Agosto 2018 • Año XVII
#35
Lecturas de lo contemporáneo / Actualidad de la clínica

Adolescencia: el cuerpo y su metamorfosis

Beatriz Gregoret

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"Sin título"
Grabado.
Pablo Flaiszman

Hoy ¿cómo pensar la adolescencia? La salida de la infancia parece exhibirse más bien en cierto modo de anticipación o de retraso, y en el extremo opuesto de la experiencia, la salida de la adolescencia, se prolonga en una dilución nada simple a la hora de ubicar algún signo que dé cuenta del ingreso al mundo adulto.

¿Qué sucede hoy con esta instancia subjetiva en la época del "Otro que no existe"?

Pero ¿Cuál es el valor para el psicoanálisis de esta categoría?

Encontramos en J. Lacan y en S. Freud los términos de pubertad, joven, la muchacha, los varones, pero el término adolescencia no. Lacan introduce un criterio temporal y no de desarrollo. La función del tiempo en psicoanálisis cobra una dimensión distinta a la cronológica o evolutiva. Es decir el desarrollo no es lo que importa, a lo sumo sus discontinuidades, los traumas que lo marcaron, lo impidieron, lo desviaron. Tampoco le interesa el pasado, sino la historia, que es una elaboración sincrónica, ficticia, de los significantes alienados en tiempo presente.

J.-A. Miller nos dice en su texto En dirección a la adolescencia: "La adolescencia es una construcción. Y decir hoy de un concepto que es una construcción, conlleva siempre la convicción, puesto que es el espíritu de la época es que todo es construcción, de que todo es artificio significante". Continua: "Puesto que la adolescencia es una construcción, nada es más fácil que deconstruirla".[1]

Surge como consecuencia de esto que "hay que proteger a la juventud de la adolescencia",[2] ¿en qué sentido lo entiendo? Lo social y el mercado hoy, empujan al joven a auto segregarse en una subcultura adolescente, se los hace vivir entre ellos, aislados en un colectivo en el que se toman como modelos unos a otros, que los suspende en un "futuro líquido" – tomando la expresión del filósofo Sygmunt Bauman-[3] que los sumerge en el reino del consumo, con poca o sin referencia al Otro. Aplazando la esperable "intromisión del adulto en el niño",[4] expresión de Lacan, cuando habla de la juventud de Gide, que dice de la anticipación – el anhelo – de la posición adulta en el niño.

En la actualidad los "índices de pasaje" no están tan claros, aún más, en tanto nuestra época niega fuertemente lo real, sólo reconoce signos, que en tanto semblantes, también hoy, se sabe de antemano, que son sólo semblantes. El orden simbólico en mutación con la decadencia del patriarcado, pasó a ser concebido como una construcción social de articulación de semblantes. En cuanto a la operación de la represión, que organizaba lo social, no solo hemos pasado de la interdicción al permiso, sino más aún, al empuje a gozar. Con la prevalencia del imaginario, que privilegiadamente toma protagonismo en los jóvenes en el universo virtual. Estamos en una época en el que objeto a ha ascendido al cenit social, por sobre el Ideal. Así la prevalencia del objeto plus de gozar, va produciendo, en el modo de goce contemporáneo, un funcionamiento autístico del goce.

Así estos "índices de pasaje" embragan un empuje a gozar con poco borde, a veces ilimitado y con lábil referencia a Otro.

Las "Tormentas de la pubertad" ("Sturn and Drang")[5] articulan la irrupción de las transformaciones del cuerpo y la construcción de la novela posible que cada adolescente desplegará para subjetivar ese asalto.

Para el púber, el encuentro con el goce siempre es contingente, se produce el crecimiento del cuerpo, de las funciones sexuales para la reproducción y de los caracteres sexuales secundarios propios de cada sexo, ahora, lo crucial está en que este encuentro tiene el carácter de irrupción, de sorpresa.

Pensemos en el término "metamorfosis" que S. Freud eligió para hablar de la irrupción de ese real, recordando a Gregorio Samsa, el protagonista de La metamorfosis -la impactante novela de Franz Kafka- que amanece inexplicablemente convertido en un insecto. Con el impresionante sentimiento de extrañeza y ajenidad que lo asalta.

Ningún pasaje evolutivo, progresivo, al que se pudiera preparar para suavizar semejante irrupción. La metamorfosis de la pubertad sorprende al sujeto, haciéndolo encontrarse a sí mismo, con un cuerpo Otro, tanto a nivel de la imagen como en la efervescencia libidinal que lo aviva en ansias nuevas. Ya que si bien, la experiencia de esa ebullición surge en la sexualidad infantil, brota ahora el arranque de ir hacia el cuerpo del Otro.

Tendría esta experiencia la "topología del corte",[6] pero ¿qué pasa hoy?

Dice J.-A. Miller, "Ahí donde era el rasgo puro separando un antes y un después eso balbucea. Ahí donde era el corte, se abre un intervalo, y ese intervalo es indefinido. Ahí donde era el instante de ver de la iniciación, comienza un tiempo para comprender es lo que llamamos adolescencia"[7].

Con S. Freud la sexualidad no comienza con la pubertad, es su tesis fuerte. Para Freud[8] la sexualidad es traumática, pero siempre de manera retroactiva, en el sentido que la maduración sexual se constituye mucho después que las fantasías sexuales apoyadas en la primera infancia. Así el nachtraglich en la adolescencia: cuando la maduración biológica consagra la relación sexual como posible, ésta se revela como imposible. En el momento en que para el joven se juega el momento de la asunción del deseo, el encuentro fracasa.

Fracasa inevitablemente, en tanto, radicalmente se trata de la confrontación con la irrupción de la relación sexual en tanto imposible.

Habiendo sido atravesado por el lenguaje, el parlêtre queda condenado al hecho de no alcanzar jamás a decir todo lo que se necesitaría saber de la sexualidad.

J. Lacan, advertía que no hay un saber programado que diga cómo relacionarse entre los sexos y eso mismo produce lo traumático de la sexualidad para el ser hablante. Instala así la idea del trauma, no como un incidente particular en la vida de un sujeto, sino que deviene inevitablemente por el hecho de estar afectado por las palabras, siempre insuficientes para nombrar lo que le pasa a nivel de su cuerpo. Vienen en retraso, no alcanzan para nombrar el torbellino de esa metamorfosis que irrumpe.

Así es que el púber, para alcanzar un saber que le dé algunas respuestas, deberá enlazarse al Otro. Así lo dice J. Lacan en el Prefacio que escribe a la obra de teatro escrita por Wedekind "El despertar de la primavera", que se trata de pensar a la adolescencia como ese tiempo necesario para cada sujeto del despertar de los sueños en el ensayo de las primeras respuestas a las cuestiones de la vida: "el asunto de lo que es para los varones hacer el amor con las chicas, marcando que ellos no pensarían en esto sin el despertar de los sueños".[9]

Será el tiempo de encontrar una respuesta posible, siempre singular. J. Lacan continúa: "Que lo que Freud localizó como sexualidad haga agujero en lo real es lo que se palpa por el hecho de que, ya nadie se las arregla bien con eso".[10]

Xavier Esqué nos decía: "como nos señala Lacan, hay algo muy importante: están los sueños, las canciones, los versos, los sueños de los chicos y de las chicas que comparten y que les sirven para conversar entre ellos. Y esto es fundamental. Y hay que decir que en este momento las cosas han cambiado, al menos al nivel de las formas. No sé si hablan tanto los chicos con las chicas. Ahora cada vez más, los chicos van con los chicos, y las chicas van con las chicas, y luego más tarde, a altas horas de la noche, tienen sus puntos de encuentro en la discoteca y allí se juntan y se reparten".[11] Relevamos más bien, un desenfado franco a la hora de hablar de lo sexual, con un envés de embarazo cuando hablan de las cuestiones del amor.

J. Lacan en "Televisión" del año 1973 constata que en el joven su relación al sexo está marcada por dos afectos modernos, el aburrimiento y la morosidad. Resulta curioso que haga esta constatación en una época en la que los derechos al goce conformaban una buena parte de las reivindicaciones de ese momento. Decía "Si hablé de aburrimiento, e incluso de morosidad, a propósito del abordaje "divino" del amor ¿cómo desconocer que esos dos afectos se denuncian con palabras, incluso con actos, en los jóvenes que se entregan a las relaciones sin represión? […] El impasse sexual secreta las ficciones que racionalizan el imposible del que provienen".[12] En las notas que J.-A. Miller adjunta a este texto, escribe "es de estructura". Digamos entonces, el asunto es la imposible relación sexual y las ficciones con las que cada uno intentará hacerla existir.

El analista, como un partenaire para el adolescente del siglo XXI, opera proponiendo un lazo transferencial asentado más en la presencia - ausencia, y menos en una suposición de saber.

El adolescente es el que sabe y el analista lo sigue, pero eso que sabe, su goce, no sabe cómo decirlo. El analista lo sigue para acompañarlo a armar un poco su vida. A hystorizar su vida. Buscando leer las coordenadas en juego, la repetición, el traspié con el Otro, y así tantas veces el encuentro de un joven con un analista, abre la posibilidad de orientarse a partir de su propia historia y por su goce, buscando así objetar el imperativo apremiante actual de convertirse en su "auto-emprendedor", como lo formula É. Laurent[13] y que encontramos este empuje en los jóvenes hoy, comandando el lazo con el cuerpo, para ir a favor de un arreglo con el cuerpo, que articule una "nueva alianza entre la identificación y la pulsión".[14]

NOTAS

  1. Miller, J.-A., En dirección a la adolescencia, Registros, Tomo Rojoazul, Colección Diálogos, Bs As, 2016, p 13.
  2. Amadeo, D., El adolescente actual. Nociones clínicas. Prólogo de J.-A. Miller, UNSAM. Bs As, 2015. p 11.
  3. Bauman, Z., Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica. México DF, 2003.
  4. Lacan, J., Juventud de Gide o la letra y el deseo, Escritos 2, Siglo XXI., Bs. As., 1975, pp. 703-727.
  5. "Sturn and Drang", "tormenta e ímpetu", nombre de movimiento artístico estético del siglo XVIII.
  6. Miller, J.-A., En dirección a la adolescencia…, op. cit., p. 9.
  7. Ibid., p. 10.
  8. Freud, S., La metamorfosis de la pubertad, Tres ensayos de teoría sexual, (1905), Obras completas, Tomo VII, Amorrortu editores, Bs As, 1993.
  9. Lacan, J., El despertar de la primavera, Prefacio, Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 587.
  10. Ibid., p. 587.
  11. Esqué, X., Jóvenes 2017, Inhibiciones, síntomas y angustia, Colección Grulla, CIEC, Córdoba, 2017, p. 58.
  12. Lacan, J., Televisión, Otros Escritos, Paidós. Bs. As, 2012, p. 558.
  13. Laurent, É., El reverso de la biopolítica. Una escritura para el goce. Grama ediciones. Bs. As, 2016, p. 11.
  14. Miller, J.-A., En dirección a la adolescencia, op. cit., p 18.
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