Agosto 2004 • Año III
#10
Puntuaciones

El porvenir del Síntoma o El Síntoma como porvenir

Norah Pérez

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Lorena Cabrera

El futuro del psicoanálisis es analizado a la luz de la civilización actual, en contrapunto a los tratamientos afines a las neurociencias; destacando el lugar del síntoma en el porvenir del sujeto y del psicoanálisis.

Freud no vaciló en predecir una época en la que el efecto social de la indiscreción sería al mismo tiempo la imposibilidad del disimulo: "los enfermos, sabiendo que todas sus manifestaciones mórbidas son interpretadas inmediatamente por los otros, las disimularán".

En esta época las coordenadas son otras y la pregunta por el porvenir del síntoma nos concierne, cito: "entiendan que la pregunta que aquí indico es la de saber si el psicoanálisis existe. Es eso precisamente lo que está en juego. Pero, por otra parte, hay algo por lo cual él se afirma indiscutiblemente. El es síntoma del punto del tiempo al cual hemos arribado, digamos con esa palabra provisoria, que yo llamaría la civilización..."

 

El punto del tiempo al cual hemos arribado en la civilización...

¿Qué podemos leer en ese tiempo, desde el discurso psicoanalítico?, ¿cómo respondemos a estos nuevos desafíos del discurso científico, cuyos efectos aparecen en la vida cotidiana del psicoanalista?, ¿cuáles son las consecuencias subjetivas de las formas de regulación por el espectáculo?, ¿las psicoterapias, una cosmetología del yo que acompaña estas nuevas regulaciones?.

La regulación por el síntoma implica creer en él, creer que él dice algo, ¿cómo da cuenta de esta creencia en los tiempos actuales el psicoanálisis como práctica?

El poder "se dice", la voz planetarizada de la propaganda es un claro ejemplo de ello; el psicoanálisis "se escucha", ¿qué hace el psicoanalista de nuestra época con eso que escucha? "No basta con anunciar sin cesar la nueva de que la relación sexual es un callejón sin salida. Los psicoanalistas ya no son los sacerdotes de la castración..." señala E.Laurent en "Entre Transferencia y Repetición". Hay un no en juego que nos desafía a comparecer, de ahí es que podemos decir: ni los sacerdotes ni los ilotas de este régimen.

En el marco de éstas consideraciones, el síntoma como porvenir, plantea un horizonte inverso a lo ilusorio que sostiene religiosamente al Otro como garante de su porvenir.

En Freud encontramos el análisis de éste mecanismo del engaño, articulado a la religiosidad en el hombre, no en un sentido amplio sino in strictus sensu; caracterizándo se como la reacción que busca un auxilio para tapar la falta. Leemos en el Porvenir de una ilusión, "Los críticos persisten en declarar profundamente religiosos a aquellos hombres que han confesado ante el mundo su conciencia de la pequeñez y la impotencia humana aunque la esencia de la religiosidad no está en tal conciencia, sino en el paso siguiente, en la reacción que busca un auxilio contra ella".

Indudablemente hay muchas formas de alienarse y en ese aspecto la civilización ofrece objetos que sirven de exutorios a tales tendencias.

En este contexto me interesó pensar lo que por vía de la ilusión encontraría hoy en las neurociencias y en las psicoterapias, esos auxilios modernos que propician una relación asintomatizada con el inconsciente.

El uso de lenitivos de los cuales ya hablaba Freud en el Malestar en la Cultura, usufructúan el efecto de sugestión, que induce al individuo a una alienación estandarizada, que elude la responsabilidad del sujeto por su deseo, encontrando en la época una forma legitimada por el discurso científico. La complejidad del momento exhibe que cualquier objeto, termina siendo utilizado como señuelo, para inducir a los hombres a un consumo que obscenamente, pide más. La utilización del psicofármaco por parte de las neurociencias puede derivar en estos excesos, la utilización de la palabra también, cuando eso es legitimado por algunos en nombre del psicoanálisis.

Freud, en el párrafo final de su escrito El Porvenir de una ilusión, afirma lo siguiente: "No, nuestra ciencia no es una ilusión. En cambio sí lo sería creer que podemos obtener en otra cualquiera, lo que ella no nos puede dar".Lo contundente de este no, situaría como desviación ilusoria eso que obtenido ciegamente en otra parte, se instala en el lugar de lo que falta.

Esta es la desviación de la que participa la Ego Psichology, sin embargo, nada impide que se lo utilice también al psicoanálisis.

Abramos otra distinción esencial, tomando en cuenta el riesgo de una desviación, la oposición entre ser inducido y ser producido. Así ubicamos del lado del saber médico una tradición clínica y nosológica, ligada al furor curandis, es lo prescriptivo de un saber su recurso principal, no podría esperarse allí otra cosa.

La interrogación sobre los límites nos concierne, en la medida en que, con los últimos avances de las neurociencias, el discurso médico parece haberse amalgamado, entre otras cosas, sobre los descubrimientos del psicoanálisis. Rige en ésta mentalidad, la idea de un progreso superador del método analítico, de modo que son exhibidos algunos de los conceptos freudianos en un utilización banal de la palabra, viciada de impostura.

Así subvertida la regulación por el síntoma, éste queda catalogado como "Trastorno típico" y aplanado por una serie de tratamientos directivos, derivados de un diagnóstico que se decide en términos calculables (+/-) dentro del estándar, en donde midiendo porcentajes de sustancias químicas en sangre, encuentran lo buscado. Desde este criterio objetivable de eficacia, se cuestiona hoy la vía con la que operamos en psicoanálisis, la de subjetivación por el síntoma. Es inevitable que resuene aquí la pregunta que J.-A.Miller le formuló a Jean Pierre Changeux en el Hombre Neuronal, "Para usted, hablar, ¿es poner en marcha un cierto número de reacciones químicas? Otra: ¿Se le puede preguntar cómo eso que recibe como producto acabado, una palabra, moviliza algo químico?".

El criterio de eficacia de las neurociencias y sus psicoterapias hermanas en el ejercicio de un saber-poder, requiere de la condición de docilidad de un individuo, lo que la hace equiparable a la actitud del creyente religioso frente al sufrimiento, la sumisión incondicional como consuelo, constituyendo a un Otro garante, que interviene respondiendo a la demanda de dar el objeto específico, al modo de un Deux es machina que arregla ilusoriamente lo desarreglado, dejando esos lenitivos el saldo de una acumulación sin resto...

"El hombre ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis, -dice Freud en Más allá del principio de placer-, bastante magnífico cuando se coloca todos sus artefactos, pero éstos no crecen de su cuerpo...". "Tiene derecho a consolarse con la reflexión de que tiempos futuros traerán nuevos y quizás inconcebibles progresos en este terreno de la cultura, exaltando aún más la deificación del hombre".

En la actualidad la ciencia promete encontrar el porqué y así curar lo incurable, las psicoterapias parasitan en esa proliferación de los porqué, la alienación que a veces llega a los estragos, son los saldos verificables de estos instrumentos de goce.

En el discurso psicoanalítico liberar al fantasma de su porqué produce el efecto inverso, la separación que lleva a apropiarse de un deseo con la marca de lo singular.

"Allí donde el profano le pide a la ciencia un sustitutivo del abandonado catecismo, instala el fantasma en todas partes, la realidad transformada en fantasma, que es lo contrario al movimiento de su atravesamiento."

Sabemos a partir de Lacan, de una diferencia fundamental entre el ser inducido por el yo y el ser producido como sujeto del inconsciente, esta experiencia se instala con otro instrumento que hace de envés, El dispositivo analítico no tiene como horizonte la promesa, sino lo Real. De allí que es una operación a producir cada vez por vía de una función, vaciada de la persona, que sirviéndose de la pura combinatoria del lenguaje, sustrae por obra y gracia del equívoco, la consistencia de sentido, abriéndose así un nuevo horizonte exterior al lenguaje, el de un vacío; elidido y eludido como tal por las psicoterapias.

El lacanismo no es una religión, afirma Miller, "tenemos el no a la desviación de la Ego Psichology".

El analista hace una elección orientada por ese vacío, que cuenta, para Miller en el "Desencantamiento del Psicoanálisis", como un estado de vacuidad.

Concluimos: Sí como Freud precisa, la esencia de la religiosidad se evidencia en el paso siguiente a la confrontación con la falta, para un sujeto en análisis no se tratará de desembarazarse de la soledad subjetiva, sino de avanzar con ella en un nuevo lazo libidinal con el síntoma: caída las ilusiones, el síntoma como porvenir, para un sujeto y para el psicoanálisis.

NOTAS

  1. Sigmund Freud; O.Completas, Ed.Biblioteca Nueva, tercera Edición. Madrid. Capítulo CLIII: El porvenir de una ilusión.(pág.2961).
  2. Sigmund Freud,Idem.Capítulo CLVIII.El malestar en la cultura.(pág.3017).
  3. Jacques Lacan.Seminario XVI. De un Otro al otro.l969 (no publicado)
  4. Jacques Alain Miller; Tres conferencias Brasileñas sobre el Síntoma. Pub.El Síntoma charlatán. Textos reunidos por la Fundación del Campo Freudiano.l998.
  5. Jacques Alain Miller;Seminario sobre Política Lacaniana.Ed.Colección Diva.l999.
  6. Jacques Alain Miller,El Banquete de los Analistas.Ed.Paidós.2000.
  7. Jacques Alain Miller,"El desencantamiento del Psicoanálisis".Pub.Mediodicho Nº23.EOL.secc.Cba.2001.
  8. Eric Laurent,"Entre transferencia y repetición".Ed.Atuel-Anáfora.l994.
  9. Eric Laurent,"Las Paradojas de la Identificación". Colección Orientación Lacaniana.l999.EOL.Paidós.
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