AÑO XV
Octubre
2021
40
Sexuación, lógica y acontecimientos

La parte mujer

Silvia Salman

Graciela Hasper - Sin título
1996. Acrilico sobre tela, 20x181 cm

Con su escrito "Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina", Lacan relanza en el campo del psicoanálisis de los años 60 la pregunta por la relación con el falo en la mujer. Después de haber hecho furor entre los años 1927-1935, esta pregunta fue dejada librada a la interpretación de cada psicoanalista con los deslizamientos conceptuales que de allí se derivan. Este escrito viene a relocalizar y reinterrogar lo que ahí designa como la parte femenina, si es que este término tiene sentido.[1]

Si partimos de esta temprana concepción sobre la existencia de una parte femenina, podemos admitir de entrada que ella puede estar presente en la palabra de cualquier individuo, más allá del género y de la sexuación que asuma su posición. Lo que implica que hay diferentes modos de hablar.

Quiero destacar dos referencias del texto por sus consecuencias en el modo de concebir hoy esa parte femenina. La primera: Si la mediación fálica drena todo lo que puede manifestarse de pulsional en la mujer,[2] ella se conecta con lo que más adelante Lacan va a explorar sobre una nueva lógica ‒la del No todo‒. La segunda: El esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad,[3]que nos introduce a un nuevo campo ‒el del Uno‒.

Ambas expresiones son una brújula para captar a qué nos referimos cuando hablamos de lo femenino en el espacio de nuestra práctica. Una destaca lo que excede al privilegio del significante en el campo del Otro ‒en tanto no todo podrá ser nombrado‒, y la otra resalta la imposibilidad de desembocar en una formulación satisfactoria de la relación ‒en tanto la relación sexual no existe‒. Entonces, el No-todo y el Uno son dos vías posibles para aproximarnos a esa parte femenina.

Deconstruir La mujer

Tomando como punto de partida las referencias freudianas, Lacan inicia un largo y sostenido trabajo de deconstrucción sobre la supuesta existencia de una esencia de la feminidad. Ni la oscuridad sobre el órgano vaginal ni la opacidad del continente negro, detienen el camino decidido hacia la fórmula excepcional "La mujer no existe".

¿Adónde recae la condición de la inexistencia? Más allá del sentido común que tiende a leer la inexistencia sobre el significante "mujer" ‒lectura que es objeto de ataque al psicoanálisis por parte de varias corrientes del feminismo actual y de otros discursos‒, la inexistencia recae sobre el "La". Se trata de un cuestionamiento al universal de la mujer, universo que se desvanece frente a la experiencia íntima y singular de un goce inasimilable al decir, diferente del goce fálico. Un desuniverso,[4] dirá Lacan, que contiene lo diverso e impide un hablar todo y una toda mujer.

Una experiencia de análisis conlleva un cuestionamiento sistemático a cualquier universal y, por lo tanto, funciona como una máquina de desidentificar. El deseo del analista hace aparecer los buenos agujeros en el buen lugar para contrarrestar cualquier tentativa de uniformización de la palabra analizante bajo el discurso que sea. Así se va tallando un espacio de resonancia en el que cada uno habla con su real.

Abriendo paso al No-todo de la significación fálica y al Uno del autogoce del cuerpo, ¿podremos decir que un psicoanálisis feminiza el modo de hablar? Por el momento, tal vez podamos sugerir que la parte mujer se afirma para cada quien en su sutil lengua sintomática.

El impacto de las palabras

Lacan se refiere al término é-pater [5]para designar lo que ya no impacta del padre en la época, haciendo resonar lo que queda fuera de padre. Sin embargo, lejos de ser lo peor se encontrará algo mejor.[6] Habrá otros que impacten, es lo que promovemos con la formación del analista en el siglo XXI.

La ultimísima enseñanza está impregnada por una dificultad respecto de la palabra que se manifiesta en la disyunción o conjunción que ella puede producir de efecto de sentido y efecto de agujero.[7] El alcance de la palabra analítica se juega por entero en esta operación.

Calibrar esta relación entre sentido y agujero, nos permite aproximarnos a una zona en la cual se pueda bordear cómo la sustancia significante ‒una palabra especial‒ y la sustancia de goce ‒un afecto singular‒ se conjugaron contingentemente para dar vida al cuerpo hablante. En esa zona analítica puede brotar un germen de enunciación que hace que la palabra analizante adquiera potencia al leerse.

Resonancias

La lengua de cada uno procede más por encuentro que por programa. Y si bien en el encuentro de las palabras con el cuerpo no hay planificación alguna, allí algo se fija y se torna regla para el porvenir.

Un fragmento de mi hystoria analítica evidenció esta operación. Un acontecimiento tuvo lugar en el momento de mi llegada al mundo: la partera le anunciaba al padre el nacimiento de la niña diciendo con tono enérgico: "¡chancleta!" Este significante, que mantuvo por unos instantes al padre perplejo sin saber cuál había sido el destino de ese hijo que estaba por nacer, significaba en la lengua común "mujer". Habrá sido por la cara de desconcierto que tendría, que la partera agregó unos minutos después en tono sobrador: "¡fémina!". Cada vez que esa historia era recordada en las reuniones familiares, el padre destacaba esos significantes imitando el tono "sobrador" con el que había sido interpelado por esa mujer. Goce del padre y enigma de lo femenino se conjugaron en este trozo de discurso.

Más allá del malentendido inicial en el que la recién nacida quedó atrapada por unos instantes, este fragmento de la novela indica que el sexo biológico no alcanza para nombrar al ser que viene al mundo. "Chancleta" y "fémina" demuestran el fracaso de los significantes para nombrar a la mujer y quedan como marca de un imposible de decir que el uso de las palabras entraña y hace resonar.

Así, el recorrido de un análisis nos enseña que, al pasar por la lengua propia, las significaciones se deshacen y los sentidos se descomponen. En esa experiencia, un espacio de resonancia se produce. De este modo, seguimos las pistas de Lacan en su aspiración a un discurso sin palabras: un silencio, un hueco, un vacío fundamental que el analista se presta a encarnar. Es la parte femenina ‒si este término tiene sentido aún…‒ que se sinthomatiza en el ejercicio de una palabra analítica, sólida pero aireada y, por ello, única.

NOTAS

  1. Lacan, J., "Ideas directivas para un Congreso sobre la sexualidad femenina", Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 689.
  2. Ibíd., p. 693.
  3. Ibíd., p. 698.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 12.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 204.
  6. Ibíd.
  7. Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 168.