Marzo 2004 • Año III
#9
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El psicoanálisis en la globalización

Manoel Barros da Motta

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José Antonio Berni
Autorretrato
Buenos Aires, 1998

Manuel Barros da Motta sitúa la pregunta por el lugar del psicoanálisis en el proceso de globalización actual.

A partir de las reflexiones de J.-A. Miller sobre la época, en "El desencanto del psicoanálisis", sitúa una oposición: por un lado, la época victoriana de Freud, y por otro , la actual, caracterizada por una permisividad extrema y lo que Lacan llama la "falta de vergüenza".

Por último, sitúa las tres etapas de la enseñanza de Lacan descriptas por Miller, para ubicar al psicoanálisis en la época de la globalización. En esta etapa, para el autor, el pase como dispositivo es aquello que el psicoanálisis puede oponer a la globalización, como inicio de una forma de pensar la afirmación de Lacan: "el inconciente es la política".

En El desencanto del psicoanálisis[1], retomando el trabajo que realizara con Eric Laurent en El Otro que no existe[2], Jacques Alain Miller sitúa el psicoanálisis en el contexto actual de la civilización, en el proceso de globalización que hoy lo engolfa.

Acentúa que Lacan formula, en el Reverso del psicoanálisis, una "nueva edición implícita" del Malestar en la cultura de Freud, después de haber realizado, en la Etica, una "edición explícita del Malestar". Es posible entonces, de la década del sesenta a la del setenta, tener una medida de la mudanza operada por Lacan. Algo de nuevo surge ahí, que dice respecto a las nuevas relaciones del sujeto con el goce.

En la Etica del psicoanálisis, J.-A. Miller destaca esta tesis de Lacan: "El movimiento en el cual es arrastrado el mundo en que vivimos promoviendo hasta sus últimas consecuencias la instalación del servicio de los bienes, implica una amputación, sacrificios, a saber, este estilo de puritanismo en la relación con el deseo que se instaló históricamente"[3]. De hecho, en 1960, el movimiento del capitalismo –que actualmente, en escala global parece no tener oposición- era ordenado por una ética y una práctica puritanas. Se trata evidentemente de una referencia a Max Weber, que ligaba la emergencia del capitalismo a una represión del goce, en el cual la práctica de la acumulación suponía no gozar.

Lo que va a aparecer en la variación que Lacan establece, en el Reverso, del tema desarrollado por Freud en el Malestar, dice J.-A. Miller, es el carácter sobrepasado del diagnóstico sobre el movimiento del mundo como marcado por el estilo puritano. En la actualidad, por el contrario, lo que marca el estilo nuevo es la permisividad, y lo difícil es la interdicción de interdictar, esto que, en su versión nacional, Caetano Veloso llamó: "Está prohibido prohibir". Se trata de un movimiento por el cual el capitalismo se separó del puritanismo. Lo que Lacan formuló enfáticamente, en el final de este Seminario de los años setenta: "No hay más vergüenza". Cuál es el estatuto del psicoanálisis cuando no hay más vergüenza, cuando el propio movimiento de la civilización tiende a disolverla?

Como nota J.-A. Miller, este es el debate fundamental de Lacan en su enseñanza: no con la Ego-psychology, sino con la civilización, en la medida en que ella abole la vergüenza. Debate con el curso de la globalización, con el utilitarismo de Bentham, con la extensión del panóptico –tal como aparece hoy en espectáculos que se generalizan, como el Big Brother en la TV- y con la extensión del impacto del American Symptom que tiende a globalizarse.

En el mundo actualmente globalizado, dominado por el discurso de la ciencia asociado al capital, la "etica" del capitalismo triunfó en todas partes, amenazando destruir la acción del psicoanálisis, por ejemplo con las psicoterapias de masa, de las cuales tenemos una versión bizarra en Brasil con pastores vestidos de terapeutas.

Podemos decir, con J.-A. Miller, que en los días de hoy, la ciudad homogénea desapareció. El resalta aún el proceso frente al cual tenemos que estar bien atentos: el hecho de que el propio Estado-Nación esta debilitado, abatido, y algunos llegan a profetizar su desaparición, en la medida que "muchas zonas escapen a la globalización"[4].

Es el propio psicoanálisis el que tiene que ser pensado, en la reflexión de J.-A. Miller, en el cuadro de la globalización. La orientación lacaniana se inscribe en este movimiento que toma en cuenta su encarnadura en las lenguas y en los países, atravesándolos, porque es translinguística. Así, tenemos una Escuela Brasilera, pero la responsabilidad del psicoanalista Lacan la coloca en el mundo, y tenemos entonces una Asociación Mundial.

Aunque el concepto de globalización sea insuficiente, como dice J.-A. Miller, él provee una referencia más precisa que el de ciudad o polis. El espacio del mundo globalizado es aquél en que nada más está en su lugar, en que hubo para el mitsein, como dice Heidegger, un desarraigo completo de las masas. No hay sólo decadencia de las jerarquías: la propia idea de lugar se perdió. Se perdieron completamente las referencias. En este sentido, la idea misma de falta, causa de deseo, desaparece, como si hubiese sido superada.

J.-A. Miller menciona una broma de Lacan que explica un aspecto importante de nuestro estado: sin la reina Victoria, Freud no hubiera existido; ella era la causa de Freud, desde el punto de vista histórico. Esta broma tiene un fondo de verdad, esto es, el psicoanálisis estaba ligado en su nacimiento a la sociedad moralista, disciplinaria. Además, como sabemos, la sociedad para la cual la reina Victoria es un emblema, un blasón, portaba en sí prohibiciones fuertes, interdicciones severas, principalmente en el dominio de la sexualidad. En contraposición a la época victoriana, en la contemporaneidad, tal como recuerda J.A. Miller, vemos la banalización de espectáculos sexuales, la exposición de lo que sería íntimo, con la proliferación de filmes pornográficos y de narrativas sobre aventuras sexuales. Si es verdad que además de la reina Victoria, existió Catalina II de Rusia –en el siglo de las Luces, es verdad- hoy triunfan experiencias u obras como las de Catherine Millet, que de otro modo describe en su libro algunas experiencias en Brasil.

Todos los conceptos de Freud: el freno, la represión, la función de la censura, etc., están marcados por la época de la disciplina dominante. De este modo, si la obra de Freud y de Marx pudieron ser acopladas –si surgió el freudo-marxismo, de Marcuse y de Reich- eso se dio, sin duda, gracias a su doble dependencia en relación al dispositivo de la disciplina. No fue por casualidad que Michel Foucault criticó la hipótesis represiva para definir el poder sobre el sexo, sustituyéndola por un dispositivo de sexualidad que permitía situar la emergencia de los discursos sobre el sexo. El ironiza el himno "franciscano" sobre la liberación sexual.

J.-A. Miller describe la época lacaniana del psicoanálisis a partir de Michael Hardt y Antonio Negri en el libro Imperio: "En este período de crisis de los años 60 y 70, la expansión de la protección social y la universalización de la disciplina, al mismo tiempo en los países dominantes y en los países subordinados, crearon un nuevo margen de libertad para la multitud trabajadora. En otras palabras, los trabajadores utilizaron la era disciplinaria a fin de extender los poderes sociales del trabajo, aumentar el valor de la mano de obra, etc."[5]. La etapa actual de lo que ellos llaman Imperio no procede más por la prohibición y la represión, tornando problemática la idea de liberación o de revolución.

Lacan pensó inicialmente el psicoanálisis en la época disciplinaria, pero anticipó tambien el psicoanálisis en la época llamada imperial. Tres momentos, tres etapas pueden ser citadas, según la periodización original, propuesta por J.-A. Miller.

El primer Lacan, el de la época disciplinaria, "formalizó el inconciente a partir del algoritmo saussuriano del signo, dio una estructura formal unificante al Edipo, al mecanismo de castración y a la represiòn, a través de la elaboración de los conceptos de Nombre del Padre y de metáfora" [6]. Y tambien la libido por los conceptos de deseo y de metonimia. Esta formulación posee un enunciado fundamental: el inconciente está estructurado como un lenguaje. Esa versión de Freud fue, además, acompañada por la propuesta de un retorno a Freud, al tranchant del descubrimiento freudiano, aquello que Lacan llamó "su diamante de subversión".

En la segunda fase de la enseñanza de Lacan, considerada por Jacques-Alain Miller como de transición, se opera una subversión de Freud. En la primera fase de su enseñanza, hay una función disciplinaria central: la instancia paterna, el Nombre del Padre. En este segundo momento, Lacan subvierte el Nombre del Padre por una pluralización. Hay todavía otra transformación: la operación de represión no es más atribuida a la interdicción paterna, a la acción del padre, sino a la propia acción del lenguaje. Lacan introduce una vuelta más, decisiva para el problema que nos interesa aquí, en la medida que él subvierte el concepto de deseo por el de goce. El concepto de goce pasa a tener un papel decisivo en la conceptualización lacaniana. Ahora, en vez de resaltar la falta, Lacan va a enfatizar lo que llena la falta. J.-A. Miller acentúa que es en este contexto que Lacan introduce su concepto de objeto pequeño a. Importa más ahora, en el momento, lo que viene a tapar la falta.

Está, por fin, el tercer Lacan, o la fase de su enseñanza que Jacques-Alain Miller llamó “la última enseñanza”, cuya elaboración cubre la década del 70, la misma además en la que Michel Foucault publicó Vigilar y castigar y construyó el concepto de sociedad disciplinaria (o sociedad de dominio, según la traducción. Nota del traductor). El concepto fundamental de esta tercera fase es el del goce–plus de goce en la medida en que él no tiene contrario. Antes de esta nueva definición y formalizacion, el concepto de goce estaba en tensión con el significante mortífero. Desde el punto de vista del significante, se decía que el sujeto estaba muerto y el goce estaba interdicto a quien habla. Ahora, el propio lenguaje se torna aparato de goce. Ahora, el significante es un operador de goce. En el psicoanálisis habíamos aprendido a oponer el goce al placer. En la nueva formalización de Lacan no existe esta oposición placer-goce, ella se disuelve. El placer se transforma en un régimen de goce.

En la última fase, los conceptos heredados de la lingüística estructuralista cederán lugar a un novo organon, todavía de base freudiana, pulsional, que fuera dejada de lado por la lectura estructuralista inicial. Lacan piensa ahora al nivel de la pulsión. De modo contrario al deseo, la pulsión no está articulada a una defensa. El la resumió en una fórmula, en un aforismo de Televisión: “el sujeto es feliz”, que J.-A. Miller nos explicó. Al nivel de la pulsión, el sujeto está siempre feliz. Es un axioma: la pulsión siempre se satisface, “de forma directa, indirectamente, de manera económica, dolorosa o agradable”[7]. Esta tesis corresponde a la salida de la época disciplinaria, organizada a partir del interdicto y de la transgresión. Ahora sólo hay arreglos, modos de goce; no hay más exterior. Es en ese proceso que se evoca el avance del hegemon americano. El sentimiento que aparece es que no existe más exterior.

Como dice J.-A. Miller, la sociedad de dominio, pensada en el texto Imperio a partir de la lectura deleuziana de Foucault, supone la salida del régimen de dominio y su sustitución por el régimen de control. De cualquier forma los sujetos están en una relacion de exterioridad con los aparatos y los dispositivos que los dominan. El poder disciplinario se apoya en los siguientes aparatos: la prisión, la usina, el asilo, el cuartel, el hospital y la escuela. Foucault traza la genealogía de estos aparatos en el antiguo régimen, pero el poder disciplinario es constitutivo de las relaciones de poder del capitalismo. Entretanto, faltaba a su análisis un elemento del mecanismo de las formas de subjetivación. Este régimen externo podía valer para un período antiguo, que estaba en vías de cambiar. En la época actual, los mecanismos de dominación son interiorizados, porque la sociedad capitalista se orientó hacia una sociedad de comunicación o información, y difundió de manera más plástica, móvil, esquiva, la dominación. Lo que existe son redes en que el dominio no es más exterior, lo que Negri llama alineación autónoma, porque no es más una dominación externa. Jacques Alain Miller propone llamarla dominación éxtima, la que opera en lo más íntimo de la subjetividad. El pregunta entonces: cómo queda el tratamiento analítico en la época de la globalización?- una vez que las tres fases que distinguimos en la enseñanza de Lacan se encuentran en la práctica y en la dirección del tratamiento.

En la primera fase, el análisis era concebido como un tratamiento diverso del tratamiento médico. El era ordenado teniendo en vista un ideal de madurez y una norma de la personalidad. Lacan llegaba a hablar de “una realización efectiva del Edipo y de la castración”. Incluso cuando Lacan habla de desidentificación fálica, Jacques-Alain Miller dice que hay claramente un ideal y una norma operando, más que bajo un régimen de contestación y de rechazo.

En un segundo momento se realiza una total desmedicalización del tratamiento: el análisis pasa a ser entendido como una experiencia, como “el lugar de una mutación subjetiva, fundamental”. Por otro lado, fue el lado médico del tratamiento analítico que hizo que éste fuera subsumido por las psicoterapias en los EUA. Lacan resaltó el aspecto de mutación subjetiva en el análisis e insistió en la producción de un nuevo sujeto, de una subjetividad nueva. Esto se cristalizó y tomó formas institucionales, en el campo freudiano, con el dispositivo del pase pensado como una forma de transgresión. Esta transgresión fue pensada sobre la forma de la travesía del fantasma.

La tercera fase, que según J.-A. Miller es propia a la época de la globalización –aquella que se desprende de los Autres Ecrits- concierne al pase como una historia, que se inscribe en un conjunto de matemas. Jacques-Alain Miller, que llevó a las últimas consecuencias el pase, recuerda que en el Campo Freudiano los testimonios del pase fueron presentados delante de millares de personas en Encuentros Internacionales.

El psicoanálisis en la globalización fue el leitmotif que moduló las 10 reflexiones de Jacques-Alain Miller sobre el destino del psicoanálisis presentadas en el Curso de 2001-2. Esta perspectiva muy amplia fue acompañada de una reflexión extremadamente importante sobre esa afirmación de Lacan, a la cual será preciso volver: “el inconciente es la política...”

NOTAS

  1. Miller, J.-A., Cf últimas lecciones del Cours de Orientation lacanienne III, 4, 2001-02, Inédito.
  2. Miller, J.-A. Laurent. E., Cours de Orientation lacanienne 1995-1996 - L´Autre qui n´existe pas et ses comités d´éthique. Inédito.
  3. Lacan, J., Le Séminaire, livre VII: l´éthique de la psychanalyse, Éditions du Seuil, Paris, 1986, págs. 350-351.
  4. Miller, J.-A., Cf Cours de Orientation lacanienne III, 4, 2001-02, lição XVII, pág. 246.
  5. Negri, A. y Hardt, M., Império, Editora Record, Rio de Janeiro e São Paulo 2001.
  6. Miller, J.-A., El desencanto del psicoanálisis, op, cit., pág. 245.
  7. Miller, J.-A., El desencanto del psicoanálisis, op, cit., pág. 245.
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