Junio 2006 • Año V
#12
Misceáneas

Freud y el gusto de nuestra época

Germán García

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El autor, después de indicar la posición de Freud respecto a los desarreglos en el plano del amor, expone las razones que explican la seducción que provocaba, y provoca, el psicoanálisis. Freud, siendo receptivo a las pasiones sin abandonar los preceptos de la Ilustración, talló profundo en el gusto de su época, y más allá. Pero, evitando los extravíos del Romanticismo, supo inventar una respuesta distinta que aún perdura.

Freud, desde los albores del psicoanálisis, se sintió atraído por el "extraordinario fenómeno del amor", fenómeno que hace que una persona llegue a tener una "singular representación de otra". ¿El amor encuentra y/o produce las cualidades del amado? Cualquiera sea la respuesta, la singular representación se establece de manera persistente y produce tanto tristeza como alegría.

En esa época trataba a los pacientes inmortalizadas luego en los Estudios sobre la histeria (la señorita Ana O.,Emmy von N., Elizabeth von R. y la señora Cecilie, entre otras), que mientras confesaban -sin saberlo- los deseos que circulaban por sus fantasías, ponían en el banquillo de los acusados a padres, maridos, hermanos, novios o pretendientes: la virilidad no estaba a la altura de sus promesas. Pero Freud no desesperaba de las "fallas" que encontraba en los hombres, ni del enigma de la insatisfacción femenina.

Por otra parte, la maternidad estaba perturbada por el amor romántico y la paternidad por el amor-pasión. Freud le puso un nombre a la incertidumbre sexual generalizada: bisexualidad. Eso significa que la identidad de cada sexo está a merced de las identificaciones, que cada uno es otro para sí.

Es difícil saber el impacto de los planteos de Freud en aquella época, pero sabemos que, en la nuestra, esas cosas – como la bisexualidad – forman parte del espectáculo de la felicidad que se ofrece a la inercia de vidas que, como se grita en masa, la miran por TV.

Mientras tanto, el término inconsciente recorrió un camino y se fue incorporando al lenguaje cotidiano como falta de intención.

Antes de Freud, el inconsciente había sido estudiado por Lancelot Law Whyte, que remontaba esta noción hasta el siglo XVII, pero el psicoanálisis propuso con este término algo diferente: el "aparato psíquico" descripto por Sigmund Freud no tiene nada del inconsciente romántico, el inconsciente místico que tanto fascinó a Carl Gustav Jung.

Fue necesario que la razón defendida por la Ilustración y las pasiones del Romanticismo mostraran algo de la nueva escisión en marcha, la nueva versión que la época proponía de esas razones del corazón que la razón no entiende. Pero eso dice poco del proyecto de Freud, de la práctica que inventa, de la huella que traza en el gusto de su época.

Wittgenstein escribió que Freud habla de la resistencia al psicoanálisis, pero no de la seducción que provoca. Hoy no podría decirlo, puesto que Jacques Lacan (que convirtió a Freud en su precursor, en el sentido en que Borges habla de esta operación) expuso las razones de esa seducción. Más allá del gusto de su época, Freud amplió la razón ilustrada para incluir las pasiones románticas. Las primeras seducidas fueron las mujeres, excluidas de esa razón y molestas por el lugar que hasta entonces se les había concedido: desde la célebre Lou Andrea Salomé hasta la influyente princesa Marie Bonaparte, una multitud de mujeres integraron el movimiento creado por Freud.

Incluso en los momentos del feminismo radical el psicoanálisis estuvo abierto a las colegas mujeres, que hoy son mayoría en todo el mundo. Las disidencias que existieron y existen no pueden ocultar esta nueva alianza, tan diferente de las que habían conocido las mujeres y los hombres hasta ese momento.

La invención del psicoanalista llevó su tiempo, pero su existencia social es un hecho difícil de historiar porque su accionar cotidiano se realiza en el discreto silencio que rodea esta práctica. Y así tiene que ser, porque el analista no impone sus temas sino que los descubre y los elabora: por eso cambian con el gusto de la época.

 

Presente y porvenir

Estaríamos menos interesados en nuestro antepasado Sigmund Freud si algo que está en el aire dejara de anunciar que es también nuestro presente y nuestro porvenir. Ese algo es el "gusto", el no se qué, que dictamina lo que es perdurable y lo que es efímero. Es por eso que Jacques Lacan dice que el psicoanálisis no cayó del cielo, sino que caminó cierto tiempo "en las profundidades del gusto". Tampoco olvidemos que la neurosis infantil que sobrevive en el adulto es lo que Kant llamaba "la minoría de edad" de quien no se guía por la razón y en consecuencia se deja tutelar por otro. La "tutela" del analista, en este sentido, actualiza por la transferencia esas figuras del pasado que encadenan a cada uno, con la finalidad de disolverlas. Lejos de hacer un culto de la memoria, el psicoanálisis dice que la repetición del que olvida le impide vivir su presente y programar su porvenir.

La temática de Freud es la del romanticismo porque así llegaba hasta su consultorio. Pero la respuesta de Freud no era romántica. Lejos de rechazar las pasiones como la razón ilustrada, lejos de abandonarse a ellas como los románticos, encontró en lo que llamó transferencia la condición de un diálogo que está entre la neurosis y la vida corriente. Un diálogo fundado en la paradoja siguiente: el que se analiza no está solo, ni acompañado.

NOTAS

* Este texto de Germán García, fue publicado en el diario La Nación, en la sección Enfoques, el 7/5/2006.

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