Marzo 2010 • Año IX
#20
Arte de psicoanalistas

Pinceladas Psicoanalíticas

Claudio Curutchet

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Recuerdo la adolescencia como el inicio por mi interés en los colores y las formas. En aquellos años me dirigí a la biblioteca de Martínez cercana mi casa y empecé a concurrir a clases de pintura. Poco tiempo más tarde abandoné y seguí pintando o dibujando solo. Esporádicamente, y al mismo tiempo empecé con la escritura –poemas-, y mis primeras lecturas al respecto. Un autor que me interesó fue Rimbaud (a la distancia creo que me interesó su manera de escribir, lo particular de su escritura), luego los surrealistas franceses, a los que los leía con pasión, pero poco entendía -¿es la poesía para entender? Más tarde asistí a un atelier de pintura en San Telmo y luego a un seminario con Luis Felipe Noé.

Así, mirando cuadros, muestras de pintura, leyendo, -todo esto de una manera solitaria-, y alguna novia en la adolescencia -y aún después- que estaba en relación al arte hacía que me sintiese cada vez mas atraído. Todo eso fue preparando lo que después aparecería: la pintura, la poesía y también… el psicoanálisis.

Creo que el hilo conductor era una búsqueda de lo más propio.

 

Mi relación con la pintura, la poesía y el psicoanalisis

En la poesía y el psicoanálisis mi relación está dada por el trabajo, si bien de manera diferente, con la palabra. En la pintura, en cambio, hay una prevalencia de la imagen.

Lo que me interesa, en todos los casos, es que esté en juego lo más propio y que pueda aparecer lo más particular que hay en mí.

En el psicoanálisis el malestar, los síntomas, el padecer, deben ser escuchados en palabras. El síntoma tiene un sentido a develar, a descifrar, ese nudo que perturba debe ser tratado con palabras.

Mientras que en el psicoanálisis se escucha el tropiezo, la vacilación, lo repetitivo, en la poesía se escucha el ritmo, la musicalidad de las palabras. En mis poemas me interesa mostrar el sin-sentido, lo bizarro, lo irracional, lo que no cierra.

En la poesía hay que soportar eso que no se entiende y en cierto sentido hay un paralelismo con el psicoanálisis. Eso habla, pero más importante es eso que no habla, allí donde hay satisfacción del síntoma, goce – tanto en un análisis como en la lectura.

En la pintura comanda la imagen. El pintor en muchos casos inventa imágenes, así como el poeta inventa sus versos, hay algo del orden de la invención. Si bien la imagen que queda plasmada en la tela es una parte importante de la cuestión, lo más importante, en mi opinión, es el saber-hacer en sí mismo, más allá de los resultados.

La pintura no está meramente en función de lo bello, la pintura organiza alrededor-de.

Con el arte la pulsión encuentra otra manera de satisfacerse, no es una vuelta sobre el síntoma.

 

En el comienzo

Me interesa, cuando comienzo a pintar un cuadro, no partir de algo prefijado ni de una idea, ni de un bosquejo en carbonilla, sino de manchas, generalmente caóticas (creo que nuestra naturaleza es caótica, en su inicio), luego empiezo a mirar, a buscar colores, formas, figuras, es decir que la imaginación vuele. No pinto lo que veo en la realidad sino que pinto eso que miro.

Finalmente hay un abandono del cuadro, y ahí se juega la cuestión de dónde dejar, dónde terminar. Allí se está solo frente al cuadro.

 

La poesía

Participo del movimiento Poetas del mundo, en cuyo manifiesto se sitúa a la poesía como compromiso con la palabra, como apuesta por la diversidad cultural y por la paz. Parecería tener una finalidad aquí, aunque tal vez la poesía sea una existencia que no sirva para nada. Sin embargo, la poesía hace lazo, alguien escribe, alguien escucha, alguien lee. En este sentido tiene algo en común con el síntoma: hace lazo con el Otro.

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