AÑO XV
Octubre
2021
40
La diferencia absoluta

La Otredad del Amor como fundamento de la diferencia

Oscar Ventura

Graciela Hasper - Sin título
2003. Acrilico sobre tela. 120x188 cm

Lacan, con el amor nos ofrece la posibilidad de explorar un territorio que va más allá de la repetición, justamente, porque nos hace ver que en el dispositivo analítico, el cuerpo mismo del analista, el objeto que él representa para el analizante en la transferencia puede convertirse en una objeción a la repetición en que el amor se fija. Un análisis es una objeción a la repetición y una apuesta por la diferencia. Y el amor es una clave que permite cernir, si se consiente a ello, no hacer de la otredad radical del goce puro rechazo ni matriz de la segregación. El amor, al fin y al cabo, es un trozo de real al que se le puede ofrecer la posibilidad de hacerlo funcionar como sinthome, una forma de ofrecerle a la existencia un agujero por el cual poder respirar, inscribirlo más allá de la tiranía del objeto parcial permite elevarlo a la dignidad del vacío en que se funda.

La cuestiónn inédita del amor que Lacan formula subvierte la lógica del amor como repetición, va en contra de la inercia del amor, dicho de otra manera, para Lacan el amor es invención. Es decir, en primera instancia es una elaboración de saber, pero de un saber muy singular, un saber que atañe al objeto, el amor es un modo de dirigirse –tal como Jacques-Alain Miller lo dice con precisión‒ al objeto pequeño a partir del Otro del significante".[1] Es decir, es necesario un relato del amor, un relato dirigido al objeto pequeño a. Pero Lacan no homologa el relato con la historia de amor, más bien el amor es lo que hace resonancia en un cuerpo de esas palabras, más alláá de la historia de amor, es la función que cumplen las palabras de amor, las cartas de amor, es un esfuerzo por ofrecerle al amor un nombre propio que pueda decir algo sobre ese objeto, inventar a partir de un signo algo que no alcanza a formalizarse y que, sin embargo, se encarna, es construir en los bordes de ese objeto, "una obra de lenguaje".[2]

Efectivamente, una obra de lenguaje no es una historia, no es un relato sobre las vicisitudes de la vida amorosa es, más bien, lo que el significante destila en el borde de la representación donde la disyunción entre saber y goce exilia al cuerpo del logos. Y en esta dirección, una carta-lettre no se homologa al relato, sino más bien, a un trazo que no está vehiculizado ni por la verdad ni por el sentido. Es lo que nos permite captar otra relación posible con el amor que lo desplaza del campo de la verdad, de la verdad del Otro, al acontecimiento del cuerpo como respuesta a lo imposible de decir del amor.

El amor descompleta la significación, hace que allí́ donde se escribe no se pueda decir de él la última palabra. Los mínimos detalles de su experiencia, para cada uno, se vuelven fundamentales. Y cuando en el desenlace de un análisis los espejismos que el amor provoca son reducidos, atravesados, su inscripción queda por fuera del campo de la identificación y este movimiento es tributario de la extracción del objeto que condensaba las condiciones de amor. Entonces, a partir de allí, el amor se puede volver otra cosa gracias al vacío que provoca esta operación.

El amor cambia al final de un análisis. Es importante señalar el pasaje de un amor condicionado a un amor con condiciones. El amor condicionado se orienta por la lógica del fantasma, es tributario de elegir en el marco de la repetición y pone en primer plano la dificultad de hacer algo con la ausencia que el Otro presentifica. Lo más corriente es que se pretenda cambiar al otro, al partenaire. Pero esto obstaculiza ver que eso mismo que se rechaza en el otro es lo que ha motivado inconscientemente la elección de amor.

El amor con condiciones es un amor advertido de la irreductibilidad de los goces porque sabe cuáles son las condiciones propias y tiene en cuenta las del otro. El amor significa que la relación al Otro está mediatizada por el síntoma, que permite cernir y ubicar el objeto pero, como dice Lacan, "el amor es vacío".[3] Es decir, es un amor que cuenta con las condiciones de goce sinthomatizadas, con la alteridad radical que concierne al goce y que puede hacer valer el vacío como fundamento.

En el campo del amor se verifica que no hay posibilidad de homologación, no está inventada su clonación por el momento. No hay pues un amor igual a otro; el amor, de alguna manera, es siempre otro. No somos más que uno. El Amor aspira al Uno. Y para entendernos, nos dice Lacan, "hay tantos Unos como se quiera; que se caracterizan cada uno por no parecerse en nada…"[4]

Pero, no obstante, los ecos del amor no dejan de resonar en el conjunto, el amor está en boca de todo el mundo, no se ha dejado aún de hablar de amor. Y estos ecos dan cuenta de la imposibilidad de cernir el amor por alguna representación. El psicoanálisis está advertido de este imposible y es por eso que Lacan propone un amor más digno que el blá-blá-blá en donde se difumina su autenticidad. Tal vez una de las formas posibles de nombrar un amor más digno en esta época en que los velos se desgarran, es aquel que pueda sinthomatizarse de tal manera que permita no hacer del goce pura obscenidad.

Sin embargo, no podemos obviar las coordenadas del discurso que hoy habita el lazo social. Su empuje a reducir el amor a una construcción que sueña con volverlo fórmula universal. Desde rastrear su causa en un gen que pueda identificarlo, hasta la supuesta química que lo desencadenaría, pasando por las pedagogías del encuentro sexual, en el cual la pornografía es su instrumento privilegiado. El discurso empuja a producir una ascesis del amor, pretende destituirlo de su imposible, ofrecerle un nombre definitivo que pudiera inscribirlo como una práctica más, deshacerse de la incomodidad que el amor despierta. En la búsqueda de su certeza, no encontramos más que la impotencia de un aullido que trata de hallar en el amor la ley que a lo real le falta.

Y es probablemente en este punto donde todo se vuelve deriva. Entre la universalidad de su presencia y la diferencia absoluta de su consumación hay el abismo que abre la ausencia de la relación sexual. El acto analítico modula ese abismo hasta volverlo, cuando se consiente a ello, la causa misma del deseo. La praxis del psicoanálisis revela que el amor es puro acontecimiento, él se inscribe más allá, tanto de la verdad formalizada, como de los cautiverios imaginarios por los que transita. Si hace signo es porque en todo ese embrollo no hay más que pura ausencia. Es solo bajo este telón de fondo de la ausencia que el amor puede volverse nuevo, que puede sorprender al sujeto, como decía Lacan, en "eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir".[5]

Por otra parte, verificamos la dificultad que existe en la contemporaneidad para que los sujetos puedan orientarse en el campo del amor en un mundo de prácticas cada vez más bizarras y de cuerpos cada vez más ausentes. Las prácticas de goce contemporáneas se inscriben en este programa del discurso que pretende ejecutar esa ascesis del amor que nombraba antes. De hecho, las formas que toman, por ejemplo, las prácticas sexuales están cada vez más despojadas de un relato, la coalescencia del discurso capitalista y la ciencia facilita un campo en que la experiencia de goce sea transitable sin las perturbaciones que el amor implica. Y para ello se desencadena hasta el hartazgo el campo del fantasma y su promesa de goce inmediato. Podemos preguntarnos si el intento de hacer del goce sexual un contrato que se inscriba por fuera del campo del amor será un destino que tomé el lazo social o, por el contrario, si encontraremos las fórmulas para poner palos en las ruedas a la maquinaria del discurso. De una forma u otra, uno se inclinaría por recomendar ampliamente la lectura del Justine de Sade y de esa forma poder verificar cuál es el destino final cuando se pretende formalizar un contrato sobre el goce sexual.

Alicante, agosto de 2021

NOTAS

  1. Miller, J.-A., "Lógicas de la vida amorosa", Conferencias porteñas II, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 26.
  2. Ibíd.
  3. Lacan, J., clase del 15 de marzo de 1977, Seminario 24, "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre", inédito.
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 61.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 18.