En este artículo, se sitúa, por un lado, la coyuntura histórica de la literatura de Lewis Carroll, y por otro, la creación literaria del autor a través del recorrido de sus escritos, como en una intersección entre lógica, sexo y literatura.
Para abordar el sexo en la dirección de la lógica y del psicoanálisis, tomo el camino aparentemente opuesto: el camino de la literatura, tradicionalmente considerada como el revés de la lógica. Lo previsible de la lógica es dispensado por la literatura; al contrario, lo imprevisible, agujero de la operación lógica, es el punto que nutre la creación literaria.
Y para esto no hay nada mejor que una literatura producida en la víspera del advenimiento del psicoanálisis, que no recibió ninguna influencia directa del mismo durante su gestación, pero que respiró el espíritu de los tiempos en que Freud revolucionó con su invención, –época ésta que transfirió la creencia en el saber de la religión a la del saber de la ciencia, que abrigó al mismo tiempo al puritano y al investigador y en la cual el estilo de la reina Victoria se explayó por toda Europa–. Mejor todavía, un autor que entrelaza la creación literaria con la lógica por estar implicado con ambas. Llegamos así al Reverendo Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), profesor de lógica y matemática que reservó esta identidad para la autoría de las obras en esa área, y al mismo tiempo, Lewis Carroll, seudónimo con el cual firmó su obra de ficción, de la cual forma parte la famosa Alicia en el País de las Maravillas. [1]
El soñador y el lógico, Lacan señala esta división como necesaria para la realización de la obra, [2] en la obra no habla de sexo, tema éste que es prohibido para la subjetividad victoriana. El sexo, sin embargo, no sólo está presente en ella sino que transborda en la equivocidad de los juegos de lenguaje que sirven de vehículo, al mismo tiempo, a la ideología victoriana y a su subversión. Él no dice el sexo, él lo muestra y lo toca por la tangente, a través del juego significante, de las paradojas. Su nonsense contraría la lógica vigente y señala lo que se le escapa a la física del espacio y del tiempo, a la química de las soluciones, a la fisiología de los organismos.
Así encontramos la excentricidad del deseo en las transformaciones de la anatomía de Alicia: crecer y achicarse, estirarse y encogerse, entrar y salir, verificando, como bien dice Lacan, "no se puede pasar por una puerta que no sea de su tamaño". [3] También el espacio y el tiempo se vuelven insólitos en los movimientos inéditos de correr para no obstante encontrarse siempre en el mismo lugar, caminar en sentido opuesto para aproximarse. Y también una bioquímica loca con la ingestión de pociones y hongos de efectos inesperados.
A cada instante una sorpresa que contraría las leyes, cada vez un tiempo medido por la "absoluta alteridad de la preocupación del pasante". [4]
Pocas décadas después, el psicoanálisis, éste si, vino a hablar del sexo y a conceptuarlo justamente como el que huye al encuadramiento establecido. Partió de la noción de desvío y amplió la sexualidad a lo excéntrico del cuerpo, distinguiéndolo así del organismo. Al tratar abiertamente el sexo como aberración, se contribuyó mucho a abrir vías a un discurso sobre el sexo y lo erótico, tanto en el campo de la ciencia como en la producción de nuevas condiciones subjetivas de creación en las artes. Mas, aunque el sexo haya alcanzado nuevo status en el discurso que hizo avanzar una supuesta liberación de costumbres, no se alcanzó una formalización lógica sobre lo que es el sexo, ni por la aspiración científica del psicoanálisis, ni por otras iniciativas.
Freud no se "economizó" en esta búsqueda. Desde que vislumbró el sexo como una falta de significante, concentró esfuerzos en la construcción de una lógica del sexo, una lógica Otra, escrita por la trasgresión del silencio, por el revés de los dictados, por el sexo como reprimido. Desde que se tuvo el vislumbre del sexo como una falta de significante, concentró esfuerzos en la construcción de una lógica del sexo, una lógica Otra, escrita por la trasgresión del silencio, por el revés de los dictados, por el sexo como recalcado Trató eso desde Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad [5] hasta Edipo y la roca de la castración. Y fue, además, atribuyendo la causa que afecta el cuerpo y cuyo efecto es un querer saber, una epistemiofilia, a lo que no se nombra –o sea, el sexo provoca el nacimiento de la dupla cognoscente/cognoscible, sujeto/objeto, y provoca la búsqueda del conocimiento y nombramiento según una ética del deseo y una estética del gozo. Freud intenta, por lo tanto, no sólo encontrar la llave de la lógica del sexo, sino que también propone que el sexo sea, en sí mismo, la llave de todo el pensamiento lógico humano.
Estas cuestiones no dejan de ser también las cuestiones vivas, tanto en la obra como en la vida, del Reverendo Charles L. Dodgson, amante de los puzzles y de las paradojas, de las fotos y de las niñas. No fueron pocos los análisis que su persona y obra suscitaron. Sin embargo, la mayor parte de ellos pretendió buscar la verdad de su texto recurriendo a referencias exteriores, produciendo así metalenguaje, sea en la historia del Oxford movement [6], en la disecación de su lenguaje escrita en analogías de campos semánticos [7] o en la exploración de la discrepancia entre el metódico profesor y la irreverencia creativa de Lewis Carroll [8].
Es curioso que quien escribe la introducción de las obras completas del autor, desconoce y lamenta la ausencia de investigación psicoanalítica y sugiere que se compare "avergonzadamente" [9] la identidad del inmortal Lewis Carroll con la del Reverendo. Es exactamente esto lo que se encuentra en los análisis psicológicos o de inspiración psicoanalítica [10] que producen innumerables comparaciones entre el Reverendo y el escritor, confrontando el uno con el otro, examinando las inversiones, evaluando el revés de la seriedad de uno en la locura del otro. Así como Carroll escribía al revés para que sus amiguitas leyeran su escrito reflejado en el espejo, muchos análisis de su identidad especularon, desdoblaron e invirtieron el hombre y el autor, el lógico y el escritor. Lacan nos advierte que si fuera para considerar que el psicoanálisis pueda dar cuenta mejor de los efectos de la obra de Lewis Carroll no se trata de ese que anda por ahí. Para Lacan, Lewis Carroll, por medio de su obra, ilustra y demuestra muchas verdades, sin embargo, cuando se considera el tratamiento que el psicoanálisis le da a la verdad, la historia sólo vale por su dimensión de estructura. [11]
El carácter irreductible al metalenguaje, característico de la escritura de Lewis Carroll, es lo que justamente nos gustaría valorizar. Es ahí donde reside el sexo en su escritura. Lacan, en su primer enseñanza, llega a decir que si tuviera que aconsejar un libro de introducción para los psicoanalistas de niños, además de cualquiera de los libros de Piaget, él aconsejaría Alicia en el País de las Maravillas porque en ese libro se capta el fundamento de la experiencia de los niños con los juegos de lenguaje y principalmente el valor y la incidencia de falta de sentido que eso implica. [12] O sea, lo real en juego, el sexo como fuera-de-sentido. Lo real que desafía toda la lógica como la sonrisa del gato, la locura de la liebre de marzo, la tiranía sin ley de la reina de copas, la presteza del conejo. O sea, un desafío a los límites del saber, al orden de las cosas y, para inicio de conversación, la más universal de ellas: el orden del lenguaje y del juego significante.
Aún en esa dirección, Lacan también cita a Lewis Carroll cuando se dedica a las cuestiones fálicas del sujeto declinadas entre cuerpo visto, la imagen en el espejo, y cuerpo hablado, legislado por el lenguaje. La pregunta de lo que es una mujer despierta en Alicia. Y ella precisa atravesar lo especular, adoptar una nueva imagen. Pregunta sobre su ser objeto que dice respecto a la identificación, diferencia y alteridad. A través de Alicia, Lewis Carroll formula esos impasses, mostrando el agujero en lo previsible del Otro, en la lógica consagrada en donde Alicia se miraba, se oía y se reconocía. Alicia sueña de esta manera, el sueño de su hermana; se encuentra a través del espejo, al mismo tiempo que se aleja de sí misma; construye un pasaje del punto en que fue clavada en el orden familiar, fotografiada en el álbum de familia, para una nueva imagen, ideal que está por venir. Es en ese vacío, en el que Alicia no es, que Lewis Carroll toca en la esencia del ser para el sexo.
Esta lógica fálica, indicada por Lacan, señala no un significante prohibido, sino el vacío necesario a la llegada de un significante y más todavía, la falla del propio significante al ocupar ese vacío. El empuje a hablar de sexo, recurrente en el psicoanálisis, contribuyó a delinear ese nuevo límite que la tesis lacaniana del recalque avanza con relación a la tesis freudiana: el sexo deja de ser aplastado en el silencio de la prohibición, para afirmarse en el silencio de lo real, el vacío interno y externo en cada dicho.
El discurso contemporáneo sobre el sexo ha tenido el efecto de multiplicar esa inadecuación, atestiguando el fracaso de la lógica universal de las clasificaciones. De la falta de un significante que pueda congregar y permitir el todo, se pasa al agujero de cada significante que impide recubrir el campo del sexo, en un fraccionamiento al infinito.
No hay un juicio de atribución que permita decir: el sexo es eso. Tampoco hay una definición de las identidades sexuales. De manera paradojal, aunque el lenguaje en el discurso no sitúe el sexo, éste sólo aparece y escoa bajo condiciones de discurso y es de ese mismo fracaso, de esos puntos de fractura, que el discurso se nutre para hacer sexo. El sexo aparece y desaparece en los quiebres y retornos de sentido, en el gozo de la invención, como en la creación artística donde el juego de palabras dice de manera inédita. Destacamos ese fundamento del sexo en la esencia del estilo de Lewis Carroll –el wit (Witz) de su Nonsense– porque toca lo que escapa a lo dicho, el misterio de ser vivo en el cuerpo. El Nonsense es tontería en términos de significación pero él toca lo real. Él no es una mera trasgresión de las normas sino un atestado del callejón sin salida del lenguaje, cuyo punto de fuga sólo puede ser dado por la invención de lo nuevo en el habla y en las palabras, dichos que avanzan el decir. En los términos de J. A. Miller: "un pasaje al límite para obtener el es eso mismo de la palabra justa". [13] Así, entre snake, shark y la invención de snark, en el poema The hunting of the snark, [14] no tenemos un mero neo-logos sino una novedad en lo real, un neo-real, si nos arriesgamos a decirlo, fomentado por la tontería del juego significante.
Al final de su enseñanza, Lacan resalta más todavía la intimidad entre el significante tolo y el sexo. Deja un poco de lado el concepto de sujeto y adopta el concepto nuevo de parlêtre (ser hablante –parlant; ser de letra –par l’être). [15] El hablanteser difiere del sujeto porque no es abstraído de lo corporal, no se trata de habla-de-ser, más de ser que, con el habla, hace el cuerpo en el cual el sexo acontece. Un ser al cual no se le puede aplicar más la dicotomía habla/cuerpo. Ese cuerpo es de esa manera una pregunta viva que, sin invalidar las cuestiones de la teoría anterior del sujeto, se orienta por la brújula del goce en el lenguaje, al mismo tiempo, es obstáculo y vía en el discurso.
Las aventuras de "Alicia en el país de las Maravillas" son un tratado sobre el hablanteser que a cada encuentro excéntrico precisa rever su lógica, destruir para reinventarse y gozar con eso. Podemos afirmar ahora que Alicia y Lewis Carroll coinciden. Texto y pretexto para el goce del escritor que sabe mostrar lo que el inconsciente hace y goza con eso. Posición reconocida por Freud cuando afirma que los poetas y literatos saben [16], a lo que Lacan agrega: "saben lo que hacer con el hacer inconsciente". [17]
Si el inconsciente produce mensajes cifrados como sueños, actos fallidos, síntomas, neurosis en general, el escritor sabe hacer algo mejor con el inconsciente que simplemente una neurosis, tornando sublime lo que, en lo cotidiano de la mayoría de las personas, acarrea síntoma, inhibición, angustia. Oponiéndose y criticando su época, Lewis Carroll es ejemplo de sublimación en la obra de arte y hace "la épica de la era científica" [18]: muestra el equívoco del lenguaje, la incomodidad del propio cuerpo, la locura de la identificación, el revés de la ley en el capricho de la reina, el miedo de la sentencia de muerte siempre anterior a cualquier veredicto: "¡Qué le corten la cabeza!". Y lo hace de manera lúdica, creativa, fuente inagotable de invenciones.
Un pequeño texto suyo –Lo que la tortuga le dice a Aquiles [19]– es ejemplo precioso para nuestra tentativa de producir una intersección entre lógica, sexo y literatura. Lewis Carroll, como enfatiza Lacan, "permanece a remolque de Aristóteles" [20], no obstante trata el silogismo como sillygism [21], pasando así de la escritura de lógica a la escritura como arte, o sea: la escritura capaz de hacer preguntas bien colocadas, sin pretender llegar a respuestas o soluciones. En ese texto sobre el guerrero y la tortuga, él presenta la locura y lo ilógico de una pareja sustentada, justamente, por la falta del lenguaje.
El texto retoma la paradoja de Zenón acerca del infinito comparable al trabajo del inconsciente, paradoja aristotélica retomada también por Lacan para adelantar una escritura lógica que incluya su agujero, o sea, una escritura del imposible hecho de escribir: la relación sexual. [22]
Intentando simplificar al máximo esa paradoja, podemos pensar que, entre un espacio que llamamos de Un, un centímetro, por ejemplo, y Dos, dos centímetros, si empezamos a dividir esa distancia, hay una serie infinita de espacios para delimitar, pues la división puede repetirse al infinito. Hagamos la comparación de este espacio con el existente entre Uno y Otro en una pareja y supongamos que ese espacio sea divisible por la operación del lenguaje. Como el lenguaje tiene una potencialidad sistemática infinita, ese espacio nunca se define. O sea, los dos de la pareja, al construir su espacio con los dichos, jamás se encontrarán en la forma mítica de un amor en el cual sus significaciones operen como equivalentes y pretendan reducir el dicho a la comprensión de los dichos.
Lacan resume esta tesis afirmando: "no hay relación sexual" [23], entendiéndose por ‘relación’ la proporcionalidad, correspondencia y reciprocidad, en fin toda una armonía. Esto no quiere decir que no se puedan encontrar partenaires y hasta sustentar un lazo amoroso buscando, hasta el infinito, soluciones para ese imposible. Por el contrario, eso quiere decir que la razón misma de la existencia del lenguaje en el discurso se justifica por esta función: elucubrar una salida, arreglar lo que no tiene arreglo.
En ese texto, Lewis Carroll parte del principio de que la corrida terminó y Aquiles consiguió alcanzar a la tortuga [24]. Habiendo dejado de ser problema el espacio físico, ellos pasan para la conquista del espacio verbal, en una pareja absurda. La tortuga (tortoise) [25] tortura a Aquiles usando como pretexto un ejercicio de lógica que se basa en una proposición de Euclides en la cual se extrae de dos premisas lógicas y verdaderas, una tercera también verdadera que opera como conclusión lógica: si A = B y B = C, entonces A = C. En este ejercicio la tortuga acepta las premisas anteriores pero siempre recusa la conclusión. Por medio de un expediente de raciocinio ella añade la conclusión a las premisas anteriores reduciéndola a una nueva premisa, para enseguida recusar la próxima conclusión que surja de ahí. El juego se lleva hasta el infinito. Aquiles anota todo, a lápiz, en su bloque e intenta convencerla de la verdad de la conclusión. Sin embargo ella se mantiene intransigente.
Sería preciso un acto que quebrase la manera soberana encontrada por la tortuga para recusar la lógica. Algo así como: ¡Basta! Un acto que produzca un corte en la infinita línea del ejercicio de metalenguaje, pero que pudiera, sobretodo, producir una mutación en la creencia de la tortuga. Algo que la hiciera salir de su posición cética de "no creo" y permitiera la aceptación de una verdad cualquiera. Aunque fuera, he aquí justamente el problema, una verdad cualquiera, producida al caso y jamás absoluta.
Lewis Carroll demuestra con ese apólogo que no hay metalenguaje, que no se puede salir de esa armadura si se mantiene la creencia en la significación. Señala el hiato que existe entre el orden de la significación y el de la designación. ‘Que es eso’ difiere de ‘hay eso’. No deja de retomar, al respecto, una de las hipótesis de Wittegenstein en su Tractatus: "de lo que no se puede hablar, apenas se puede mostrar". [26]
No obstante, enseña todavía más, a través de esa historia absurda: Aquiles tendría una salida para resolver el problema. Aquí está lo maravilloso de esa paradoja. Luego al inicio de este diálogo, Aquiles le dice a la tortuga que si es para no aceptar la tercera proposición como verdadera, "lo mejor que se puede hacer es dejar Euclides de lado e ir a jugar al fútbol" [27]. La tortuga concuerda y agrega: para ella, una tortuga, eso sería "una anomalía". O sea, si fuera para resolver el impasse, basta que cada uno vaya a cuidar de otra cosa.
Esa no deja de ser la verdad de la lógica del celibatario. Y ¿por qué no lo hacen? ¿Por qué no tenemos la tortuga anómala y solitaria y el guerrero viciado en su juego de pelota?
Al contrario, Aquiles insiste en la tentativa de ponerle un punto final a la duda de ella. Pacientemente, él quiere que ella acepte por convicción. El mismo incapaz de realizar el acto que destruya el helo entre las premisas y la conclusión, rompiendo la cadena del sentido, él no abandona la esterilidad de su escepticismo. El goza al dejarse torturar por el escepticismo de la tortuga. Esta, a su vez, no recusa las premisas y con la construcción infinita del sentido, fisga su guerrero. Ella recusa apenas la atribución, impidiendo la conclusión y la extracción de sus consecuencias. Ella goza de su insatisfacción y dice su verdad al mostrar un lucro a partir del agujero de esa lógica.
La cuestión es que el goce de ambos se perpetúa en la repetición automática. No hay nada de nuevo en esa pareja. Aunque haya un imposible entre ellos, no cesan de tentar escribir una verdad común a ambos. Están ahí, en ese juego infinito de lenguaje, pasando su eternidad de personajes para intentar encontrar una solución.
Vemos aquí la lógica del partenaire-síntoma en el cual una f(x) es necesaria para suplir la no relación sexual y pegar Uno al Otro. Ellos no cesan de escribir las premisas y añadir una más. Ellos no cesan de no entenderse en cuanto a la verdad. Sería preciso que cayese un meteoro para que alguna cosa mude en esa historia.
La prisa y el tiempo, entretanto, pueden desempeñar un papel decisivo con relación a eso. Una vez que no vivimos en la eternidad de los personajes, existen los que van a jugar al fútbol, a hacer del juego y de la plétora de objetos su pareja; existen los que se quedan en esa anomalía, en ese puro nonsense, en ese amor sintomático.
Con el psicoanálisis, entretanto, se descortina una tercera salida. Aquella que rompe la fixão de f(x), abandonando el amor al síntoma para inventar un nuevo amor. O sea, ir más allá de los límites de esa función lógica, extraer de ella apenas la x, desvincular x de su función original y operarla en otras funciones. Como Witz hace con sus significantes: ¡ni snake, ni shark...snark!
Para que eso ocurra sería necesario por parte de los personajes, como dijimos, un acto. Ellos no lo hacen. El acto es de Lewis Carroll, un acto creado que supone y ultrapasa sus impasses de lógico, puritano y maestro apasionado. Acto que crea y muestra el goce de la letra en las operaciones lógicas, sea de guerrero maestro en el disfrute de la escritura a lápiz, sea de la tortuga que le recusa el sentido pero lo soporta sentado sobre su caparazón, eterno banquete sensual literario.
¿Para qué más serviría un apólogo así?
Si "la obra matemática de Lewis Carroll se inscribe en el movimiento que condujo de la matematización de la lógica a la logicización de las matemáticas impulsada por Frege", como señala Sophie Marret [28], ¿por qué no ampliar ese razonamiento para su obra de ficción? ¿Su creación literaria como objeto de arte también puede ser útil para demostrar la lógica del acto de creación frente al impasse sexual?
Una operación de ese tipo remite a lo que J. A. Miller propone, en su lectura de Frege con Lacan, para tratar la ex–sistencia [29]. Romper la relación de sentido construida entre la causa y sus efectos, las versiones sintomáticas que la defensa erigió. Dicho de otra manera, desvincular el efecto de su causa histórica.
Extraer de la literatura de Lewis Carroll la lógica del sexo parece que es de esa naturaleza: el lenguaje como condición del sexo, el sexo como ex–sistente al lenguaje. Así, ya no importa el deseo de lo lógico, del celibatario, del loco apasionado por las pupilas que hayan funcionado como causa de sus escritos. Su ser no está más en la causa, en la premisa anterior. Él está en el escrito y solamente de allí toma el valor ético de un goce.
Traducción: Elisa Betancor Etcheverry.
NOTAS
- Carroll, L. "Alice’s adventures in wonderland" (1865) y "Through the looking glass" (1872), en: The complete works of Lewis Carroll. London: Penguin Books, 1988, p. 15-250. En portugués: Carrol, L. Aventuras de Alice. Lewis Carroll; traducción y organización de Sebastião Uchoa Leite. São Paulo: Summus, 1980 y Carroll, L. Alice: edição comentada. Lewis Carroll; ilustraciones originales, John Tenniel; introducción y notas, Martín Gardner; traducción, Maria Luiza X. De A. Borges. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 2002.
- Lacan, J. "Hommage rendu à Lewis Carroll", en: Ornicar? Revue du Champ freudien, n°50. Paris: Navarin, 2002, pág. 11.
- Lacan, J. "Hommage rendu à Lewis Carroll", op. cit., pág. 11.
- Ibid., pág. 11.
- Freud, S. "Três ensaios sobre a teoria da sexualidade" (1905), en: Obras completas, ESB, vol. VII. Rio de Janeiro: Imago, 1969, pág.182.
- Leslie, S. "Lewis Carroll and the Oxford movement", en: Aspects of Alice. London: Penguin Books, 1974.
- Cf. Uchoa Leite, S. "O que a tartaruga disse a Lewis Carroll", en: Aventuras de Alice, Lewis Carroll. Traducción y organización de Sebastião Uchoa Leite. São Paulo: Summus, 1980.
- Cf. Empson, W. "A pastoral da infância", en: Teoria da literatura em suas fontes. Rio de Janeiro: Librería Francisco Alves, 1975.
- Woollcott, A. "Introduction", en: The complete works of Lewis Carroll. London: Penguin Books, 1988, pág. 3.
- Cf. Greenacre, P. "Reconstruction and interpretation of the development of Charles L. Dodgson and Lewis Carroll", en: Alice in wonderland - The swift and Carroll. New York: Norton & company, 1971.
- Lacan, J. "Hommage rendu à Lewis Carroll", op. cit., pág. 9.
- Lacan, J. O seminário 6: O desejo e sua interpretação (1958-59). Clase del de 21/01/1959. Inédito.
- Miller, J.-A. "Le mot juste", en: Ten line news, n° 106, Sélection de listes de l’AMP, 11/11/2002.
- Carroll, L. "The hunting of the snark"(1976), en: The complete works of Lewis Carroll. London: Penguin Books, 1988, pág. 680.
- Lacan, J. Le Séminaire, R.S.I (1974-75). En: Ornicar? Paris: Navarin, nº 2, março, 1975.
- Freud, S. "Delírios e sonhos na ‘Gradiva’ de Jensen" (1907), en: Obras completas, ESB, vol. IX. Rio de Janeiro: Imago, 1969, pág. 18.
- Lacan, J. Seminário 24 (1976-77). Clase de 18/01/77. Inédito.
- Lacan, J. "Hommage rendu à Lewis Carroll", op. cit., pág. 12.
- Carroll, L. "What the Tortoise said to Achilles" (1894), en: The complete works of Lewis Carroll. London: Peguin books, 1988, págs. 1104-8.
- Lacan, J. "Hommage rendu à Lewis Carroll", op. cit., págs. 11-12.
- Silly en inglés quiere decir ‘tonto’.
- Lacan, J. O seminário, livro 20: Mais, ainda (1972-73). Rio de Janeiro: Jorge Zahar editor, 1985, pág. 16.
- Ibid, pág. 83.
- La paradoja de Zenón trata de la cuestión del infinito ejemplificando con una supuesta corrida entre una tortuga y el veloz guerrero griego, en la cual éste no la alcanza debido a una serie de distancias infinitas en la división del espacio recorrido. Lewis Carroll hace alusión a esa paradoja al adoptar estos personajes en esta historia. Lacan propone la misma paradoja de Zenón para pensar en lo imposible de alcanzar en el par amoroso y en el sexo substituyendo a la tortuga por Briseida, la amada del héroe griego.
- Tortoise es mejor traducirlo por tortuga pequeña, y turtle por tortuga. La proximidad homófona entre tortoise e torture (tortura) parece haber sido la motivación de Lewis Carroll en la elección por el término.
- Cf. Milner, J.C. “De la linguistique à la linguisterie”, en: Lacan, l’écrit, l’image. Paris: Flammarion, 2001, pág. 15.
- Carroll, L. "What the Tortoise said to Achilles", op. cit., págs. 1105-1106.
- Marret, S. "Lacan sur Lewis Carroll", en: Ornicar? Revue du Champ freudien, n° 50. Paris: Navarin, 2002, pág. 337.
- Miller, J.-A. "A ex-sistência", en: Opção lacaniana, Revista brasileira internacional de psicanálise, n° 33. São Paulo: Edições Eolia, 2002, págs. 16-17.