A partir de un caso, la autora logra destacar el lugar de un sujeto que identifica y sostiene el goce en el lugar del Otro a través del sentido humillante o persecutorio… Se trata de un sujeto atormentado por no saber suficiente, por no ser el mejor, por no poder producir siempre un trabajo mejor, ya que cada vez que comienza una investigación le viene desde lo real la demanda del Otro que goza, una frase dicha por la madre: siempre más, siempre más alto…
Así se va estructurando su delirio, en el cual tiene una misión que cumplir en una posición de excepción.
"La clínica, dice, es lo real como lo
imposible de soportar". Es eso, la dimensión
clínica es trágica. Lo es para el paciente,
lo es también para el terapeuta.[1]
En el Centro de Atención Psicoanalítica (CAPSI) me es asignado un paciente remitido por un hospital psiquiátrico público de Caracas, para "terapia".
Ha regresado al país hace año y medio, luego de un período de tiempo de haber estado en el extranjero, realizando estudios de doctorado y post-doctorado en su especialidad. Regresa solo, sin su familia que permanece viviendo en la ciudad en la cual realizó el doctorado.
Describe este retorno como un acto obligado, un compromiso con la universidad local que financió parte de sus estudios y con la que la deuda adquirida por dicho financiamiento lo obliga a integrarse nuevamente al Instituto de investigación de la casa de estudios. Su esposa y dos hijos permanecen aún en el extranjero, pero con el proyecto de regresar al país. Durante este período el sujeto hace varios viajes para visitarlos, pero hace dos meses la esposa toma la decisión de no regresar sino radicarse fuera del país.
Se agrava su estado de ansiedad y depresión en el cual se encontraba, llegando inclusive a poner en peligro su vida, acelerando el carro o conduciendo luego de haber ingerido alcohol mezclado con elevadas dosis de diazepam. Dados sus conocimientos en la materia estaba al tanto de lo peligroso de esta mezcla.
No acepta permanecer hospitalizado, pero se compromete seguir tratamiento farmacológico y terapéutico.
Ante la separación de su familia, que quedó del otro lado de la barrera opta por la muerte como una solución.
El lapsus del nudo
A los 5 años de edad entra en el colegio. Para ese momento la madre le da una indicación que ha acompañado al sujeto hasta la fecha : ser el mejor, dar más, ir siempre más arriba…, frase que se convertirá en un imperativo de goce, proveniente del Otro materno.
En esa misma época el sujeto comienza a experimentar un extrañamiento corporal que se caracteriza porque una parte de él se separaba y se subía al techo de la habitación, flotando cuando estaba solo. Una vez que llegaba el techo, se empujaba hacia abajo, volviendo a entrar en él esa parte que se había separado. Solamente lo hacía cuando estaba solo ya que no quería que lo descubrieran, era un secreto. Cuando se encontraba en compañía y se percataba que iba a comenzar a flotar – una parte de él – se asía de la mesa, la silla o cualquier mueble cercano para evitar flotar. Esto continuó hasta los 11 o 12 años de edad. No le da significación, excepto una cualidad muy especial que él tiene (posteriormente dirá que se debe a que ser esquizoide le permite esta división en dos o más); tampoco relaciona ni el inicio ni el final de estas separaciones a ningún evento en particular.
A los 5 años de edad también decide lanzarse por la ventana hacia abajo, pero como yo flotaba, no me iba a caer (lo que de todas maneras no le produjo ningún temor), sino que subiría flotando cada vez más alto, hasta las estrellas, y eso si lo atemorizó, razón por la que no se lanzó por la ventana.
De niño los árboles le hablaban, era Dios en los árboles, y yo hablaba con Dios. No recuerda qué le decía.
Se impone la certeza respecto a sus capacidades de flotar, de hablar con Dios, más allá de que, como dice racionalmente no puede ser.
Miller en Le conciliabule d´Angers afirma que bajo el Nombre del Padre está el deseo de la madre, y añade Miller Siempre "¡Siempre busquen a la madre!" A partir de Lacan sabemos que el deseo de la madre, es el goce de la madre. Para el sujeto el goce del Otro materno se presenta con la frase: siempre más, siempre más arriba, que estará presente en su vida cada vez que el sujeto se halla en situaciones de presión que lo dividen, situaciones en las que el imperativo de goce es extremo y como tal nunca suficiente.
La separación de una parte del cuerpo que se eleva hace suponer un error, una falla en los cortes del anudamiento de I, S y R. Un lapsus del nudo. El gran I se separa, como en Joyce, no hay relación imaginaria con S ni con R.[2]
La corrección de este lapsus se produce, al igual que en Joyce, por el Ego: ser el mejor estudiante de ciencia de mi país, (lo que efectivamente ocurre cuando está en el liceo). ¿Podría esta corrección o anudamiento coincidir con los 11 o 12 años? Probablemente. Más adelante tratará de ser en la realidad el mejor científico, el que produzca los mejores trabajos entre el conjunto de científicos de su grupo de semejantes.
El objeto que le falta al Otro inconsistente
El sujeto identifica y sostiene el goce en el lugar del Otro, lo hace, como afirma Godoy[3]a través del sentido humillante o persecutorio…
El sujeto emprende desde muy temprano una vida dedicada a la ciencia, al estudio y a la investigación científica. Era el mejor estudiante de ciencias en su país de origen, luego siguió estudios universitarios, un doctorado y un post doctorado, en ciencias. Pero como afirma permanentemente, le interesa todo, no sólo lo que él ha estudiado, o en lo que se ha especializado, sino muchas cosas más.
Lo atormenta no saber suficiente, lo atormenta no ser el mejor, tiene que poder producir siempre un trabajo mejor; cada vez que comienza una investigación le viene desde lo real la demanda del Otro que goza, la frase dicha por la madre: siempre más, siempre más alto…
Ello lo coloca frente a los otros semejantes, sus compañeros en el ámbito académico en una posición de rivalidad imaginaria, pero que en el caso de este sujeto se convierte en un ciclo infernal para él.
Entra en una idea delirante de aniquilación del otro de las maneras más diversas, utilizando siempre sus conocimientos en la materia, envenenando con pequeñas dosis de sustancias nocivas el café o el té, para irlos matando poco a poco, pero ellos no se dan cuenta. O destruyendo con el producto de su propio cuerpo sus investigaciones. Literalmente se orina en las investigaciones de ellos. Va más allá de sólo el delirio, pasando al acto.
Esto le genera una intensa culpa. Pero sólo a partir de allí puede comenzar a iniciar sus propias investigaciones y producir trabajos que le proporcionarán el reconocimiento, reconocimiento por el aporte que da a la ciencia, respondiendo así al siempre un poco más… pero, afirma al respecto, nunca suficiente porque siempre se puede ir más alto.
Se instalan así ciclos repetitivos de destruyo o me destruyen.
Efectivamente ha podido destruir, pero también ha sido destruido en un par de ocasiones, siendo entonces la excepción nuevamente, en tanto desecho.
La política y el cruce de barrera
Desde muy joven el activismo político, marca del Otro familiar, formó parte de la vida de este sujeto, activismo que lo hace bordear situaciones en las que la muerte podría ser uno de los desenlaces.
A los 16 años forma parte de un grupo clandestino de resistencia en un régimen dictatorial, persecutorio. La Iglesia proporciona al grupo de jóvenes un lugar de reunión, pero cuando la policía los busca, los sacan del recinto. Los jóvenes atraviesan lo que el sujeto llamará la barrera de los policías, agarrados de las manos, entonando unos estribillos del Himno a la Alegría, intercalado con gritos de ¡mátennos, mátennos! Los policías les apuntaban, pero no llegaron a matarnos.
El sujeto narra esta experiencia muy afectado, trae a la sesión una hoja con las tres estrofas del estribillo que cantaron en aquella oportunidad y entona en la sesión dichas estrofas, con la voz quebrada por el llanto.
El llanto, dirá en otro momento, es de dolor, de tristeza por él, por lo que ha sido su vida. Una vida atormentada, con un permanente empuje a siempre un poco más alto…
El encuentro con un analista le ha brindado a este sujeto la posibilidad de abrir unas cajas que estaban cerradas, que se mantuvieron cerradas con medicamentos durante años. Lacan asegura que, si bien no hay que retroceder ante la psicosis, cuando una veta es abierta en un psicótico hay que hacerlo con cierta aprehensión. Es una indicación sobre la posición ética que el analista deberá asumir frente a la psicosis, posición que la analista asumió con este sujeto.
El sujeto cuenta con recursos que le hacen buscar y encontrar en la ciencia un saber que lo lleva a hablar continuamente, y con la mayor cantidad de personas, de lo que esa caja abierta develó. La mente metaboliza esa información, explica, al igual que el cuerpo metaboliza los medicamentos, sólo que con los medicamentos no hay dolor y al abrir la caja y hablar el dolor desaparece más lentamente. Se trata de la caja que encerró durante muchos años las torturas "psicológicas" a las que fue sometida la madre en calidad de su actividad política clandestina, torturas de las que el sujeto tiene información por vía del Otro de la dictadura: es la versión pública, la otra no importa.
En la relación con la madre el sujeto también viene a ocupar un lugar de excepción: fue el hijo que la acompañó al morir, el último y único en estar con ella en el momento de su muerte.
La defensa de un ideal
Se va estructurando un delirio en el que el sujeto tiene una misión que cumplir, ocupando nuevamente una posición de excepción que le va a permitir cumplirla. Descubre, al buscar en internet la información sobre los medicamentos que debe tomar, que él sufre de un estado esquizoide limítrofe (significante que le viene del Otro de la ciencia). El diagnóstico le produce inicialmente un shock muy grande, pero muy pronto, incluye su enfermedad en el delirio.
Formará parte activa en un evento político de actualidad, asumiendo dos posiciones en las cuales él estará en la mitad del choque de dos trenes, y sólo puede ocupar este lugar dada su excepcionalidad por su enfermedad mental momentánea. Esto lo hace especial y sólo gracias a ello él puede ubicarse allí, en dos o más lugares.
Pero no sabe si va a morir, porque es peligroso lo que va a hacer. Tiene que salir con vida de este evento para poder pasar del otro lado de la barrera para reunirse con su esposa e hijos y encontrar junto a ellos un límite a su goce desenfrenado, en conexión con un poco más alto...
Pero queda en suspenso la solución de la última estrofa del estribillo que siempre canta:
Si es que ya no encuentras la alegría en esta tierra, búscala, hermano, más allá de las estrellas.
Es decir en la muerte. Una vida al filo de la muerte.
NOTAS
- Miller, J.-A., Enseñanzas de la presentación de enfermos in Matemas 1, Ed. Manantial, Bs. As., 1987, pág. 157.
- Lacan, J., Le séminaire livre XXIII¸ Le sinthome, Editions du Seuil, Paris, 2005, pag. 151.
- Godoy, C., La paranoia en la enseñanza de Jacques Lacan, Lecciones inaugurales 3, CID Bogotá, 2004, pág. 23.