Enero 2016 • Año X
#31
Consecuencias de la ultimísima enseñanza

Del santo al artista, la herejía de Joyce

Guillermo López

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Nudo-brazalete
Alejandra Koreck

"…Más todos estos hombres de quien hablo
me hacen ser la cloaca de su pandilla.
Mientras ellos sueñan sus soñados sueños,
yo les saco las corrientes apestosas,
porque si estas cosas hago por ellos
fue porque mi diadema perdí,
Esas cosas por las que severamente la Abuela
Iglesia me dejo plantado.
Así les alivio los tímidos anos, y mi oficio
hago de Catarsis. Mi escarlata blancos
como la lana los deja. A través de mí
evacuan la panza llena…"[1]

Lo santo o la santidad, puede ser considerado desde dos puntos de vista: el ético (o moral) y el religioso. Para Kant, la esencia del hombre y del acto moral, es la voluntad de respetar la soberanía de la razón y de tender a la santidad, ya que solo de ese modo se contribuye a la armonía universal. Concibe a la santidad como la perfección absoluta de la virtud, como la voluntad moral más perfecta. Ideal moral irrealizable pero tendiente a un deber ser, que junto a la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios, son los postulados de la razón práctica que hacen posible la vida moral.

En la filosofía la santidad está vinculada a la ascesis como ideal, la pasión era aquello que debía ser eliminado para que el filósofo se realice por la vía del saber. El hombre santo/sabio era aquel que mantenía sus afectos en su justo medio.[2] Con el auge del cristianismo, en la mística alcanza la máxima expresión el santo ya no vinculado al saber o a la ingeniería respecto a la pasión, sino al santo ligado al lugar del mártir. Ya no se trata de mantener las pasiones a distancia sino de experimentarlas y de considerar esa experiencia como lo más excelso: la pasión de Cristo era el modelo.

El santo en la cristiandad no se ajusta a una ley moral universal sino que intenta realizar un camino único y singular. No se autoriza por hacer el bien sino más bien por quedar al margen de los valores de una época y en un lugar de excepcionalidad y frente al cual la iglesia muchas veces duda entre excomulgarlo, sacarlo de la comunidad o bien santificarlo. De todos modos la mayoría de las veces el santo es canonizado, es decir nombrado como tal por la iglesia postmortem, rara vez en vida.

El santo, se caracteriza por tener un rasgo de desapego respecto a todos los valores de goce presentes en la sociedad de su tiempo. Es interesante como en esa dirección plantea la posición del santo Chesterton, referencia de lectura de Lacan, dice: "el santo es medicina porque es antídoto. Por eso el santo es mártir con frecuencia equivocadamente se le considera veneno porque es antídoto. Generalmente se le encuentra devolviendo la salud al mundo por el movimiento de exagerar lo que el mundo desprecia, que no es siempre el mismo elemento en todas las épocas"[3]

De ahí las paradojas de la historia que hacen que en cada momento se convierta en santo, a una figura absolutamente contraria a los valores de su época. Es el caso de San Francisco de Asís, que para la sociedad europea del siglo XIX satisfecha con el comercio y las ideas liberales, encuentra en un misionero la figura que más despreciaban: la de un mendigo italiano.

Desde un mismo punto de vista, Jesús en el Sermón de la montaña, no promueve que sus apóstoles sean personas excelentes, sino excepcionales, así compara en una metáfora al santo con la sal de la tierra: "si la sal se desvirtúa ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada mas que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres"[4].

En esta parábola del Nuevo Testamento es interesante el uso que se hace de la sal, que en la antigüedad tenía valores ideales en tanto era un elemento imprescindible de purificación y conservación de lo perecedero. Pero como al pasar se destaca lo que esta detrás y da verdadero significado al lugar del santo, "lo que no sirve para nada", lo que se tira, el desperdicio.

Lacan en Televisión en el apartado tercero, que titula "Ser un santo", desde el principio, vincula al santo con la miseria del mundo, señalando que los trabajadores de la salud mental, sostenidos en el discurso del amo se cargan al hombro esa miseria. Propone al santo como la posición que debe asumir el analista. Dice allí: "ocupémonos pues del psicoanalista…no podríamos situarlo mejor objetivamente sino con lo que en el pasado se llamó ser un santo"[5].

Define al santo como el desperdicio (rebut) del goce[6]. Aquí el significado de rebut término que utiliza Lacan puede traducirse como escoria, basura, hez, chatarra.

Lacan afirma que un santo no practica la caridad. Más bien se pone a desperdiciar, se hace residuo. Utiliza un neologismo dice el santo, descarida: condensación entre desecho y caridad. Con ello afirma que el santo no se define por hacer caridad, promover valores altruistas de amor y solidaridad, mas bien se ofrece como resto y así permite al sujeto del inconsciente, tomarlo por causa de su deseo.

Miller en "La salvación por los desechos", se pregunta por el desecho, interrogando ¿que es lo que es desechado, como consecuencia de una operación de la que no se retiene sino el oro que ella aporta? Señala que el desecho es lo que cae, lo que se desprende o negativiza, de lo que por otro lado se eleva, del lado del ideal que resplandece.

Indicando que la invención del psicoanálisis en el S. XX, nos hizo percatar que la humanidad hasta ese momento se vio forzada a elegir el camino de la salvación por los ideales, con Freud surge un nuevo modo de salvación, la salvación por los desechos.

 

El santo hombre

En la Conferencia Joyce El síntoma de junio del 75, previa al Seminario XXIII, Lacan menciona que "Joyce El sinthome" produce homofonía con la santidad, haciendo alusión a lo que había planteado unos años antes en Televisión.

Si bien considera que nunca estará a la altura del juego equivoco que Joyce realiza con el lenguaje en Finnegans Wake produce ya en el curso del Seminario XXIII, un juego homofónico, entre sinthome, saint homme (hombre santo) y sinthome madaquin (o sinthomadaquin) en alusión a Santo Tomas de Aquino.

Dice: "Para la instancia de la letra tal como se esbozó hasta ahora -y no esperen otra cosa, porque lo que será mas eficaz no hará mas que desplazar el sinthome, incluso, como he dicho, multiplicarlo- para la instancia presente, está por el momento el sinthome madaquin, que escribo como quieran."[7]

Joyce esta muy influenciado por la temática de la santidad, sabemos que tuvo una formación jesuítica. De hecho prefiere definirse a si mismo como jesuita antes que llamarse católico[8]. Su formación educativa transcurrió en dos colegios administrados por ese grupo religioso, Clongowes Wood y Belvedere. Durante su juventud eligió como protector a San Luis Gonzaga, patrón de los jóvenes[9]. Recibe en su formación la influencia de Santo Tomas de Aquino al que llega a designar como "quizás el intelecto mas agudo y lucido de la humanidad"[10].

El juego de palabras durante el Seminario continua, pero ya no como juego homofónico hay cierta discontinuidad entre sinthomadaquin- sint home rule[11] y por otro el sinthome roule[12].

Hay un salto entre uno y otro que implica como Lacan señala una elección. Elección que Joyce produce como un hereje. Lacan juega nuevamente con la consonancia entre heresie (herejía) y la raíz griega de la palabra elección, hairesis. Pero hay que destacar el sentido religioso, de este término, siendo un hereje, aquel que sostiene ideas o teorías contradictorias al dogma de la iglesia.

Miller aclara en la Nota paso a paso que la elección que predica Lacan en el sinthome es entre el régimen normado, reglado del sinthome, cuya ley de formación es el nombre del padre, del lado del sinthome rule – sinthome madaquin por un lado y el sinthome roule por otro, que es el síntoma desnudado en su estructura y su real. Joyce señala Lacan como todo hereje elige su camino singular para alcanzar la verdad, y lo hace de la buena manera. Hacerlo de la buena manera sería aquella vía que reconociendo la naturaleza de su sinthome, no se priva de usarlo lógicamente, hasta alcanzar su real.[13]

Pero Lacan es tan hereje como Joyce, a la altura del Seminario RSI, (hay una homofonía entre hérésie herejía y erre-esse-ie, RSI) ya que critica fuertemente a Freud, por sumar a sus tres[14] (los de Lacan) un cuarto toro, que anuda a los otros tres, el nombre del padre que es idéntico a la realidad psíquica. Lacan ironiza llamando a esta necesidad del Padre como cuarto en Freud, como boludez religiosa. Dice Lacan: "…lo que Freud instaura con su nombre del padre idéntico a la realidad psíquica,…especialmente a la realidad religiosa –pues es exactamente lo mismo- que es así, por esta función de sueño, que Freud instaura el lazo de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real.[15]

Lacan llega a proponer a la altura de este Seminario el XXII, un nudo borromeo de tres eslabones, llegando a sugerir que un psicoanálisis tendría por fin la reducción de un nudo de cuatro a un nudo de tres eslabones, transformando un analizante freudiano, religioso creyente en el padre, en un hereje, en alguien que prescinde del nombre del padre y elige su propio camino de encontrar la verdad sobre su goce.

Ahora Lacan se desdice aunque no del todo de esto en el Seminario XXIII, porque finalmente mantiene el cuarto eslabón, proclamándose heredero de Freud, pero prescindiendo del nombre del padre. Ya no va a ser el nombre del padre su cuarto eslabón sino el sinthome. Para poder dar ese paso necesita de la herejía de Joyce.

 

Del santo al artista, la herejía de Joyce

El retrato del artista adolescente es el testimonio de esa elección o herejía joyceana. Si concebimos a Stephen Dedalus, personaje central de la novela como el alter-ego de Joyce, podemos desentrañar esa herejía, que me gustaría postular como el pasaje del santo al artista.

Ya el nombre que elige Joyce para designar a este personaje, Stephen Dedalus, pone en juego algo de esa elección entre la santidad y la invención artística. Stephen, (de origen griego stéphanos) en castellano Esteban fue el primer santo de la cristiandad, fue un judío converso, fue rechazado por los escribas, detenido, enjuiciado por su fe y lapidado. Fue canonizado como santo por seguir el camino de Jesús, adoptar una posición de mártir, aceptando cualquier tipo de sufrimiento incluso la muerte como sígno de su amor y fe en Dios,

Dedalus, variación de daedalus, en castellano Dédalo, en la mitología griega, artista multifacético: arquitecto, escultor e inventor. Joyce inicia la novela con una cita de una frase de la Metamorfosis de Ovidio[16], que justamente hace alusión al momento en que Dédalo fabrica alas para escapar con su hijo Icaro del Laberinto de Creta, donde había sido encerrado por el rey Minos.

Durante su infancia y hasta el comienzo de su adolescencia Stephen, puede mantenerse en la rutina que le ofrece el Otro de la tradición jesuítica como un modo de sobrellevar la carencia paterna, lo que el padre no le ha transmitido.

El retrato de un artista... es testimonio de una metamorfosis o mejor dicho un despertar a lo real, tal como lo plantea Lacan en el Prefacio del despertar de la primavera. El despertar pone en juego una elección para Joyce entre la vía religiosa, salvarse por la vía del ideal, los S1 propuestos por un padre (la patria o la iglesia), vía que rechaza o seguir la vía de la salvación por los desechos.

Joyce despierta del sueño religioso, de tratamiento de los agujeros del cuerpo por la vía del martirio y la penitencia. Podemos pensar a ese despertar como el desanudamiento mismo, del sueño anudado de lo real, lo simbólico y lo imaginario.

Hay que recordar que Lacan, toma la relación de Joyce a su cuerpo, para plantear lo que llama lapsus o error del nudo borromeo RSI.

Lacan se sirve del testimonio de las experiencias vividas por el joven Dedalus, para pensar la relación de Joyce a su cuerpo. Ubicando allí el desanudamiento de lo imaginario de la cadena, quedando lo real y lo simbólico interpenetrados.

Lo que utiliza como ejemplo es la escena de la paliza dada al joven por algunos de sus compañeros.: "…y mientras las escenas del ultrajante episodio pasaban incisivas y rápidas por su imaginación…se preguntaba porqué no guardaba mala voluntad a aquellos que habían atormentado…la evocación del cuadro no excitaba a enojo. A causa de esto, todas las descripciones de amores y odios violentos que había encontrado en los libros le habían parecido fantásticas aún aquella noche…había sentido que había una fuerza oculta que le iba quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma facilidad con la que se desprende la suave piel de un fruto maduro".[17]

A Lacan lo sorprende la ausencia de afectos en Stephen como consecuencia de los golpes y la metáfora que utiliza del desprendimiento del cuerpo como una cáscara, es allí donde Lacan ubica al desanudamiento del nudo imaginario. En Joyce la relación al cuerpo no pasa por la imagen, no hay una relación narcisista con la imagen, por la vía del estadio del espejo. Sino que se trata en él de una relación directa con la falta de imagen o con lo que hace agujero en el cuerpo.

Siguiendo esta vía que propone Lacan, que es la vía del cuerpo, me interesa destacar el tratamiento que hace el joven de los agujeros del cuerpo, por la vía religiosa de la prohibición, el castigo, y la penitencia. Según el testimonio de la novela eran comunes los castigos corporales como modo de disciplinamiento en los dos colegios por los que pasó Joyce. Se relatan dos escenas más a la elegida por Lacan en que los jóvenes son castigados por sus faltas, en este caso por los curas-maestros. Una de ellas es vivida por el propio Stephen, como víctima.

El castigo corporal aparece ligado desde el principio de la novela, a la sexualidad. Es a partir de que los sacerdotes descubren una escena sexual entre dos muchachos, que comienza a plantearse el castigo físico, como una penalización, que lleva al propio Stephen a la incertidumbre y porque no a la perplejidad.

Al escuchar un diálogo del grupo de jóvenes: -Los pescaron toqueteándose… en la letrina una noche… –Tres días de silencio en el refectorio y que nos condenen a seis y ocho (palmetazos) a cada minuto…Surgen las preguntas de Stephen: ¿Qué quería decir lo de toquetearse en la letrina? ¿Por qué los cinco compañeros de la división superior se escaparon por eso? Era una broma pensó… ¿porqué en la letrina? Uno iba allí cuando tenía ganas de hacer algo…Tal vez era por eso que estaban ahí porque era el lugar donde algunos compañeros escribían cosas por chasco. Pero…no era un chasco porque se habían escapado…y empezó a sentir miedo".[18]

La pregunta por la relación sexual que no hay, parece dejar a Stephen sin respuestas posibles.

A su vez la mirada y la voz trastocan e invaden su cuerpo.

De la voz dice: "había oído alrededor constantes voces del padre y los maestros, instándolo a ser un caballero...un buen católico, esas voces se habían vuelto de un sonido hueco en sus oídos…y era el barullo de todas esas voces lo que le hacía hacer un alto irresoluto en la persecución de sus fantasmas, solo era feliz cuando estaba lejos de ellas".[19]

De la mirada dice: "y aunque tenía los ojos cerrados con fuerza, veía los lugares en donde había pecado, y aunque tenía los oídos bien cubiertos, oía, deseó con toda voluntad ni oír ni ver. Se cerraron un instante…y vio, ese era su infierno. Dios le había permitido ver el infierno reservado a sus pecados".[20]

El joven intenta defenderse del goce que lo invade a través de los agujeros del cuerpo por la vía de la disciplina rigurosa, que recuerda el ascetismo de algunos santos. Para mortificar la mirada, se proponía como norma de conducta caminar por la calle con los ojos bajos, no mirar ni a derecha ni a izquierda, ni atrás, evitando conectar con los ojos de una mujer. Al leer frustraba la mirada mediante un esfuerzo voluntario, sacaba la vista en el medio de una frase ya comenzada, cerrando el libro. Sacrificaba la voz, no cantando ni silbando y no podía hacer nada para huir a los ruidos que le irritaban los nervios.[21]

Esta irrupción del goce del cuerpo vivida de un modo persecutorio, se acrecienta luego de su iniciación sexual con una prostituta, esto lo lleva a una verdadera conmoción subjetiva, frente a la cual emprende un delirio religioso. Solo podrá salir de una vida de pecado, mediante el renunciamiento y la confesión, pero este intento de solución falla.

La confesión que realiza en una iglesia, a su comunidad jesuítica, tiene cierto efecto de pacificación momentáneo. Luego de ello, es convocado por el rector de su Escuela, para que emprenda el camino del sacerdocio.

¿Cómo se despierta Joyce-Stephen del sueño religioso? Lo despiertan una serie de epifanías, tal como él las define, unas súbitas manifestaciones espirituales de la alocución o del gesto, que experimenta luego de ser convocado a ser sacerdote.

Pero ese llamamiento religioso no lo tocó en lo vivo, a través de él podría conocer y saber los pecados de los otros, los pensamientos, las cosas obscuras, sostenido en la mentira de un orden que lo mantendría en la inmunidad y la pureza. Él frente a eso sintió otro llamado, él estaba destinado a aprender la sabiduría de los otros "errando entre las asechanzas del mundo".

Ese llamado al artista como tal, no carecerá de un contenido mesiánico tal como lo califica Lacan en el Seminario. En las palabras del Joven Dedalus: "De cada estela de música nebulosa en retroceso esta siempre una nota de llamado largamente arrastrada…Una voz de más allá del mundo estaba llamando. Hola Stéphanos! Aquí viene el Dedalus!...Ahora como nunca su extraño nombre le parecía profético. Le parecía ver una forma alada que volaba por encima de las ondas, ¿Qué significaba aquello? ¿Era como el lema al frente de una página en algún libro medieval de profecías y de símbolos…? ¿Era una profecía del destino para el que había nacido, y que había estado siguiendo a través de las nieblas de su infancia y de su adolescencia, un símbolo del artista que forja en su oficina con el barro inerte de la tierra un ser nuevo, alado, impalpable, imperecedero?"[22]

El texto explicita de un modo clarificador la epifanía y con ella el llamado que recibe, a través de su nombre que cobra nueva vida, enlazando al destino de Dédalo, el de crear a través de la escritura una cosa viva, nueva y encumbrada, y bella, impalpable, imperecedera.

 

Para concluir, Joyce no es un santo

Esta afirmación es de Lacan, quien la propone en Joyce, el síntoma II, allí dice: Joyce el Síntoma hace avanzar las cosas con su artificio hasta el punto de que nos preguntamos si no es el Santo, el santo hombre hasta más no perderse. A Dios gracias, pues es a él a quien se lo debemos, eso es, a ese querer que se le supone. Joyce no es un santo. Joyza demasiado del S.K.bello para eso, tiene de su arte arteorgullo hasta la saciedad".[23]

El santo como recorrimos no se hace un nombre, lo recibe una vez que trazó un camino de excepcionalidad, en ese sentido no hay santo mas que no queriendo serlo. El santo no goza ni se canoniza a sí mismo.

En Joyce el amor a sí mismo, el amor a su imagen, presenta una falla, la falta de imagen como sostén de su cuerpo se traduce en una falla en su narcisismo que suple transformándose en artista, de ese modo se hace artesano de su narcisismo de suplencia.

Sin embargo antes de ello hay un intento de tratar los agujeros de su cuerpo por la vía de la penitencia y la prohibición, el camino de la santidad, de la norma, o del sinthome rule, nombre del padre. Aún así aunque no sigue esa vía, elige la vía de la heresis, la escritura se mantiene en un destino de santo oficio, él encarna el lugar del escusado de los escritores de su generación[24] y con ello se salva y nos salva usando los desechos. ¿Será este camino que el pregona, como el de forjar la conciencia increada de su raza?

En relación al desecho, el santo descarida, el santo se hace desecho para causar deseo. En este punto el analista, debe seguir el camino del Santo. Joyce, no se hace desecho sino que hace arte con los desechos del lenguaje. Joyce encarna el resto de la escritura, pero con eso se hace de un escabel, se hace un estrado de artista con el cual se presenta con una renovación del narcisismo al mundo. Y con eso goza y se forja un nombre.

BIBLIOGRAFÍA

  • Chesterton, Gilbert Keith. Santo Tomás de Aquino, Hodder & Stoughton, Londres, 1933. Versión y notas de Juan Carlos de Pablos. Universidad de Granada. 2014.
  • Ellmann, Richard. James Joyce. Editorial Anagrama. Barcelona. 1991.
  • Joyce, James. Retrato del artista adolescente, R.B.A. Editores. Barcelona. 1995.
  • Joyce, James. Irlanda, isla de sabios y santos, en Escritos críticos, Madrid, Alianza, 1983.
  • Lacan, Jacques. Televisión. En Radiofonía y Televisión. Editorial Anagrama. 1977.
  • Lacan, Jacques. R.S.I. Seminario 22. Inédito
  • Lacan, Jacques. El sinthome. El Seminario Libro 23. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2006.
  • Lacan, Jacques. Joyce El Síntoma, Editorial Paidós. Buenos Aires. 2014.
  • Miller. Jacques Alain. Piezas sueltas. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2013.
  • Miller, Jacques Alain. La salvación por los desechos, Inédito.
  • Schejtman, Fabián. Ensayos de clínica psicoanalítica nodal, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2013.

NOTAS

  1. Fragmento de El santo oficio, poema de Joyce, incluido originalmente en su texto Poemas manzanas, es una poema crítico a la servidumbre de los escritores de su país al nacionalismo irlandés. El poema es una ironía en la que se proclama así mismo como escusado de los escritores de su época.
  2. Laurent, E. Los objetos de la pasión. Pag. 44.
  3. Chesterton, G. K. Santo Tomás de Aquino. Pág. 26.
  4. San Mateo. S:13.16
  5. Lacan, J. Televisión. en Otros escritos, Pág. 545.
  6. Lacan, J. Ibidem, Pág. 546.
  7. Lacan, J. El sinthome. El Seminario Libro XXIII. Pag. 14.
  8. Ellman, R. James Joyce. Pag 44
  9. Santo que lo impresionó porque no se dejaba abrazar por su madre, porque temía el contacto físico con cualquier mujer.
  10. Joyce, J. Escritos Críticos. Pag. 208.
  11. sin, es pecado, home es hogar y rule regla y home rule significa autogobierno es literalmente regla del hogar.
  12. Hay homofonía entre rule (regla) y roule (rueda, del verbo rodar)
  13. Lacan, J. El sinthome, pag. 15.
  14. Allí dice Lacan: "Freud no tenía idea de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real. Pero a pesar de todo, tenía de ello una sospecha." RSI. Clase 3. 13/1/75.
  15. Lacan, J. RSI. Seminario 22. Clase 5. 11/2/75.
  16. La frase de Ovidio es: "Y a ignotas artes aplica su mente e innova la naturaleza"
  17. Joyce, J. Retrato del artista adolescente. Pag. 103.
  18. Ibidem. Pag. 63
  19. Ibidem. Pag. 105.
  20. Ibidem, Pag. 166/167.
  21. Ibidem, Pag. 179/180.
  22. Ibidem. Pag. 199/200
  23. Lacan, J. Otros Escritos, pag. 593
  24. Tal como lo refleja el poema El santo oficio.
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