Septiembre 2010 • Año IX
#21
Ecos del VII Congreso de la AMP: Semblantes y Síntoma

Comentario

Juan Carlos Indart

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Me alegra mucho que se publiquen en Virtualia estos textos, uno de Vinciguerra y otro de Malengreau, traducidos al español. Los escuché leídos por sus autores en nuestro último Congreso de la AMP, en Paris, y me llevé la impresión de que cada uno nos ofrecía un diseño de investigación preciso sobre el tema mismo que nos convocaba: Semblantes y Sinthoma. También me llevé la impresión de un punto de divergencia entre ellos, y tomar nota de él es el sentido de este comentario.

Sobra decir tres cosas: 1) que los textos son difíciles, porque el tema supone un extenso desciframiento de la enseñanza de Lacan: por eso es bienvenida su difusión a la comunidad analítica hispanohablante, porque de a poco hay que participar en este debate, abierto a una elaboración colectiva para cualquiera... que no sea tan cualquiera; 2) que la brevedad de los mismos, y frente a lo nuevo que se quiere pensar, no puede sino introducir imprecisiones en los enunciados: pero esto siempre se puede mejorar, siendo lo importante el esquema lógico general del planteo; 3) que hay que agradecer a quién nos transmite recursos: ¿hay otro modo mejor de vaciar el momento en que es inevitable que uno comience a usarlos con cierta torpeza?

Ambos textos proponen, me parece, no una oposición estática entre semblantes y sinthoma, sino la cuestión de cómo, a partir de semblantes, se puede llegar a alguno que dé el pasaje al sinthoma, y al inicio de su oportunidad, porque hay acuerdo en que luego es necesario tiempo para que éste último se verifique.

Ambos textos, por lo tanto, se orientan respecto de lo que se busca verificar hoy en el dispositivo del pase.

Ahora bien, para eso, Vinciguerra (Rose-Paule), elige el recorrido de un semblante, el semblante fálico, y es a partir de él que piensa el pasaje al sinthoma. Elección más que respetable si se piensa en lo que es el semblante fálico en psicoanálisis desde Freud. En cambio, Malengreau (Pierre), elige una noción de semblante, digamos, a secas, y considera que no cualquier semblante permite el pasaje al sinthoma. No hay ese paso con el semblante Nombre del Padre, o con el semblante objeto a, y hasta ahí uno podría seguirlo, meditando, pero plantea que tampoco con el falo, y el lector lo leerá en su novena nota al pie. (Su ejemplo del artista Georges Braque iría en la misma dirección)

Esta divergencia me parece importante, aunque no pueda desarrollar aquí por qué, salvo decir que no atañe sólo a la verificación del pase, sino a la clínica que enfrentamos en este siglo XXI.

Tal divergencia se podría, si no disipar, al menos sopesar, tal vez, teniendo en cuenta el recorrido propuesto por cada cuál.

A partir de dos citas del Seminario 23, y a los fines de descifrarlas, Vinciguerra escinde en tres los momentos claves de la enseñanza de Lacan sobre el falo. El primero gira en torno a la significación (Bedeutung) del falo, y es para descifrar la primera cita. Es un momento retomado explícitamente por Lacan en el Seminario 23, para insistir acerca de que es el falo el que verifica sea lo que sea en términos de significación. Lo nuevo es que nos dice que lo hace en tanto soporte de la función significante, sin repetir por cierto que se trate de un significante especial, pero tampoco mencionándolo como letra. Acá queda algo por pensar. Pero lo seguro es que dice que es un real en la medida en que verifica como real un falso agujero, y que es el único real que verifica sea lo que sea como significación. También acá la distinción entre falo y goce fálico puede que requiera mayor precisión. Como en la segunda cita se dice que además no hay sino el falo para verificar ese real, Vinciguerra señala el segundo momento como clave, el de la presentación del falo como función en su sentido lógico-matemático. Acá es importante recordar que la función fálica no es nada si no hay valores que se le inscriban. En efecto, es luego de ambas inscripciones en la función fálica, posición masculina y posición femenina, que recién podría deducirse la verificación de un real como ‘no relación sexual’. No es fácil de ‘generalizar’ como castración, si se considera que esa verificación es divergente de uno a otro lado de las fórmulas, y si se piensa el esfuerzo de Lacan, poco antes, para mostrar que tanto la escritura de la relación sexual como la escritura de la no relación sexual son inverificables lógicamente. Tal vez en este preciso punto haya un salto importante en el paso de la lógica (proposicional, en última instancia) al nudo borromeo. Por último, hay el momento de la noción de sinthoma, del analista como sinthoma, y del sínthoma de fin de análisis. Desde ahí se descifra la primera cita de un modo nuevo, que la autora reconoce como heterogéneo a los anteriores. Como la formulación de Lacan es: "El único real que verifica sea lo que sea, es el falo" dentro del "sea lo que sea" se puede pensar también ahí la verificación de un goce fuera de medida, fuera de sentido, que no está en la verdad mentirosa, que hace al pecado, al sin incluído en sinthoma. El lector apreciará que la argumentación sobre esta lectura tiene su consistencia. Sólo subrayo que como la cita, no estrictamente referida a esto en su contexto, dice, "el único real que verifica...", se entiende el privilegio dado al semblante fálico como el único con un borde de disyunción posible entre lo real de un goce y la verdad.

Malengreau, quien recorre la noción de semblante a secas, también puntúa tres momentos en la enseñanza de Lacan. En el primero, la noción de semblante aún no está, pero sí su cuestión a través de nociones como "finta, estrategia, engaño, postiche". Es curioso que el autor no mencione "velo", la más desarrollada, tal vez, para pensar ese objeto central en esa época, ambiguo, imaginario-simbólico, el falo, evocador, sin duda, de una falta con valor de verdad y de deseo interminables. En el segundo la noción de semblante es explícita, podemos pensar en el Seminario 18, y es curioso que el autor no destaque que aquí la noción se pluraliza ("semblantes hay a paladas"): significante, nubes, meteoros, nombre del padre, letras lógicas, amo, histérica, profesor, analista, objeto a, falo, hombre, mujer, castración freudiana... Es esclarecedor que el autor señale que en esos dos momentos ‘semblante’ está del lado del sentido, y como opuesto a real, pero tal vez, dentro de este segundo momento, es un poco taxativo cuando dice que ahora ‘semblante’ no refiere más a una negatividad, al surgir, evidentemente, su lado ‘goce’, o cuando señala ya que ese goce sería imposible de decir. Esto último parece venir del tercer momento, el triplete semblante- real(goce)- verdad, como una V donde semblante ya no se opone a lo real, sino que hace borde (según la fineza de la expresión de Miller) con la hiancia, la disyunción, entre real y verdad. El lado verdad, ahora, para el mismo Malengreau, siguiendo a Lacan, no es tan fácil de eliminar del semblante, pero en ese seguimiento hay una nueva manera de reducir sus pretensiones: hay la verdad falsa, la verdad mentirosa, a distinguir de la verdad verdadera. La verdad verdadera es seca: no hay relación sexual. Se trata entonces de verificar el lado goce real del semblante en tanto ajeno a la verdad mentirosa, pero eso no se puede hacer sino verificando también así la verdad verdadera: condición de la aventura de un sinthoma analítico.

¿No hay en las expresiones "verdad falsa" "verdad verdadera" una resonancia con falso agujero y verificación de agujero real? ¿No tenía ahí lo real del falo también su papel? Malengreau ha pensado que el semblante fálico no se desprende del lado verdad mentirosa. Vinciguerra puede señalar que el semblante fálico también tiene su borde de goce verídico real, es decir, que como goce tiene su fuera de sentido, y como verdad verdadera tiene la que verifica la no relación sexual. Ella puede pensar que, además, es el único semblante para eso. Y Malengreau puede pensar, siguiendo en cierto modo lo que Lacan dice sobre Joyce (aún más si el semblante fálico falló) que otros semblantes pueden conducir a la disyunción que el sinthoma verifica.

Siguiendo la puntuación de J.-A. Miller, ‘borde de semblante’, Malengreau nos trae y trabaja la V del triángulo que no se cierra: semblante-goce-verdad. Me parece que de a poco es sin duda la V a trabajar. Con esa V, él precisa la diferencia entre neurosis y otras variantes de un modo notable.

Esa V es la posible presencia del psicoanálisis en el siglo XXI.

Un filósofo, no sé si hay otro hoy, declarado, Alain Badiou, se opone a la disyunción de real y verdad que esa V psicoanalítica escribe[1]. No se opone para pelear frontalmente. Se opone para despedirse, asumiendo las palabras del otro, y asumiendo su síntoma filosofía como incurable: si se es filósofo hay conjunción siempre entre una verdad y lo real en nombre de la Verdad. Pero lo que explica que termine con esto, que parece traído de los pelos (es para que Mauas lo use para su investigación en la Universidad Jacques Lacan), es que Badiou no se despide sino señalando que su posición, platónica, ¡es la viril!, y se vuelve condescendiente con los sofistas psicoanalistas... ¡femeninos!, incluido Lacan en primer lugar, como sutil metafísic(a).

Hay algo cómico en todo esto, en los textos comentados, y en este comentario. Seguramente el falo tiene el rol de verificar del falso agujero que es real. Y como avanza que ya no es así, lo que vendrá no será muy cómico.

NOTAS

  1. Alain Badiou y Barbara Cassin, Il n’y a pas de rapport sexuel. Deux lecons sur « L’Étourdit » de Lacan, Fayard, 2010.
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