Noviembre 2011 • Año X
#23
El amor y los tiempos del goce

Bon-Heur

Graciela Esperanza

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María Noel - Escrito en Piedra (2010)
Litografía, aguafuerte, tinta y collage. 70 x 100 cm. Galería Centro de Edición. Gentileza ArteBA Fundación.

En el año 1973 la enseñanza de Jacques Lacan es pródiga en asuntos del amor.

En el transcurso de pocos meses, en tres de sus Escritos: "La nota italiana", "La introducción a la edición alemana de los Escritos",-octubre de 1973- "Televisión", Navidad de 1973- y, en su Seminario 21 "Los no incautos yerran" del mismo año, habla del amor.

En cada uno de ellos el amor no solo queda resituado a partir de la experiencia analítica, sino que en cada uno de los textos se apuesta a que alguna otra cosa pueda producirse en relación a él, a partir de la respuesta del analista.

Si bien hay múltiples matices en cada de uno de ellos, opto por la apuesta a lo otro que pueda producirse.

Cada vez y reiteradamente en cada uno de estos textos Lacan habla de lo nuevo ¿Cómo entender lo nuevo del amor aquí?

Diría que lo nuevo es precisamente la transferencia, el amor de transferencia.

Lo enormemente (este término lo usa Lacan en "Televisión") nuevo es que el amor se dirige al saber y suple la ausencia de relación sexual en el parlêtre, su función es la de ser un síntoma; revelación del psicoanálisis. Pese al carácter de repetición que hay en el amor de transferencia, se accede por él a la verdadera naturaleza del amor.

Lo nuevo también es que el objeto de ese amor es el analista, un objeto que responderá de manera inédita a esa demanda, lo provoca, sin desmentirlo para no satisfacerlo. Miller llega a decir que en lo relativo al amor el analista es un réprobo, esto es, está condenado al infierno.

Así, le pone un límite a la mentira del amor, a su ilusión de suplir con la tendencia al Uno lo que no hay, pero a esta mentira, la experiencia analítica debe producirla, que se haga oír en la experiencia lo que suple la falla, único modo de localizarla.

Sin embargo, no es precisamente esto lo que se me presentó como nuevo cuando recorría estos textos. Hay algo más.

En todos ellos Lacan juega con un significante: bon eur, que significa buena suerte, buena fortuna, y es homofónico con bonheur que significa felicidad, a través de ese equívoco homofónico, y en cada uno de esos textos, es pensable que algo de la felicidad se presente en la contingencia del buen encuentro, a pesar de la ausencia de relación sexual.

Vale la pena citar aquí a Lacan en La "introducción a la edición alemana de los Escritos":
"De ahí precisamente resulta que no hay comunicación en el análisis sino por una vía que transciende al sentido, la que procede de la suposición de un sujeto al saber inconsciente, es decir, al ciframiento. Es lo que articulé: sujeto supuesto saber.

Es por ello que la transferencia es amor, un sentimiento que adquiere allí una forma tan nueva que introduce en él la subversión, no porque sea menos ilusoria, sino porque se procura un partenaire que tiene posibilidad de responder, no es el caso en las otras formas. Vuelvo a poner en juego la buena suerte -bon–heur-, salvo que, esta posibilidad, esta vez viene de mí y yo debo proporcionarla".

Es claramente el analista quien debe responder, desde la radicalidad del discurso analítico, en su diferencia con otros discursos, a la emergencia del amor y ese bon-heur es él mismo quien debe proporcionarlo. Leo en ese "debo proporcionarlo" al Lacan analista.

Entonces es una buena suerte que haya el analista para tratar los asuntos del amor.

Decía antes que se trata de ponerle un límite a la mentira del amor, a su ilusión de suplir con la tendencia al Uno lo que no hay, y que a esta mentira, la experiencia analítica debe producirla. El analista debe dar lugar a que se produzca, a que se enuncie la palabra de amor, aún cuando la época exhiba señales de su desfallecimiento. Después de todo el análisis es un forzamiento a que se hable.

Estarán así frente a frente la palabra de amor y la palabra de la interpretación, frente a frente, la abundancia del parloteo amoroso y la austeridad de la palabra interpretativa, para darle una salida al malentendido del amor. Aquí sitúo el amor más digno de "La nota italiana".

Claro que también está el problema: ¿cómo por una suposición llegar a deshacer por la palabra lo que se ha hecho por la palabra? Sabemos que esto ha sido siempre objeto de interrogación para Lacan y es un problema para el analista. Contamos aquí con la presencia del analista para descontar lo equivoco siempre presente en la palabra.

Pero es posible un pasito más, entiendo que alguna luz ofrece Lacan en estos textos, puesto que puede deducirse de ellos que la interpretación, ella también, participa del buen encuentro. La interpretación analítica puede ser alcanzada por el equívoco homofónico entre bon-heur y bonheur, el león salta una sola vez, decía genialmente Freud, aludiendo a la audacia y al azar que deben presidir toda interpretación.

¿Será este el único instante de felicidad que le es dado a un sujeto en un análisis?, el instante en que el tiro da en el blanco, siempre en los bordes del cuadro, enseñando por allí que el amor también está a merced de la buena fortuna.

Allí, en ese lugar, que no caduca, el lugar de la sorpresa de la palabra interpretativa, el analista aguarda las formas más o menos aberrantes, más o menos desquiciadas, o no, que el siglo XXI seguirá produciendo, o no.

Frente a ellas, entonces ¡bon-heur!

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