AÑO XV
Octubre
2021
40

A propósito de las mujeres

De Natalia Ginzburg

Julieta Bermant

A propósito de las mujeres o un tratado sobre lo femenino

"Ahora ya no quiero escribir así", dice Natalia Ginzburg en el ensayo que antecede a una preciosa selección de cuentos de diferentes momentos de su vida. "Ahora ya no quiero escribir así", dice cuando se lee a sí misma en el pasado y se incomoda con su propio modo de expresarse sobre las mujeres en los tiempos de la liberación del fascismo italiano. Se encuentra con otra Natalia, en un texto que describe como "tontorrón y lleno de obviedades donde: decía cosas que ya se saben". "Ahora ya no quiero escribir así", señala su decisión en acto de abandonar una manera de pensar el tema. En aquella época, hablaba de las mujeres en general, mujeres inventadas que en nada se parecían a ella o a las otras que había conocido. Eran mujeres a las que, desde una perspectiva idealista, parecía simple salvarlas liberándolas de su esclavitud.

Este giro abrupto, en su escritura y en su modo de bordear el mundo femenino, la lleva a pensar que en aquel momento había olvidado decir algo importante: "… que las mujeres tienen la mala costumbre de caer en un pozo de vez en cuando, de encontrarse con un sufrimiento infinito, que los hombres no conocen". Se separa de su idealismo feminista sin abandonar su lucha por la libertad y la igualdad de derechos. El encuentro con eso que olvidó decir, la lleva a seguir buscando desde otro lugar.

Entre ensayo y ficciones exquisitas, Ginzburg se preocupa por "conocer como son realmente las mujeres", animándose a deslizarse con palabras que le abren un mundo nuevo. "He conocido muchísimas mujeres, mujeres que se consideran muy feas y mujeres que se consideran muy guapas [...] a mujeres que llevan sombrero y a mujeres que no lo llevan […] mujeres que parten la leña con la rodilla […] y mujeres que se aburren mortalmente". Sigue así, escribiendo, porque la lista es infinita y en el esfuerzo por trazarlas en su peculiaridad las libera y se libera, tal vez sin saberlo, de pensarlas en un conjunto cerrado.

Sus lecturas continúan coloreadas por retazos de su historia, pero lo que cambia es su posición para leerlas. A propósito de las mujeres, puede leerse como un tratado sobre ellas, posiblemente una manera de tratar lo femenino. "Las mujeres lloran en secreto en su habitación. Por culpa de su nariz o de su boca o porque creen que nadie las querrá [...] o porque tienen pocos vestidos [...] pero en el fondo no son más que pretextos, y en verdad lloran porque han caído en un pozo".

Todas caen, tal vez es esto lo que inventó la autora para intentar decir algo sobre lo femenino. Pero ninguna lo hace de la misma manera. Con ocho cuentos cortos y contundentes termina de descompletar el conjunto de las mujeres: Anna, Giulietta, Gissella, Carlotina, Vilma, esas muchachas, cada una con su rasgo singular y su manera de relacionarse con "el pozo oscuro". Las protagonistas son mujeres, alumbradas cada vez por una mirada distinta: la de un niño, la de un hombre, la de las muchachas, la de una mujer, la de una madre.

Me interesa trasmitir lo que ubico allí como piezas sueltas que recortan lo femenino y lo materno en los personajes de los cuentos. Detalles que marcan esos cuerpos vivos que gozan y su extrañeza.

Encuentro...

Un hombre que no recordaba haber deseado nunca locamente a una mujer.

La carcajada desbordante en una madre, provocada por un hombre que no es el padre. Las miradas desconcertadas y curiosas de los niños ante la presencia del color bordó de ese vestido y esos labios pintados sobre el fondo de una madre siempre rígida y temible.

Los besos de los niños en ese rostro ardiente, bañado en lágrimas saladas.

Los saltitos de Giulietta entre los muebles, meneando su trasero y sus pechos, con su rostro enrojecido de entusiasmo. La ajenidad que trasmite su novio al descubrir en el rostro de Giulietta una curiosa semejanza con la bruja del asilo.

La mueca y la risa de esa mujer en bicicleta vestida con pañuelo rojo, que saluda a un hombre y se aleja. La perplejidad en un hombre que, sin entender, la mira reír y alejarse.

La mirada desesperada de una mujer casada que turba a un hombre. El oscuro placer de sentirse deseado intempestivamente por una mujer y luego la vergüenza.

La alegría y la tristeza desbordante ante la presencia de Otra mujer para el marido y su ajenidad.

El disfrute de una mujer contemplando el crecimiento de su hijo mientras se pregunta si de verdad lo quiere y su extrañeza cuando a veces siente que ese hijo le pertenece a otra.

Las muchachas: las que tienen y no tienen ajuar, las que tienen y no hacen el amor en paz y a veces se marchitan solas, las que no tienen y viven la vida de manera más ligera sin preocuparse por parecer poco serias.

El asco y lo repugnante ante la almohada mojada por el llanto de una madre. El abrazo fuerte de los hermanos en la cama. La presencia inquietante de eso de lo que no pueden decir. El asombro y la vergüenza de haber estado en su vientre. La rareza de haber nacido de esa mujer que veían irse con "el ímpetu libre y feliz del cuerpo".

A lo largo del libro, en varias ocasiones, Ginzburg nos dice que "esa mala costumbre que tienen las mujeres […] es algo que proviene del temperamento femenino […] y tal vez de una secular tradición de sometimiento y esclavitud".

Me detengo en el tal vez, que repite cuando se esfuerza en comprender para seguir buscando. Un tal vez con el que marca su distancia con la otra Natalia, la de las respuestas obvias y las soluciones universales. Sus cuentos son cortos y sus cortes abruptos difíciles de explicar, repentinos. Hay vacíos, mujeres dibujadas, páginas sin letras. Si no es posible decir todo sobre lo femenino en su estilo literario lo transmite cada vez. Su búsqueda por la libertad de las mujeres continúa, y en ese sendero se confunden las causas de la opresión… tal vez los años de esclavitud… tal vez el temperamento femenino… tal vez