Agosto 2004 • Año III
#10
Jornadas Anuales de la EOL

Angustias actuales

Deborah Fleischer

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Lorena Cabrera

Dividiré mi exposición en dos partes:

La primera introduce la angustia, diferenciando la angustia señal de la invasión de lo que Freud llama susto, cuando se entra en contacto directo con la cosa y el miedo, En ambas partes está ya anticipado un recorrido bibliográfico.

La segunda es una enumeración de cuestiones que permitirán preguntar si hay angustias actuales.

 

I) Freud distingue, miedo, susto y angustia.

La angustia a su vez, la diferencia en angustia real, angustia neurótica y angustia como señal.

La angustia señal surge para Lacan, en un principio, de la relación con el deseo del Otro. Lacan diferenciará su posición de la de Kierkegaard, diciendo que alguien le había dicho que esa afirmación estaba ya en dicho filósofo y que él la repetía:

Cito: "En una primera lectura -pues es absolutamente cierto- ustedes saben que he recordado que Kierkegaard para hablar de la angustia evoca a la jovencita en el momento en que percibe por primera vez que se la desea. Sólo que si Kierkegaard lo ha dicho, la diferencia con lo que yo digo es, si puedo decir, para emplear un término kierkegardiano, que yo lo repito. Si hay alguien que ha señalado que no es nunca por nada que se dice "lo digo y lo repito", es justamente Kierkegaard. Si se prueba la necesidad de subrayar que se lo repite después de haberlo dicho, es porque probablemente no es lo mismo repetirlo que decirlo; y es absolutamente cierto que, si lo que he dicho la última vez tiene un sentido, es que justamente en el caso subrayado por Kierkegaard es algo absolutamente particular y como tal oscurece, lejos de aclarar el verdadero sentido de la fórmula de que la angustia es el deseo del Otro con O mayúscula. Puede ser que ese Otro se encarne para la jovencita en un momento de su existencia en cierto vagabundo. Lo que no tiene nada que ver con la cuestión que he formulado la última vez y con la introducción del deseo del Otro como tal para decir qué es la angustia, más exactamente que la angustia es la sensación de ese deseo."

El vínculo entre la angustia y lo real es tal, se puede decir con Lacan hacia el final de su enseñanza, es "el síntoma tipo de todo acontecimiento de lo real", ubicándola ya en el final del Seminario R.S.I como nominación de lo real señalando que "Entre estas tres nominaciones, nominación de lo imaginario como inhibición, nominación de lo real como angustia, nominación de lo simbólico, incluso flor de lo simbólico mismo, como síntoma, entre estos tres términos intentaré el año próximo interrogarme acerca de qué sustancia conviene al Nombre-del-Padre."

Antes de esta referencia, ya en el Seminario X ubica a la angustia como vía de acceso a lo real bajo la forma de un lugar reservado para la falta, tan necesaria para el acceso al deseo. Lacan indica que sólo la noción de real como globalmente opuesta al significante permite situar ese ''algo'' frente a lo cual nace la angustia, eso que para el hombre participa de la irreductibilidad de lo real, en el sentido de no ''reducible'' al significante, de no simbolizable.

La angustia libre flotante se puede ligar a un objeto, y tenemos entonces el miedo de la fobia. Ese miedo puede producir una restricción del yo que llamamos Inhibición. "Juanito no sale a la calle por miedo al caballo". El caballo permite ligar la angustia, pero el descubrimiento de lo reprimido no basta para aliviar la angustia. Sería, entonces, una reacción adecuada y orientada por la percepción de un peligro localizado y nombrable, a diferencia de la angustia donde se encuentra lo que no debería encontrarse, lo que tendría que faltar ineludiblemente para el soporte de esta imagen, falta la falta. Falta estructurante, que Seldes tomará ubicándola con relación a lo siniestro

A diferencia de la angustia, el susto se experimenta cuando no funciona la angustia como señal, que en términos de Lacan quiere decir que no funciona la pantalla del fantasma que vela lo real. Con la angustia señal, el yo se anticipa al peligro. El síntoma puede ser creado para evitar la angustia. La angustia puede aparecer en forma independiente o acompañar al síntoma. La pregunta sería de qué tiene miedo la angustia neurótica. A la inversa se puede plantear desde Freud, el pasaje por la angustia como formando parte de la resolución del síntoma.

Freud caracteriza tempranamente en el Proyecto el desvalimiento por la proximidad de la Cosa, de la que nada puede ser dicho; algo debe intervenir, entonces allí, para que haya qué hacer respecto de este desvalimiento inicial.

Freud le da importancia a la angustia causada por la separación; Lacan dirá: "...la angustia aparece en la separación, no causada, ya que la angustia es sin causa (pero no sin objeto)". En cuanto al peligro, para Lacan, está ligado al carácter de momento constitutivo del objeto "a", momento de función de la angustia, que es anterior a la cesión del objeto. En ese sentido, una de las características del objeto "a" es su carácter de ser cesible y este carácter subraya ciertas formas donde el "a" se encarna como resto (placenta, pecho, heces, pene) en la medida que ya estas partes del cuerpo poseen anatómicamente la condición de objetos separables, enganchados, en cierta manera pegados. En seminarios posteriores al de La angustia incluirá como especies de "a" a la voz y a la mirada.

En Lituraterre Lacan recurre a una experiencia que le acontece al sobrevolar Siberia. "Se me apareció: de entre las nubes, el resplandor, única huella en aparecer, por operar allí más aún que por indicar su relieve en esta latitud, en lo que hace de Siberia planicie, planicie desolada de otra vegetación más que de reflejos, que empujan a la sombra lo que no los refleja". Homologa esa huella a la dimensión de la escritura que introduce al Otro como tal; el vacío es contorneado con el Uno que se extrae del Otro. El Uno en más viene allí, dice Lacan, a amueblar la angustia de la A-cosa porque introduce al Otro que sustituye a la angustia desolada de la Cosa, pasaje de la inexistencia, el cero, a la existencia porque hay el al menos Uno. La angustia de la Cosa puede cubrirse por el Uno, también por el peluche, indicará Lacan, ese objeto transicional winnicottiano que es un paso previo a la constitución del plus y del que el niño se agarra ante la angustia que le provoca la desaparición del Otro primordial. Se agarra no como consuelo, sino como posibilidad de constitución del objeto de uso. Ese objeto transicional supone la operación de alineación, operación a su vez que se realiza a partir de la escritura. Cuando el Otro se fue, uno se aferra, dirá Eric Laurent [1], al propio carretel, para modelar la angustia de la A-cosa. Cuando el Otro ya no es el lugar donde se aliena, sino que se vuelve el desierto de la A-cosa, el sujeto se aferra al objeto a y la letra se vuelve litoral.

El resplandor es, entonces, la aparición del S1, huella que no representa nada, pero que a diferencia del desierto del Otro, del vacío de la A-cosa, introduce el agujero en la a-cosa que puede llenarse con el objeto plus. El S1 es una necesidad de estructura para que lo que habla se humanice, para que haya rastro humano.

Así como al comienzo distinguimos el desborde de angustia, del funcionamiento de la angustia como señal de lo real dentro del marco del fantasma, a nivel del susto, especifica Freud, se está a merced de lo que invade bruscamente, algo inesperado que irrumpe, algo que sorprende. En cambio en la angustia como señal hay algo que protege contra el susto. Es decir que a nivel del susto no está ni la función sujeto ni la angustia señal, el desvalimiento implica a un ser hablante sin recursos, sin el plus, sin semblante respecto de lo real y que en mucho casos se presentifica como la imposibilidad de estar solo, la necesidad imperiosa de la presencia del Otro para soportar la desolación del desierto de Siberia. La nada conduce a la angustia

Lo que aparece como pánico implica, lo que del goce no puede entrar en la contabilización del inconsciente y que Freud ya describiera en la crisis de angustia; el pánico de la Cosa es lo contrario al plus. El ataque de pánico es el desborde de angustia cuando no funciona la angustia como señal.

Para finalizar este primer apartado quiero señalar que en la dirección de la cura debemos evitar considerar a la angustia como un fenómeno patológico a eliminar o a diluir como lo encara el discurso médico, dado que la función de la angustia como bisagra indica la hiancia que separa el goce del deseo. Este fenómeno estructural y constitutivo se podrá dosificar cuando se extravía, pero es una brújula en la experiencia analítica, en tanto señal de la emergencia de la subjetividad y umbral del acto verdadero

 

Punto 2

En este apartado enumeraré algunas consideraciones para abrir la pregunta sobre si hay nuevas angustias y sus causas, si las hubiere.

Si consideramos que la angustia es referida inicialmente por Lacan al deseo del Otro y posteriormente a un acontecimiento de Real.

Si además tenemos en cuenta que la inexistencia del Otro hace que el goce recaiga sobre el sujeto.

Si contamos actualmente con el discurso de la ciencia y con la atmósfera permisiva después de la Segunda Guerra mundial.

Si los objetos de consumo gobiernan al sujeto convirtiéndolo en un proletario reducido a su cuerpo, anticipado por la tesis de Lacan" todos proletarios."

Si el sujeto debe hacerse cargo de sus vínculos sociales.

Si tenemos en cuenta la decadencia o caída del lugar del padre en nuestra cultura o al menos la nostalgia del padre o Vatersenhsucht de la que habla Freud

Si en Lacan se encuentra una crítica a adjudicar a esa caída la culpa de nuestros males, en tanto pone en cuestión el universal aristotélico.

Si como plantea el sociólogo Loïc Wacquant, hay un retorno de un autoritarismo palpable al haber un desplazamiento brutal del Estado de bienestar que intentaba paliar la miseria (entendida como falta de progreso) al Estado penal que la criminaliza.

Sí sabemos que al palidecer la culpa, aumenta la angustia frente a los goces actuales.

Si acordamos con todas estas afirmaciones, podemos preguntarnos si el discurso contemporáneo favorece o no la insatisfacción y la angustia y la relación de esa nueva forma de angustia, si la hay, con las nuevas formas del síntoma. Si la angustia, como índice de la presencia del sujeto, tiene el cariz particular de la época.

Estos, son a mi gusto, los interrogantes que están en el espíritu de estas jornadas. Tomar algunos de estos ejes nos obliga a la actualización de los conceptos ligados a nuestra práctica.

NOTAS

  1. Eric Laurent, Síntoma y nominación. Colección Diva, Buenos Aires, 2002.
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