Diciembre 2001 • Año I
#4
Sala de lectura

La sociedad de la transparencia

De Byung-Chul Han

Silvina Rojas

El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, autor del libro que titula esta nota, tiene como carta de presentación para el campo analítico una puntuación a modo de reseña que hizo de él Miquel Bassol en su blog "Desescrits"1 invitando a su lectura en el marco del próximo Congreso de la AMP "El imperio de las imágenes". Al servicio de este propósito presentaré algunos de sus argumentos desarrollados en su libro.

Han propone la transparencia como el concepto que impera hoy en el discurso dominante y la identifica como una exigencia que actúa como fetiche, a su vez que se totaliza definiendo las coordenadas de un nuevo paradigma con consecuencias en todas las esferas de la "realidad humana" ya que, si bien se presenta en principio como exigencia de transparencia en la información, se extiende a todos los ámbitos del hombre.

Para él es evidente un deslizamiento de lo que llama "la sociedad de la negatividad" apoyándose en autores como Hegel, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Baudrillard, hacia "una sociedad positiva" acentuando en cada aspecto de la esfera social e individual una oposición entre negatividad/positividad. El capital, la comunicación y la información en tanto principios reguladores del mercado neoliberal de la época, confluyen como el caballo de Troya que comanda este estado de situación.

Así, las cosas se hacen positivas cuando "se alisan" y se insertan sin resistencia en estos carriles, las acciones se tornan transparentes cuando se hacen "operacionales" sometiéndose al cálculo, la dirección y el control.

El tiempo se acopla a esta exigencia al nivelarse como una sucesión de un "presente disponible" carente de "destino y evento".

La imágenes, y es el sesgo que resaltaré en esta reseña, se vuelven transparentes cuando, "liberadas de toda dramaturgia, coreografía y escenografía, liberadas de toda profundidad hermenéutica, de todo sentido, se vuelven pornográficas". Es muy interesante aquí lo que propone para la consideración de lo Pornográfico, la define como el "contacto inmediato entre la imagen y el ojo". La inmediatez es un valor acorde con la positividad que elide toda ruptura, toda grieta, toda opacidad es iluminada, adiós al narcisismo de las pequeñas diferencias freudiano.

Las cosas, los sujetos, los cuerpos convertidos ahora en mercancías, han de exponerse para ser, para existir pasando a valorarse por su ser de exposición.

Justamente, el valor de exposición constituye el capitalismo consumado, según postula Han, y no puede reducirse a la oposición marxista valor de cambio, valor de uso. "No es el valor de uso porque esta sustraído a la esfera del uso, y no es ningún valor de cambio porque en él no se refleja ninguna fuerza de trabajo". Se debe solo a la producción de atención.

De esta manera, en una sociedad expuesta cada sujeto es "su propio objeto de publicidad". Todo mide en función de su valor de exposición. Se vuelve una sociedad pornográfica en tanto todo vuelto hacia afuera, descubierto, despojado, desvestido, expuesto y ofertado o, como rescata de Baudrillard "entregado a la devoración inmediata". E inversamente a como suele pensarse, las cosas no desaparecen en la oscuridad, sino en el exceso de iluminación. "Más en general, las cosas visibles no concluyen en la oscuridad y el silencio: se desvanecen en lo más visible que lo visible: la obscenidad" (Baudrillard en "Las estrategias fatales").

Lo novedoso es que lo problemático para Hans no es el aumento de las imágenes, sino "la coacción icónica de convertirse en imagen. Todo lo que no se somete a la visibilidad se hace sospechoso, en eso consiste su violencia". Las imágenes llenas de valor de exposición no muestran complejidad, son inequívocas, es decir pornográficas. Les falta toda ruptura que desataría una reflexión, vía del sentido. La transparencia va unida a un vacío de sentido.

Al mismo tiempo se aliena el cuerpo que como objeto de exposición hay que "optimizar" propone la "explotación" en vez de "habitar el cuerpo". Este habitar es tomado por el sesgo Heideggeriano, "originariamente habitar significaba estar satisfecho, llevado a la paz…", Han extrema la posición refiriendo que el habitar sede el paso a la propaganda

A su vez, lo bello también se elide hacía, según el autor, lo obsceno en la desnudez. Tomando las referencias de Benjamin, quién resalta que justamente lo bello no está en la envoltura ni en el objeto encubierto sino que lo bello es "el objeto en su velo", "no es sublime sino obsceno el cuerpo que se hace carne. Se demuestra en los que llama "los profesionales de la exposición" quienes deben aprender "no dar a ver otra cosa que un dar a ver, nulificación de la expresividad".

Aquí, partiendo de Agamben, pero separándose en sus conclusiones arriba a postular que la "exposición en sí es pornográfica". El discurso capitalista exacerba el "proceso pornográfico de la sociedad" en tanto lo expone todo en términos de mercancía promoviendo la "hipervisibilidad", la exposición es un valor a maximizar. Y nuevamente, en la oposición positividad/negatividad lo erótico no está en la desnudez directa, inmediata, sino "precisamente allí donde se abre el vestido", "en la piel que brilla "entre dos piezas", por ejemplo, entre el guante y la manga", lo erótico brota de "una aparición-desaparición". Leemos allí las condiciones eróticas freudianas. Y continúa Hans, "es la negatividad de la "interrupción" la que confiere un brillo a la desnudez. La positividad de la exposición de la desnudez sin velos es pornografía. El cuerpo pornográfico es liso, no es interrumpido por nada. La interrupción genera una doble significación, en esta imprecisión semántica esta lo erótico".

Reforzando sus argumentos retoma las ideas de Baudrillard sobre la seducción erótica "la fuerza de la seducción erótica juega con la intuición de lo que en el otro permanece eternamente secreto para él mismo, sobre lo que jamás sabré de él y que sin embargo, me atrae bajo el sello del secreto" para concluir "la atracción erótica incluye necesariamente la negatividad de la sustracción".

Otro aporte que refuerza sus argumentos son las consideraciones de Barthes sobre la fotografía. Barthes distingue dos elementos que se diferencian en el análisis de una imagen fotográfica, el studium, campo tanto de las informaciones como del deseo, del interés o del gusto "inconsecuente" y el punctum que rompe el primero en tanto produce una perplejidad, una conmoción que interrumpe el continuo de informaciones, "se manifiesta como un desgarro, como una ruptura, es un lugar donde mora algo indefinible". Esos elementos pueden pensarse en relación a toda imagen, las imágenes caracterizadas por el studium incluye las pornográficas en la media en que son lisas, inmediatas, sin ambigüedad, dejando lo erótico para lo que produce ruptura, alteración, "fisura". Las primeras pueden sucederse unas tras otras obligando al espectador a consumir además una tras otra, "constante glotonería", a diferencia del punctum que "se sustrae a la mirada consumidora, voraz".

Las imágenes pornográficas, inmediatas, no dan nada a leer, actúan sin mediación, por contagio y de forma táctil. Dice Han "se vacían para convertirse en espectáculo. La sociedad porno es una sociedad del espectáculo".

En este sentido postula que el mundo no es hoy ningún teatro en el que "se representen y lean acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades". La intimidad es "la formula psicológica de la transparencia" en la que se cree conseguir la transparencia del "alma por el hecho de revelar los sentimientos y emociones intimas, desnudándose así el alma". A esta intimidad necesariamente debe asociársele "la cercanía"

Con el otro también es deseable la grieta, una alteridad que no puede eliminarse por completo. Ante el afán de la transparencia que se está apoderando de la sociedad actual, sería necesario ejercitarse en la actitud de la distancia, "la distancia y la vergüenza no pueden integrarse en el ciclo acelerado del capital, de la información y de la comunicación".

La sociedad de la transparencia no permite lagunas, el pensamiento sin vacío se vuelve cálculo, la visión sin ruptura, obscenidad, amor sin laguna de visión es pornografía. Frente a la tiranía de lo igual, lo liso, lo continuo Hans propone ejercitarse en "una igualdad opaca" y una cercanía lejana. Interesantes proposiciones para el discurso analítico que sostiene la alteridad del goce y el arreglo que cada uno soporta en un anudamiento singular.

Para terminar la puntuación, las palabras de Bassols: "La experiencia analítica muestra que no hay, sin embargo, imperativo del superyó sin el retorno paradójico de aquello que intenta liquidar. El imperativo de la transparencia alimenta así la opacidad que el goce hace presente en la intimidad de cada ser que habla tomado en su singularidad irreductible. Hasta el punto de hacer de ese retorno un nuevo imperativo, no menos paradójico: ¡Gozar de la transparencia misma sin saber nada de la opacidad que la habita!"

Con este recorte ¡espero haber provocado el interés de su lectura!

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