Agosto 2018 • Año XVII
#35
Lecturas de lo contemporáneo / Actualidad de la clínica

Violencias contemporáneas

Mirta Berkoff

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"Sin título"
Dibujo, 2017.
Pablo Flaiszman

Atacar lo más íntimo

Todo sujeto es extraño a su ser más íntimo. Eso mío que anida en el Otro, ese manojo de goce que me pertenece, pero no está en mí puede ser lo más familiar que encuentre en el Otro, pero también lo más extraño. Fuente de mi amor y de mi odio.

Ese resto inasimilable del cual hago al Otro portador puede suscitar mi rechazo, ésta es la base del fenómeno de violencia. Goce del cuerpo desanudado de lo simbólico en donde, al desfallecer la palabra, se golpea en el Otro lo inadmisible de la propia existencia.

Vivimos una época irónica, el ataque al Otro es sin causa y sin razón y muestra la dificultad que tiene el sujeto para inscribirse en un discurso que le permita tratar ese resto ineliminable.

 

El hermano intruso

En Pegan a un niño[1] S. Freud destaca que este fantasma es respuesta al desamparo subjetivo producido por la aparición del rival. Al nacer un hermano el niño se ve destronado, caído del lugar que tenía y que lo hacía creer ser alguien en la familia.

El hermano funciona como un intruso que precipita al niño de la cima de su omnipotencia. Allí el sujeto se capta en su desaparición, se queda sin recursos simbólicos, Hilflosigkeit freudiana. Al perder su lugar se enfrenta al vacío donde no tiene ninguna representación posible en la lengua. No hay en el Otro ningún significante que pueda responder por lo que es.

La aparición del hermano en la relación familiar tiene el estatuto de una intrusión cuando deja de ser el simple semejante en el que poder reflejarse. Se hace presente en él esa porción refractaria a la identificación que habita tanto en él como en el sujeto y es inasimilable.

El semejante como intruso es altamente inquietante, es lo más familiar pero lo más extraño. S. Freud lo llamó unheimlich. El hermano que me desaloja hace presente mi propia alteridad, mi propia desaparición.

 

La segregación de lo diferente

La respuesta del sujeto ante la intrusión de lo distinto en lo semejante es la segregación. Se excluye lo que inquieta, que no es más que el propio goce alojado en el Otro, lo que resta de la Cosa en el Otro.

S. Freud en Psicología del colegial[2] dice: "Nuestros compañeros de colegio son los sucesores de hermanos y hermanas". A partir de aquí es fácil ver que la rivalidad fraternal y su complejo de intrusión se pueden desplazar.

El compañero aparece siendo portador de ese goce indecible que ha sido excluido. Es segregado porque su goce es perturbador. Se golpea en él lo segregado por estructura. Ataco en mi compañero a mi ser más íntimo, mi kakòn. Lo que se juega allí no es sólo la agresividad imaginaria que se dirige al semejante sino algo tan complejo como la segregación.

En la injuria del llamado bullying se ataca al Otro en su ser. Se lo humilla. Se apunta en el compañero, que funciona como un hermano intruso, a lo indecible del propio goce, a "lo que no se ha podido integrar de la propia alteridad en la imagen narcisista y unitaria del yo".[3]

En este punto no es posible amar al compañero, al Otro, como a uno mismo porque no estamos a nivel del narcisismo, el corazón de uno mismo es el goce y eso no tiene nada de amable.

J. Lacan en El Seminario 17 dice: "sólo conozco un origen de la fraternidad -quiero decir la humana, de nuevo el humus-, es la segregación".[4]

 

Violencias contemporáneas

Estamos viviendo una contemporaneidad irónica que descree del lazo social, que deja por fuera al Otro. No hay significante digno que sostenga un discurso. Lo que vincula a los sujetos es una relación directa con el goce en una lógica sin líder. Ya lo planteaba Lacan cuando proponía un nuevo régimen de vínculo social, a partir del fantasma y ya no a partir de la identificación al Ideal.

El desarraigo actual del sujeto de lo simbólico lo retrotrae al punto de su desaparición, al tiempo del fantasma en donde el sujeto se enfrenta al vacío sin representación. Es en ese punto en el que el sujeto no puede inscribirse en ningún enunciado del Otro que sólo ex-siste entre líneas, como dice Éric Laurent,[5] punto donde ubica el grito del sujeto, antes del surgimiento del objeto a y la articulación del sujeto con el goce.

Desde ese vacío la violencia es muda, irrumpe como fenómeno de cuerpo desabonada de la articulación fantasmática. La pulsión no se sustituye se satisface como pulsión de muerte bajo el modo de la tendencia a la agresión que Lacan diferencia de la intención de agresión.

Cuando la pulsión se domestica, en un segundo tiempo, se liga a los goces del fantasma por su captura en un montaje. El cuerpo ya goza a través de los objetos a.

A este nivel la violencia puede articularse en una demanda de amor. En el bullying, por ejemplo, se puede escuchar un mensaje en la violencia planeada, intencionada. Víctima, victimario y testigos inmersos en una escena de fustigación reclamando el amor del padre.

Sin embargo, en la época del triunfo de las pulsiones, la pulsión vence desatada. Cuando no hay amarre al significante, el cuerpo goza sin inscripción en el Otro. Nos encontramos con la aparición de una violencia desarticulada de cualquier enunciado, sin causa y sin razón. Puro afán de destrucción.

Esa violencia a nivel de un puro acontecimiento de cuerpo puede ser fuente de un nuevo tipo de identificación. Lo insólito es que aquello refractario a la identificación por haber sido inasimilable, por haber quedado fuera del espejo del Otro, sea hoy el punto de real desde donde se produce la identificación. Nuevo lazo de la identificación con la pulsión que crea un nuevo tipo de vínculo social.

La pandilla, como propone J.-A. Miller[6], puede dar lugar a la ilusión de un posible goce del cuerpo del Otro que se deposita en el grupo.

Siguiendo a Miquel Bassols[7] podríamos llamar a esta identificación con un nuevo nombre: avatar ya que se produce directamente a nivel del goce y es tan contingente como éste.

NOTAS

  1. Freud, S., "Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales", (1919), Obras completas. Tomo XVII, Amorrortu editores, Bs. As., 1997, p.177.
  2. Freud, S., "Sobre la psicología del Colegial" (1914). Obras completas. Tomo XIII, Amorrortu editores, Bs. As., 1997, p.192.
  3. Bassols, M., "La violencia contra las mujeres", consultado en http://miquelbassols.blogspot.com/
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 17, El reverso del Psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1992, p. 121.
  5. Laurent, É., "El traumatismo del final de la política de las identidades", AMP Blog, consultado en http://ampblog2006.blogspot.com/2017/08/identificate-numero-9-boletin-de-las.html
  6. Miller, J.-A., "En direction de l'adolescence", Intervention de clôture à la 3e Journée de l'Institut de l'Enfant, https://www.lacan-universite.fr/wp-content/uploads/2015/04/en_direction_de_ladolescence-J_A-Miller-ie.pdf
  7. Bassols, M., Intervención en la conferencia de Éric Laurent "Religión y cuerpo hablante". Consultado en https://vimeo.com/167547283

BIBLIOGRAFÍA

  • Lacan, J., La familia. Argonauta, Bs. As., 1992.
  • Laurent. É, Racismo 2.0. Revista Consecuencias N° 12. Consultado en http://www.revconsecuencias.com.ar
  • Miller, J.-A, El partenaire-síntoma. Paidós, Bs. As., 2008.
  • Miller, J.-A, Niños violentos, Carretel N° 14, Revista de las Diagonales Hispanohablantes y Americana de la Nueva Red CEREDA, 2018.
  • Miller, J.-A., Extimidad. Paidós, Bs. As., 2010.
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