AÑO XV
Octubre
2021
40
La diferencia absoluta

La Diferente

Daniel Roy

Graciela Hasper - Sin título
2000. Acrilico sobre tela, 250x140 cm

Cómo saber si, como lo formula Robert Graves, el Padre mismo, nuestro padre eterno, el de todos, no es sino Nombre entre otros de la Diosa blanca, la que en su decir se pierde en la noche de los tiempos, por ser la Diferente, la Otra para siempre en su goce…
Jacques Lacan [1]

Radical novedad freudiana

En 1910, en su prefacio a la segunda edición de sus Tres ensayos sobre teoría sexual,[2] Freud expresa el anhelo de que "este libro pase de moda rápidamente a medida que las novedades que él ha aportado hasta aquí, ya hayan sido universalmente admitidas". Pero en los dos prefacios siguientes, en 1915 y 1920, constata que este anhelo no se ha cumplido y que la recepción de su teoría sexual se ha distribuido entre acusaciones de pansexualismo y resistencia en relación a esta parte de su descubrimiento. El factor sexual, tal como lo introduce en el discurso universal, es de hecho una novedad que no puede ser "universalmente admitida". Esto concierne al carácter mismo de lo sexual, tal como se presenta en la cura analítica. La posición que el sujeto toma desde su infancia en relación a este elemento de novedad y singularidad que Freud llama "lo sexual", introduce en él el germen de la diferencia absoluta. Esto es fundamental tanto en una cura como en una civilización; y a su vez, significa que no tiene su origen en una segregación. Esto no ocurre en todas las otras diferencias que lo social produce.

Sin embargo, esto introduce una dificultad particular: no hay código alguno para descifrar esta novedad que le ocurre al sujeto y que no sabe por qué le sucede, ni lo que quiere decir. Pero este la porta. Es sobre esta falla entre goce y saber que van a construirse las teorías sexuales infantiles y que van a edificarse las identificaciones sexuadas.

De esta manera, es lo sexual aquello que hace la diferencia. Esta posición radical de Freud con respecto a lo sexual da su estilo a la posición del psicoanalista: preservar esta singularidad, bordear esta novedad cuando esta genera demasiada violencia. Es por esta vía, y solamente por esta vía, que el discurso analítico puede permitir a un parlêtre hacer valer "su" diferencia. En otros términos, saber lo que esta vale para él/ella, por un lado, y por otro, qué valor esta toma al inscribirse "en el cuadro del Otro".

Claridades lacanianas

"El impasse sexual secreta las ficciones que racionalizan el imposible del que proviene":[3] la experiencia de un análisis consiste, para quien se involucra en la misma, en escribir sus ficciones con la lengua que habla y en la cual ha sido hablado. En este movimiento, estas ficciones se revelan subrayando esta falla y, a su vez, intentado recubrirla: así, estas son sintomáticas, en cuanto a esta doble función.

El falo aparece entonces como el operador lógico de esta función de "falla": indexa tanto la presencia de lo sexual como diferencia absoluta, como el obstáculo a la existencia de una relación de diferencia entre uno y otro sexo.

De aquí el gran esclarecimiento que constituye el acto de Lacan al escribir la función Phi (x), permitiendo a cada parlêtre inscribirla allí como variable, demostrando el valor fundamental del semblante ligado a los significantes niño y niña, hombre y mujer.

Entrando como semblantes en el discurso sexual, los cuerpos hablantes se ubican bajo la dependencia de esta función. La otra dimensión, también fundamental y subrayada por Lacan, consiste en que el goce llamado sexual se presenta "solidario de un semblante". Es así que, "en una situación real", es decir, cada vez que el sujeto es convocado como hombre o como mujer, estos semblantes tienen una eficacia real que se produce como obstáculo entre los dos: "He aquí lo real, lo real del goce sexual, en la medida en que se lo despeja como tal, es el falo".[4]

Este momento de "crisis fálica", donde cada uno puede hacer la experiencia de su diferencia como absoluta, se presenta como un momento que vale "para todos". "Absoluto" designa aquí la separación con el Otro, el exilio de la garantía del Otro. Esto deja al sujeto desprovisto frente al goce, frente a lo que se goza del cuerpo y de lo que es imposible separarse.

He aquí que podemos situar la verdadera cuestión de las "fórmulas de la sexuación", que se presentan como las modalidades no semejantes de responder en-cuerpo a esta paradoja: cómo responder con el-cuerpo-que-se-tiene a lo real de la falla de lo sexual que atraviesa el cuerpo, que lo afecta, que lo "traumatiza".

Lo absoluto de la diferencia, fundada sobre el impacto de la falla "para todos" que constituye el hecho de ser sexuados, para efectuarse para un sujeto-entre-otros debe confrontarse a la diferencia "imaginaria" de las formas corporales y a la diferencia significante de la "distinción" entre dos sexos. La castración-para-todos no toma valor más que a partir de declinarse como castración-para-mí. Es decir que esta no puede más que enunciarse en primera persona como un real imposible a decir. Es efectivamente en la lógica de un decir que Lacan va a mostrar que existen dos vías para la sexuación, dos vías para reencontrar la diferencia absoluta.

La una y la Otra diferencia

Una primera lógica se establece a partir de tomar la responsabilidad, con respecto a su cuerpo, de sostener uno "para todo hombre": para todo hombre, hay una función de calibración de aquello que vale (para él o para ella). En efecto, la lógica del "todos los hombres", que agrega por la vía de una identificación, no es la lógica de reconocerse en un "paratodohombre" que implica una solidaridad enigmática. Esta crea un universal que no depende para entrar allí, más que de una pérdida de goce llamada castración. "Hay pues dos dichomansiones (dit-mensions) del paratodohombre (pourtouthomme), la del discurso con el cual se paratod(e)a (se pourtoute) y la de los lugares donde eso se thombrea (ça se thomme)":[5] así el hombre, en el mismo movimiento en el cual él se "paratod(e)a", produce la castración. Es la marca de cada ser hablante. Aquí lo universal no es del orden de una esencia que pre-existe al sujeto, es estrictamente su creación por su acuerdo a recibir esta marca en tanto que es transmitida. Se trata de una marca de discurso que lo liga a aquellos que lo han precedido. Es el lugar del "padre" en la tradición. Lo liga a aquellos que circundan hoy en día siempre y cuando hayan dado este acuerdo. Esto no constituye una solidaridad automática y es en este punto que se pesquisa la pluralidad de posiciones masculinas. En efecto, si esta lógica toma prestada la vía de todos-semejantes frente a la castración, esta no dice cuáles caminos singulares toma prestado en cuanto a los goces en causa para aquel sujeto. Esto sin importar cuáles sean además "las armas que tiene de la naturaleza" y las identidades en las que se reconoce.

La pluralidad de las virilidades con las cuales nos deleitamos hoy en día, vuelven mucho más evidente la existencia de un punto exterior a lo que se dice en donde se calibra esta pluralidad. Sin embargo, lo que golpea y que presenta dificultad es lo siguiente: si para todo hombre, hay un amo/metro de medida, para cada hombre este no es el mismo. Es en el encuentro con la otra lógica de la sexuación que un hombre puede hacerse una conducta: a partir de la lógica de Un sexo, ir al encuentro de la lógica del Otro sexo.

Esta Otra lógica se apoya sobre el hecho de no significarse sexuada de tener o no el falo, como respondiendo a lo que se goza de su cuerpo. Cabe añadir, sin por esto negar llevar "la marca fálica del deseo". Ella (o él) no dependen de una ley universal, es "cada una/o para sí", sin otra garantía. Ellas (y ellos) escriben y exploran "la posibilidad negativa" bajo la siguiente forma: no existe quienes dicen no a la función de castración. Fórmula que dice también que "no es verdadero que la castración domine todo" [6] para el ser hablante y que implica para ellas (y ellos) tomar la vía de confrontarse al hecho de que no-todo del goce del cuerpo pasa al significante.

Solo el alojar esta posibilidad del no-todo, en su cuerpo como Otro –para una mujer– o en el encuentro del Otro sexo –para un hombre‒, abre la vía al sin razón del real de la diferencia, allí donde resuena para él, para ella, su "sin-semejante".

Si una lógica de la sexuación, desde que hay inscripción en el discurso sexual, es decir, en lo que respecta al pasaje del goce al semblante, permite experimentar el efecto de la castración que "hace la diferencia", no es más que en Otra lógica que se demuestra en acto la contaminación. Se trata de la contaminación de los semblantes por el goce y la dimensión "primaria" de este para fundar lo absoluto que toma entonces el nombre de "la Diferente".

Traducción: Tomás Verger

NOTAS:

  1. Lacan, J., Prefacio a El despertar de la primavera, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 589.
  2. Freud, S., Tres ensayos de teoría sexual, Obras completas, Vol. VII, Amorrortu, Buenos Aires, 2004.
  3. Lacan, J., "Televisión", Otros escritos, op. cit., p. 558
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 33.
  5. Lacan, J., "El atolondradicho", Otros escritos, op. cit., p. 484.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, … o peor, Paidós, Buenos Aires, 2015, p. 36.