonio de M. Tarrab demuestra que la formación, el deseo del analista, se forja en su análisis. Si efectivamente se ha llegado al final, el analista sigue en la posición analizante, analizándose sin el analista. Lo fundamental es no servirse de los pacientes para analizarse.

El deseo del analista, cuando es sin el fantasma, no es sin goce porque es un deseo que se apoya en el circuito pulsional, el circuito de la escucha, el de la pulsión invocante. No se puede hacer un análisis sin el funcionamiento de la pulsión invocante. Por eso Lacan dice: "¡cuidado con la vertiente masoquista de la posición analítica!", tendencia que corresponde al trayecto final de la pulsión invocante.

La demanda neurótica, esa manera altruista de tener cuidado, de escuchar con paciencia, es en realidad una demanda de amor, "que el otro me ame puesto que escucho su mierda".

M. Tarrab aclaró que el deseo del analista tiene raíces neuróticas y que de eso precisamente nos había hablado. Agregó que, en lo concerniente al deseo del analista, el trayecto del análisis ofrece varios momentos de vislumbre del atravesamiento de la posición en el análisis y que eso tiene efectos en la práctica, de manera que resulta difícil establecer momentos claros de autorización analítica. Afirmó que es fundamental para nuestra comunidad –como remarcó JAM en el 2002– tener presente que la formación guarda relación con el análisis personal, el control y con lo que él llamaba en aquella época "la inmersión en la escuela". Al trípode freudiano: enseñanza, análisis y control, JAM agregó el estar inmerso en la escuela, en su campo epistémico, libidinal y de trabajo. Todo eso da lugar a diversos efectos de formación en los que se atraviesa algo del sueño neurótico.

Al final, M. Tarrab agradeció, entre risas y bromas con el público y con G. Trobas, la oportunidad de volver a poner a prueba su testimonio gracias a esta interlocución franca ligada al trabajo. "He tenido la fortuna de tener comentadores que me han ayudado a pensar…creo que lo peor para el AE es el vacío, el silencio, el amodorramiento".

 

III. Sergio Laia: "El psicoanálisis aplicado a la terapéutica y la política del psicoanálisis hoy".

Si Foucault pudo aspirar alguna vez a que "el siglo fuese deleuziano", no es posible para el psicoanálisis aspirar a que este siglo sea psicoanalítico, a riesgo de desaparecer. La política del psicoanálisis se sostiene en la paradoja de ver su supervivencia amenazada por los impasses de la civilización y no poder, sin embargo, subsistir si nadie resistiera a su subversión.

Un ejemplo de cómo la aceptación social amenaza al psicoanálisis está representado por las consecuencias obtenidas luego de la creación de las clínicas gratuitas que Freud propulsó al finalizar la Primera Guerra. Por una parte, en vista del creciente número de practicantes que las acompañó, la creación de estos centros favoreció una formación estándar para los analistas; por otra parte, la aceptación social obtenida encaminó a la terapéutica por caminos donde la formación estándar no podía sostenerse (la educación, la medicina, el derecho). Lo que quedó de eso después del nazismo fue la llamada ortodoxia, para la cual la "justicia social" consistió en convertirse en "una buena consejera" de padres y madres afligidos o de trabajadores de la asistencia social.

Ana Freud reconoció más tarde los supuestos avances que "la educación psicoanalítica" proporcionaba en la educación de los niños, entre los que señalaba la desaparición de una serie de síntomas gracias a la supuesta mayor adecuación de los padres a las demandas pulsionales de sus hijos. En efecto, la doctrina psicoanalítica es parcialmente responsable de una menor hipocresía respecto a la sexualidad, pero eso no nos ha eximido de otros síntomas.

Como ha señalado JAM, la liberización de la moral guarda relación con "la ascensión del objeto a al cenit de lo social" y esto hace converger el discurso del analista con las promesas de goce del discurso hipermoderno. ¿Es paradójicamente psicoanalítico este siglo? No del todo, porque la civilización presenta como dispersos los elementos que solamente en el psicoanálisis puro se ordenan adecuadamente.

La política del psicoanálisis hoy debe encontrar el modo de hacer oír las voces encerradas en los gadgets (que no por casualidad Lacan llamó letosas, lo que rima con ventosas), para calmar algo de la relación que se sostiene con estos objetos que seducen como las sirenas, que encierran una voz humana aunque áfona.

"¿Cómo comportarse con la cultura?", se preguntaba Lacan cuando habló por radio. Como él ha demostrado, la extensión del psicoanálisis no debe renunciar al rigor de su lógica ni rebajar sus elaboraciones para aglomerar a las masas. No se trata de dar nuevas órdenes bajo la forma de consejos, orientaciones educativas o aclaraciones para el público en general. Antes bien, se trata de ampliar el tono de la voz áfona encerrada en los gadgets (letosas) para atrapar lo singular y no lo que hace tropa. Es posible jugar con el cristal de la lengua, como muestra Lacan, para favorecer la destitución del ser atrapado en su consistencia imaginaria, agobiado por las voces del Superyó.

De allí la importancia del psicoanálisis puro, ya que solo la destitución del ser puede dar lugar a la excepción. Solo por este medio se pueden sortear los riesgos del estándar y la masificación.

Es lo que, de otro modo, transmite Lacan en Televisión cuando compara al analista, no sin ironía, con el santo: se trata de ocupar el lugar del residuo, de lo inútil, del des-ser, pero de un resto no reciclable, agrega Sergio Laia, cuestión que ilustra con dos sueños de una AE que demuestran que es posible acceder a otro modo de "vivir la pulsión".

 

IV. Plenaria de la Comisión Científica: El psicoanálisis y otras prácticas clínicas contemporáneas".

María Hortensia Cárdenas desarrolló el tema "El psicoanálisis, el discurso científico y el cognitivismo". Su objetivo fue evidenciar que el florecimiento actual de lo terapéutico responde a un nuevo imperativo respecto de la salud mental y el bienestar social así como a una ideología científica que, apoyada en las neurociencias y en el cognitivismo, pretende reordenar y reclasificar las entidades clínicas en su afán por controlar los afectos.

El éxito de las terapias comportamentales y de los manuales de autoayuda reside en que el sujeto, a consecuencia de lo anterior pero, sobre todo, de la caída de los ideales que caracteriza la época, parece necesitar aprender cómo comportarse.

Asimismo, las evaluaciones a las que se recurre pretenden comparar lo que no tiene comparación, cosa que se soslaya con el uso de escalas que remiten únicamente a cantidades (más, menos, mucho, suficiente) dando lugar a una ficción que en buena cuenta no es más que engaño. Lo cierto es que el aparato lenguajero tiene preso al cerebro y de él no puede liberarse.

El síntoma no es objetivo porque lo que un sujeto dice de sus síntomas constituye al síntoma mismo. Y si la política del psicoanálisis es la política del síntoma, es porque el psicoanálisis considera de entrada la existencia del goce que anida en los vínculos sociales.

Marita Hamann se refirió a "La psicoterapia a través de In treatment". El contenido de esta popular serie emitida por la cadena HBO se confunde con demasiada frecuencia con lo que sería el tratamiento que podría esperarse de un psicoanalista. Sin embargo, un análisis detenido de las nociones que sobre el inconsciente y la interpretación se manejan aquí permite establecer las diferencias que existen entre las psicoterapias de corte psicoanalítico y el psicoanálisis propiamente dicho.

Específicamente, el relato de las sesiones transcurridas con Alex, el paciente de los martes, demuestra de qué manera se obtura el tratamiento cuando el analista favorece la imaginarización de la transferencia, cuando omite la existencia de un sujeto que elige aunque no sepa que lo hace y, lo que es aún más deplorable, cuando interviene en el tratamiento desde sus propios fantasmas no elucidados. Como se observa en este caso, el goce particular del terapeuta, oculto bajo el semblante del padre Ideal, favoreció lo peor: la reinstalación abrupta del fantasma neurótico del paciente como resultado de la reacción terapéutica negativa y la imposibilidad de sintomatizar la pulsión de muerte, lo que propició el pasaje al acto.

El psicoanálisis, orientado por Lacan, no persigue eliminar lo peor sino regularlo a través del síntoma, el que puede reducirse, en última instancia, al modo singular en el que un sujeto respondió a lo traumático de su existencia.

"Acerca del diagnóstico hoy en la clínica de lo mental", fue el tema de Juan Fernando Pérez. Una mujer de 30 años acude a la consulta a raíz de los estragos ocasionados por la certeza diagnóstica del psiquiatra que la había atendido recientemente. Había sido diagnosticada de bipolar en vista de que respondía a 3 ítems de este cuadro del DSM IV. Luego de tres meses de sufrir inútilmente los efectos secundarios que la medicación prescrita le ocasionaba, decide cambiar de tratamiento.

El psiquiatra había respondido desde el inicio apelando al manual diagnóstico, el de la autoayuda para el psiquiatra, que le dictaminaba lo que había que hacer, sin considerar las consecuencias que su dictamen pudiera provocar. El uso del saber en la psiquiatría, sin duda, es otro que para el psicoanálisis.

Desde nuestra perspectiva, todo diagnóstico implica un juicio que asume la responsabilidad por él en lugar de delegarlo en el manual, para el caso del analista, y que implica al analizante en lo que a este le concierne según su modo específico de plantear el exceso singular que lo aqueja. El diagnóstico desde el psicoanálisis, en último término, evita el uso clasificatorio del saber, del "para todos los casos…", lo que constituye una diferencia fundamental en cuanto a la significación asignada al diagnóstico en la psiquiatría. Por último, serán el final de análisis y el postanalítico inclusive los que darán mejor cuenta de su valor.

Por último, Patricia Tagle retomó la pregunta esbozada por Jacques-Alain Miller en Hacia PIPOL IV:"¿Por qué psicoanalistas en estos tiempos de malestar?", la que puso en tensión con el título de una conferencia de Heidegger (en Sendas Perdidas): "¿Para qué ser poeta?"

Heidegger sostiene que, en tiempos de penuria e indigencia, el pensamiento debe mantenerse cerca de la poesía pero sin suturar el abismo de la época sino, por el contrario, haciendo de éste la esencia de su decir para tornarlo audible y también visible.

Si la modernidad representó la secularización del mundo fue sin embargo deudora de la teología unificante, homogeneizadora, de la que el cientificismo moderno tomó el relevo para acabar cediéndolo al imperio del mercado y el consumo. En términos de Heidegger, en la actualidad la tecnología pretende cerrar el abismo antaño ocupado por los dioses.

Los psicoanalistas han de ser capaces de soportar "el abismo del mundo" abierto por la generalización del plus-de gozar. Quizás sea esto lo que más los acerque a los poetas, con quienes comparten el destino que Platón les reservó en La República: el de ser expulsados de la ciudad.

El psicoanalista es un objeto que no hace serie con los objetos de consumo sino que mantiene abierta la brecha necesaria para inscribir la dimensión ética de la responsabilidad subjetiva y para devolverle al sujeto de la palabra la dignidad que merece en su existencia. Es lo que resta de un esfuerzo de poesía.

En palabras de Sergio Laia, estos trabajos giraron en torno a la cifra (como lo descifrable y lo que no es descifrable), el número (en última instancia indescifrable) y la poesía, que juega muy bien con lo que se descifra y lo que no, de la que el analista puede valerse a condición de no creerse poeta… y de servirse del matema.

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