AÑO XV
Octubre
2021
40

Apegos feroces

De Vivian Gornick

Gastón Cottino

La ferocidad al vacío

Consideraremos la novela de Vivian Gornick como una pequeña excusa para formular una pregunta clínica. (Entre paréntesis, la novela tiene un alto valor literario, cero pleonasmos, y la precisión de un dardo que da en el blanco.)

La pregunta clínica podría partir de la relación madre-hija desde la perspectiva del estrago. Algo que no es tan lineal ni simple y que será mejor matizar con algunos pasajes.

La historia comienza a escribirse a partir del duelo de la madre por la muerte del padre, su posible depresión, y el punto de enganche, más allá de la culpa, de la protagonista con ello.

Casi al modo freudiano, y tiene más de un guiño a Freud, la novela comienza con un recuerdo de infancia que incluye la conversación entre una puta, a punto de tener sexo con un hombre asqueroso, que es al mismo tiempo su marido, y la madre. Esta partición será significativa en sus modelos, es decir, en su tipo ideal del sexo.

Pero no son estas las únicas relaciones ofrecidas a la niña. Hay todo un edificio del cual solo recuerda a las mujeres para formarse "a su imagen y semejanza".[1] Entre ellas, no es una más, está el "apego feroz", su madre.

Hay pasiones e inhibiciones que caben en esta ferocidad. Su madre la asedia con cómo ella le dice que la odia y el odio hacia los hombres. Es que son "dos mujeres con inhibiciones sorprendentemente similares, unidas en virtud de haber vivido una dentro de la esfera de la otra casi la totalidad de nuestras vidas".[2]

Luego, la otra pasión, el amor. Para la madre es el sacrificio por el padre, es el Todo, pero para la hija, eso no es más que un concepto, un signo de la evasión, entre el deseo y el sexo. De una pelea en torno a ello surge la frase que daría cuenta del estrago: "… una de las dos va a morir a causa de este apego".[3]

En esa línea se escribe el guion que "pierde" a la protagonista hasta hacerla "desaparecer", objeto de insatisfacción y tapón insuficiente para el duelo detenido. Le dice la madre: "Tú no puedes proporcionar consuelo, placer, ni mejora. Pero tú eres mi más preciado tesoro. […] tu destino es vivir sabiendo que no bastas para sanar mi vida de sus carencias".[4]

Por suerte, del otro lado, una vecina, Nettie, que hace de puta, le hace también de madre, estableciendo un fuerte contrapunto en las cosas del goce.

Cierto día, en el que la hija se iba a juntar para caminar con su madre, decide comenzar sola, para hacerlo "a su aire".[5] Entra a un museo y da con una pintura de Nolde, se trata de unas flores que ya había visto, pero que esta vez le revelan la importancia de los contornos y nota "la clara y terca concentración del artista en el sujeto". Entonces siente, por primera vez que

… el espacio que hay en mi interior aumenta de tamaño. Ese rectángulo de luz y de aire que hay en mi interior, donde el pensamiento se esclarece, el lenguaje brota y la respuesta se vuelve inteligente, ese famoso espacio rodeado de soledad, ansiedad y autocompasión, se abre de par en par mientras contemplo las flores de Nolde.[6]

Justo en ese momento, se avergüenza al oír hablar de una segunda infancia. Pero no es la evocación de un recuerdo, sino más bien, el escuchar algo que produce un pequeño corte en el tiempo, un acto discreto que introduce una discontinuidad en el presente [7] lo que ensancha su espacio interior. Y se siente libre, en paz y emocionada, con ese espacio, ahora corporal, que empieza en su frente y termina en sus ingles. Espacio que volverá, aunque jamás a voluntad, con el mismo efecto, siendo ocasión del pasaje hacia lo femenino, entre tantas mujeres y madres.

Este rectángulo irá acompañado de un fuerte gozo que la hace sentir "segura y erótica, emocionada y en paz",[8] aunque a veces le dé miedo. Es una apertura que, si bien es sentida en el cuerpo, abre el espacio para una imagen que, a su vez, es una frase. De allí que pueda usar esto como inspiración para su trabajo de escritura.

Todo bien con este espacio, pero las historias con los hombres se escribían con evasiones y fracasos amorosos, entre triángulos, inhibiciones y el goce sexual. Por ello consulta a una terapeuta, a quien le contaba todo a cambio de una pregunta: ¿por qué? "¿Por qué te limitas a ese rectángulo? […] ¿Por qué ese espacio no se amplía y se expande hasta llenar tu vida?" [9].

La insistente estrategia de la terapeuta, encuentra al malestar y la siguiente explicación como respuesta: "Ese rectángulo es un fugitivo, un subversivo, un inmigrante ilegal en el país de mi ser. No tiene derechos civiles. Siempre está escapando".

Sigue la psicóloga: "¿Y una mujer con marido? ¿Es ella la ciudadana natural del país?"

‒… tal vez sí. ‒Y me quedé sorprendida por la tristeza de mi voz‒. Tiene razón.

‒Pues entonces habrá que casarte.

‒¡No! [10]

Surge allí la imagen de su madre y de Nettie (su otra madre), abrazándola y confirmándole que sí, que debe hacerlo, debe trabajar y amar.

No sabemos más del curso de esta terapia. Con el correr de los días, le surge el querer un poco de amor y la localización de un espacio respecto de su madre, a partir de la siguiente conclusión: ella comienza y termina en sí misma. Nada mal.

Finalmente, ¿qué es lo que la intervención soslayó con sentido, con un sentido a favor de un determinado ideal de mujer (de allí el resultado obtenido por el lado del deber, enunciado por las dos madres)? Propongo considerar la experiencia del rectángulo como algo del orden de un vacío, como modo de gozar en femenino.

Sigo aquí la investigación que realiza Marie-Hélène Brousse [11] con sus tres modos de vacío, según cada registro, aunque compatibles para dejar sentir un goce hetero. Por un lado, tanto la ocultación de sí, el tratamiento imaginario de la frase, como la ausencia de tiempo y la desaparición. Y luego, la desobediencia del sentido y la soledad dibujan los bordes imprecisos de ese espacio, agrego, vacío, sentido en el cuerpo deslocalizadamente.

Fue para mí la novedad y el saldo de saber, siempre como hipótesis y un poco por fuera de la palabra, como pasa con toda poética, lo que dejaron estos apegos feroces. Y si esto fuera así, ¿cuál es la posición que le conviene al analista?

BIBLIOGRAFÍA

  • Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 2004.
  • Gornick, V., Apegos feroces, Sexto piso, Madrid, 2021.
  • García, G., En torno de las identificaciones: claves para la clínica, Otium, Tucumán, 2009.
  • Brousse, M.-H., Lo femenino, Tres Haches, Buenos Aires, 2020.
  • Bassols, M., Lo femenino, entre centro y ausencia, Grama, Buenos Aires, 2017.
  • Laurent, E., El psicoanálisis y la elección de las mujeres, Tres Haches, Buenos Aires, 2016.

NOTAS

  1. Gornick, V., Apegos feroces, Sexto piso, Madrid, 2021. p. 14.
  2. Ibíd.,p. 52.
  3. Ibíd., p. 108.
  4. Ibíd., p. 122.
  5. Ibíd., p. 100.
  6. Ibíd., pp. 100-1.
  7. Cf. García, G. En torno de las identificaciones: claves para la clínica, Otium, Tucumán, 2009, p. 36.
  8. Ibíd., p. 145.
  9. Ibíd.,p. 180.
  10. Ibíd.
  11. Ibíd., pp. 100-1.
  12. Brousse, M.-H., "En torno al vacío, un modo de gozar en femenino", Lo femenino, Tres Haches, Buenos Aires, 2020, pp. 221-247.