Febrero 2006 • Año V
#14
XV Encuentro Brasileño del Campo Freudiano

Reseña del Seminario de Graciela Brodsky en el XV Encuentro Brasileño del Campo Freudiano

Sônia Vicente

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León Ferrari
Expuesta en la Muestra de Virtualia, Palais de Glace, agosto 2005.

Graciela Brodsky examina en su Seminario en el XV Encuentro de la EBP la relación entre el Nombre del Padre y la angustia, tomando como eje los signos de la declinación paterna en nuestra cultura. Su punto de partida es que la angustia es la señal estructural de la falla de la función paterna. Desde ahí, recorre los distintos estatutos de la función del Nombre del Padre a lo largo de la enseñanza de Lacan: el Nombre del Padre como función de la ley en los años 50, el padre de la horda y el padre muerto (que denotan la relación entre el padre y lo imposible) en los años 60, el padre como excepción en las fórmulas de la sexuación, para arribar finalmente al padre como pere-version en los años 70, versión singular del padre que transmite un saber hacer con la causa de su deseo, que transmite cómo se las arregla con el goce de ella, un goce que escapa al significante.

En el XV Encuentro Brasilero del Campo Freudiano en Salvador, la Escuela Brasilera promovió con sus Miembros, Adherentes y su comunidad de interés, un intenso trabajo sobre la angustia y Graciela Brodsky profirió dos Seminario titulados "La causa del padre" y "Padre no ves?", incluído ese evento también en la discusión sobre el tema del próximo Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis: "El Nombre del Padre: prescindir, servirse de él".

 

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En el primer Seminario, Graciela Brodsky hizo un recorrido por la enseñanza de Lacan, evidenciándonos las varias versiones de la función del Nombre del Padre. Señaló los posibles signos de la declinación paterna en nuestra cultura, formulándonos la siguiente cuestión: qué es un padre? Al relacionar angustia y padre afirma con Lacan que, en el Seminario 10, la angustia es la señal de la falla de la función paterna. Si el padre cumpliese su función, estaríamos protegidos de la angustia.

Nos recordó que la enseñanza de Lacan comienza con un retorno a Freud. Explicitó que el psicoanálisis, al haber nacido en plena declinación del patriarcado, influyó con la tentativa de Freud de restaurar simbólicamente y valorizar la figura del padre. Freud es tenido como un defensor de la causa del padre, lo que, consecuentemnte, se articula a una decadencia de la función paterna. Así, la causa del padre fue la causa de Freud. Lacan, al hacer de la causa freudiana la suya, promueve un retorno al padre y le da una otra versión diciendo que, en la clínica, la causa que une a Freud al padre es algo que en él nunca fue analizado. Freud mismo se consideraba un buen teórico, pero no un buen terapeuta, pues se presentaba clínicamente como "muy padre". Por tanto, en caso de que se esté bien situado en el papel de padre, no se es un buen analista.

El desarrollo teórico de Lacan en los años 50 desvincula la cuestión del padre de su presencia porque, en esa época, la presencia o la ausencia paterna decretaba el destino del sujeto. Se destaca así, la función paterna, el Nombre del Padre, cambiando la manera de pensar la clínica. El padre pasa a ser el representante de una función simbólica. No hace falta el cuerpo, ni la imagen – es preciso un nombre que tenga la función de domesticar, civilizar el goce. Se parte de la afirmación de que la palabra es la muerte de la cosa, habiendo una insuficiencia del lenguaje para domesticar el goce. Es preciso un significante amo, para que el lenguaje no quede desordenado, ilegible.

En los años 60, en "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo...", Lacan teoriza que el goce está perdido. El hecho de hablar implica una pérdida, y eso es diferente de pensar edípicamente que el goce se pierde porque el padre lo prohíbe. Vemos así que, desde el inicio, Lacan distinguió lo que era la función del lenguaje y lo que era la función del padre, afirmando una no equivalencia entre ellas. En "Una cuestión preliminar para todo tratamiento posible de la psicosis", sostenía que el Nombre del Padre es el significante que, en el campo del Otro, representa la ley. La falta de ese significante deja el campo del lenguaje sin ley. Para Lacan, donde no había Nombre del Padre, la significación fálica era aleatoria. La presencia o ausencia del Nombre del Padre torna legible o ilegible el campo del Otro en cuanto campo de lenguaje. Así, se percibe que hace falta algo más que el lenguaje para civilizar el goce.

En el segundo momento de la enseñanza de Lacan, el lenguaje no civiliza el goce y, sí, lo produce, o sea, el lenguaje no civiliza nada, recupera goce. De esa manera, Graciela nos conduce a la cuestión: qué, entonces, civiliza, limita el goce? Esa pregunta recorre la enseñanza de Lacan, particularmente en sus tematizaciones de Schreber a Joyce. Lacan llamó Nombre del Padre a aquello que conseguiría tal límite. Despues, lo llamó síntoma. Por eso, esas funciones tienen una equivalencia.

Entonces, podemos afirmar que hay distintas versiones de aquello que cumple esa función NP(x). En "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo..." es el lenguaje: NP(lenguaje). En el Seminario "La ética del psicoanálisis", el límite al goce es dado por el principio del placer: el lenguaje defiende el principio homeostático del placer y decimos, con Lacan, que como el lenguaje, el principio del placer es una versión del padre, NP(placer).

La primera versión de la domesticación del goce es la metáfora paterna, que es también una metaforización del propio padre por un significante. Obtenido ese significante, tendremos la función que domestica: el Nombre del Padre domestica el Deseo de la Madre, que es una incógnita. Nominar el Deseo de la Madre limita el goce. Entonces tenemos, por un lado, el Nombre del Padre que une el deseo a la ley y, por otro, el deseo sin ley, que lleva al desamparo, si no hubiera metaforización. El conjunto Nombre-del-Padre supone una relación simbólica tal que encubriría al conjunto X: la función del padre supone una relación donde lo Simbólico encubriría enteramente lo Real. En tanto que si la función simbólica recubriese totalmente lo real, no habría angustia. En ese caso, el padre sería más que una función.

Freud también percibió lo imposible de ese recubrimiento total. Entonces, para hacer existir al padre, lo convirtió en dos cosas: un orangután, alguien que no forma parte del mundo humano, y el padre muerto, alguien que no tiene existencia (cf. Totem y Tabú). En ese contexto, Graciela nos propone el siguiente matema: NP(muerto), resaltando que Freud oscila entre esas dos posiciones. Para Lacan, lo único que puede responder a eso sería el propio Dios. Su última versión de la función paterna es la equiparación del Nombre del Padre a Dios: NP(Dios). Pero, ni todo Dios domestica el goce. Para Lacan, es preciso distinguir dos dioses. En la tradición cristiana, el padre se salva por amor, pero no hay recubrimiento posible, hay un retorno, hay angustia, como nos muestran los ejemplos de Santa Agata con los senos en la bandeja y San Sebastián atravesado por las flechas, es decir que lo Simbólico no reabsorbe lo Real. El padre no civiliza el goce totalmente. No hay padre que represente esa totalidad, esa función. No hay quien pueda decir "yo soy un padre". Sólo Dios puede decir: "soy lo que soy". En fin, la función civilizadora no interviene nunca, excepto por la mediación del padre real. Como el padre es una función imposible, Un padre lo substituiría: NP(un padre). En otras palabras el Nombre del Padre es universal y Un padre es del orden de lo particular, es un singular con nombre y apellido.

La cuestión es saber quién encarna esa función hoy? Un padre no cumple nunca integramente con la función del Nombre del Padre. En el Seminario "La identificación" Lacan señala la tensión entre lo universal y lo particular. Qué relación hay entre ellos? El pasaje del Nombre del Padre a Un padre es una matización, quiere decir, un más allá del Nombre del Padre: ella no se elimina, más lo pone en evidencia. Finalmente, Un padre existe o no existe? Los universales tienen dos extremos: de un lado, el realismo, y del otro, el nominalismo. La querella de los universales introduce la pregunta por la existencia corpórea, pues ellos existen, pero no son corpóreos. Entonces, pasamos del registro del nombre al registro de la existencia. Será posible que al menos uno cumpla la función civilizadora?

 

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En su segundo Seminario, Graciela Brodsky hace una reflexión sobre el padre a partir de una de las cuatro versiones dadas por Kierkegaard a la historia bíblica del sacrificio de Abraham, en el libro Temor y Temblor: "Dios puso a Abraham a prueba y le dijo – debes ofrecer a tu hijo Isaac en sacrificio. Abraham se preparó, dejó su casa con Isaac y, por la ventana, Sara los observó hasta perderlos de vista. Cuatro días despues, Abraham vio la montaña donde se daría el sacrificio. Dijo a Isaac –no puedo más ocultarte dónde conduce este camino. La cara de Abraham era la de un padre. Isaac no conseguía entender. Se colocó a los pies de Abraham y pidió una gracia. Entonces, Abraham lo levantó y lo consoló, pero Isaac no podía comprender. Abraham agarró a Isaac y gritó: "estúpido, crees que soy tu padre?". Isaac exclamó angustiado: "Dios de Abraham ten piedad de mí, sé mi padre, ya no tengo otro padre en esta tierra." En el último minuto, Dios detuvo la mano de Abraham".

Isaac aprendió los peligros de creer demasiado en el padre. Así, Abraham recuperó a su hijo, pero no es seguro que el hijo recupere al padre. Qué es un padre para un hijo, desde el punto de vista del hijo? En la clínica, observamos que no hay análisis del padre, sólo del hijo. Cada uno de nosotros está en análisis en cuanto hijo.

Luego, Graciela Brodsky se refiere al sueño trabajado por Freud en "La interpretación de los sueños", en el capítulo VII sobre el "niño en llamas". Freud interpreta el sueño como realización del deseo del padre de que el hijo viva un poco más. Lacan, en el Seminario 11, lo reinterpreta diciendo que el pecado del padre es no estar a la altura de su función. En vez de estar velando al hijo, duerme. Cuál es el estatuto del padre? No ver. Lacan hace una distinción entre el padre y el viejo que cumplía la función del padre, rescatando así, el no cumplimiento de la función paterna.

Contemporáneamente, hijos de donadores anónimos parten en busca de sus padres biológicos. Hace quince años atrás, cuando fue donado el esperma, nadie imaginó que podría ocurrir esta descoberta. El objetivo de Graciela Brodsky, con ese comentario, fue resaltar que la pregunta de un hijo por el padre se equipara a la pregunta de un hombre por una mujer. Afirma, incluso, que la paternidad cierta es una pretensión de la técnica científica, diferente a lo que observamos en la clínica psicoanalítica, donde siempre hay una incerteza en el lugar del padre. Ninguna respuesta de la realidad representa una solución para la pregunta sobre qué es un padre para un hijo y es sólo en la incerteza que la función paterna puede operar. Eso llevó a Lacan a decir que jamás podemos saber quién es el padre. El padre es una cuestión de fe.

El adagio romano pater incertus mater certissima indica bien lo que concierne al padre: hay agujero en el saber. No hay significante que represente al padre, así como no hay significante que represente a la mujer. Todos somos adoptados. Sólo hay un padre real, que es el espermatozoide. El padre es una función variable, es un X, que interroga, en cada caso clínico, aquello que desempeña el papel de Nombre del Padre con la condición de que nadie ocupe el lugar del padre. En otras palabras, cada caso es una elucubración de saber sobre el padre: NP(x). Conocemos la idea de Freud, de hacer de eso una novela, un romance familiar. Siguiendo el recorrido de Lacan, Graciela Brodsky deja de lado el Nombre del Padre, para enfocar el registro de la existencia del padre. Hay al menos uno que ocupa el lugar del padre. Así, deja la cuestión del padre de lo simbólico para focalizar Un padre. Un padre conduce a la pregunta sobre la existencia del padre.

Graciela Brodsky presenta tres versiones de la variable de la función, de lo que puede ocupar el lugar de Un padre:

1) Primera versión: el padre del Edipo transmite la ley. Podemos ver eso en la distancia entre el Nombre del Padre y el padre en la psicosis. Cómo el padre que no está en lo simbólico reaparece en lo real? La función ideal del Nombre del Padre es recubrir enteramente lo real. La psicosis muestra esa reaparición en estado puro, muestra la irrupción de algo impar en el eje imaginario, algo no especularizable, Un padre. Lacan distingue la estructura psicótica (falta del Nombre del Padre) y el desencadenamiento (irrupción del Un padre en lo real). El propio padre es la irrupción que atraviesa lo imaginario, siendo esta una versión real del padre. Lacan juega con la homofonía Un padre e impar (un père/impair) y sustenta que lo importante no es el padre, sino lo impar. NP(impar). En el Seminario 10, la irrupción del objeto a es equivalente a lo impar.

2) Segunda versión: el padre de las fórmulas de la sexuación transmite la castración, es la función de excepción. En el Seminario 20, Lacan funda el "para todos" de la castración no en la condición del ser hablante, sino en la de aquél que dice no a la función fálica. La excepción es el padre sin ley que goza de todas las mujeres. Ese es un mito neurótico que saca al padre del anonimato, lo retira de la mortificación del Edipo. Lo torna vivo. Pasa del padre del Edipo, simbólico, hacia el padre de Totem y Tabú, real. Como hace ese padre para civilizar el goce? Dado que hay parte del goce irreductible a la castración, el "no-todo" x lo recusa. Crea entonces, el "para todo" x. La operación de Un padre es rechazar lo que no cae sobre la función fálica y de esa forma crear el universal. La segregación del "no-todo" femenino trae como consecuencia la frase: el hombre que aborda a la mujer, en verdad cree abordarla. Es la perversión polimorfa del macho, que tiene como consecuencia la degradación de una mujer al objeto a de la fantasía.

3) Tercera versión: Un padre que transmite un saber hacer con la causa de su deseo. Una solución singular, la pere-version, (per)versión del padre. La única garantía de la función paterna es tomar una mujer como objeto causa de deseo. Parece obvio, pero no lo es. Siempre sustentamos que el objeto a es asexuado (seno, heces, voz, mirada). Aquí, se trata de lo que Un padre puede transmitir a sus hijos, que no es la prohibición del objeto de deseo, pero, sí, que es lo único que puede transmitir a sus hijos, cómo arreglarselas con un goce que no tiene nombre fálico. Es Un padre que despierta el apetite, genera el deseo, al contrario del padre muerto. Un padre sólo merece amor y respeto si está "perversamente orientado", conforme Lacan sostiene.

Hay una distancia enorme entre el Seminario 20 y el Seminario 21. En el Seminario 20, la solución era la exclusión, la segregación. En el Seminario 21, la solución de un padre no es gozar de todas, sino desear una y arreglárselas con ella, con el goce de ella. El problema es lidiar con ese goce que escapa al significante.

De qué hablamos, entonces, nos pregunta Graciela Brodsky, cuando nos referimos a la declinación del Nombre del Padre? Si tomáramos la versión edípica del padre que transmite una ley, la declinación del Nombre del Padre es entendida como la declinación de una autoridad. La solución es el incremento de regulación. Si quisiéramos poner a prueba la declinación del Nombre del Padre, tenemos que buscarlo en la relación entre los hombres y las mujeres. No se trata de una decadencia de la autoridad, ni de los ideales. Se trata de buscar los signos de esa declinación en la transformación de los registros del amor.

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