Junio 2015 • Año IV
#30
Consecuencias de la última enseñanza

El escabel y la esfera

Gabriela Rodriguez

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Viviana Fruchtnicht
Cartografías contemporáneas 3

Esta empresa descabellada encuentra sin embargo un motivo, en la versión que Lacan escribiera para su publicación de la hermética Conferencia dictada el 16 de junio del año 1975, "Joyce el síntoma", y que se publicara como "Joyce el síntoma II" [1], para distinguirla de la versión oral de la misma Conferencia. Precisamente la mención en esta versión escrita de los términos esfera y escabel en enunciados donde aparecen vinculados en una relación, constituye el empuje y la ocasión de estas líneas.

Había comenzado por numerar las menciones de la palabra escabel y sus derivadas, por así decir, en la Conferencia mencionada "Joyce el síntoma II", lo que dio lugar a un breve escrito que titulé "El pun del escabel - pequeño inventario numerado -", allí se había podido constatar que, en al menos en tres ocasiones, el escabel - scabeau en francés – aparecía asociada a la esfera, y mencionados en una relación difícil de desentrañar, a saber: - son estos tres enunciados extraídos de la Conferencia -

  • "Chamulla [el parletre] para atarearse con la esfera y con ella hacerse un bello escabel".
  • "Todo esto lo digo [Lacan] para hacerme yo uno [un escabel] y justamente haciendo venir a menos a la esfera, hasta aquí indestronable en su suprema escabelleza" [neologismo que reúne la palabra escabel y belleza].
  • "El S. K. bello [ahora reducido a sus iniciales más el elemento de lo bello] va primero, porque se cuida de la producción de esfera".

De las menciones en estos tres enunciados, podía establecerse lo siguiente:

  • que con la esfera, es decir ocupándose de ella, alguien podía hacerse un escabel,
  • también, que ese "hacer" referido, se vinculaba estrictamente al uso de la palabra, indicado por el chamulla, - luego, que la operación particular de hacerse un escabel desde la perspectiva de Lacan - para hacerme yo uno, afirma - implicaba en cierta forma el menoscabo de la dimensión de la esfera. Esa esfera que mostro su parentesco con la cualidad de lo bello, en virtud de lo cual participa de la idea de perfección, ganándose así un lugar indestronable.
  • Por último, se establece una suerte de relación de antecedencia entre escabel y esfera – "el escabel va primero", afirma Lacan –, antecedencia que decide y preserva respecto de la producción de la esfera, que vendría después.

Hasta aquí, si bien alguna precisión podía extraerse de estos enunciados, surgidos de la simple lectura, algo no se deja atrapar y permanece no obstante en el hermetismo de este escrito, un escrito en el que Lacan emula el procedimiento con el que James Joyce escribiera su Finnegans Wake - haciendo alarde de ese pun que hace chispas con las palabras y del que Lewis Carrol fuera un precursor con su porte-manteau, como el propio Lacan lo hace notar en la Conferencia -. Este escrito difiere ostensiblemente de la versión oral de la misma Conferencia publicada como "Joyce el Síntoma I" [2], y reconstruida a partir de las notas que tomara Eric Laurent allí presente. Precisamente, en relación al tema que nos ocupa, en la versión oral, la palabra escabel figura solo una vez, y aparece asociada a la función electiva que Joyce le asigna a esta última obra, el Finnegans Wake, para la que habría reservado la función de ser su escabel, apunta Lacan. No es un secreto que Joyce había querido que su nombre sobreviviese para siempre, como él mismo lo hace saber a propósito de su obra Ulises afirmando: "He metido tantos enigmas y rompecabezas que va a mantener ocupados a los profesores durante siglos discutiendo qué es lo que quise realmente decir; y no hay otro modo de asegurarse la inmortalidad" [3]. En este sentido, si una obra puede cumplir la función de un escabel – pequeño banquillo sobre el que alguien podrá alzarse o bien hacer descansar sus pies, lo cual implica que el escabel es del orden de un útil, a lo que se agrega el hecho de facilitar cierto apoyo con el que se gana elevación – correlativamente de su uso, en la perspectiva de Lacan surge como corolario la consecución de cierto alcance de valía vinculado al nombre. Así es como el nombre de James Joyce tomará un relieve particular que se vincula a esta, su última obra Finnegans Wake. Una pequeña anécdota relatada por Richard Ellmann, el célebre biógrafo de James Joyce citado por Lacan, permitirá vislumbrarlo. Joyce había encargado a un joyero que hiciera un diminuto libro de oro en el que en la cubierta llevara grabadas las palabras "Finnegans Wake de James Joyce" [4], lo cual muestra a las claras la conexión entre esa obra y su nombre, una obra la que el mismo Joyce se refiriera con el calificativo de "monstruo", a la que dedicó varios años de trabajo – fue iniciada en 1922, para ser publicada finalmente en 1939, la misma surgió de la convicción personal del escritor de que se trataba de un libro que tenía que ser escrito y que sin dudas debía ser escrito por él.

Asimismo y con respecto al otro término del par en cuestión, esfera, si bien la palabra esfera no figuraba en las dos traducciones existentes en español de la versión oral de la Conferencia, podría no obstante leerse una evocación a ella, bajo el término círculo, que aparece en referencia al acento puesto por Clive Hart - uno de los primeros críticos que se ocupará del Finnegans Wake y al que Lacan se refiere especialmente -. Clive Hart [5] sostenía desde su enfoque estructural que Joyce había permanecido apegado al círculo y la cruz, el círculo remitía a los ciclos de los Principios de la ciencia nueva de Giambattista Vico, y la cruz representaba el símbolo cristiano por antonomasia. Al respecto en una sesión de abril de 1975, en el Seminario RSI, Lacan se referirá a lo pegajoso que involucra lo imaginario propiamente, esa extraña propiedad atribuida al imaginario, la "pegajosidad" si se me permite la expresión, constituía para Lacan la misma que la de la esfera y la cruz. Durante ese año Lacan había sido invitado por Jacques Aubert a tomar la palabra en el Congreso sobre Joyce - Conferencia a la que nos estamos refiriendo y que se realizara en el mes de junio -, durante esa sesión de abril en su Seminario así lo hace saber, y agrega, que si Joyce como afirmaba Clive Hart, permanecía apegado a la esfera y la cruz por su educación jesuita, no lo estamos menos que cualquiera de nosotros, porque hay una dificultad relativa a lo mental para introducirse en la topología que es extraña precisamente a lo pegajoso de la esfera. Así despegarse de la esfera abre para Lacan una vía posible la de la entrada en lo mental de la topología.

Es evidente que el contexto tanto del escrito de esta Conferencia como de su versión oral, comporta un momento específico de la enseñanza de Lacan, que podía todavía aportar alguna luz al esclarecimiento de esta relación entre el escabel y la esfera planteada en el inicio. Una relación, que como se verá está marcada por la resuelta aversión de Lacan por las esferas.

Lacan ya se había ocupado de la esfera, en varios pasajes de sus Seminarios encontramos menciones a ella, hacer un exposición sumaria de algunas de esas menciones más relevantes, seguramente ayudaría a despejar la idea sobre la esfera que emergía del escrito de su Conferencia de 1975. Una mención especial la encontramos en el Seminario La Transferencia de 1960-61, en el que dedica un extenso parágrafo al examen de la esfera, en un capítulo que precisamente Jacques Alain Miller titula "La irrisión de la esfera", lo que nos adelanta algo de la aversión manifiesta de Lacan por este objeto.

La esfera aparece allí descripta como una forma ridícula, que no obstante ha cambiado de signo desde la antigüedad. Lacan se detiene en la diferencia que media entre una concepción sobre la esfera propia del hombre moderno y otra prevaleciente en el mundo griego. Se refiere a su auditorio para señalar que la idea sobre la esfera con la que cuentan, está dominada por las nociones aportadas por la gestalt, en la que la esfera participa de la inercia psicológica que empuja a la percepción a componer "buenas formas". Lo cual supone que lo percibido tiene una tendencia a ir hacia la perfección, entendiendo por ella, regresar a la forma esférica que nos da placer y satisface a la percepción – una prueba de ello había sido la experiencia del espejo -. Este registro de la percepción no es el que prevalecía en la concepción antigua de la forma esférica.

La forma esférica que obsesionó al pensamiento griego, de la que habla Platón en el Timeo pero también mucho antes que él Empédocles, es un ser que por todas partes es semejante a sí mismo, sin límites, tiene la forma de una bola y reina en su soledad real, lleno de su propia satisfacción, de su propia suficiencia [6]. Esta forma general de lo que junta, aglomera, aglutina, que en la pluma de Freud se convertirá en potencia unificadora, es el amor, de allí su ubicación en el registro imaginario por estos años. Lacan se detiene en las propiedades de la esfera que Platón le confiere en su Timeo, definida como una forma que porta en sí las virtudes de suficiencia, de manera que combina eternidad y movimiento. La esfera, en cuestión es la esfera celeste, metáfora del universo que ejerce su poder de encantamiento sobre el espíritu, lo que se traduce en su poder de adhesividad. Redonda, plena, la esfera se ama a sí misma y se contenta, no tiene necesidad de ojo ni de oreja, puesto que ella es, por definición, la envoltura de todo lo que puede tener vida - el corte y el agujero, propio de la dimensión significante y el registro simbólico no tienen lugar en ella - La esfera así presentada en su faz de suficiencia imaginaria, explica el propósito de Lacan que se embarca en la tarea de empequeñecerla, disminuirla, reducirla - estos son los términos que emplea – para detener su alcance, se trataba ya por esos años de hacer venir a menos a la esfera en su suprema belleza, esa que había sumergido al espíritu durante siglos en el error, por ejemplo, el de considerar como perfecto el movimiento circular lo que condicionó por siglos el desconocimiento de la elipse hasta Kepler.

La fascinación por la forma esférica tenía para Lacan sus fundamentos en la estructura de lo imaginario y la adhesión a ella se explicaba por el rechazo de la castración [7]. Hacer venir a menos la esfera comportaba entonces la superación de algo así como un obstáculo epistemológico, en el sentido de Bachelard, correlativo de dar una entrada al régimen de la castración contrario a la suficiencia imaginaria.

Al año siguiente en el Seminario La identificación de 1961-62, las reservas concernientes a la función de la esfera en el pensamiento de Platón, ese objeto obtuso, que tal vez tenga una buena forma pero con solo mirarla advertimos que es tonta, ironizaba, toman un nuevo impulso con la entrada de la topología. La nostalgia de la esfera que nos hace hacer círculos - literalmente nos marea -, remite ahora a la biología. Como hubiera sido señalado antes a propósito de lo que tiene vida, la esfera también daba una idea sobre lo que constituiría el organismo. La imagen esférica sirve a la biología para hacerse una idea respecto de lo que sería esta suerte de mundo interior del organismo, Lacan refuta esta idea precisando

que, basta con referirse a la embriología para perforar la esfera, y se detiene en el hecho de que la blástula no llega a término si no es por esa reestructuración drástica denominada gastrulación, que implica el redoblado en un orificio que más tarde formará el ano. Pasando por el apoyo del desarrollo embrionario y su metáfora que permite agujerear la esfera, por así decir, Lacan pasa al uso de una estructura topológica como la del toro, para considerar de un modo más preciso la estructura del sujeto. La esfera ideal, que había sido el modelo intuitivo y mental de la estructura del cosmos, que siempre se desplaza y toma influjos en la imaginación del sujeto, es contraria a la idea del sujeto que emerge con Freud, sujeto del inconsciente, que sería más bien un sujeto determinado por la existencia de un agujero en dicha esfera.

La diferencia entre la esfera y el toro, que Lacan trazara en este Seminario, se mantendrá hasta el final de su enseñanza, mientras la esfera es siempre reducible a un punto que se representa como un circulo, el toro al contrario comporta al menos dos círculo irreductibles que no se pueden transformar en un punto porque encierran un vacío. Escapar a la preeminencia de la esfera, que comanda la intuición lógica es otra vez el horizonte que se abre con la entrada de topología.

Finalmente y para mencionar solo un desarrollo más de los numerosos que se podrían reseñar en torno de la esfera, en el Seminario El objeto del psicoanálisis de 1965-66, unos años después, Lacan volverá sobre la esfera, la esfera a la que apela en esta ocasión es ya una esfera modificada, una esfera con un agujero, que comporta la caída de algo, por efecto de una ablación, corte. Esta nueva metáfora intuitiva interesa a Lacan fundamentalmente porque permite un acercamiento más real a la estructura del sujeto en conexión con el cuerpo. Ese sujeto del inconsciente que en tanto cuerpo, será más tarde denominado parletre en la Conferencia "Joyce el Síntoma II". El cuerpo implicado allí es un cuerpo que se tiene y que el sujeto solo puede atribuírselo por el artificio del lenguaje, versión del cuerpo que contrasta absolutamente con ese cuerpo que somos, según la idea que prevaleció en la reflexión filosófica presente desde Aristóteles y empujada por lo que Descartes ha llamado extensión. La substancia extensa descripta por el filósofo comporta una idea del espacio concebido como métrico y desplegado en tres dimensiones homogéneas, lo que desde el inicio no es más la famosa esfera, aun cuando se trate de una esfera sin límites, mostrará Lacan, constituye una esfera al fin. Precisamente la aprehensión del espacio cartesiano, que se identifica entonces con una esfera, involucra todo lo que es cuerpo y todo lo que se puede conocer de él, a condición de que no haga su entrada en esta física nada del orden de las pasiones del alma, ninguna afección del cuerpo, destaca Lacan, podrá ser tomada en la extensión, razón por la cual se vuelve evidente la falla en la que descansa el plateo cartesiano. "Falla epistemosomática" de la que se ocupará particularmente en su Intervención en el Colegio de Medicina de la Salpetrière [8], ese mismo año. La esfera del cuerpo caracterizada por la dimensión de la extensión excluye el goce que lo habita como cuerpo, leemos allí, otro modo de aquello que lo agujerea, puede deducirse.

Pero regresando a este espacio esférico en el que se detenía Lacan, también allí se ubica el origen de esa función del espejo presente en el principio de toda relación de conocimiento, donde el sujeto solo puede emerger como un punto misterioso, que permanece siempre en una periferia respecto del objeto a conocer, irreductible. Mediante la combinatoria del significante, Lacan se había propuesto ir más allá de ese espacio métrico cartesiano que se identifica con la esfera, con el propósito de dar al espacio su extensión real, por así decir, lo cual involucraba una estructura diferente que la de la esfera. El primer paso en esta dirección, como él mismo lo señala, consistió en ubicar la diferencia entre la imagen especular, la imagen de ese yo que se mira y se reconoce, que se cree yo, y el otro, que está comprometido en la palabra. Diferencia temprana entre el yo y el sujeto que repartió las aguas de lo imaginario y lo simbólico.

Sin embargo el imaginario a la altura del momento de la enseñanza de Lacan, en la que se plantea esta suerte de relación que exploramos entre esfera y escabel, como se sabe, constituye un registro autónomo en pie de igualdad al de lo real y lo simbólico, lejos de la subordinación planteada inicialmente. Ese imaginario pegajoso propio de la esfera, reaparece en el Seminario El sinthome, se lo podía leer bajo dos consideraciones sobre el cuerpo, que corresponde a la novedad que introduce este Seminario en este punto. Se trata del planteo acerca de que la única relación posible que el parletre puede tener con su cuerpo, es una relación de adoración [9], que es contraria a una aprehensión de conocimiento. La otra consideración que podría ser subsidiaria de esta primera, es la idea del cuerpo como una bolsa, cuyo mito, como Lacan lo consigna en la clase titulada "El ego de Joyce", consiste precisamente en la esfera. El viviente se considera a sí mismo una bolsa en el sentido de una envoltura, con él tiempo sin embargo podrá advertir que no lo es - reflexiona Lacan -. Una bolsa solo está cerrada, al atarla y es esa atadura lo que le confiere la forma, razón por la cual la consistencia de esa bolsa depende siempre de la cuerda con la que se la ciña. La bolsa comporta, a partir del contraste establecido entre la esfera y el toro en otros Seminarios, una suerte de esfera modificada, porque justamente está afectada, agujereada.

La existencia de los agujeros en la esfera del cuerpo es lo que obliga a concebirlo como una estructura tórica y no como una simple esfera, que excluye la comunicación entre un supuesto interior y un exterior. Este nuevo cuerpo envoltura, destrona por así decir la referencia y el modelo que representaba la imagen especular, en épocas precedentes de su enseñanza. Como terminará afirmando en el Seminario Momento de concluir, la dificultad particular que supone hablar de un interior del cuerpo, cuando lo que hay en ese interior no es más que un agujero, no se presenta en el caso de la esfera, en la que sí se puede definir una superficie que mira al interior y otra que mira al exterior. Es esta suerte de esfera retorcida sobre sí misma, donde el interior quedará fuera de la esfera y el exterior es lo que quedará dentro, caso éste de la esfera perturbada, la que interesa a Lacan en la medida en que está traduce el equívoco en el que consiste el ser viviente, que tiene una boca y un ano y además, algo que amuebla esa suerte de interior de su cuerpo, que es un exterior.

Definitivamente, como hemos visto, Lacan se había ocupado en extenso de la esfera, asociada alternativamente a la suficiencia imaginaria, al prejuicio del conocimiento, a lo pegajoso de lo imaginario, a una idea del cuerpo como bolsa. No ocurre lo mismo con el escabel, un término que es apenas mencionado una vez, en la versión oral de "Joyce el Síntoma I", del que no figura en los Seminarios, pero que inusitadamente tomará una especial relevancia en la versión escrita que Lacan enviara a Jacques Aubert para su publicación en las Actas del Simposio, "Joyce el Síntoma II". La frecuencia con que la palabra escabel aparece en esta última versión, obliga por si sola, a reparar en aquel término que emerge de la pluma de Lacan entre el mes de junio de 1975 - mes en el que se celebrará el Simposio - y la entrega de la versión escrita a Aubert. Según nos hace saber detalladamente Miller en Piezas sueltas [10], el escrito de la Conferencia podría haber sido escrito por Lacan una vez finalizado el Seminario 23, en mayo de 1976; no obstante y con independencia de la fecha de redacción, Lacan no se volverá a referir al escabel.

Para volver sensible esa relevancia, la presencia insistente del escabel en la versión escrita por Lacan de la Conferencia, basta con hacer un sucinto inventario, en las no más de tres páginas [11] que componen el escrito, - tres páginas y un párrafo según la versión recientemente publicada en los Otros Escritos [12] -. La palabra escabel aparece un número de 10 veces, junto a sus combinaciones con otras palabras, a saber:

  • escabello: escabel + bello 1 vez,
  • escabelleza: escabel + belleza 2 veces,
  • escabestración: escabel + castración 1 vez,
  • y luego por reducción a la sigla homofónica S.K. bello 2 veces
  • y S.K.bel 1 vez.
  • el inventario se cierra con el término vuelto un verbo: escabelar 1 vez.

Es decir, la palabra escabel aparece mencionada en un total de 18 oportunidades, en escasas tres páginas. La densidad de la presencia del término en esta Conferencia, sin duda tuvo algo que ver con el hecho de que Jacques Alain Miller en la presentación del tema del próximo Congreso de la AMP13 lo colocara junto al sinthome, asignándole así, un lugar de prevalencia en la formulación teórica de la última enseñanza de Lacan, dándole un estatuto de "concepto transversal".

El escabel aparece entonces como un meteoro, cuya emergencia fugaz deja una estela luminosa al atravesar la atmósfera particular generada por el encuentro de Jacques Lacan con James Joyce propiciado por la invitación de Aubert. El término escabel proviene del latín scabellum, que designa, como se había consignado más arriba, a una tarima pequeña que se pone delante de la silla para que descansen los pies de quien está sentado, o también, a un asiento pequeño hecho de madera sin respaldo. Su función específica oscila entre proporcionar descanso a los pies cansados al ser elevados levemente, que permitiría también alcanzar una mediana estatura, si se lo empleara con este fin, o incluso, no ser más un elemento decorativo, sin duda accesorio. Por esta vía de la definición, el enigma del escabel se profundiza, aunque ciertamente se podría retener no obstante, este aspecto de elevación media, "medio elevatorio", "operación ascensional" que hubiera destacado Miller en la "Nota paso a paso" [14] que acompañan la edición del Seminario 23 El sínthome, en la que propone que el escabelviene al lugar de la sublimación.

Respecto del escabel, la primera idea que arrojaba la Conferencia "Joyce el Síntoma II" se asocia puntualmente a la creencia del hombre - reducido a una grafía particular que le da su medida, LOM, surgida de la fonética en francés -, creencia de LOM que es bello. Creencia que se asienta sin duda en la relación de adoración que tiene con su cuerpo. La escabelleza - neologismo que denomina esta creencia -, se erige en el cebo, que como se sabe es un elemento de atracción, por el que el susodicho LOM puede creerse digno de su nombre. De allí que ser digno del nombre, en el sentido de estar a su altura, acarrea para LOM una tarea, un hacer, que lo hace sudar - como se dice "sudar la camiseta", para indicar la dimensión de esfuerzo -, para acceder a esa dignidad, cualidad de digno, que traduce una valía. Lo que nos evoca alternativamente tanto una idea del narcisismo renovada a la luz de la adoración del cuerpo aportada por el Seminario 23, como de la sublimación, que se vuelve evidente en el empleo del término "digno" asociado al nombre. Precisamente este "digno de su n`hombre", con el que Lacan apunta a la operación que es propia del escabel, da lugar a la conexión del escabel y la sublimación, como hubiera propuesto Miller en la referida "Nota paso a paso", donde acentúa la importancia de la dimensión "elevatoria" concernida en esa operación, dimensión que forma parte de la definición de la sublimación y que encuentra ahora, en la versión escrita "Joyce el Síntoma II", "el nombre más expresivo de escabel" [15].

Esta idea de Miller se profundiza con lo aportado sobre el escabel en la presentación del próximo Congreso de la AMP, en octubre de 2014, pues esa pequeña tarima que hace las veces de una escalera porque tiene algún peldaño, pero no lo es en sentido estricto, constituye "aquello sobre lo que se alza el parletre", afirma, para volverse bello. El carácter de podio, de plataforma, de pedestal, es lo que asegura para el parletre la posibilidad de elevarse "él mismo - agrega Miller - a la dignidad de la Cosa", haciendo de este modo una precisa equivalencia entre la definición de la sublimación que hubiera sido aportada por Lacan en el Seminario La ética del psicoanálisis de 1959 -60, y la operación que realiza el escabel.

En la clase titulada "El objeto y la cosa" [16], Lacan había aportado una definición de la sublimación en la partía de la orientación freudiana que distinguía los fundamentos narcisistas de todo objeto de interés - que se constituye de algún modo desde la propia imagen -, de la Cosa, aquel núcleo éxtimo de la economía libidinal, que permanece por fuera de la inserción imaginaria. Una distinción sin la cual se vuelve incomprensible la fórmula general de la operación de la sublimación, que está dada justamente, por la posibilidad de elevar un objeto a la dignidad de la Cosa. La maniobra específica de la sublimación se ordena entonces en relación a la Cosa, cuya aprehensión más próxima es la representación de un vacío, y al movimiento de elevación de un objeto cualquiera por el que adquiere una "dignidad" del latín dignitas que se traduce por valioso, propio de la Cosa. Curiosa maniobra entonces que realizada ahora por el escabel, si se aviene a la formula general dada por Lacan de la sublimación, consigue hacer del parletre el objeto, que deviene en el lugar de un vacío ("vacía vivaz del ser", leemos en la traducción que sirve de referencia a estas líneas [17]), adquiriendo así una particular valía que se asocia a su nombre.

La segunda idea que puede establecerse respecto del escabel, siguiendo el desarrollo de la Conferencia, se asocia a la evidencia de que LOM antes que ser un cuerpo, tiene uno, de allí que tenga con él una relación de adoración. Esta evidencia, contradice a cierta perspectiva filosófica que pudo ubicar el ser del cuerpo como una verdad de experiencia anterior al lenguaje. Ahora bien: ¿cómo se conecta esta evidencia con el hecho de que LOM chamulla, parlotea, afanándose en la esfera - como dirá Lacan -para hacerse con ella un bello escabel? Sin duda el cuerpo que LOM tiene participa de los tres órdenes - los llamados registros – y solo adviene como tal, en el sentido de un tener, a partir de una operación que depende del lenguaje. En la medida en que es la palabra el único lugar en el que el ser puede tomar un sentido, este chamullar, parlotear esta connotado por el goce de la palabra, que conduce inevitablemente a entretenerse con la esfera. Literalmente dar vueltas en círculos, para hacer, producir algo, un escabel, allí donde reina el vacío del ser. No obstante en lo que sigue Lacan se declara partidario de arruinar por así decir a la esfera - "hacerla venir a menos" – algo que evidentemente consuena con sus desarrollos anteriores. Esto supone por una parte, destronar, en el sentido de menoscabar de algún modo, la creencia de LOM en que es bello, la llamada escabelleza - que en su defecto se conservaría indestronable, por su ligadura con la esfera, representación si las hay de la suficiencia narcisista. Por la otra, y atendiendo al neologismo que aparece luego en el desarrollo de la misma Conferencia, este menoscabo, no es otra cosa que la llamada escabestración, la entrada de la castración que el régimen de la esfera excluye, y que interviene también en la castración del sentido, afectando al goce que comporta.

El "escabel analítico", según una expresión de Miller, será entonces aquel se cuida de la producción de la esfera. Reducido a sus siglas iniciales, Lacan lo escribe S.K.bello, será lo que queda por así decir, una vez que se somete a una suerte de estetización del escabel esfera –la escabesfera, si se me permite el neologismo, con el que LOM goza de la palabra, del sentido, que no puede fundarse más que en la escabelleza. Particular operación analítica que desinfla los vanos farfulleos del escabel esferal del que resultan lo bello, lo verdadero y el bien, tríada platónica que entroniza el régimen del Ideal.

Para finalizar, seguramente pueden extraerse aún algunas ideas más respecto del escabel, pero a partir de la complejidad de estas dos ideas sumarias aportadas se puede delinear lo que Miller llamó una "teoría del escabel" [18], que, como se ha tratado de demostrar aquí, se enlaza de una manera paradojal con la referencia a la esfera. Entre tanto la teoría del escabel había devenido una "concepto trasversal", lo cual evidentemente no es lo mismo. El escabel podrá constituirse en un "concepto transversal" según la propuesta de Miller, en tanto y en cuanto se produzcan los cruces conceptuales que parece atrapar Lacan con el término, un novedoso valor a la sublimación freudiana, una nueva versión del narcisismo y un uso nuevo del inconsciente.

NOTAS

  1. Lacan, J. "Joyce el Síntoma II". Uno por Uno, Revista Mundial de Psicoanálisis, Nº 45, primavera 1997, P. 9 – 14
  2. Lacan, J. "Joyce el síntoma I", Uno por Uno, Revista Mundial de Psicoanálisis, Nº 44, otoño 1997. P. 9 - 16.
  3. Ellmann, R. James Joyce, Entrevista con Jaques Benoist- Méchin (1956). Anagrama, 1991 P. 580.
  4. Ellmann, R. James Joyce. Anagrama. P. 802
  5. Hart, C. Structure and Motif in "Finnegans Wake" 1962
  6. Lacan, J. Seminario 8 La transferencia. Paidós, 2009. P 107.
  7. Lacan, J. Seminario 8 La transferencia. Paidós, 2009. P 112.
  8. Lacan, J. "Psicoanálisis y medicina". Intervenciones y textos 1. Manantial, 1993.
  9. Lacan, J. Seminario 23 El sinthome. Paidós, 2006. P 209.
  10. Milller, J-A. Piezas sueltas. Paidós, 2013. P 88.
  11. Lacan, J. "Joyce el síntoma II". Uno por Uno Revista Mundial de Psicoanálisis, Nº 45, primavera 1997, P 9 - 14.
  12. Lacan, J. "Joyce el Síntoma". Otros escritos Paidós 2012. P 591.
  13. Miller, J-A. "El inconsciente y el cuerpo hablante". Presentación del tema del X Congreso dela AMP en Río de Janeiro, 2016. Versión electrónica http://wapol.org
  14. Miller, J-A. "Nota paso a paso". Seminario El sínthome. Paidós, 2006. P 204.
  15. Miller, J-A. "Nota paso a paso". Seminario El sínthome. Paidós, 2006. P 203-204.
  16. Lacan, J. Seminario 7 La ética del psicoanálisis. Paidós, 1992. P 138.
  17. La traducción de la Conferencia "Joyce el Sintoma II", publicada en la Uno por uno referida es de Antoni Vicens
  18. Millle, J-A. "Teoría del escabel" Piezas suelta. Paidós, 2013. P 77-95
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