Marzo 2010 • Año IX
#20
Arte de psicoanalistas

Los instantes del arte

Mario Goldenberg

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En el año 1970, tuve la oportunidad de visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes la exposición -50 años de Bauhaus-, pude encontrarme allí, siendo todavía estudiante secundario con lo que para mí era una sorprendente novedad: el diseño. La Bauhaus, fue la escuela de diseño, arte y arquitectura fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania) y cerrada por las autoridades nazis en el año 1933. Para mí fue encontrar algo muy novedoso en el terreno estético. También puedo recordar haber visitado en los ’60 el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella, que fue un acontecimiento cultural, fundamental para el arte argentino. Puedo señalar estos dos eventos como una importante influencia, el encuentro en mi adolescencia con manifestaciones artísticas que hoy puedo darles el valor que tienen.

Puedo citar muchos más encuentros, pero solo voy a ubicar algunos cruciales. Tuve la oportunidad también de escuchar personalmente en aquellos años muchas conferencias de Jorge Luis Borges, en diversos lugares, hablar de Macedonio Fernández, El Quijote, Joyce, la poesía, la Kábala, el Golem, etc. Despues de muchos años llegó a mis manos una grabación de Borges, una conferencia sobre su amigo ya fallecido, Xul Solar, había escuchado hablar del pintor, pero solo Borges despertó mi interés por el genial inventor que fue Xul Solar. Realcé una investigación que me permitió publicar en Página 12 y en Virtualia un trabajo titulado "El genio de Xul Solar", donde intenté dar cuenta de la apuesta singular del artista de su frase: " Si no hay un país sin angustias para mí, me haré un mundo". Y así fue como después de su viaje por Europa, dedico su tiempo a crear lenguas, la panlengua y el neocriollo, escrituras musicales, el panajedrez, proyectos arquitectónicos, obras de teatro, y una cuantiosa obra plástica que fue valorada después de su muerte.

La invención de Xul Solar enseña al psicoanálisis un modo de anudamiento que intenta crear un Otro, pero como una tarea siempre inconclusa, marcada por un todavía no.

Pude participar en una mesa de homenaje en el Museo Xul Solar con la arq. Patricia Artundo, quien luego fue curadora de la muestra del pintor en el Malba y Osvaldo Svanacini, quien se considera discípulo del artista, miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y fue director del Museo de Arte Oriental, en el año 2004.

Siendo director de Virtualia realizamos con Diana Chorne, una muestra en el Museo Palais de Glace de Buenos Aires titulada, "El arte de Virtualia" con la participación de los artistas: José Antonio Berni, Lorena Cabrera, Ana Casanova, Diana Chorne, Juan Doffo, Julieta Espósito, León Ferrari, Pablo Garber, Julia Goldenberg, Dominique Gromez, Andrés Labaké, Martin Larralde, Adolfo Nigro, Luis Felipe Nóe, Thereza Salazar y María Graciela Trione. La idea fue pasar de espacio virtual de la revista, donde desde el primer número con Alejandra Glaze incluimos obras de artistas, al espacio real de un museo y además realizar una mesa redonda "Virtualia y los Nombres del Padre" en el contexto del Encuentro Americano del Campo Freudiano, con la presencia de Alicia Arenas – NEL-Miami, Romildo Do Rego Barros EBP- Rio do Janeiro y Mónica Torres EOL-Buenos Aires, que coordine con María Inés Negri.

También puedo agregar que gracias a Diana Chorne, excelente psicoanalista y destacada artista, en un trabajo común, he podido conocer a León Ferrari, Yuyo Noé, Adolfo Nigro, Gyula Kosice, Rogelio Polesello, Josefina Robirosa, Clorindo Testa, Dalila Puzzovio y Enrique Oteyza (Director del Instituto Di Tella). Para mí, fue un encuentro con el arte mayúsculo, el poder conversar con estos maestros, algunos de los cuales participaron de Virtualia digital y de su muestra.

La conversación con cada uno fue efectivamente un encuentro con aquello que los marcó y con su rasgo, el trazo que marca toda sus obras y también poder entender qué fue la década de ’60 para el arte.

En lo personal debo decir que estos encuentros me han llevado a interesarme por el arte, seguro que hay muchos más. Solo quería mencionar algunos. Como es sabido, para quienes me conocen, me vengo dedicando a la práctica analítica y la enseñanza del psicoanálisis durante décadas, dejando constancia que si bien el arte y la poesía dejaron sus marcas en mí, no puedo dejar de señalar la política.

También cabe mencionar haber conocido a Josefina Ayerza, crítica de arte, a Pablo Birger, coleccionista, a Isabel Laborde, pintora, a Thereza Salazar, pintora paulista, a Ana Casanova, pintora, a Lorena Cabrera, artista plástica, a Claudio Curutchet, pintor, entre otros, me han dejado una inquietud y una marca imborrable.

Tanto como conocer el Museo Picasso de París con mi hija Julia, donde descubrí que un manubrio oxidado de bicicleta puede ser la cornamenta de un toro, tanto como el Museo Dalí de Figueres que me permitió acabar con el prejuicio que tenía del artista catalán, tanto como el Palazzo Grassi conocer algunas de las mejores obras del arte contemporáneo.

La lista puede seguir, pero prefiero detenerme en mi respuesta, llevó como un nombre del padre, la fotografía, que despertó seriamente antes en mi hija Julia que en mí, pero desde hace algunos años además de ser invitado a hablar sobre arte y psicoanálisis se dio la oportunidad, gracias al entusiasmo y gestión de Claudio Curutchet he tenido oportunidad de mostrar algunas obras. Sé que la foto capta e inscribe un instante, lo aprendí de mi padre y de Henri Cartier-Bresson, un instante de ver contingente que lleva a un tiempo de comprender, y a un momento de concluir. La foto capta el instante de la contingencia que produce un efecto poético, algo muestra y algo dice, una dimensión de sentido.

Sorprende, asombra, intriga, deslumbra, capta, atrapa y nos lleva a un ¡Mirá! como demanda pulsional.

También celebro haber recuperado la foto que en estos tiempos de pantalla global, conserva el silencio y el misterio del instante.

Buenos Aires 2010

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