Febrero 2006 • Año V
#14
Mesa de presentación de Virtualia en el Palais de Glace

Una paradoja de las sectas contemporáneas

Romildo do Rêgo Barros

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Si estamos discutiendo hoy sobre el Nombre del Padre, es porque el Nombre del Padre ya no está muy seguro. Cuando está seguro, no hay discusión: el operador simbólico no aparece, casi como si hiciera parte del propio fenómeno.

No es muy fácil ubicar exactamente el comienzo de la crisis histórica que estamos viviendo, esta crisis que podemos entender como una crisis del pensamiento y de la práctica religiosa. De todas maneras, se puede decir que nuestra materia, el psicoanálisis, apareció como una respuesta para la crisis del padre: para salvarlo o para evitar un daño demasiado grande, pero seguramente como uno de sus síntomas.

Creo que podemos extraer un principio general: el Nombre del Padre, como operador simbólico, sirve de garantía para las unidades. La unidad imaginaria de cada sujeto - como cuerpo o identidad, como nos enseña nuestra clínica -, pero también las unidades colectivas de la cultura y de la sociedad. Sin el Nombre del Padre, como dijo Jacques-Alain Miller en una de sus clases, es el caos, quiere decir que es la disolución de lo que mantenía articulados a los elementos. Es la disolución del Uno.

El fenómeno de las sectas, tan importante actualmente, es uno de los ejemplos más significativos de nuestra crisis de civilización, y al mismo tiempo constituye una de las salidas que, de una cierta manera, se anticipa al caos.

Como manifestación o aspecto de la crisis, el avance de las sectas es una fragmentación, una tendencia al múltiplo. Como salida, es la búsqueda del Uno en unidades cada vez más pequeñas y con doctrinas cada vez más particulares. Dicho de otro modo: las sectas son una amenaza al Uno y al mismo tiempo un intento de recomponerlo.

Es justamente sobre este doble aspecto de la definición y de la actuación de las sectas que me gustaría discutir con ustedes esta noche.

Las sectas, como lo sabemos, no son un fenómeno nuevo, exclusivo de nuestra época. En muchas otras épocas hubo sectas, en general de inspiración religiosa, que intentaron, proponer un nuevo Uno, un Uno alternativo, o bien ubicarse fuera de las contradicciones y miserias del mundo; convencer a los infieles, o bien ignorarlos; hacer de su doctrina una anticipación de lo que la humanidad pensará en el futuro, o bien hacer de su vida una anticipación de la eternidad, sin pasar por el contacto nefasto con el mundo.

Las sectas son un síntoma social, y también una prueba de que una crisis de lo simbólico, que implica directamente las agencias de legitimación de la cultura, atraviesa todas las formaciones sociales, empezando por las que tienen una vocación a lo universal, como por ejemplo las iglesias, hasta las pequeñas unidades cuyo ejemplo más importante es seguramente la familia, que Hanna Arendt llamó, en su famoso artículo sobre la autoridad, de "prepolítica".

El psicoanálisis, como se creyó durante mucho tiempo, trataría de lo prepolítico, quiere decir, de todo aquello que no debe llegar al público. Esto corresponde exactamente a lo que escapa al poder de regulación del padre. En este sentido, el psicoanálisis opera en las fallas del padre.

El problema, como nos muestran perfectamente bien las sectas contemporáneas, es que la frontera entre lo privado y lo público, que el padre procuraba garantizar, se desplazó. No es que no haya más frontera, que se hayan borrado las diferencias entre lo privado y lo público. Lo que pasa es que se ha creado un pasaje de lo público a lo privado, e igualmente una salida de lo privado hacia lo público, lo que hace que ya no exista un privado puro ni tampoco un público puro: hay privado en lo público y hay público en lo privado, como nos enseñan todos los días los reality shows.

Las sectas contemporáneas, que no necesitan ser religiosas en el sentido estricto, son uno de los ejemplos más claros – y a veces más dramáticos – de esta transformación. Esto implica naturalmente un cambio en la propia definición de la secta: si en la época de Max Weber se podía decir que la secta es una parte extraída de un todo – una iglesia, por ejemplo -, debemos pensar ahora que una secta puede ser creada sin ninguna aspiración a tornarse universal. Ella puede estructurarse como una simple reunión de aquellos que se reconocen en el mismo significante amo. Pero no un significante amo ideal, como ocurre en los agrupamientos inspirados por el padre, sino más como un significante amo que incluye el propio modo de vivir.

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