¿Formalizar o alimentar el síntoma? Cuestión central que cobra todo su relieve en la época del Otro que no existe. En ella se implica tanto la orientación de la operación analítica como la situación del estatuto del síntoma para el psicoanálisis lacaniano. Dos modalidades clínicas: la de las personalidades múltiples y la de las toxicomanías sirven de pívot para despejar la vía que apuesta por la existencia del psicoanálisis. Agradezco a los responsables de Las Noches de la Orientación Lacaniana y al Directorio, la invitación a trabajar con ustedes sobre el tema propuesto para hoy, ¿Formalizar o alimentar el síntoma?, a partir de la lectura del Seminario El Otro que no existe y sus comités de ética. Leí el Seminario que J.-A. Millar escribió en colaboración de Éric Laurent, bajo la perspectiva del síntoma y eso me llevó a las siguientes cuestiones: 1. El tema, formalizar ó alimentar el síntoma recae directamente sobre de la operación analítica. El segundo punto se deriva del primero, en la medida en que formalizar o alimentar el síntoma recae sobre una dimensión del síntoma: 2. El estatuto del síntoma para el psicoanálisis de la Orientación Lacaniana, es decir sobre la categoría clínica del síntoma. Si bien esta tensión entre formalizar o alimentar el síntoma se plantea en el marco del desarrollo y el debate que llevan a cabo J.-A. Miller y Éric Laurent, acerca del síndrome de personalidades múltiples, se puede considerar que el tema surge en medio del debate acerca de dos síntomas contemporáneos extraídos de la época del Otro que no existe, que son el síndrome de personalidades múltiples y la toxicomanía, lo que damos en llamar las nuevas formas del síntoma. Y creo, es mi hipótesis, que esto guarda relación con el hecho de interrogarse sobre si hay chance para el psicoanálisis, -ese lazo social inédito- en la época planteada en términos de la inexistencia del Otro. Desde el comienzo del Seminario, la cuestión del porvenir del psicoanálisis tiene su lugar, tanto en, las conceptualizaciones de J.-A. Miller, como en las de Éric Laurent. En el primer capítulo, J.-A. Miller señala que "...el papel que el psicoanálisis debe sostener no permite ambigüedad: le toca recordar lo real...". [1] Unas páginas más adelante, É. Laurent nos indica que: "... el futuro dependerá de la manera en la que cada uno de nosotros interprete sus síntomas". [2] Sin abundar en el desarrollo del síndrome de la personalidad múltiple ni en el caso que, J.-A. Miller comenta, voy a ubicar en líneas generales el contexto alrededor del cual se sitúa la cuestión, según lo entiendo, entre formalizar o alimentar el síntoma. En primer lugar destacar que, -en cuanto a las personalidades múltiples-, es un diagnóstico que aparece en el DSM; respecto de esto É. Laurent subraya que "Miles de sujetos están afectados por este diagnóstico que aparece en el DSM cuando se excluye la histeria". [3] También guarda relación con el tema de esta noche, aquello que señala É. Laurent –en el curso del exhaustivo comentario que realiza sobre la obra de Ian Hacking acerca de las personalidades múltiples. Se trata de lo que pasa en los años 50, por ejemplo, para el caso Sybil de personalidad múltiple, el objetivo de la terapia era encontrar un centro organizador de todo y favorecer ese centro integrador. Por otra parte, J.-A. Miller a propósito del caso de personalidad múltiple pone de relieve que la posición conveniente del psicoanalista en la dirección de la cura es lo que él denomina "negligencia benévola". Es decir que en "… la dirección de la cura ... lo esencial es considerar la aparición de la personalidad como parasitaria y como un modo de expresión sintomática a disposición del sujeto; incitar al sujeto a renunciar a este modo de expresión y al goce que implica, como al beneficio correspondiente; y para ello no apasionarse con las personalidades, manifestar cierto desdén amable al respecto, posición a la que me referí como de negligencia benévola, y hacer hincapié en la situación que desencadena la aparición de las personalidades, para obtener su formalización en palabras". [4] Vemos cómo se introduce aquí la cuestión de formalizar. Bajo esta perspectiva afirma que en la dirección de la cura alentar al sujeto en su invención sintomática (empujar a hablar de cada personalidad) es aquello que J. Lacan denominaba alimentar el síntoma. De esta manera se distinguen dos modos de tratamiento: alimentar el síntoma o hacer hincapié en la situación que desencadena la aparición de las personalidades para obtener su formalización en palabras. Se trata de no apasionarse con esta modalidad y "…marcar por el contrario la distancia necesaria para que, en lugar de que esta producción sea florida, se vuelva algo más seca". [5] Más allá de este caso, una producción algo "más seca", ¿no es acaso un nombre posible de la angustia como afecto social, de su emergencia, dado que constituye el signo de la presencia del Otro en el lazo transferencial ó como una apertura al mismo? Respecto de las elaboraciones acerca del otro síntoma contemporáneo, J.-A. Miller retoma sus reflexiones a propósito de la intervención de Hugo Freda sobre la toxicomanía. De sus respuestas a la exposición de H. Freda me interesa recortar la siguiente consideración: Es posible ser agente de un síntoma social -la toxicomanía- sin verificar un síntoma subjetivo. Y aquí -dice- se introduce esa dimensión esencial para Lacan, "…es preciso creer en él para que haya síntoma; se necesita creer que se trata de un fenómeno que hay que descifrar, un fenómeno en el que hay que leer algo, eventualmente una causalidad, orígenes, un sentido". [6] Bien, de estos dos síntomas contemporáneos voy a extraer en el contexto del Seminario los siguientes ejes: En cuanto a las personalidades múltiples, J.-A. Miller ubica la minusvalía del ideal en la que entra la desconfianza contemporánea, el malestar con el significante amo, en su vertiente de representar al sujeto para otro significante. Se trata aquí del S1 en su valor de enjambre. "Este S1, significante amo, subió de alguna manera a escena con el síndrome de personalidad múltiple: en lugar de llamarse solamente Anabela, se llama Anabela, Octavia, Alejandrina, etcétera". [7] Y en cuanto a la toxicomanía la cuestión central es que es un modo de gozar donde aparentemente se prescinde del Otro. Es la consideración que toma el goce toxicómano como emblemático del autismo contemporáneo del goce. Entonces entre la desconfianza hacia el S1 que hace lazo y el goce solitario que prescinde del Otro se pone de relieve para nosotros el problema que gira alrededor del síntoma como goce autista. Ahí me parece que se puede plantear, ¿alimentar o formalizar el síntoma? En cuanto al estatuto autista del síntoma, -en el capítulo "El campo pulsional", J.-A. Miller señala que forzar el síntoma en su estatuto "autista" a reconocerse como significado del Otro se torna un problema, una operación contranatura. Sin embargo también se interroga acerca del concepto actual del síntoma en tanto tiene una doble relación con la pulsión y con el Otro, y dice "¿Hasta dónde podemos llevar la perspectiva del autismo del síntoma y el autoerotismo de la pulsión?"[8] Esa perspectiva que hace a lo inadecuado de la relación del Uno con el Otro, como lo desarrolla J. Lacan en Encore, pone de manifiesto la disyunción entre el goce del Uno y el campo del Otro. Sin embargo, no podemos contentarnos con una disyunción total entre los dos campos, en tanto "… lo que pasa en el campo del Otro incide en las condiciones de goce pulsional. Hace falta pues la intersección, que Lacan define ubicando a…" [9] (Recordemos que en el dispositivo analítico el objeto a, semblante de objeto, es también el lugar y la función del analista, "función de ofrecerlo como causa" del deseo de su analizante). En cuanto a la expresión alimentar, para J. Lacan, alimentar es otorgar sentido imaginario. Una de las referencias que se encuentra en "La tercera", la que recorto es, cito: "Nuestra interpretación debe apuntar a lo esencial que hay en el juego de palabras para no ser lo que nutre al síntoma de sentido". [10] Alimentar es otorgar sentido al goce de blablablá, ya que el hecho de que el síntoma se presente en su cara "autista" no excluye que alguien obtenga satisfacción en la palabra, goce de la palabra, al contrario. Alimentar, nutrir al síntoma de sentido sería una manera de empujar a alguien a hablar en beneficio del goce de la palabra, del blablablá del disco corriente. Bajo este aspecto es de interés recordar una observación J. Lacan, en "L’ insu…", -en la clase del 11 de enero de 1977- cito: "Uno habla solo porque uno no dice jamás sino una sola y misma cosa, salvo si uno se abre a dialogar con un psicoanalista…". Ahora bien, ¿cómo situar en esta perspectiva la formalización del síntoma? El Uno -que tiene dificultades para el lazo, es también una falla, un equívoco, no es un Uno cerrado sobre sí mismo. Este tema lo trabajó Javier Aramburu en su artículo "La interpretación equívoca"; es una Conferencia dictada en Rosario en 1996, es decir que es contemporánea al Seminario El Otro que no existe…, está publicada en El deseo del analista y él dice así: "Un Uno, que…, falla en ser Uno y por lo tanto tiene la oportunidad de hacer alguna relación con el Otro sexo, esto es el síntoma". [11] Y un poco más adelante señala lo siguiente: "…, pero se trata exactamente de la clínica del Uno fallado, porque si solo hubiera clínica del Uno, no habría análisis, ni nada (inclusive, podemos agregar ni Escuela) habría un puro goce, donde la cifra gozaría de su cifrado....." [12] El Uno cerrado sobre sí mismo es la paranoia, dice el autor. Es, entonces, una clínica del Uno que falla, y por lo tanto es una clínica que con el Uno se vincula a través de la castración con el Otro. Y ubica la dimensión del inconsciente -lo toma del "Seminario XXIV" de J. Lacan, de la segunda parte del título de ese Seminario- como "un no saber que sabe de la ignorancia... que se abra al juego del amor" para afirmar que "la ignorancia que se abra al juego del amor", es decir, que es la ignorancia que constituye el inconsciente que hace que éste se abra a la búsqueda del Otro dando por resultado la transferencia. Para J. Lacan, (en ese mismo Seminario, en la clase del 14 de diciembre de 1976), el psicoanálisis se aficiona a poner en el afuera lo que está en el interior, a saber, el inconsciente. Y esto se obtiene por un corte, que Lacan identifica a la demanda, es decir poner en juego la demanda, lo que hace a la topología del toro, para luego practicar otro corte que sería, equivalente a un contra-psicoanálisis. Creo que aquí se podría pensar la formalización en palabras que conduce a formalizar el síntoma. Formalizar - lo propongo- en términos de un corte que vehiculiza la operación analítica que, si bien no es calculable, puede en ocasiones dar la chance de que no se trate solo de gozar de la palabra sino que sea posible empezar a amar a la palabra. Hay que poder entonces leer los signos, -recordemos que en Encore el amor es signo de un cambio de discurso-, para que la palabra vehiculice la demanda, es decir que aparezca la dimensión que en tanto se habla, pide. Me inclino a pensar que formalizar el síntoma hace a la constitución misma de la neurosis de transferencia. É. Laurent, lo plantea así: "Neurosis de transferencia o goce del blablablá? Sin duda, ambos, la neurosis de transferencia lleva a este goce del parloteo, a tener que decir y articular el sentido y lo real..." [13] En la perspectiva del Uno como falla, como equívoco, es ahí, en las anomalías del discurso, en las fallas de lo que no se puede decir y que solo logra mostrarse por el acto sintomático, que podemos levantar la pregunta, tal como lo subraya J. de Lacan en "L’ insu…" de saber si el psicoanálisis no es un autismo de a dos. Lo que permite forzar ese "autismo", es que lalengua es un asunto común. No lo consideremos solo para un posible psicoanálisis, puede ser también un asunto de Escuela. Septiembre, 2006
NOTAS
* Trabajo presentado en Las Noches de la Orientación Lacaniana: Clínica, Política, Episteme. Sobre El Otro que no existe y sus comités de ética (Seminario dictado por Jacques-Alain Miller en colaboración con Éric Laurent).
- Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Seminario en colaboración con Éric Laurent, Paidós, Bs. As., 2005, p. 15.
- En op. cit., p. 41.
- En op. cit., p. 354.
- En op. cit., p. 370.
- En op. cit., p.372.
- En op. cit., p.310.
- En op. cit., p.360.
- En op. cit., p. 382.
- Ídem.
- Lacan J., "La tercera", Intervenciones y textos 2, Manantial. Bs. As., Segunda edición 1991, p. 94.
- Aramburu, J., "La interpretación equívoca", El deseo del analista, Editorial Tres Haches, Bs. As., 2000, p.42.
- En op. cit., p 45.
- Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Seminario en colaboración con Éric Laurent, Paidós, Bs. As., 2005, p.139.