Diciembre 2004 • Año III
#11
Dossier Violencia

La irrupción del espanto

Jorge Chamorro

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Berni - 1967
Máscara

En una época caracterizada por la violencia y el espanto, J. Chamorro ubica estas categorías distinguiendo al miedo y a la angustia como fenómenos ligados a la represión, oponiendo a ellos el espanto, el horror y lo siniestro como relativos a la forclusión. Si los primeros se ubican en la lógica del velo, los segundos implican el atravesamiento del semblante por lo real. A su vez, retomando un texto del sociólogo W. Sofsky, define las categorías de violencia y crueldad, para ubicar las características de una deslocalización actual de la violencia, mientras que el espanto es la irrupción de lo real fuera de todo marco.

 

1) El espanto

Desde una perspectiva subjetiva, se ubica en serie con el miedo, la angustia, el horror. Consideramos estas categorías en el campo del sujeto, lo que hace necesario referirlos a su estructura. En una aproximación fenoménica, se puede apreciar su factor cuantitativo. Sin embargo, en un segundo abordaje podemos distinguir el factor amenaza por un lado, y por el otro la consumación. El miedo y la angustia en tiempos que son de anterioridad y el horror y el espanto en la posterioridad. Los primeros hablan de lo que va a ocurrir y los segundos de lo ya ocurrido. Esto va insinuando a los primeros como fenómenos ligados a la represión y los segundos a la forclusión.

 

2) Lo siniestro

No podemos dejar de evocar aqui Lo siniestro freudiano. Esto nos permitirá introducir un elemento importante para captar esta problemática. Freud comienza hablando en este trabajo de la estética. Introduce por esta vía la problematica del velo, eso que nosotros denominamos semblante. El velo presenta inmediatamente la referencia a lo oculto, y la articulación de ambos términos entonces, se hace necesaria. Lo unheimlich es todo lo que está destinado a permanecer en secreto. Podemos distinguir aquí a partir de las formas de retorno el síntoma enmarcado en lo simbólico y la represión. En cambio el retorno de que se trata en lo siniestro es más bien el de la forclusión. Es lo que llamaríamos un atravesamiento del semblante por lo real. Freud lo formula en términos de atravesamiento de la fantasía por lo real. Aparece como algo real lo que habíamos creido fantástico.

Hay distintos lugares en que podemos interrogar esta relación entre el semblante y lo real. Sea en el campo de la publicidad o en el de la guerra.

La publicidad de Benetton ha trabajado este punto que hace aparentemente caer los semblantes de la estética para hacer aparecer el horror.

Sin embargo, el horror no escapa al semblante, sino a su vez oculta que lo real es un vacio. Recordemos que en el Atolondradicho, Lacan dice: nada oculta más que lo que revela. Es la formulación tambien, de Foucault en la Historia de la sexualidad cuando dice que a mayor liberación más represión.

 

3) La violencia

Esta categoría muy amplia debe ser precisada en el campo del psicoanalisis. En el texto freudiano aparece ligada a la pulsión de muerte, sea como retorno a lo inanimado o como pulsión de destrucción.

Lacan con el instrumento de los tres registros distingue de entrada dos estatutos: el de la agresividad y el de la pulsión de muerte. La agresividad en el plano imaginario del eje a a’, y la pulsión de muerte, para decir que hay una Gestalt propia de la violencia que son las imagos del eviración del cuerpo, fragmentación, etc. Las pulsiones se manifiestan entonces en fantasmas.

En Heráclito, seminario de Heidegger y Fink, presentarán el campo social para precisar que todo gobernar implica la violencia. Es un gobernar, no solo en términos politicos sino que también abarca todo movimiento. Es el relámpago lo que gobierna. Es la metáfora para exponer el poder racional en el mundo: para poner el objeto en la posición deseada, se necesita una fuerza interventora. Es lo que fuerza a un barco a encontrar su rumbo en el medio de las fuerzas del oleaje. Es por esto, que gobernar y violencia son dos categorías solidarias.

En el pasaje de los Dioses al hombre se empieza a anunciar la Inconsistencia del Otro. Cuando el Otro no existe: qué queda?. Esta pregunta ha tenido diferentes respuestas. Quedan formas autoeróticas del goce?. Queda el Uno? Queda el síntoma?. Si pensamos en el final del análisis la respuesta es que el goce es alojado en el síntoma, lo que le permite al sujeto “hacer con él” para enfrentar contingencias. Pero: ¿cuál es la contingencia que el sujeto debe enfrentar?.

Heidegger dirá esto de la siguiente forma: ya no se trata del control de la naturaleza sino del control de la energía liberada por el hombre, a partir de la naturaleza, es decir el control de los efectos de la ciencia. Ningún individuo, ningún grupo humano, ni comisión de eminentes hombres de Estado, investigadores y técnicos, ninguna conferencia de directivos de la economía y de la industria pueden frenar, ni encauzar siquiera, el proceso histórico de la era atómica.

Freud en dialogo con Einstein, dirá que no ofrece ningun perspectiva pretender el desarraigo de las inclinaciones agresivas de los hombres.

 

4) La era del espanto

W. Sofsky desde el campo de la sociología introduce un elemento que me interesa precisar. Se trata de los síntomas actuales de la deslocalización de la violencia. Un eje nos permitira ubicar el contexto. Es la diferencia entre violencia y crueldad.

El Estado moderno, entre otros rasgos se define por el monopolio de la violencia.

Es decir que hay una violencia enmarcada en la razón de Estado, una violencia al servicio de fines precisos. En referencia a guerra moderna, por ejemplo, se han ido estableciendo leyes que aspiran a regular la violencia en el combate:

  • La distinción entre civiles y militares, donde las muertes civiles se han considerado como un precio a veces ineludible, pero no buscado.
  • La precisión de la tecnología apunta a alcanzar el objetivo deseado para vulnerar el poder militar del enemigo y no afectar a los civiles.
  • Las leyes internacionales fijan normas para tratar a los prisioneros de guerra.
  • Por otro lado, las guerras han tenido sus campos de batalla.
  • Las sociedades se constituyen con el permiso de matar, con exclusión del placer del agente.
  • No se trata de su satisfacción sino de una misión que tiene un marco simbólico, lo que diferencia un asesino de un soldado.

Es decir, hay un semblante jurídico que enmarca y legitima los horrores de la guerra, y que condena los actos de venganza personal, de excesos innecesarios a los objetivos. Aun el atentado terrorista localizado, busca un objetivo.

Es decir, la razón legal trata de regular aún las formas ineludibles del horror.

Esta lógica de la regulación fallida, por supuesto no deja de dibujar la legitimidad y la transgresión. Es importante distinguir cuando se trata de una lógica fallida de cuando es otra lógica.

La guerra salvaje, abre otra lógica que deja el campo abierto no a la violencia sino a la crueldad. La crueldad implica la satisfacción de matar, por la satisfacción misma. En esa satisfacción se pierden las metas y el limite lo pone la satisfacción misma y el soportar de la victima. En las masacres de tutsis en Rwanda los organizadores dieron orden de no matar con armas automáticas sino con hacha o a cuchillo. Lo que permite un contacto cuerpo a cuerpo con la víctima y la satisfacción personal del ejecutor. Se nota este tipo de satisfacción tambien en los ritmos de las masacres, donde de pronto se hace esperar a la víctima que va a ser ejecutada, mientras los ejecutores se detienen para fumar un cigarrillo o para comer y luego continúan. Toda una serie de procedimientos no justificados en el objetivo sino solamente en la satisfacción. Una satisfacción sin utilidad. Se trata de vivir la violencia en estado puro.

 

5) El atentado a las Torres

Una lógica del espanto y la perplejidad. Un atentado masivo que cambia toda la logica. La población civil es el objetivo: cuantos más muertos, mayor es el exito de la operación. No se trata de tomar el poder, no se trata de ocupar un territorio, no se trata de lograr un reconocimiento. Se trata simplemente de presentificar el espanto como política. Se pueden discutir sus fundamentos religiosos políticos, pero lo que está claro, es que el objetivo no es la negociación. El agente que ataca no se localiza en ningun estado, es un aparato celular que responde a un jefe. El otro elemento es que el agente no debe cuidar su vida sino que de entrada su aparición pública queda absorbida en el atentado mismo. Cuantos más muertos más gloria para el ejecutor.

Sin embargo la voluntad del semblante es irrenunciable, se restablecen inmediatamente después del atentado. Los deportes continúan, las bolsas tambien. A pesar del sentimiento de irrealidad que el espanto produce, y la perplejidad consecuente los semblantes se restablecen.

Desde que la violencia se emancipa de todos sus fines no queda más que la destrucción y la muerte. Las armas del terror en masa hace caducar toda política.

La guerra del terror rompe con el principio de autoconservación. El autor es el arma misma. No hay disuasión que lo amenace. El terrorista no combate, sólo provoca el atentado.

 

Conclusión

El espanto es la irrupción fuera de las reglas, de lo real, sin marco. Esta irrupción interroga las respuestas posibles que el mundo y cada sujeto encuentran para responder.

Abril 2004

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