Junio 2015 • Año IV
#30
Dossier ENAPOL: El imperio de las imágenes

El panóptico digital

José Ioskyn

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Viviana Fruchtnicht
Cartografías contemporáneas 2

En primer lugar la mirada panóptica deja de ser perspectivista y centralizada. Ya no existe un ojo vigilante con la capacidad de mirar sin ser visto, mientras los moradores de las celdas se saben observados y sin posibilidad de comunicarse entre sí, en aislamiento. Estas características con las que identificamos al panóptico clásico han cambiado en el mundo 2.0, pero no su existencia, que se ha reforzado. La iluminación en el mundo digital viene de todos los puntos posibles, cada sujeto observa en calidad de guardián, y a su vez es observado. La vigilancia es cruzada y horizontal, ya no concentrada en un observador que detenta el poder merced a la transparencia de los prisioneros. Por estas características de cruzamiento e hipercomunicación la vigilancia se ha hecho ilimitada. Los sujetos del panóptico de Bentham se sabían vigilados, mientras los habitantes del panóptico digital se creen en libertad.

Los sujetos del panóptico digital colaboran de manera activa, a través de su necesidad de exhibicionismo y voyeurismo. Ellos colaboran, venciendo toda resistencia a mostrar su intimidad, ya que la necesidad de traspasar el muro de la vergüenza y exhibirse resulta necesaria a los fines de obtener valor. Este depende de la voluntad de exhibición. En las redes sociales resulta indispensable mostrarse en fotografías, comentar actos banales o importantes – es lo mismo, la cuestión es publicarse – o revelar alguna intimidad para despertar la atención. El resultado, según Han, tiende a la uniformidad y a aniquilar la libertad de acción, de lo cual resulta un totalitarismo nuevo, objeto de lo que llama la psicopolítica. Ya no se trata de la incidencia del poder en los cuerpos propia de la biopolítica, sino del moldeamiento de las actitudes, conductas, de la deformación de la moral, la conciencia, los valores y la intimidad.

La sociedad que exige la exposición de la intimidad es en esencia pornográfica: "Todo está vuelto hacia fuera, descubierto, despojado, desvestido y expuesto (…), se renuncia a toda peculiaridad de las cosas. Estas no desaparecen en la oscuridad, sino en el exceso de iluminación".

El sistema social ejerce una "coacción de transparencia", un empuje a eliminar la negatividad, y obtener lo igual, la transparencia es una relación entre igualdades. La negatividad es lo que traba el libre flujo de lo transparente, es lo otrolo extraño.

Dice que "el alma humana necesita esferas en las que pueda estar en sí misma sin la mirada del otro…Una iluminación total la quemaría… Sólo la máquina es transparente".

La sociedad de la transparencia no permite lagunas de la visión. "Amor sin laguna de la visión es pornografía. Y sin laguna de saber el pensamiento degenera en cálculo".

La actual sociedad de la transparencia exige positividad (mostración, traducción del valor en precio, exhibición sin secretos ni intenciones ocultas) y ausencia de negatividad –entendida como ambigüedad, equívoco, ocultamiento, vacío. El rechazo de la negatividad implica el de toda alteridad, sea la del inconsciente, la del Otro sexo, o la de un semejante cuya intimidad no conocemos en su última instancia: "la sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual". Las cosas visibles no desaparecen en la oscuridad y el silencio, sino que se desvanecen en lo más visible que lo visible. Esto hipervisible se denomina obscenidad.

La sociedad positiva o transparente también implica consecuencias en el amor, ya que este "se aplana para convertirse en un arreglo de sentimientos agradables y de excitaciones sin complejidades ni consecuencias…el amor se domestica y positiva como fórmula de consumo y confort. Hay que evitar cualquier lesión". El sufrimiento y la pasión son figuras de la negatividad, por lo tanto también son objeto de rechazo y desestimación.

La coacción de la exposición conduce a la alienación del cuerpo mismo. El cuerpo se cosifica en un objeto de exposición. Hay que exponerlo y explotarlo. En la pornografía se aniquila el Eros. En el porno se hace imposible experimentar placer, ya que la sexualidad se disuelve en la ejecución femenina del placer y en la ostentación de la capacidad masculina.

La sociedad de la transparencia es enemiga del placer. La negatividad del secreto, el velo y el encubrimiento generan deseo e intensifican el placer. "El seductor juega con máscaras, ilusiones y apariencias…La evidencia no admite ninguna seducción, sino solamente un procedimiento. El seductor emprende caminos que son tortuosos, ramificados y enredados. Y usa signos con muchas significaciones: la seducción se apoya con frecuencia en códigos ambiguos, lo cual convierte a los seductores prototípicos de la cultura occidental en una determinada forma de carencia de moral. Los seductores se sirven de un lenguaje con múltiples significados, porque no se sienten vinculados a las normas de la seriedad y la simetría. En cambio las prácticas políticamente correctas exigen transparencia y renuncian a ambigüedades, con el fin de garantizar la mayor libertad e igualdad contractual (…) El juego con la ambigüedad y la ambivalencia, con secretos y enigmas, aumenta la tensión erótica. La transparencia o la univocidad serían el final del Eros, es decir, la pornografía. No es casual que la actual sociedad de la transparencia sea a la vez una sociedad de la pornografía".

En cuanto a las imágenes, objeto de nuestro próximo Enapol, según Han en el modelo de sociedad que propone como vigente, estas se hacen transparentes cuando, liberadas de toda dramaturgia, coreografía y escenografía, de toda profundidad hermenéutica, de todo sentido, se vuelven pornográficas. "Pornografía es el contacto directo entre la imagen y el ojo". Para que algo se torne transparente debe perder su singularidad.

Se deduce, tomando en cuenta las características de coacción, de imposición, de aniquilación de la singularidad y de lo ilimitado de la vigilancia y el control, que el tipo de sociedad que describe Han está determinada por una primacía del Super Yo. La dificultad del sujeto social para escapar de este determinante es máxima, siendo que además el núcleo duro del poder no es visible, y el sujeto se cree autodeterminado. Esta creencia en la propia libertad hace de la sumisión a la exhibición y al poder de la imagen algo taxativo e inapelable. Es sensible el desplazamiento de la instancia de poder desde su origen en la figura de autoridad, pasando por el declive de lo simbólico, hacia la autocoacción superyoica.

Esto a su vez implica otra consecuencia sensible para una lectura psicoanalítica de lo social. De la larga cita de Han sobre la seducción y el eros, se concluye que este se lamenta sobre el fin de una era donde primaba el juego del ocultamiento, la seducción y la ambigüedad en distintas variantes, para ingresar en un mundo en el cual el control se hace hiper poderoso merced a consolidarse a través de lo escópico y su exigencia de visibilidad y transparencia. En términos más claros para nosotros, pero coincidentes con su análisis, podríamos ver que se pasa de un régimen del deseo, dominado por la veladura del objeto causa del deseo en sus múltiples formas, a un régimen de goce, absolutizado, sin dobleces ni velos acerca de las intenciones o las significaciones, sin hermenéutica de la imagen, donde lo que prima es la exigencia, en este caso la exigencia de transformar cualquier cosa en una mercancía manipulable por el capitalismo. Y la imagen ha pasado a ser una mercancía, como tal producida en serie, con su correspondiente valor de cambio, y en la cual el sujeto se aliena y a la cual le transfiere su propio valor de sujeto (Guy Debord, La sociedad del espectáculo, 1967).

El valor de exposición se absolutiza, constituyéndose una tiranía de la visibilidad. "Lo problemático no es el aumento de imágenes, sino la coacción icónica de convertirse en imagen". Aquello que no se somete a ser visible y transparente se convierte en sospechoso, esto constituye la violencia de la sociedad de la transparencia.

Acordamos con la problemática de la coacción icónica, pero también consideramos problemático el aumento de las imágenes. ¿Por qué? Porque podemos sostener la tesis de que la proliferación infinita de pantallas reproductoras de imágenes y de panópticos de vigilancia, así como de todo tipo de dispositivos de recolección y captura de imágenes, está al servicio de taponar el agujero de la no relación sexual. La multiplicación, razonaba Freud en La cabeza de medusa, está siempre dispuesta para ocultar la falta. De modo que la proliferación de imágenes se orienta a taponar lo real de la ausencia de relación, generando una satisfacción sustitutiva con un partenaire imaginario. Todo ello capitalizado por una instancia de control y poder que constituye su núcleo duro, dentro de un panorama líquido en sus efectos.

La conciencia moral y la ética son reemplazadas por la transparencia y el control permanente. Han refiere que en cuanto al trabajo existe una sociedad del rendimiento, donde a falta de una instancia dominadora el sujeto se explota a sí mismo. Esta ausencia de conciencia moral y su desplazamiento hacia la auto exigencia ilimitada también conduce a pensar en un desplazamiento desde un régimen de la autoridad simbólica y la moralidad hacia un dominio del Super Yo. El sentimiento del deber ser es reemplazado por la auto exigencia ilimitada de producción.

La paradoja es que este tipo de coacción, dice Han, va acompañada de un sentimiento de libertad y de elección voluntaria.

Sin embargo en la sociedad de la transparencia no se producen comunidades sino acumulaciones de egos que se agrupan alrededor de una marca (brand communities). Esto es distinto a un nosotros. Hay una coincidencia entre comunicación y comercio, entre libertad y control. Lo social se degrada y se incluye en el proceso de producción capitalista. Las consecuencias para la política son obvias.

La globalización es un gran panóptico. Google y las redes sociales, que se presentan como espacios de libertad, adoptan formas totales. El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez. El control, ahora voluntario y exhibicionista, tiene la máscara de la libertad.

BILBIOGRAFÍA

  • Byung Chul Han, La sociedad de la transparencia, Editorial Herder, Barcelona, 2013.
  • Guy Debord, La sociedad del espectáculo, La Marca Editora, Buenos Aires, 2012.
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