Nota sobre el niño[1] es un texto breve, y su condensación invita al comentario. No se trata de un Escrito, sin embargo, lo tomaremos como tal ya que nos conduce, como lectores, a poner de nuestra parte, un efecto buscado a través del estilo de Jacques Lacan, nos lleva a descartar una lectura metonímica, a detenerse y preguntarse, sobre lo que quiere decir una y otra vez. Leerlo como escuchamos analíticamente, es decir, con atención al detalle. Invita a la disciplina del comentario, a situar las preguntas y las respuestas explícitas e implícitas del mismo, y que nos da como resultado la plena vigencia de su contenido, que se despliegan en siete ejes que nos muestran, su estructura y una secuencia lógica:
- La posición de Lacan.
- El fracaso de las utopías comunitarias.
- La familia como residuo.
- La cuestión de la transmisión del deseo.
- Las funciones M y P.
- La relación síntoma-estructura familiar.
- Las respuestas del niño.
La posición de Lacan
Tomar posición con respecto a la dirección de la cura con niños, y también con respecto a los discursos sobre el niño y su ubicación en el malestar en la cultura. En la frase “un deseo que no sea anónimo” encontramos su dimensión y su peso específico. En ese no anónimo juegan las funciones padre y madre, subrayemos el término función ya que este señala un más allá de las constelaciones particulares, nos dice que esa transmisión no anónima, en la función madre (Fm) puede ser posible “por la vía de sus propias carencias”, es decir, de sus propias faltas, ya que la madre está del lado de la sexualidad femenina y esto implica cómo toma al hijo y, por lo tanto, permite ubicar que se desprende del amor materno y no de un modelo de madre. Con respecto al padre especifica que, en tanto nombre, es un vector “de encarnación de la ley en el deseo” transmite una regulación.
Jacques Lacan, primero, toma posición con respecto a la familia, pero no en el sentido de mantenerla o denostarla, sino, justamente, de situarla en tanto vehículo de transmisión. Sostenemos que esta posición no se contradice con la tesis posterior de tomar a la familia como el espacio donde se juega, tanto la estructura del lenguaje, como el marco de goce, bajo la idea de malentendido entre los integrantes de la pareja parental. Transmisión, si se quiere, de la verdad de que no hay relación sexual; he aquí la verdad de la pareja parental y no parental. Dicho de otra manera, se trata de la hipótesis de que la familia, como estructura, se ubica en el lugar de la relación sexual que no existe.
Toma posición no solo con respecto a la familia, sino también al deseo, su transmisión, a las funciones M y P, al niño, y al síntoma. Nos enseña que, ante cada niño, tenemos que considerar la particularidad en lugar de universalizarlos bajo un sentido. Podemos parafrasear a Lacan y decir: a cada practicante le toca tomar posición y reinventar el psicoanálisis, alojando en la experiencia al niño que ponga su construcción subjetiva bajo transferencia. No obturar el proceso con un conocimiento de lo que debería ser un niño ni ubicarse como representante del principio de realidad, o del principio del placer.
Perspectiva
Es notable la anticipación al ubicar a la familia como residuo, a la constelación familiar como aquello que posibilita la inserción en el malentendido. Así ubica la perspectiva analítica en alojar la transferencia por la vía de las sustituciones posibles y desplegadas por las vueltas del análisis, hasta llegar al punto de imposible, no se trata de que el malentendido sea revelado del todo, por lo tanto, anticipa que la pareja P.- M. en su conjuración vehiculizan las condiciones de goce. “Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia que nos habla”.[2] Más allá del contenido creemos, es decir, hay intención. Si no hay creencia (implicación del analizante) no es posible interpretar. Luego, tenemos “…pero es lo que han querido los otros”, es decir, presenta el inconsciente en relación al Otro, representado por la familia de cada uno, se constata en la experiencia analítica, ya que como analizantes hablamos de asuntos de familia. Entonces, uno es hablado por los otros, hablado por nuestra familia: “Somos hablados, y debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo tramado. Hay, en efecto, un tramo –nosotros lo llamamos nuestro destino”.[3] Destino como formulación del deseo no anónimo y de las contingencias de nacer en el malentendido de una familia, y que cada uno hace, de la contingencia, necesidad; pero, necesidad de significación. Por lo tanto, la Nota nos enseña el cruce entre contingencia, necesidad y destino.
La época de las demandas
La actualidad de la Nota está también en relación a nuestra contemporaneidad ya que el psicoanálisis con niños es receptor de numerosas demandas por parte de la familia en relación a problemáticas ligadas al goce, por ejemplo, niños solitarios frente a las pantallas, donde goce e Ideal se confrontan en el malentendido familiar.
Síntoma - Estructura familiar
La posición que toma J. Lacan es situar el síntoma como respuesta a la estructura familiar, a la pareja parental, al malentendido estructural entre los componentes de la misma. Respuesta sintomática de una verdad que tiene estructura de ficción. Se trata de ubicar qué tipo de ficción presenta el niño y cómo se encuentra alojado en el orden simbólico constituyente, ya que para el sujeto “la verdad se revela en la ficción”.[4] Sin embargo “… no basta el orden constituyente, lo simbólico para hacer frente a todo”.[5] El hacer frente al síntoma como respuesta del niño implica que “el sujeto debe poner de su parte”, [6] debe nombrarse en la ficción en la que se encuentra alojado, y el analista debe recibirla sabiendo que situar el síntoma como simbólico no es decirlo todo. Precisar, entonces la ficción nos presenta una doble cuestión, una ponerlo bajo trasferencia, y dos el deseo que lo está alojando. Esta es otra de las razones por las cuales sostenemos que en la práctica con niños la cuestión de la trasferencia es fundamental, es en ella donde podemos encontrar lo que pone el sujeto niño, como desplazamiento y respuesta a la estructura familiar. La respuesta sintomática del niño tiene estructura de ficción. La transferencia implica alojar y tramitar esa ficción, donde la posición del analista y su presencia se incorporan a la misma. Se trata de construir una nueva ficción, pero bajo la condición de no creernos que la misma es la última ni la verdadera. También del lado de la ficción de la verdad encontramos el decir de los padres, es necesario ubicar cómo se presentan a grandes rasgos, cómo consideran al niño en cuestión y cómo se ubican ante el Otro. Despejar en el pedido porqué vienen a hablar sobre ese niño particular y cómo lo nombran, “mi gordito” “mi ángel”, “es un demonio”, “no razona”, etc. Muchas veces constatamos que cuando hablan del niño en cuestión, cada uno de los progenitores habla de un objeto distinto y la cuestión de la transferencia implica prestarse a ese lugar, es decir, recibir la diferencia entre los padres y aunque digan que vienen por su hijo, en realidad, no se sabe con qué objeto vienen. Aclaremos que no es excluyente, que un niño al responder como síntoma de la pareja parental, también sufra un trastorno particular. Además, cuando J. Lacan sostiene la idea de síntoma de la pareja parental, no solo están implícitas las cuestiones de la verdad, sino también la cuestión del goce que el síntoma desenmascara.
Las respuestas del niño, J. Lacan las ubica como falo de la madre, como síntoma y como objeto del fantasma materno. La actualidad de la Nota implica orientarnos en las posibles respuestas del analista, al niño como respuesta. Por ejemplo:
- En relación a los fantasmas imaginarios (identificaciones) que se ponen en juego en la dialéctica de la transferencia, la posición del analista se define en el marco simbólico.
- Cuando el niño nos presenta una identificación fálica, se trata de alojarla para que el niño pueda construir una elección sexual.
- En las psicosis infantiles, modalidades de goce separadas del Otro, en su amplitud fenoménica, la respuesta no es recurrir a interpretar desde el Nombre-del-padre, sino ubicarse en la línea de lo metonímico, como objeto. La posibilidad de construcción de una suplencia metafórica.
- Cuando el niño se encuentra dividido entre el saber y el S1, se trata de situar al S1 y tratar que elabore un saber desde la transferencia.
- El niño mismo como producto de una ficción de la pareja parental: la posición del analista en este caso implica tratar de leer lo real en la ficción que nos presenta.
Entonces, el niño como respuesta, lo es a esa burla misma que es producto, como seres-hablantes, del malentendido. No es muy alentador, para el narcisismo, verse a uno mismo como un malentendido, está el análisis no para verse como “entendido”, sino para saberse burla y poder desprenderse del Otro, desprenderse del trauma y esto es muy operativo con los niños, porque podemos decir que el trauma del nacimiento no es otro trauma que el del malentendido. Sin concluir ubiquemos la respuesta del niño como síntoma al malentendido, queda tomar posición en cada caso con respecto a la posibilidad de sostener la función N (niño) en relación a su singular respuesta.
NOTAS
* Estas notas tienen como base lo desarrollado en Una lectura de Nota sobre el niño, Aníbal Leserre, Cuadernos del ICdeBA, Grama ediciones, Buenos Aires, 2015.
- Lacan, J., “Nota sobre el niño”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 393-394.
- Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Clase IX, “Inconsciente y Sinthome”, Paidós, Buenos Aires, 2013, pág. 137.
- Lacan, J., Seminario 27, Disolución (1980). Inédito.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008, pág. 315.
- Lacan, J., “Obertura de esta recopilación”, en Escritos I, Siglo XXI, Buenos Aires, 1985, pág. 4.
- Lacan, J., “El psicoanálisis y su enseñanza”, en Escritos I, Siglo XXI, Buenos Aires, 1985, pág. 419.