La eficacia y la rapidez cual patrón medida de lo que pretende lograr algún valor en el campo de la salud, se imponen como el non plus ultra de las respuesta profesionales standarizadas. El psicoanálisis no descuida los efectos terapéuticos, sin embargo no queda aferrado a ellos: avanza para producir el efecto sujeto. Un sujeto que se redescubre más allá de lo que dice, que se abre al deseo de saber para hacerse de nuevas respuestas. Justamente se trata de que el psicoanálisis pueda testimoniar de estos alcances.
¿Cómo escapar al furor sanandis cuando los efectos terapéuticos se desplazan del clásico lugar de ser por añadidura, a la finalidad misma de la cura analítica? ¿Cómo ponernos a la altura de la exigencia actual que se plantea como único objetivo la eficacia de la cura en efectos terapéuticos llamados rápidos, que no nos aseguran por sí, que sean efectos de la posición del analista?
La demanda social actual es la que nos enfrenta con la necesidad de responder y es sobre el fondo de estas preguntas que debemos revisar la axiomática que sostuvo el psicoanálisis lacaniano durante todos estos años, teniendo en cuenta que, hasta hace algún tiempo, los psicoanalistas en su conjunto, se han interesado bastante poco por las cuestiones de evaluación terapéutica de sus casos.
Para nosotros siempre fue evidente la obtención del mejoramiento del sufrimiento como resultado de la escucha psicoanalítica, es algo que sólo se mencionaba al pasar. Basta releer los casos publicados en nuestros libros, o recordar los escuchados en nuestros congresos y jornadas para reconocer el lugar que cada uno de nosotros le ha dado hasta ahora, al apaciguamiento del sufrimiento, a la mejoría de los síntomas, porque sin lugar a dudas, siempre ocupó el lugar que Freud nos enseñó o sea, algo obtenido por añadidura.
En nuestra experiencia lo importante era buscar a través de la clínica, la investigación de la teoría, de modo de afirmar la doctrina y sus objetivos, tratando de demostrar que un uso adecuado de los recursos del psicoanálisis no podía dejar de lograr un resultado curativo.
Una de las consecuencias de la demanda actual es la de obligarnos a poner atención de modo más preciso en estos resultados, que si bien, estaban a nuestro alcance, no era lo que centralmente iluminaba nuestra transmisión.
Es nuestra responsabilidad entonces, tratar de mostrar como en el marco de los conceptos lacanianos tenemos la posibilidad de dar cuenta de los resultados terapéuticos, de dar cuenta de la mejoría del paciente, tenemos que poder demostrar la eficacia del método e incluso esa eficacia a muy corto plazo.
¿Cuál era la axiomática clásica en la cual se sostenía el psicoanálisis lacaniano?
En primer lugar, la presencia de un discurso y en relación con él, la escucha del analista. Esta fue de entrada, otra alternativa a la posición del analista que se sostenía de la adecuación a la realidad.
Para nosotros, la escucha es la de un discurso, lo cual abre una alternativa de análisis sostenido en la jerarquización del síntoma como síntoma analítico, de la mano del cual podemos pensar en una entrada en análisis.
Desde la problemática que se nos plantea hoy, debemos interrogarnos si estos tres pasos, escuchar un discurso, producir un síntoma analítico y sancionar una entrada en análisis tienen o no una eficacia terapéutica, y si además responde a la rapidez necesaria requerida por la época actual.
¿Qué implica escuchar un discurso?
Escuchar un discurso, en sentido estricto es en primer lugar, alojar al sufriente, y en segundo lugar, alojar al sujeto.
Esta diferencia es crucial para diferenciar al psicoanálisis de otras prácticas.
Toda comprensión, toda escucha implica cierto alivio, es sentirse atendido, escuchado, es encontrar a alguien a quien uno le puede contar su sufrimiento. El cura, el médico, la mamá, un amigo, también el analista comparten este tipo de alojamiento. Pero el psicoanálisis agrega un elemento fundamental a todos estos discursos, un elemento que no comparte con ellos, agrega la producción de un sujeto que sólo es reconocible a partir de la interpretación del analista.
Entonces la pregunta que debemos hacernos es ¿el reconocimiento de un sujeto, esto es, ir más allá de la intención de decir que tiene el yo, y que haya otro que lo provoque, produce o no un efecto terapéutico, produce o no un alivio subjetivo? La famosa indicación de Lacan, ser escuchado más allá de lo que digo, ¿produce o no un efecto terapéutico inmediato?
Consideramos que sí, que la presencia del sujeto provoca un desplazamiento de las angustias, de las preocupaciones, produce un efecto de distracción, pero un efecto de distracción particular que no es equivalente a proponerle al paciente una cura de sueño o mandarlo al cine o a ver televisión, que sin duda también son distracciones, sino que produce en el paciente el sentimiento de ser captado en lo que él mismo no ve, eso despierta su confianza y provoca una ampliación de la fe del sufriente.
Es el efecto equivalente al que muchas personas, analistas inclusive buscan cuando concurren a hacerse tirar las cartas, tarot, videntes, cartas astrales, adivinos, burbujas del champagne, borra del café, etc. Es la búsqueda inmediata de poder ser adivinados, de poder ser sabidos y en este sentido encontramos un rasgo en común con ser vistos en lo que no veo, pero que tiene la ventaja de no atar al sujeto al supuesto vidente sino que lo pone en el camino de una atadura a su propio deseo, en lugar de una atadura al Otro.
Lo que estamos pensando es una terapéutica ligada a la puesta en marcha del deseo, consecuencia del reconocimiento de un sujeto sólo posible si se escucha un discurso.
Es la diferencia entre la sugestión y el análisis. Por el camino de la sugestión lo que se produce es una atadura del yo al Otro, ¿Cuáles son sus consecuencias? se aplasta al sujeto. En cambio, el análisis permite el reconocimiento de un sujeto, lo cual desplaza al yo, y posibilita una apertura a la problemática del deseo y el goce.
Recordemos lo que plantea Lacan en El Seminario La Angustia: al objeto a, cuando se lo localiza como causa del deseo, se lo desplaza del lugar de ser causa de la angustia y realización del goce, se trata pues, de los movimientos del objeto, del corrimiento necesario, producto del reconocimiento de un sujeto, eso desaloja al objeto del borde de la angustia y abre el camino al despliegue del deseo, porque sabemos que el deseo es el mejor tratamiento frente al malestar.
Después de este movimiento podría producirse la continuación de un análisis puro, o no, entendiendo por análisis puro la producción de un analista, ya que lo que se recorrió hasta allí no queda por fuera de éste, sino que fue efecto de la aplicación de sus principios mismos. Sólo así podemos hablar de una ética en nuestra práctica.
En el año 1998 Jaques-Alain Miller, en "Indicaciones y contraindicaciones al tratamiento analítico" hablaba de una "clínica de encuentros" sostenido en la hipótesis de que el encuentro con un analista produce efectos.
Lo que nos queda por hacer en esta época donde el Otro social nos demanda una respuesta es poder trasmitir esos efectos, poder medir de alguna manera esos efectos terapéuticos para poder trasmitirlos no sólo a nuestra comunidad sino a ese Otro social que lo reclama.
Los dispositivos actuales como la Red asistencial y Pausa, pertenecientes a nuestra Escuela, o bien, los CPCT en Europa, están al servicio de facilitar el encuentro con un analista, lo cual no siempre se puede hacer en lugares que no sostienen su práctica desde el psicoanálisis.
Sin estos dispositivos creados para ese fin, la práctica del psicoanálisis tiene que ser disimulada en casi todos los lugares públicos o privados donde un psicoanalista pone a prueba su experiencia. Sabemos claramente que para ingresar a muchos hospitales o bien a algunas de las cartillas de profesionales de la salud, los analistas tienen que preparar su currículum orientándolo no precisamente por el psicoanálisis y mucho menos lacaniano.
Esta presión que tiene el psicoanálisis en la actualidad, el de tener que responder con rapidez, el de obtener efectos terapéuticos rápidos, nos obliga a buscar, a recopilar los casos de curas breves y mostrar en ellos, cómo pueden ser auténticas y completas a su manera, que por supuesto dista mucho de la propuesta que hacen las terapias breves cuyo punto de partida es la sugestión y cuyo punto de llegada e la obtención de "la confianza en si mismo".
En ese sentido, el psicoanálisis está en desventaja ya que su búsqueda es exactamente opuesta, lo que se busca es precisamente que el sujeto pierda la confianza en si mismo, de modo tal de poner al trabajo, ese vacío, esa falta.
De todo lo que fuimos leyendo y escuchando últimamente, se deduce que es una problemática en investigación, que es un trabajo que debemos hacer entre todos para ir encontrando respuestas válidas a la demanda actual.
En ese sentido, me fue muy útil los avances que encontraron nuestros colegas españoles en la Conversación de Barcelona, donde estuvo también Miller hace dos años atrás, está publicado en un libro titulado Efectos terapéuticos rápidos.
Allí se plantea una posición desde el psicoanálisis que hace posible hablar de la brevedad y la eficacia en una cura analítica, me refiero a la teoría de los ciclos.
Luego de la presentación sucesiva de 6 casos, se discutió acerca de esta problemática, 6 casos diversos, uno con una duración de 8 meses, otro de 3 sesiones, etc., cada uno de los cuales dio la oportunidad de ser pensado desde esta perspectiva.
Tanto en "La Proposición del 9 de octubre" como en El Seminario 11 Lacan dice de un psicoanálisis que "no es de una sola vez que se hace el trayecto", esto le da pie a Miller para decir que en un análisis hay ciclos sucesivos, cada uno de los cuales tiene una resolución en si mismo que lo cierra, completándolo, lo cual no impediría que se abra mas adelante un nuevo ciclo con las mismas características de completamiento.
Para Lacan, a diferencia de Freud que pensaba que los análisis eran interminables, las curas son finitas y este modo de pensarlo a partir de ciclos que se completan sobre si mismos, solo se puede dar gracias al carácter finito de la experiencia.
Siempre se pueden rehacer ciclos. Son momentos diversos que ofrecidos a la escucha analítica, pueden producir el efecto de no repetición en el sujeto.
Este modo de pensar las cosas, sobre la base de los ciclos, permitiría que en lugares como Pausa o equivalentes, ya desde la presentación misma, se escuche al paciente enmarcado en esta perspectiva, evitando de este modo, la extensión del tratamiento.
Según Miller, no se trataría de un análisis en sentido estricto, sino del uso de la relación analítica con escansiones.
De todos modos y ya para terminar este comentario, dejaré planteado algún interrogante, sobre todo en referencia a la última enseñanza de Lacan.
El psicoanálisis en este último tramo, no se parece a nada de lo que había aparecido hasta entonces. Es una trayectoria que lo va conduciendo lentamente al aislamiento, a diferencia de los comienzos de su enseñanza cuando Lacan se rodeaba y se apoyaba en diversas disciplinas afines y conexas para sus desarrollos.
En el último tramo, en cambio, Lacan habla mal de todo el mundo, quizá queda a salvo la escritura poética china, es lo que dice Miller en la clase 10 de su último seminario, "El último Lacan", allí califica al psicoanálisis de absoluto, y dice que el psicoanálisis absoluto no espera nada de nadie, se impone como separado, lo que hace que no sea fácil su transmisión por fuera de quienes lo practican, tanto analizantes como analistas.
¿Cómo hacer entonces, con esta dificultad intrínseca al psicoanálisis mismo, con este aislamiento y la necesidad de mostrar sus resultados rápidos y eficaces?
Quizá como hace el mago cuando en un juego de sombras, allí donde nada había, aparece una paloma.
No es necesario conocer la forma en que lo hace, sino encantarnos con el resultado.
Flory Kruger es psicoanalista, AME de la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana) y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis).
NOTAS
- Este texto fue presentado en la EOL en el marco de las noches preparatorias a las XVI Jornadas Anuales de la EOL el 12 de septiembre de 2007.