Mayo 2002 • Año II
#5
Pase

La apuesta del pase

Florencia Dassen

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Martin G. Larralde
S/titulo
Oleo s/ tela
1.51m x 1.77m
1997

Dassen enseña en esta transmisión, cual es la prueba que un analizante debe pasar cuando se dispone a jugar la apuesta de confianza, en el dispositivo del pase, inventado por Lacan. Más allá del resultado de la nominación, el resultado de ese 'salto' marca un antes y un después, razón por la cual se puede hablar de “post-pase”.

El nuevo lazo a la comunidad es definido en su experiencia como AE, como el encuentro con lo desconocido con lo colectivo de la comunidad del psicoanálisis.

Lo fallido, presente tanto en la nominación como en la no-nominación, garantiza la imposibilidad que los AE formen casta: le quita a la nominación el peso de absoluto. Dassen da así, una nueva vuelta a la serie testimonial que ya viene ofreciendo a la comunidad desde hace varios años, resaltando el valor del nombre propio: “Es preciso que el nombre propio, en el sentido de un síntoma singular, sea el que porte esa nominación, y no a la inversa, que la nominación lo porte a él”.

Parto de una audacia, que es la de creer que se sabe lo que es el pase, el pasaje por el dispositivo del pase. El “ya sabido” que pesa sobre este procedimiento en nuestra comunidad, creo, de ningún modo lo obtura, como podría a primera vista suponerse. Cualquier presuposición que el pasante pueda hacerse del pase tiene el valor sólo de una idea, incluso cargada de idealidad, sin embargo es una idea necesaria, en tanto es preciso confiar en ella para poder avanzar. La prueba necesita de esta suposición sobre todo para comenzar, la confianza de que hubo un fin de análisis que se desea transmitir.

Lo curioso de la prueba es que para el pasante ésta sucede en el estar ocupado en probarla, y cuando la prueba termina para él, es decir, cuando terminan las entrevistas con los pasadores, la paradoja es que la prueba no existe, lo único que existe, lo único que cobra cuerpo, es el testimonio, y porque deja de existir esta prueba hace falta el tercer término, el Cartel del pase, donde se reintroduce un nuevo momento de prueba. Dicho de otro modo: el pasante tiene por supuesto que la prueba en que consiste el pase es, y entonces comienza por allí, confiando en ella, en lo que no va a ser. La demanda de pase inaugura de este modo un salto, algo queda lanzado desde ese instante: el pasante a partir de ese acto se ve empujado a un más allá de él mismo, un más allá orientado desde su comienzo por la confianza en la prueba, y también por un gusto por lo desconocido, por lo nuevo que se abre a partir de esa experiencia. Cualquiera sea el resultado de la demanda de pase, lo acontecido en dicho pasaje es pasado, inmutable, y deja la impronta de un antes y un después, que en este sentido permitiría hablar del “post-pase”.

En mi experiencia el peso de lo desconocido fue y sigue siendo la característica del nuevo lazo constituido después del pase con lo colectivo de una comunidad de psicoanálisis. La relación con la comunidad estuvo signada desde un comienzo por tanteos y choques que poco a poco se fueron configurando en problemas y preguntas, acercándose hoy quizás a una experiencia, la de la Escuela. El pasaje de ser una analizada a ser una pasante se llama, en mi caso, un salto, en el sentido más llano de la palabra. Saltar no es caminar; no hubo en mi pase un paso a paso, como tampoco hubo una diferencia absoluta, pero como los hechos no tienen el peso de una verificación, la existencia de una nominación apareció por un salto. Esto no es ajeno al psicoanálisis: siempre hay un hiato entre la elaboración de un testimonio de pase y su resultado, marcado por las condiciones de verificabilidad del psicoanálisis mismo.

Aun en el caso de una nominación de AE, ésta no nombra todo, no determina qué rasgo es analítico y qué rasgo no lo es, simplemente dice “hay algo del analista que ha podido verificarse”; pero entre aquello que empujó a la verificación y la efectuación de la decisión, ya sea la de nominación u otra, algo siempre quedará enigmático, entrelíneas, indecible, no hay alivio en este punto para los analistas, la del riesgo del ejercicio de la interpretación, y sus consecuencias. Entre lo real del saber inconsciente y una fórmula transmisible de eso mismo, que enseñe a los demás, hay un hiato, y entonces no puede haber otra cosa que apuesta, algo que es índice de un forzamiento, una desmesura, una desproporción entre aquello con lo que contamos, y a lo que el acto nos hace acceder. Como consecuencia, aún la verificación para un cartel del pase que resulte en una nominación de AE será fallida, desde que no se puede coincidir con lo real mismo, y demás está agregar que la no nominación también es fallida y que en este y en todo otro sentido, también es una apuesta. Si no hubiera falla y apuesta estaría bien que los AE hicieran casta, en tanto podrían constituirse en un conjunto que definiera lo que es un analista. Y negar que hay apuesta y falla en la no nominación es incluso favorecer la posibilidad de condenar a los no nominados a un estado de existencia que no es tal.

Decir que no hay una nominación que pueda nombrar todo es importante porque tiene consecuencias en lo real de su funcionamiento en la comunidad: le quita a la nominación el peso de absoluto. El espejismo se produce en la creencia de que porque alguien hizo el pase y fue nominado, ese hecho mismo vale como verificación, como si lo que la nominación nominara fuera tan palpable y sensible. El uso posible de la nominación como si fuera un pattern, se sostiene en dicha creencia. Es preciso que el nombre propio, en el sentido de un síntoma singular, sea el que porte esa nominación, y no a la inversa, que la nominación lo porte a él. Se dice que no hay nominación vacía sino sólo síntomas singulares, y sin embargo el nominado puede vaciar su propia nominación volviéndola un mero título y llevando incluso a la comunidad a que la use de ese modo vacío. No cesamos de decir que el tratamiento de lo real que implica el psicoanálisis, implica el uno por uno, la excepción que no hace conjunto, a veces me pregunto porqué hace falta que lo repitamos tanto, y concluyo, que por más que el pase no es suficiente, lo real siempre tiende a su propio desconocimiento. Hacer un uso de los grados en nuestra Escuela, incluso de la de AE, cual si fuera un pattern, es significar un título, por lo tanto desconocer lo real en juego.

Lo que justifica la existencia del pase es precisamente que el psicoanalista siempre está obligado a dar sus razones, ya que la gracia de la evidencia no lo acompaña; lo único que lo acompaña es el abuso de la suposición. El psicoanalista da sus razones; en el caso de la clínica razones de su acto, y en el caso del pase razones del modo en que su ser se cruzó con algún problema del psicoanálisis.

 

2. Del pase por el dispositivo, al pase a la comunidad: dos tiempos, dos lugares

Hay dos grandes momentos en el testimoniar para el que resultó nominado AE, uno ante los pasadores, y otro, plural, ante la comunidad. La experiencia de decir ante los pasadores tuvo en mi caso un doble valor, el de agotar algunos recorridos, y el de dejar otros en suspenso, sencillamente porque que en ese momento eran desconocidos para mí, o sea, porque el peso de mi decir estaba orientado por lo que yo consideraba concluido, y lo que aún me faltaba recorrer eran los trayectos del síntoma uno de los cuales es sin duda, el de la enseñanza, la responsabilidad con los otros, un advenimiento ético, inédito en mi relación con el psicoanálisis hasta el momento de la nominación: segundo tiempo, el del testimonio a la comunidad. La condición de analizancia ya no como analizante, sino como pasante y luego AE, es un nuevo uso de la palabra, que lleva a un desplazamiento de la responsabilidad. Antes del pase la responsabilidad con mi propio caso era con el saber inconsciente en sus efectos en mi vida y en mi práctica. Lo que se desplazó a partir de la demanda de pase es la responsabilidad con el inconsciente, que implica algo más: el de hacer de ese saber algo común de una comunidad concernida por el psicoanálisis, es éste el que deviene un nuevo partenaire. Un analizado que considera que algo de su vida es pasible de ser pasado por la teoría del psicoanálisis, es ya un pasante. La transmisión que enseñe será aquella que toque algún punto de la teoría, esto es lo único que hace que lo singular del AE ya no hable de él mismo sino de un punto elevado a una fórmula transmisible que concierna al psicoanálisis. Y cuanto más transmita lo que de no- común hay en él, lo que más resistencia haga a verse arrastrado por la corriente de contagio institucional, más cerca estará del corazón del pase, es decir de lo que toque la creencia que tenemos de que un nombre de analista, un síntoma en función de analista, no es un nombre común, sino un nombre que autentifica la marca de un saber inconsciente. Así lo que enseña de un AE para mí es aquello que se presta a hacer objeción a lo que se impone del saber a veces ya dogmatizado en nuestra comunidad y por lo tanto estorba la transmisión. Las variaciones del testimonio a los pasadores y a la comunidad, serán las que cada AE considere necesarias o convenientes para su transmisión. En mi caso yo tomé una decisión muy simple, consideré que lo que dijera a la comunidad debía ofrecer la posibilidad de que cada uno pudiera captar de mis dichos las huellas de mi fidelidad al inconsciente, la de la inclusión de mi caso en los impasses posibles de la clínica de la histeria y una solución alcanzada, y captar de qué modo la nueva posición se impuso como una más responsable que la heroica.

La prueba de verificación del pasante que resulta nominado AE por el cartel, lejos de ser la última, es la primera de un largo recorrido. Aunque la comunidad no es un jurado, es sí el partenaire que hace posible que el AE se vea obligado a tematizar algo que no lo estaba antes. Por eso el AE debe deponerse frente a la comunidad, al reconocerla como el nuevo partenaire que en su alteridad constituye un jugador fundamental de esta partida. El AE no es su propia razón de ser, es más bien un nombre que lleva en sí la imposibilidad de desentenderse de la E, la letra E, la Escuela, una apuesta sin reposo.

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