Julio 2003 • Año II
#8
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Reality Show

Diana Wolodarsky

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Resonancia
Madera, metal, ceramica, pintura.
Diana Chorne

Frente al malestar de la época, el discurso psicoanalítico funda su aplicación en el intento de que se llegue a producir, para cada sujeto, la singularidad de su posición subjetiva, como única herramienta de la responsabilidad de su acción.

Otros discursos, en cambio, como los que sustentan la proliferación de las series salvadoras, proponen la implantación de un Otro que podría ofrecer la solución universal. Por ello, el Reality puede ubicarse como un fenómeno más, donde el sujeto “paga el precio de ser reducido a la condición de objeto, como un producto más de consumo del mercado”.

Reality show o el show de la realidad.

Cuando Freud pensó las coordenadas del psicoanálisis para operar con el inconsciente, encontró algunos puntos de impasse, entre ellos, uno fundamental: qué valor de verdad asignarle a los hechos de la realidad.

A partir de la ineficacia de la hipnosis, en términos de curación, buscó otras maneras de acceder al inconsciente y de operar eficazmente en él: entendió que el afán por capturarel hecho exacto no aseguraba el levantamiento del síntoma y si lo hacía, era absolutamente fugaz.

Así fue que comenzó a interesarle el valor ‘ficcional’ de las versiones que cada cual daba de lo vivido: oponiendo al valor de la exactitud el valor del relato.

Concluyó, que la verdad no se correspondía con la realidad. Por lo tanto, se podían tener tantas versiones como sujetos habían sido testigos o partícipes de lo acontecido: de una ‘misma y única’ situación se podían considerar una ‘multiplicidad’ de versiones.

De esta manera, la noción deverdad pasó a constituirse del lado de la ficción. Era por medio de la ficción que un sujeto podía acceder a orientarse, a saber respecto de su deseo. Hay que considerar, entonces, una articulación entre: ficción – saber – deseo.

De allí proviene una de las proposiciones que Lacan mantiene a lo largo de su enseñanza: la verdad tiene estructura de ficción.

Sabemos que, si algo diferencia al hombre de la especie animal es la capacidad de operar una respuesta simbólica.

El instinto supone una vía directa hacia un objeto que provee satisfacción. Un animal tiene hambre, devora a otro y no ha cometido ningún delito, tiene una necesidad sexual, da los rodeos necesarios propios de su especie para obtener su satisfacción y no ha cometido ningún abuso: hay una correspondencia punto a punto entre sujeto y objeto, una absoluta adecuación.

Por su parte, el usode los símbolos es lo que posibilita a los hombres hacer un lazo social, relacionarse por medio de símbolos, los cuales cumplen una función de mediación.

Los sujetos de la palabra no disponen de una vía directa al objeto de satisfacción, sino, que alcanzan una solución a la inadecuación valiéndose del uso de significantes.

El peso de los ideales no está exento de esta movida, ya que, es por conformar el ideal que el sujeto en cuestión se debate (cuando lo hace) entre, renunciara la tan ansiada satisfacción pulsional o dar rienda suelta a su goce.

Freud ubica en esa perspectiva la instancia del superyó: el carácter moral que invita a la restricción para obtener una compensación del lado del amor y del apaciguamiento de la culpa. El amor y la culpa - no olvidemos la vergüenza-, maneras civilizadas de tratar el goce.

El malestar de la época freudiana se enmarcaba en una referencia cultural muy diferente a la de nuestros días, encontramos cierta perduración de aquella en las formas actuales: los ataques de pánico son equiparables a las manifestaciones de los grandes ataques de angustia, las anorexias, las bulimias, las adicciones son nombres actuales de conflictos respecto del deseo. Todas manifestaciones que nombran, de un modo ‘generalizado’, las formas en que los sujetos responden al malestar de la época.

Las coordenadas actuales se ordenan alrededor del significante ‘globalización’, hallamos respuestas ‘generalizadas’ al malestar. Es una lógica del ‘para-todos’ que apunta a sustituir lo singular por lo general, excluyendo la diferencia y generando la cultura de la segregación.

Tomo estos signos de uniformización, como uno de los mayores y graves problemas de la época actual.

La ciencia y la tecnología, sostenidas por los aparatos ideológicos dominantes en nuestra época consolidan progresivamente la sustitución de la singularidad por la generalidad, alimentando la promesa de remedios universales: así las categorías fundadas por el psicoanálisis intentan suplantarse por números y siglas con atributos tipificados, estandarizados en la serie de los DSM, figuras salvadoras como el Prozac, propios de esa lógica del para – todos. El psicoanálisis, por su parte, intenta que cada sujeto construya su respuesta, ubicando en el lugar del malestar una pregunta por su implicancia en él.

Son dos discursos netamente diferenciados: en el primero, hay un Otro que sabe y ofrece la solución para todos igual, en el segundo, alcanzar una solución no es sin resolver el enigma singular, diferente en cada sujeto.

Los paradigmas de la cultura y de la sociedad han variado en este último siglo y asistimos a manifestaciones que no se ordenan ya en torno a un Ideal, sino, en torno a lo que se ha dado en llamar, ‘la caída de los ideales’ o la ‘declinación de los ideales’, asociados a la pérdida de referencias éticas.

Por todo esto, entiendo que el fenómeno mundial del Reality es necesario leerlo en el marco de la globalización reinante: de la tendencia a la uniformidad y a la urgencia de eliminar, suprimir toda marca de la diferencia, de la singularidad.

No me detendré en las formas particulares que pueden tomar los Reality: si la convivencia de un grupo de jóvenes ‘modelos’ seleccionados, si un concurso de supervivencia, si un acceso al triunfo, la disputa de parejas o triángulos, de padres e hijos, de suegras y yernos etc.

El rasgo común es el mostrarse, el hacerse ver, la escenificación: allí donde la palabra ‘es’ la escena, consecuencia de uno de los cambios de paradigma de nuestra época: la ‘degradación’ del valor de la palabra y la ‘sobreestimación’ de la escena.

La que solo cobra sentido a partir de que haya millones de ‘terceros’ que se presten a verla.

El Reality puede inscribirse como un nuevo gadget de la época: un objeto más de consumo ofrecido en el mercado para saturar el vacío de existir. Puede ubicarse en la misma serie que los objetos hipnóticos ofrecidos por la ciencia y la tecnología: aquellos que no ofrecen preguntas sino respuestas.

Del mismo modo, la línea divisoria entre lo privado y lo público se desdibuja y se pasa de un lado al otro no sin cierto grado de obscenidad.

Ejemplo cotidiano es el uso de la privacidad en la política: qué candidato no exhibe, en distintos grados, su privacidad como un símbolo de autenticidad y confiabilidad: la autenticidad sin velos viene al lugar de la ética, cuanto más auténtico más creíble.

La sociedad toda convertida en un gran ojo, ávida por devorarlo todo, nada se pierde todo es capturable...y los capturados son quienes miran. Como decía el poeta: les señalo la luna y los tontos se quedan fascinados mirando el dedo.

Toda esta filosofía del espectáculo va de la mano de hacer creer que existe un objeto adecuado para cada satisfacción.

Es casi inevitable no hacer referencia al conocido film, The Truman Show. Una de las más agudas puestas en escena de lo que Lacan resumió al decir: ‘somos seres mirados en el espectáculo del mundo’. Es ese aspecto de tromp - oeil que tienen algunos cuadros: creyendo que somos quienes miran, somos en verdad mirados, atrapados, adormilados en el campo de la imagen. Sujetos ilusionados por capturar lo imposible de atrapar de un objeto siempre en fuga.

Sin embargo, el avance de los medios de comunicación nos permite tener la ilusión de ser testigos presenciales de bombardeos, atentados y demás desgracias en el mismo instante en que están aconteciendo, y volver a vivenciarlas, tantas veces como nuestro morbo así lo exija, con sólo apretar el botón de ‘repetir’.

La ausencia de pudor, según el amo que comande la escena, nos captura siendo llevados hipnóticamente a ser parte de la escena misma.

Encuentro en esta espectacularización de la realidad cierto matiz vecino a la pornografía. En ella, el ojo trata de captar lo real del sexo que escapa a la posibilidad de simbolización, a diferencia del erotismo, que presenta la sexualidad en términos de bordeamientos alusivos: en el film, La profesora de piano, el amante cae seducido ante el recorte de piel que asoma por el agujero de una media, y es alrededor de ese recorte que se enciende la pasión. Es en ese pequeño trozo de piel que se ofrece a la visión, escapando del resto del cuerpo totalmente cubierto, alrededor del cual se organiza la libido amorosa, en contraste con el dar todo a ver, propio de la pornografía.

Para concluir, resulta curioso el valor particular del término ‘nominación’, propio de los Reality, por medio del cual estos sujetos aspiran extraerse de la generalidad. Efecto tromp-oeil, por el cual el sujeto, creyendo alcanzar un nombre propio, paga el precio de ser reducido a la condición de objeto, un producto más de consumo del mercado.

Lic. Diana Wolodarsky (psicoanalista)

Trabajo presentado en la Biblioteca Nacional, en abril del 2002. Ciclo: El Psiconálisis en la ciudad, coordinado por Silvia Ons.

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