AÑO XV
Octubre
2021
40
Hegemonías, minorías y reversos

Butler y la hegemonía heteronormativa

Christian Ríos

Graciela Hasper - Sin título
2007. Acrilico sobre tela. 100x200 cm

La hegemonía heterosexual

En el campo de los feminismos, el término "hegemonía" fue aplicado con relación a la normativa heterosexual y puesto en juego en términos del ejercicio de un poder normalizador articulado al modelo patriarcal.

La supremacía heteronormativa remite a la heterosexualidad como norma universal, a través de la cual se ha establecido históricamente la medida de normalidad de los sujetos en el ámbito social.

Si bien el pensamiento de Butler se encuentra dentro de esta línea, la autora considera que sería un error sostener que está en contra de la heterosexualidad; [1] su crítica no apuntará a las prácticas heterosexuales, sino a la normativa heterosexual en su carácter hegemónico que opera a favor del rechazo de otras posiciones e incluso de su patologización.

En este sentido, no acuerda con las teóricas que sostienen un modelo de desarrollo en el cual se dé primero un amor homosexual y, que vía su represión, busque como destino la heterosexualidad. Si bien no rechaza completamente la edipización –como triangularidad y una de las condiciones del deseo−, su posición apuntará a desarticular la tesis de una heterosexualidad primigenia o universalizada.

Con respecto a la diferencia sexual, sostiene que esta problemática subyace en todos los debates sobre el género y la sexualidad, ya que plantea la dificultad de determinar dónde empieza y termina lo biológico, lo psíquico, lo discursivo y lo social.

Para la filósofa, la diferencia sexual no viene totalmente dada ni está totalmente construida; la entiende en sentido parcial, donde ambas dimensiones se encontrarían en juego. La diferencia funciona como una escisión, en tanto la feminidad como la masculinidad son términos que se tornan borrosos al momento de delimitarlos.

… la diferencia sexual es el lugar donde se plantea y se replantea la pregunta de la relación entre lo biológico y lo cultural, donde debe y puede plantearse, pero donde, hablando rigurosamente, no se puede contestar. [2]

Por ello se inclina a pensar que el género es la parte social de la diferencia sexual, es decir, el extremo de la sociabilidad de la diferencia sexual, aquello que es negociable y se construye. [3]

Por último, su propuesta apuntará a desbaratar la diferencia en su carácter hetero normativizador para ir más allá del binarismo y aceptar la multiplicidad, en tanto el destino trazado para la feminidad será el de liberarla de la exigencia de cumplir con la norma creada a través de medios falogocéntricos. Se tratará entonces de definir lo femenino en su multiplicidad, más allá del falogocentrismo. [4]

El Unarismo lacaniano

Una de las críticas que Butler le endilga a Lacan es el marco binario y heteronormativo que la autora encuentra en el psicoanálisis. Cabe decir, que la lectura de Butler sobre Lacan se remite a los primeros seminarios sin tener en cuenta los movimientos que encontramos a lo largo de su enseñanza. Agreguemos que Butler mantiene cierta discusión con el psicoanálisis, pero mediada por la lectura de otros autores como, por ejemplo, Žižek.

En este sentido, la discusión entre Butler y Žižek se torna un debate estrictamente político y filosófico donde Butler descuida una dimensión central del psicoanálisis, aquella que tiene que ver con su práctica.

Uno de los puntos centrales de este debate se sitúa en lo real y en la ley del padre. Butler considera lo edípico como el dominio de la ley del padre, aquel que otorga la identidad sexual, e interpreta que esta ley reviste un carácter real.

La autora rechaza lo real por considerar que esta dimensión se plantea como preideológica y prediscursiva, siendo este estatuto, otorgado a lo real, un obstáculo al momento de la acción política.

Lo real resulta así imposible de ideologizar y, en consecuencia, al ubicar la ley del padre en la misma dimensión, esta no podría modificarse y, por ende, la asignación sexual tampoco.

Por ello se tratará de golpear en la roca de base, es decir, en la ley del padre, que responde al poder patriarcal, y avanzar así hacia deshacer las diferencias tal cual esta ley las impone.

En este punto, Laurent [5] recuerda que Lacan reformula la metáfora paterna a la altura del Seminario 20, como en su escrito "El atolondradicho". Allí sitúa un punto donde la función Fi no opera dando cuenta, por un lado, de que la castración tiene relación con lo real y, por otro, ubicando al complejo de Edipo como una ficción.

Cómo señala Laurent, el Nombre del Padre ya no vendrá a asegurar la consistencia del Otro, más bien se ubicará en la dimensión del semblante como un elemento que permitirá situar dos funciones lógicas. Se trata del padre que permite nombrar la esencia de la sexualidad, es decir, la no relación significante entre los sexos. [6]

Por ello, el padre –en dicha función−, por un lado, limita y, por el otro, favorece el relanzamiento del goce femenino. El Nombre del Padre fija un límite y, a través de él, permitirá la lectura del goce.

Por otra parte, Bassols sostiene que si bien Lacan partió del binarismo del significante (falo-castración) fue para llegar a su axioma No hay relación sexual, implicando que "… no hay nada en el ser humano que asegure la existencia de una diferencia entre los sexos para establecer después una relación normativa o no, entre ellos". [7]

En la última enseñanza, la castración la entendemos como el lenguaje, es decir, como la articulación significante, dimensión de puras diferencias. Desde este punto de vista, y siguiendo los planteos de Bassols, la propia lógica del significante es una lógica binaria.

El binarismo o el dualismo que anida modestamente, siempre de manera silenciosa, en todo discurso se reproduce en cada una de las diferencias que se establezcan entre un elemento y otro del sistema. Añadir un tercer o un cuarto elemento no anula el binarismo fundamental, simplemente lo desplaza a cada una de las relaciones entre los elementos de la serie que consideremos... [8]

La vía que toma Lacan para salir del binarismo del significante es la de situar otra dimensión del goce, aquella que no tiene representación, que se presenta como alteridad radical y que, en primer lugar, nombra como goce femenino y, más adelante, como goce del cuerpo.

Es por ello que al decir de Laurent no hay en ese punto binarismo en Lacan, sino más bien, Unarismo, para indicar esta experiencia de goce que se siente, pero que no tiene inscripción en el Otro.

NOTAS

  1. Butler, J., Deshacer el género, Paidós Studio 167, Barcelona, 2006, p. 282.
  2. Ibíd., p. 263.
  3. Ibíd., p. 264.
  4. Ibíd., p. 278.
  5. Miller, J.-A., Piezas Sueltas, Paidós, Buenos Aires, 2013, pp. 339-409.
  6. Ibíd., pp. 402-403.
  7. Bassols, M., La diferencia de los sexos no existe en el inconsciente, Grama, Buenos Aires, 2021, p. 25.
  8. Ibíd., p. 28.