Diciembre 2004 • Año III
#11
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¿Desangustiar?

Eric Laurent

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Berni - 1965
La voracidad

"Una pregunta así no se formula más que a partir del psicoanálisis. La medicina no se la plantea. Va de suyo, en medicina, que el síntoma es al que se trata de hacer desaparecer. La angustia es un síntoma como otro que hay que hacer desaparecer. El psicoanálisis, por una parte, no encara apuntar a la eliminación de los síntomas más que una vez que su función ha sido establecida y por otra parte distingue la función de la angustia de la del síntoma. Plantear la pregunta de desangustiar separa de entrada al psicoanálisis y al tratamiento médico. Para el médico, el psicoanalista enmascara su impotencia bajo una retórica de la función del síntoma. Para nosotros, no se trata solamente de retórica. Es la misma paradoja que encontramos que opera en el acto fallido. Un acto no logra mejor su éxito que en su fracaso. Pero esta proposición no va sin su corrección lógica. La proposición no es recíproca. No basta con fallar en una acción para que sea un acto como tal.

En el seno del psicoanálisis con niños, el binario angustiar/desangustiar estructuró el debate de los años treinta entre Anna Freud y Mélanie Klein. Para Anna Freud, había que dividir el yo del niño para que pudiera interesarse en su inconsciente. Como el sujeto es difícil de angustiar, para que haya una dinámica de la cura, es necesaria el establecimiento de la transferencia y la amenaza de la pérdida del amor que instaura. El analista debía hacer de este modo de superyo transitorio para angustiar el niño que no lo estaba suficientemente, no teniendo todavía superyo. Para Mélanie Klein, al contrario, el sujeto está desde siempre angustiado, acosado por su angustia paranoide precoz, aun cuando ni el yo, y a posterior el superyo, en el sentido freudiano estén formados.

La hipótesis de un superyo precoz divergía con la doxa freudiana de la época y dio lugar a un debate sobre los "precursores del superyo". Según los annafreudianos, la señal de angustia, por más joven que sea el niño, debe producirse en el yo. No se puede entonces hablar, en sentido propio, de angustia superyoica antes del pleno desarrollo del yo y de sus mecanismos de defensa La egopsychology puso el acento entonces, sobre una teoría del desarrollo del yo no admitiendo sino "precursores" del superyo según las fases distintas de este. Este movimiento guardará así su distancia con la teoría de M. Klein oponiendo el superyo arcaico estragante al superyo civilizado post-edípico. Si las grandes corrientes post-freudianas divergían respecto de la angustia, se encuentran del mismo lado respecto a una segunda indicación freudiana diferente de la posición médica: no hay que desculpabilizar al sujeto. La posición psicoanalítica se separa así netamente de la que aboga por la desculpabilización del sujeto por razones humanitarias.

¿Por qué no desculpabilizar? No es solamente porque Freud era muy prudente en desbloquear las barreras de la civilización. Es porque se trata de alcanzar por la culpabilidad la división del sujeto. El psicoanálisis constata que el sujeto neurótico es siempre culpable de gozar y de existir, lo que Freud llamó la culpabilidad inconsciente. Freud separaba de este modo psicoanálisis y psicoterapia mientras esta se acercaba al ideal médico, buscando reducir la culpabilidad.

¿Cuál es entonces la alternativa a desangustiar? ¿La angustia no indicaría ella misma un punto crucial para el sujeto? El estatuto particular de la angustia entre los afectos ha sido subrayado por Freud, y Lacan la formuló de manera condensada de la siguiente manera: la angustia es un afecto que no engaña. Guía al sujeto neurótico hacia lo real. Para el sujeto neurótico, si no hubiera angustia, todo no sería más que un teatro de sombras. El sujeto histérico reduce el mundo a sus semblantes y sus intrigas, el obsesivo ve el mundo detrás de un velo. Ambos se encuentran exiliados del sentimiento de la vida.

Si la angustia no engaña, es porque ella plantea la buena pregunta, la del deseo. Uno se angustia cuando no sabe lo que el Otro quiere de nosotros. Es en este sentido que la angustia no es sin objeto. La presencia del Otro como tal está en causa. Lacan vuelve legible las evoluciones de la teoría freudiana de la angustia. Desde los primeros trabajos sobre la neurosis de angustia hasta Inhibición, síntoma y angustia, la angustia es presencia del deseo del Otro como tal.

Desangustiar quiere decir, que se trata a la vez de introducir una pregunta sobre el deseo e interpretar el deseo que está en juego. Algunas orientaciones analíticas destacan la necesidad de una alianza terapéutica con el sujeto bajo el modo de un contrato. La verdadera alianza para Lacan no es la alianza "terapéutica", es la interpretación como tal, que instala la transferencia. Lacan muestra releyendo el caso de Dora y del hombre de las ratas, que Freud interpretaba enseguida, especialmente la angustia. Esta interpretación inaugural es aislada por Lacan como "rectificación subjetiva". En este sentido, "desangustiar" es coherente con la orientación dada en la "Dirección de la cura", texto publicado a comienzos de los años 60. Esta práctica está explícitamente en las antípodas de la orientación annafreudiana.

Desangustiar consiste entonces, en hacer surgir la pregunta por el deseo, pero ¿cómo? Podríamos decir que la vía regia para interpretar el deseo es hacer consistir el síntoma. Se puede tanto más desangustiar cuando se logra hacer consistir al síntoma. A la inversa, cuando el síntoma no consiste, no se llega a poner un punto de capitón a la angustia.

* Extracto del artículo de Éric Laurent, titulado "Desangustiar?", publicado en Mental N° 13 de diciembre de 2003, p. 21-23.

Traducción: María Inés Negri

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