Noviembre 2009 • Año VIII
#19
Dossier Síntoma y lazo social - ENAPaOL

Ser síntoma de otro

Marisa Morao

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X Jornadas Anuales de la EOL

En este artículo, la autora realiza un recorrido teórico-clínico sobre el fracaso del programa a nivel de los sexos, a partir de los textos de S. Freud en contrapunto con la última enseñanza de J. Lacan. Asimismo, tomando como eje los cursos de J. A. Miller, despeja una respuesta a la no relación sexual en términos de ser síntoma de otro, lo que supone usos del cuerpo en articulación con el partenaire- síntoma.

El trazado que realiza Jacques-Alain Miller en sus Cursos -a partir de la última enseñanza de J. Lacan- permite abordar el fracaso del programa a nivel de los sexos con la fórmula partenaire síntoma. Desde el psicoanálisis, no hay sujeto sin síntoma y en el agujero de las reglas universales -que dictan el modo de relación entre los sexos- se sitúa lo que no anda. La falla se plantea a nivel del enunciado universal, dado que no hay para el ser parlante una relación de articulación en el plano sexual. Si la hubiera –lo que caracteriza al animal- debería enunciarse: "de todos los de un mismo sexo a todos los del otro"[1]. Sin embargo, para el "animal parlante", se trata más de cada una con uno cualquiera, pues no hay esperanza en la sexualidad. En efecto, en la especie humana no hay relación sexual sino síntoma: hay partenaire-síntoma.

A causa de la ausencia de programación a nivel del goce, el parlêtre no sabe cómo comportarse, salvo en tanto que síntoma. El término parlêtre incluye al cuerpo en términos de la sustancia gozante. El Otro, bajo esta perspectiva, deviene un medio de goce; es decir, es el lugar del partenaire-síntoma. El goce se produce en el cuerpo del Uno, a través del cuerpo del Otro y el cuerpo del Otro es tanto el propio cuerpo como el cuerpo de cualquier otro. Asimismo, "el Otro es representado por un cuerpo vivo, es un cuerpo sexuado. Correlativamente el parlêtre tiene un cuerpo sexuado"[2]

Cuando se trata de sexo lo que se pone en juego es el Otro (en términos del Otro sexo); e inclusive, cuando se prefiere, el mismo. Solo hay dos, y la inclusión del parlêtre en uno o en otro no está determinada por los caracteres sexuales secundarios. La disyunción (la no relación) que existe entre el goce y el Otro, entre el hombre y la mujer, pone en evidencia que el lazo entre los elementos es inexistente; y, a la vez, indica que el modo paradojal de enlazarse con el Otro es siempre sintomático. Finalmente, la época de la inexistencia del Otro nos plantea este interrogante en nuestra práctica: ¿cómo se accede al Otro sexo?

 

Pinceladas del problema en Freud: entre el amor y la pulsión

El fracaso del programa a nivel de los sexos pone de relieve que todo lo que concierne al goce sexual en el ser parlante no es del orden de lo necesario sino de la dimensión de la contingencia; es decir, que la elección del Otro como medio de goce es através del encuentro. Al respecto e inicialmente, Freud propone la constitución de la histeria y la neurosis obsesiva acorde a la incidencia de goce a nivel del cuerpo y a partir de una "vivencia sexual prematura y traumática". Así, el encuentro contingente con un goce sexual que ocasiona displacer caracteriza a la neurosis histérica y el exceso de placer constituye la neurosis obsesiva.

Por otro lado, en Mis tesis acerca del rol de la sexualidad en la etiología de las neurosis (artículo que se ubica en serie con Tres ensayos y la introducción del concepto de pulsión), la faltade adecuación entre los sexos se dibuja en la afirmación freudiana: "el síntoma figura la práctica sexual de los enfermos". Se trata de un momento de su obra donde la satisfacción pulsional se puede obtener del síntoma y, por lo tanto, se anticipa que el síntoma es una satisfacción sustitutiva y no solo una formación del inconsciente. Es la interpretación que Freud realiza sobre lo que él denomina: "el síntoma de la garganta de Dora", la tos espasmódica, el cosquilleo en la garganta, la afonía, etc.

Años más tarde, en Introducción del narcisismo, la famosa metáfora de la ameba introduce una originaria investidura libidinal del yo que luego es cedida a los objetos: "empero considerada en su fondo ella persiste y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos". Se diferencia el resto pulsional que se satisface a nivel del propio cuerpo, de la libido que puede colocarse o desplazarse a los objetos de amor. Aquí se plantea la cuestión entre el amor y la pulsión.

Este modelo pulsional le permite a Freud fundamentar algunos fenómenos que obstaculizan la cura: la irrupción del amor en la transferencia, y distinguiendo en este terreno las neurosis de transferencia de las neurosis narcisistas. En ambas se pone en juego la problemática del lazo. En la parafrenia, se retira la libido de las personas y cosas del mundo exterior sin sustituirlas en la fantasía, lo que muestra de manera radical la inexistencia del lazo. De esta manera, Freud considera que son refractarias al psicoanálisis. Respecto de las neurosis de transferencia, tanto en histeria como en la neurosis obsesiva observa que también han resignado el vínculo con la realidad; sin embargo, el análisis demuestra que de ningún modo se resignó el lazo erótico con personas y cosas sino que lo conservan en la fantasía. En este sentido, la fantasía constituye un modo de lazo al Otro en la neurosis, cuyo paradigma será en la segunda tópica Pegan a un niño. Si bien el fantasma es un lazo al Otro, el problema aquí es que el cuerpo es un cuerpo mortificado.

En Sobre la degradación general de la vida erótica se establece una analogía entre la vida erótica femenina y la vida erótica masculina que demuestra la falta de programación a nivel de los sexos. El texto pone de relieve que el lazo que se establece con el Otro sexo es siempre sintomático. Del lado del hombre surge la impotencia psíquica cuando no se han llegado a fundir la corriente tierna (amor) y la corriente sensual (goce sexual). En estos casos, buscan objetos a los que no necesitan amar para mantener alejada la sensualidad de los objetos amados; es decir, primeros objetos interdictos derivados de la vida infantil cuyo correlato es la escisión entre la madre y la prostituta. Según Freud, para que la sexualidad pueda exteriorizarse libremente es necesario degradar al objeto "degradación psíquica del objeto sexual". El placer se obtiene con un objeto degradado e inestimado. Se trata de la forma del fetiche que tiene la pareja síntoma en el hombre: es la exigencia de un "detalle pequeño a".

En la vida erótica femenina se encuentra el requisito de la prohibición, que Freud equipara a la necesidad de un objeto sexual degradado en el hombre. El apartamiento de la sexualidad -sustracción histérica- y el confinamiento de la sensualidad en la fantasía -ensoñación histérica- se atribuye al hecho de no poder disociar la sexualidad de la prohibición. De aquí la tendencia de muchas mujeres de mantener secretas relaciones perfectamente lícitas ó en otros casos la importancia de la infidelidad. Es el caso que ilumina Clarice Lispector en su cuento "Felicidad clandestina": "Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. …A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante".

 

Cuerpo bolsa ó acontecimiento de cuerpo

Lacan afirma que el hombre tiene un cuerpo, no es un cuerpo. Se caracteriza por tenerlo, no por serlo, lo que implica que habla con su cuerpo, es decir "que parlêtre, hablaser por naturaleza". [3]

El síntoma es aquí "acontecimiento de cuerpo"- expresión aislada por J.-A. Miller- ligado a lo que se tiene. Además señala que los cuerpos pueden ser "tan solo síntomas, ellos mismos relativamente a otros cuerpos".[4]

Los cuerpos se disponen entre sí acorde a los síntomas, se disponen los unos a los otros en función de los síntomas. Al respecto, Lacan distingue la posición femenina de la posición histérica, dice: "Una mujer por ejemplo es el síntoma de otro cuerpo. Si no se da el caso, no sale del síntoma histérico" dado que el neurótico cree que el cuerpo es causa de sí mismo.Ser síntoma de otro o de otros es algo destacado por Miller en la conferencia en el Teatro Coliseo.

Ser síntoma de otro cuerpo implica que el cuerpo no es causa de sí mismo, "causa sui, puesto, que acontecimiento se opone a causa".[5] El cuerpo es causa del Otro. Cabe distinguir que no se trata del cuerpo articulado a la forma, sino de sucesos de cuerpo que constituyen… síntoma ó sinthome.

J. Lacan, en el Seminario 23, propone "una lógica de bolsa y de cuerdas". El cuerpo articulado a la forma es el cuerpo bolsa, el cuerpo sin agujeros. Las cuerdas del lenguaje están para anudar la bolsa, para articularla al agujero. El cuerpo bolsa es considerado como una burbuja porque es algo que se infla. Se destaca que el obsesivo es el que más lo sufre. El cuerpo bolsa vacía remite a la hinchazón, al narcisismo de la imagen como "fetichismo de la imagen". Son los cuerpos ideales de la actualidad que se cubren con accesorios fantasmáticos. Según Laurent: "es una lógica articulada entre, por un lado, esa bolsa que podría encontrarse completamente taponada por lo real, y del otro lado la cuerda que permite construir esos bordes y esos orificios".[6] Es con el lenguaje que se hacen los orificios, orificio oral, anal, escópico, etc., es decir, se hace borde para cada uno de esos orificios. El sujeto logra desembrollarse con la constitución sinthomática de los circuitos pulsionales.

Un análisis puede propiciar que el síntoma histérico devenga posición femenina si puede soportar "ser síntoma de otro cuerpo". Es el pasaje del cuerpo mortificado a la sustancia gozante. Y en el caso de la neurosis obsesiva -cuando se es siervo de sus pensamientos-, se trata de salir de la rumiación y del goce solitario, para optar por otro cuerpo y poder "demandar al cuerpo del Otro ser su síntoma".[7] En ambos casos el cuerpo puede inventar nuevos usos.

Ser síntoma de otro es una respuesta a la falta de programación entre los sexos, oportunidad del parlêtre -sexuado como hombre o sexuada como mujer- para salir un poco de la tontería.

NOTAS

  1. Lacan, J., "El saber del psicoanalista", Inédito.
  2. Miller, J.-A., El hueso de un análisis, Editorial Tres Haches, Bs. As., 1998, p. 71.
  3. Lacan, J., Joyce el síntoma en Uno por Uno, Paidós, Bs. As., 199, p.12.
  4. Lacan, idem.
  5. Laurent, E., Poética pulsional en La Carta de la escuela en movimiento n° 125, Bs. As., 2003, p. 6.
  6. Laurent, E., "Chomsky con Joyce", en Blog-note del síntoma, Editorial Tres Haches, Bs. As., 2006, p. 157.
  7. Laurent, E., Poética pulsional, ob.cit., p.7.
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