Febrero 2006 • Año V
#14
Dossier Depresión

El espectro de la muerte sobre el sujeto

Amanda Goya

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Martín Larralde
Expuesta en la Muestra de Virtualia, Palais de Glace, agosto 2005.

La autora trabaja desde Freud y Lacan el duelo patológico en contrapunto con el duelo normal. Dentro del duelo patológico desarrolla exhaustivamente los desarreglos del goce en la melancolía y en la manía, como así también de que modo incide el superyó en las mismas.

Un yo ensombrecido por el objeto es la fórmula propuesta por Freud para designar aquello de lo que el sujeto se desembaraza mediante el trabajo del duelo, duelo de esa sombra que aflige al yo y a partir del cual el sujeto podrá restaurar el vínculo con el objeto causa del deseo y reinvestir nuevamente otro objeto con las insignias del precedente. Este proceso, propio del duelo normal, se demuestra inaccesible en la melancolía, situada desde 1914 por Freud entre los márgenes de la psicosis.

Freud nos presenta la melancolía como una vía regia para concebir la constitución misma del yo humano. En ella se observa cómo una parte del yo se sitúa frente a la otra valorándola como si fuera un objeto. Dicha parte no es sino la conciencia moral que —al decir de Freud— puede enfermar por sí sola. Las autoacusaciones que el sujeto se infringe con ferocidad son en verdad reproches hacia el objeto perdido que ha sido reintegrado en el yo.

Ahora bien, la manera freudiana de situar la particularidad de la disociación melancólica se distingue por la regresión de la libido en el yo —esencial a las afecciones narcisistas—, un yo que se identifica al objeto abandonado. De allí procede el fenómeno primario de la psicosis, a saber: el desastre libidinal que resulta de la no reversibilidad de la libido entre la imagen y el cuerpo propio, característico de la libido objetal, es decir de los estados amorosos del neurótico.

La tesis lacaniana de la melancolía también se afirma en el campo de las psicosis. La categoría de rechazo del inconsciente como consecuencia de la forclusión, es el punto pivote para abordar la estructura melancólica. La ausencia de la Bejahung de la castración impide no sólo la inscripción del falo en el inconsciente como significante de la vida, sino también la extracción del objeto a del lugar del Otro. La estructura así conformada dejará vacante el sitio del Ideal del yo como aspiración del yo ideal, de forma que éste no podrá regularse por la ley del gustar —como sucede en la neurosis—.

En Psicología de las masas y análisis del yo Freud confiesa que los únicos casos de sujetos melancólicos que el psicoanálisis ha podido descifrar son aquellos en los que el objeto queda abandonado por haberse demostrado "indigno de amor", objeto que el melancólico reconstituye en el yo mediante la identificación y al cual le dirige los autorreproches.

Así pues, diremos que el melancólico abandona a un objeto que no puede perder, debido a la no extracción del objeto a. En su defecto, instaura un yo ideal degradado al registro de lo inmundo. La regresión tópica al estadio del espejo adquiere aquí una forma peculiar. A diferencia del paranoico, que erige un doble especular persecutorio, el sujeto melancólico ataca su propia imagen, en una tentativa fracasada de operar su separación del objeto que no ha tenido para él categoría de imposible. El recurso último al acto suicida es la maniobra en la que él se pierde por no poder perder el objeto que le resulta esencialmente desconocido, puesto que lo lleva consigo mismo "escondido en su bolsillo".

El melancólico no puede hacer de su yo ideal un objeto amable a los ojos del Ideal del yo, pues éste no existe para él pura y simplemente. La imagen de sí queda presa del significante en lo real que lo petrifica en su abominable ser, significante extraído de la cadena del sentido y que da nombre a su ser fuera del Otro, en una verdadera realización estética de la tortura.

El rechazo del inconsciente instala un yo ideal mortífero habitado por un goce no frenado por el falo. El efecto del desconocimiento del a es lo que el melancólico hace pasar a través de su propia imagen a la que ataca encarnizadamente para consumar en ella la caída del objeto a, pero la coalescencia de a con la imagen puede llegar a  empujarlo a precipitarse a través del marco de la ventana, en ausencia del único marco que le hubiera permitido recatarse como objeto en el Otro: el del fantasma.

Freud concluye sobre este sujeto que sólo puede ser un perseguido del Superyó, a través de cuyo sadismo se lleva a cabo la "muerte del yo", como consumación de la manía de empequeñecimiento. Lacan traduce esta muerte del yo presentando al sujeto melancólico como una víctima inerme del "filo mortal del lenguaje", lo que le ocasiona un "trastorno en la articulación más íntima del sentimiento de la vida" articulado alrededor de una significación delirante de autoinjuria. El cuerpo yaciente y petrificado del melancólico ostenta el déficit de la negativización del goce, goce que exacerba el puro dolor de existir como afecto princeps de la melancolía.

En la manía, la imposible extracción del objeto a no implica solamente su desconocimiento, como en la melancolía. El retorno en lo real del "filo mortal del lenguaje" se manifiesta, en la manía, como ruptura del encadenamiento significante y fracaso de la intención de significación. El maníaco se halla disperso en lo infinito del lenguaje que lo atraviesa y ello confina con la muerte del sujeto, pues éste no puede localizarse ni detenerse.

¿Cómo inciden estas anomalías del goce en el yo del maníaco?

Para esclarecer esta pregunta recurriremos al Grafo del deseo. Lacan define al moi en Subversión del sujeto como la metonimia de la significación del Je, metonimia que puede localizarse mediante la función que aporta el yo de sumarse a la significación del discurso. La escansión del mensaje del Otro depende de la acción subyacente del objeto.

Por carecer de la función de a, el maníaco ve pulverizarse la imagen de su yo, que se verá arrastrada en la dispersión del la cadena rota. El fenómeno de la excitación maníaca fragmenta la imagen del yo en ausencia del punto de extimidad que dicha imagen debería revestir.

Melancolía y manía constituyen ambas un tratamiento por lo simbólico de los retornos de real, solución que da cuenta de algunas estabilizaciones, cuando las hay. En estos casos el sujeto se sirve de un significante —frecuentemente tomado del Otro materno— que le suministra una significación ideal con la que conformar un pseudo ser que vela parcialmente su identificación con la cosa.

BIBLIOGRAFÍA

  1. S. Freud: Introducción al narcisismo. Duelo y melancolía. El yo y el ello. Psicología de las masas y análisis del yo.
  2. J. Lacan: Subversión del sujeto. De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis. Televisión. Seminario X, La angustia.
  3. J. A. Miller: Seminario: Del síntoma al fantasma. Seminario: Los signos del goce.
  4. C. Soler: Seminario: Los poderes de lo simbólico (inédito). Artículos "Inocencia paranoica e indignidad melancólica" y "La manía, pecado mortal" en Estudios sobre la psicosis.
  5. G. Dessal: El objeto indigno del melancólico (inédito).
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