Febrero 2006 • Año V
#14
Dossier Depresión

La depresión, ¿felicidad del sujeto?

Pierre Skriabine

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Lorena Cabrera
Expuesta en la Muestra de Virtualia, Palais de Glace, agosto 2005.

La clínica psicoanalítica refuta la entidad “depresión”. Sin embargo, el término no deja de insistir en la época. El psicoanálisis sabe aportarle respuestas, una por una, pero no se engaña en cuanto al intento de enmascarar bajo ese concepto una clínica sin sujeto. La multiplicidad clínica que engloba el concepto difuso de depresión llega en este texto al estatuto de formalización teórica: la relación entre el afecto depresivo y el goce. Tomando en cuenta los distintos modos en que puede presentarse este goce: plus de goce, superyó, trabajo de duelo, cobardía moral, identificación melancólica al objeto, desinvestimiento libidinal, deflación fálica, el autor logra situar una clínica diferencial de la depresión.

 

1 .Clínica psicoanalítica y depresión

La clínica, por poco que ella se interese en el sujeto, y entonces a fortiori la clínica psicoanalítica, refuta toda idea de una entidad que se pueda nombrar "la depresión". Sin embargo, este término no deja de insistir: Invade el discurso común contemporáneo y los medios de comunicación; está más que nunca presente en el lenguaje de la medicina y de la psiquiatría, de la psicología, como en la palabra de los sujetos que vienen a hablarnos. A esta queja el psicoanálisis sabe aportarle respuestas, una por una. Justamente porque el psicoanálisis rechaza la depresión en tanto tal.

Cuando esta clínica se apoya en los conceptos del psicoanálisis y se atiene a la exigencia de rigor que la alcanza, es capaz de distinguir, de diferenciar de manera precisa una multitud de manifestaciones depresivas y de poder explicitar las causas estructurales. Lo que enmascara la noción tramposa de depresión, al rebajar esta multiplicidad bajo una capa indiferenciada, es que no recubre nada diferente que el dominio de eficacia de los antidepresivos. Allí se demuestra cómo el desarrollo de un conjunto de disciplinas científicas que concurren al progreso, cierto, de la farmacología, se acompaña de la regresión a una clínica que de golpe se empeña en olvidar al sujeto.

Heredero de los avances conceptuales de Freud y de Lacan, pero no olvidando sin embargo lo que fue la finesa de la tradición clínica de la psiquiatría clásica de la que Lacan a menudo ha hecho el elogio, la clínica psicoanalítica antepone una articulación estructurada de cada caso, y de este modo permite una abordaje diferencial al despejar lo que es paradigmático y abre a una referencia transmisible. Se refiere a la estructura clínica que vale para cada sujeto: neurosis, psicosis o perversión; examina el modo de implicación de este sujeto en la manifestación depresiva de la que se queja, que puede reflejar tanto un momento como una posición, incluso un estado; interroga el estatuto de estos fenómenos depresivos que, si en todos los casos se presentan como afectos, no se elevan a la dignidad de síntoma; destaca el alcance ético de estas respuestas del sujeto: ceder en la posición simbólica, sustracción ante la pérdida, renuncia pulsional, o manifestación desesperada frente a un imposible de soportar…

En otros términos, la clínica psicoanalítica interroga la manera particular en la que cada sujeto, a través de los efectos depresivos que padece, intenta acomodar su relación a lo que llamamos el goce, término lacaniano que designa el más allá del principio del placer, o, si se quiere, la libido freudiana en tanto que ella también va, paradojalmente, contra la vida, y que el sexo es en sí mismo indisociable de la muerte.

 

Freud y Lacan

En principio recordemos las dos grandes referencias que nos orientan en esta clínica de las depresiones, y que encontramos en Freud y Lacan. Ellas ponen como causa la relación del sujeto al goce.

Freud aborda la cuestión en "Duelo y melancolía"[1]. Los afectos depresivos acompañan el trabajo de duelo, que tiene por función simbolizar la pérdida del objeto y operar una redistribución de la libido. La pérdida del objeto, así como la conclusión del trabajo de duelo, alivia al sujeto del peso de este objeto. Pero cuando el sujeto no logra realizar esta pérdida, efectuar esta separación, sufre efectos depresivos.

Es de este modo, por otra parte, que Freud presenta esta lucha del yo y del objeto: o bien el yo triunfa a través del duelo, o bien es la sombra del objeto que cae sobre el yo, y es la melancolía. El sujeto se encuentra entonces identificado al objeto como desecho, rechazo; el objeto no funciona para él más que como objeto de goce con el cual se confunde, y no como objeto causa del deseo. El objeto no es más separable, no entra más en el juego de conjunción-disyunción, es puro lastre de goce en la melancolía, o se encuentra fuera de función en el acceso maníaco.

Lacan, en "Televisión", trata la cuestión del afecto con la serie: angustia, tristeza y gay sÞavoir. La tristeza, que se califica, dice él, de depresión, "es simplemente una falla moral, […] una cobardía moral, que no cae en última instancia más que del pensamiento, o sea, del deber de bien decir o de reconocerse en el inconsciente, en la estructura"[2]. Y agrega: "[…] por poco que esta cobardía, de ser desecho del inconsciente, vaya a la psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje; es por la excitación maníaca que ese retorno se hace mortal."

Dicho de otro modo, se trata de una sustracción, de una falta simbólica, de una renuncia del sujeto que cede en su deseo frente al goce, que deja lo simbólico para dejarse llevar al goce, y esto lo afecta bajo el modo depresivo. Y cuando, más allá de la cobardía moral, es el Otro quien es dejado en lo que es entonces un puro rechazo del inconsciente, el afecto deviene trastorno del humor.

 

Una clínica diferencial de la depresión

Hay tantos hechos clínicos, como modos de funcionamiento diferentes; por esto la necesidad de un abordaje diferencial de la depresión, que es la del psicoanálisis; por eso también la difracción del significante "depresión" en la clínica freudiana y lacaniana: duelo, angustia, inhibición, pasaje al acto, rechazo del inconsciente, melancolía, derelicción, tristeza, cobardía moral, asco de sí, dolor de existir, por no citar sino algunos de los términos que reflejan diferentes aspectos que asumen las depresiones.

La clínica psicoanalítica tiene entonces que dar cuenta en términos de estructura de cada una de las muy diversas formas de depresión que encuentra, es decir que se debe elaborar cómo cada sujeto se inscribe, con su sufrimiento, en modos de funcionamiento articulables. Esto atañe, por ejemplo, a las maneras en las que el sujeto se sostiene en la función de la castración, en la que él sitúa su relación al objeto, o también en la que él se posiciona en cuanto al Otro, y esto tanto en lo que concierne a la queja que, llegado el caso, lo lleva al psicoanálisis, como los efectos depresivos que pueden producirse en el curso de la experiencia analítica misma.

 

2. Felicidad del sujeto y depresión

El abordaje que será desarrollado aquí, parte de la interrogación formulada, en el curso del trabajo preparatorio a estas Jornadas, por Serge Cottet[3] y Éric Laurent[4]: "No hay "la depresión", pero ¿hay un real de la depresión? Lo que podríamos reformular en estos términos. Primero, ¿el ser hablante estaría estructuralmente predispuesto a la depresión, y el sujeto no encuentra en el afecto depresivo su felicidad, es decir el plus-de-gozar en el que se sostiene? Segundo, ¿en qué goce y depresión son solidarios, lo que es, parece, especialmente manifiesto en nuestro mundo contemporáneo? O aún más: por un lado, ¿la depresión no aporta al sujeto un goce del que se satisfaría particularmente bien? Y por otro lado ¿sostenerse en el goce no se paga con depresión?

Cuando el sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime; es la depresión estructural de la neurosis, versión de la cobardía moral, son los trastornos del humor en la psicosis cuando este ceder va hasta el rechazo del inconsciente. Cuando el sujeto cede en su goce, en el registro del duelo, de la pérdida de objeto, o de la mutación de goce que se produce al fin del análisis, ante el trabajo de simbolización que se necesita, el sujeto se deprime. El sujeto sufre bajo el modo depresivo, de su alienación al Otro. Pero que él se encierre en el registro del Uno, es el aburrimiento del sujeto moderno. Entonces, ¿el ser hablante estaría por estructura predispuesto a la depresión, o es lo propio del sujeto moderno?

La depresión es un fenómeno moderno, al menos por la extensión que ha tomado este significante, contemporáneo al nacimiento del psicoanálisis. Sin embargo, los afectos depresivos han existido siempre, y no solamente en las sociedades tocadas por el discurso de la ciencia. Mencionemos, por ejemplo, el famoso fiu de las civilizaciones de Oceanía, que cada uno respeta y que conquistó un estatuto reconocido por la sociedad.

La cuestión merece entonces ser planteada de otra manera: el sujeto ¿estaría estructuralmente predispuesto a la depresión por el hecho mismo que hay falta de significante y de ser, o al contrario por el hecho de que algo viene a colmar dicha falta? Porque sin embargo, Lacan insiste, el sujeto es feliz. Citemos "Televisión": "El sujeto es feliz". Es incluso su definición puesto que no puedo deber nada sino a la suerte (heur), dicho de otra manera a la fortuna, y que toda suerte le es buena para lo que lo mantiene, o sea para que él se repita."[5] El sujeto es feliz en todas las modalidades de su encuentro con el objeto, ya sea bajo el signo de la angustia, de la tristeza o del gay scavoir, porque este objeto no es otro sino lo que presentifica el plus-de-gozar en el que se sostiene, el objeto perdido que busca reencontrar en la repetición.

El afecto depresivo es una de las modalidades de cierto encuentro con el objeto, y por consiguiente, con el modo de goce. Y si los sujetos, en nuestras sociedades modernas, son tan sensibles, justamente, ¿esto no se debe, como lo observa Lacan, siempre en "Televisión", al extravío y a la precariedad de nuestro modo de goce contemporáneo, "que desde ahora, no se ubica más que del plus-de-gozar"[6]?

 

El plus de gozar contemporáneo

La función del plus-de-gozar, Lacan la construyó, de acuerdo al modelo de la plus-valía, en su Seminario "De un Otro al otro" en noviembre de 1968"[7] y lo desarrolló en el Seminario siguiente, El reverso del psicoanálisis[8], en 1969 y 1970. Lo introduce de la siguiente manera: para el ser hablante, por el hecho mismo que habla, el goce se encuentra aparejado al significante y por esto mismo debe plegarse a la renuncia forzada a un goce, a partir de entonces mítico, el goce sexual, aquel que escaparía a los desfiladeros del significante, que se encuentra interdicto al ser desde el momento en que habla. Remarquemos que es la definición lacaniana de la castración.

La repetición, que llama al retorno del goce perdido, es la marca de esta pérdida. Pero queda un goce residual, que pasa por el lenguaje, que entonces es solidario de la función del deseo. Es el goce pulsional, el que falla el objeto pero que porta la marca. Es este que Lacan designa plus-de-gozar, que suple la pérdida, que compensa, que es una ganancia recuperable[9]. Pero cuando se tiene, este goce en más, urge despilfarrarlo, agrega Lacan.

Dicho de otro modo, este plus-de-gozar que anima al sujeto, es de lo que él se sostiene; es necesario para que la máquina marche, señala Lacan en "Radiofonía"[10], en la misma época. Pero no demasiado: porque entonces el sujeto queda librado a la glotonería[11] de un superyo feroz que exige de él que renuncie a esta satisfacción pulsional y entonces ceda en su deseo; es precisamente, la causa misma del malestar en la cultura tal como Freud lo analiza[12].

El análisis de Freud es extremadamente claro; para él, la vía de la civilización está trazada por esta ética del superyo, que constituye una tentativa terapéutica interna a la civilización, y que se funda en la renuncia, dicho de otro modo, en un "ceder en su deseo".

Esta renuncia a la pulsión, al goce de la pulsión, que es la exigencia de este superyo, Freud muestra, que lejos de apaciguar esta exigencia, por el contrario la refuerza.

Pese a la renuncia, él dice, el deseo persiste y no puede ser disimulado al superyo[13], a partir de esto se desarrolla un sentimiento de culpa, lo que explica por ejemplo que la severidad de la conciencia moral es tanto más grande cuanto más virtuoso es el sujeto.

Allí entonces, se aloja esta glotonería del superyo que no se nutre sino de estas renuncias a un goce pulsional, a este goce en más, plus-de-gozar del que el sujeto debe efectivamente separarse. A esto se conjugan los efectos de la ciencia que vienen en su colusión con el liberalismo capitalista a socavar los fundamentos del discurso del amo. Jacques-Alain Miller desplegó esta indicación de Lacan, que figura en particular en su "Nota Italiana"[14], en su curso El Banquete de los analistas[15], en 1990.

Recordemos lo esencial de su desarrollo. La subversión así introducida por el sujeto que viene a la posición de amo, tiene por consecuencia el desmoronamiento de la función reguladora del goce, del discurso del amo.

El amo sustraía al sujeto el plus-de-gozar, haciendo de barrera al goce, manteniendo al sujeto siempre a distancia de este plus-de-gozar, siempre deseante y a la espera de una posible satisfacción por venir. Esta función de parapeto, que limitaba las posibilidades del sujeto de caer bajo el imperativo superyoico que fuerza a ceder en su deseo, es así sustraída por la alianza de la ciencia y del liberalismo, que permite al sujeto recuperar el plus-de-gozar.

Plus-de-gozar mismo alcanzado por esta ciencia que hace entrar el fantasma en lo real, y súbitamente desarreglado. De ahí esta precariedad de nuestro modo de goce, que solamente se sitúa de ahora en más del plus-de-gozar, de un plus-de-gozar además desarreglado.

Ciertamente, el sujeto puede rechazar este plus-de-gozar en la elección ética de una abstención desesperanzada, como lo notaba Colette Soler, al evocar "estos deprimidos[…], los anoréxicos del año 2000, los nauseosos del plus-de-gozar, ready made de la época"[16]. Pero que haga la elección de recuperar el plus-de-gozar, la elección de este goce al precio de su deseo, los afectos depresivos, serán también el índice de ello.

 

Ilustraciones clínicas

Traigo dos ilustraciones clínicas tomadas del campo de la neurosis.

Un sujeto que llega a desinteresarse de todo; según sus términos, no tiene más deseo, su deseo está impedido. Permanece postrado, ha desinvestido los objetos, dicho de otro modo, (-„) no se desliza más bajo el (a), lo que puede escribirse:

$&a_

-/„

$ losange a (sobre menos phi barrado)

Ahora bien, un sujeto no desea e inviste los objetos sino en tanto le faltan, si están en función en el fantasma que sostiene el deseo. Nuestro sujeto, él, no es víctima de la falta. Cuando vino la depresión a hacer ersatz a su deseo impedido, es que la falta vino a faltarle. Acá reconocemos la definición, que debemos a Lacan, de la angustia.

¿Cuál es entonces este parentesco entre angustia y depresión? Es como evitamiento, alternativa frente a la angustia, que se presenta la depresión. Como en la angustia, no es la falta del objeto, sino su presencia inminente que alcanza y afecta al sujeto. Pero en vez de sufrir la amenaza de efracción de un goce insoportable del cual la angustia es señal, el sujeto domestica el objeto –o más exactamente la presencia insoportable y angustiante del objeto- plus-de-gozar; recupera el plus-de-gozar: a ¯$, al precio de haber cedido en su deseo.

He aquí un sujeto librado a su modo de goce, feliz como lo es por esencia el sujeto, y esta posición constituye el punto de impasse donde no deja de chocar la histérica y en la que se complace el obsesivo.

Un sujeto es víctima de un desmoronamiento narcisista, se encuentra destituido de su posición imaginaria, se ve despreciado y se desprecia. No es sobre el objeto, sino sobre el sujeto mismo como objeto, que alcanza esta vez la desinvestidura libidinal. Dicho de otra manera, acá (-„), el brillo agalmático del falo, no se desliza bajo el sujeto. Lo que podemos escribir:

$ (sobre -„ barrado) losange a

En este efecto de deflación fálica, de caída imaginaria, el sujeto se hace desecho y se identifica al objeto (a).

A partir de este momento, tenemos –y es otra jugarreta -, un sujeto confrontado al goce de su posición de desecho, tal como Diógenes en su tonel: posición de goce solipsista en la que el sujeto encuentra esta vez su felicidad. Pera acá, es el sujeto que hace de sí mismo su propio plus-de-gozar: a = $.

Es una posición que encuentra la histérica, más bien de manera accidental, mientras que el obsesivo no deja de complacerse con eso.

Pero esta posición constituye también un punto de pasaje en el recorrido del analizante –punto de pasaje, pero no, sin embargo, punto de fin del análisis -, cuando el sujeto adviene a separarse de la cadena significante y se reconoce como el objeto que ha sido en el deseo del Otro. Lacan subrayó al respecto, en su "Proposición del 9 de octubre"[17], la connotación depresiva que marca estos momentos cruciales.

Pero se conocen los efectos catastróficos de la confusión de esos momentos de separación con el fin mismo del análisis, que implica un paso más y tendría más bien que connotar el entusiasmo. De ahí el carácter un poco irónico del "más bien maníaco-depresivamente" que formulará más tarde Lacan en "L’Étourdit"[18].

En un y otro de estos casos que dan cuenta del campo de la neurosis, es el juego de la conjunción y de la disyunción del sujeto y el objeto, dicho de otro modo el losange, lo que se encuentra como causa, bajo modos diferentes. En la neurosis, cuando esta distancia, este juego, del sujeto y del objeto queda abolido o no se regula más por la mediación del fantasma, los afectos depresivos surgen en el esfuerzo del sujeto por instrumentar el goce por el plus-de-gozar –es esto en lo que consiste, precisamente, la "cobardía moral".

Sucede totalmente diferente en la psicosis, donde la regulación de la puesta a distancia del objeto (a) no funciona. En la melancolía, el sujeto cae bajo la sombra pesada del objeto, no sabe separarse de él y va hasta alcanzar definitivamente su estatuto de desecho en el pasaje al acto melancólico, haciendo estallar en pedazos el marco inoperante del fantasma. En el acceso maníaco, el sujeto no tiene más el lastre del objeto y encuentra sin su interposición la ley pura y mortal del significante. En los dos casos, el goce al cual se involucra es mortífero, porque, en la psicosis, el sujeto no sabe hacer del objeto plus-de-gozar.

El abordaje acá esbozado refleja un punto de vista sobre las depresiones, una perspectiva de ataque entre otras de la cuestión multiforme de las manifestaciones depresivas. Porque la clínica psicoanalítica, y es lo que tenemos derecho a esperar de ella, permite justamente hacer valer muchas otras cosas, con sus pertinencias respectivas. Es la razón por la cual no hay clínica psicoanalítica particular de las depresiones, sino la clínica psicoanalítica, así de simple.

Traducción: María Inés Negri

NOTAS

  1. Freud S., "Duelo y melancolía", Obras Completas, Vol. XIV, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1989.
  2. Lacan J., "Televisión", Radiofonía & Televisión, Barcelona, Editorial Anagrama, 1977, p. 107.
  3. Cottet S., "Quelques idées directrices pour un congrès sur la dépression", La Lettre mensuelle n° 149, Paris, Pub. De l’ECF-ACF, mayo 1996.
  4. Laurent É., "Vers un affect nouveau", La Lettre mensuelle n° 149, op.cit.
  5. Lacan J., "Televisión", op.cit., p. 107/108.
  6. Ibid., p.120.
  7. Lacan J., Le Séminaire, Livre XVI, "D’un Autre á l’autre", 1968/69, inédito, clases del 13, 20 y 27 de noviembre de 1968.
  8. Lacan J., Le Séminaire, Livre XVII, L’envers de la psychanalyse, 1969/70, Paris, Seuil, 1991.
  9. Ibid., p. 19.
  10. Lacan J., "Radiofonía", Radiofonía & Televisión, op.cit.
  11. Lacan J., "Televisión", op.cit., p. 48.
  12. Freud S., El malestar en la cultura, Obras Completas, Vol. XXI, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1990.
  13. Ibid.
  14. Lacan J., "Note italienne", Ornicar? n° 25, Paris, 1982, p. 8.
  15. Miller J.-A., El Banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2000.
  16. Soler C., "Dépression et psychose: le Grapp au CNIT", entretien publié dans La Lettre mensuelle n° 135, janvier 1995, p. 9.
  17. Lacan J., "Proposition du 9 du octobre 1967 sur le psychanalyste de l’École", Scilicet n° 1, Paris, Seuil, 1968, p. 26. 
  18. Lacan J., "L’Étourdit", Scilicet n° 4, Paris, Seuil, 1973, p. 44.
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