Marzo 2007 • Año VI
#16
Misceláneas II

Acting out, síntoma y angustia

Juan Fernando Perez

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"Yo la Peor de Todas"
Eduardo Médici

El relato de un analista que viva en la ciudad de Medellín no podría ser un relato cualquiera. Este texto explora las consecuencias clínicas que tiene la definición de Eric Laurent sobre las megalópolis actuales y lo que Benjamín llamaba “el mundo de la alegoría”. Dos elementos, la devaluación de los S1 y el lugar del Otro, tambaleante en la sociedad actual, serán la base de análisis de diversas respuestas subjetivas a la angustia. El texto analiza las razones –a partir de varias viñetas clínicas- de que esas respuestas se verifiquen actualmente como actings o síntomas.

Eric Laurent caracteriza la gran urbe de hoy de la siguiente manera: "las megalópolis actúan en un doble registro. De un lado, engen­dran un espacio social marcado por un efecto de irrealidad. El admirable pensador alemán Walter Benjamin denominaba a ese efecto "el mundo de la alegoría" propio de la gran ciudad donde el reino de la mercancía, de la publicidad, del signo, sumerge al sujeto en un mundo artificial, en una metáfora de la vida. Los medios de comunicación y la televisión han generalizado ese sentimiento de irrealidad, de virtualidad. La aldea global sigue corriendo el riesgo de representarse como una galería comercial de megalópolis virtual. De otro lado, el lugar del artefacto es el lugar de la agresión, de la violencia urbana, de la agresión sexual, del terrorismo, etc." [1]

Esta caracterización se verifica en múltiples casos, tal como Medellín, ciudad donde habito, donde el doble registro destacado por Laurent es allí evidente, ciudad donde se amplia la irrealidad para el vivir, donde sus habitantes se empeñan cada vez más en ir tras sueños hechos de pompas de jabón, donde el lugar para el vínculo se torna con frecuencia inusitada en agresión y violencia de todo tipo: vengativa, familiar, impune, gratuita, mortífera…

¿Cuáles son las consecuencias que esto conlleva en el vivir cotidiano de sus habitantes? ¿Qué incidencia tiene esto en la producción y en el manejo de la angustia de sus moradores? ¿Cuáles son las formas de respuesta que entonces recibe la angustia, en un espacio configurado así?

Lo que se indica a continuación examina estas preguntas, con el apoyo de breves fragmentos extraídos de la escena analítica. El título asignado a cada caso descrito llama la atención sobre un elemento para ser tenido en cuenta en el examen del problema en cuestión.

 

Caso 1: envejecimiento

Una mujer de extracción popular, de 60 años, quien tiene como único medio de subsistencia una magra pensión que recibe en su condición de viuda de un maestro, se ha realizado durante los últimos meses dos cirugías plásticas, en secreto y a espaldas de sus familiares. Con éstos sostiene desde ya hace algún tiempo vínculos precarios. Una de las cirugías consistió en un estiramiento de la piel de la cara, la otra, una liposucción. Estas cirugías fueron financiadas con préstamos bancarios obtenidos gracias a su condición de pensionada, con lo cual pone en peligro sus posibilidades de subsistencia. No obstante, se halla satisfecha con sus decisiones y con los resultados inmediatos.

¿Podrá acaso calificarse hoy de exótico el proceder de esta mujer, habitante de una urbe contemporánea? ¿Qué fuerza la empuja al acting, al que, otrora, los vínculos protectores e incluso un débil principio de realidad, servirían de freno? ¿Qué angustia trata de resolver de tal manera? ¿Cómo fue tratada por su cirujano: como paciente o como cliente?

Se constata allí de manera visible que aquello que han descrito Laurent y Benjamín, cómo ese mundo de irrealidad, ese supermercado interminable que es la ciudad de hoy y en el cual se reducen las posibilidades para el vínculo efectivo, invade cada vez más la vida regular, en todas las esferas sociales, etarias u otras. En un mundo así habitan sujetos como esta mujer donde una angustia se ha hecho insoportable, angustia en este caso determinada por una cierta soledad, también por la fractura social de los S1 que le han servido de soporte y por el contraste entre el envejecimiento y el mundo teledirigido que ella también habita. Y es ese mundo aquel que la empuja hacia el acting. Se hizo entonces presa fácil de un dispositivo construido para apoyar las denegaciones de lo innegable y para colocar en él todas las ilusiones necias que los humanos creamos como mediadores ante lo real.

Y ¿el agente del dispositivo, el cirujano? Es claro que carece de todo interés diferente al de comerciar con sus clientes. La técnica de esta manera se hace pura mercancía, mera promesa de felicidades volátiles, que se venden fácilmente ante la impotencia para soportar angustia, ante la incapacidad para hacer algo con ella, diferente a la de levantar para ese real un silenciamiento fugaz.

 

Caso 2: dinero

Una maestra de un colegio de clase alta es agredida, verbalmente pero en forma violenta, por un padre de familia durante 8 días consecutivos, porque ella reprobó un hijo suyo en un examen parcial. Ninguna injusticia se verificó en cuanto a la calificación en cuestión. Desgastado en un forcejeo sin objeción ni solución, el agresor finalmente declara con certeza y sin interrogación subjetiva alguna, que él paga para que su hijo salga de bachillerato y que "ningún pobretón puede atravesarse en mi camino…".

¿Qué angustia determina en este hombre el acting out sin freno, abusivo e inicuo para con el otro? El agresor ha construido una relación con su hijo en la cual los signos de falla en éste le suscitan siempre intensos accesos de angustia y de cólera.

Un primer hecho es posible reconocer allí: un mundo poblado por un enjambre de S1 como base para las identificaciones simbólicas, el cual, entre otros hechos, engendra confusiones por doquier y en donde una ideología, deleznable pero vigente, legitima el acting agresivo. Se trata de la ideología cuyo empeño en lo irreal y en la primacía del dinero como promesa absoluta de solución a la dificultad, hace que acallar la angustia se imponga por cualquier medio. En efecto, el agresor tiende a reparar sus lesiones narcisistas a través del dinero, incluso como aquello que autoriza el abuso y la violencia. El inmenso esfuerzo de Balzac, de Marx, de Márai y de tantos otros espíritus análogos por demostrar la necesidad del Nombre-del-Padre en el lugar significante como el dinero y la plusvalía, se puede ver que ha fracasado en la época. También se ve allí que la razón asiste a Gómez Dávila quien señalaba que "ya no hay clase alta ni pueblo. Solo hay plebe con plata y sin plata". De otra parte, es también evidente que la extravagante impunidad que reina en la ciudad auxilia a actuadores de este tipo.

Y ¿la maestra? A pesar de cierta dignidad en la confrontación, ha de aceptar la vejación de la que fue objeto, por cuanto su condición subjetiva, su situación económica, la no creencia en el Otro de parte del agresor, hecha acto, y la impunidad que ampara el cinismo, se lo imponen.

 

Caso 3: una disociación histérica

Un hombre de 30 años, renuente a dejar su hogar paterno a pesar de tener una profesión universitaria y de gozar de medios solventes que le permitirían una vida más independiente, desencadena una crisis disociativa acompañada de actos estridentes, el día en que le es comunicada una decisión que le obligaría a cambiar de ciudad y a asumir responsabilidades hasta entonces eludidas. Un psiquiatra que le asiste en la urgencia y en el desenfreno, le diagnostica un trastorno bipolar y le ordena una medicación que debería usar toda la vida. Para determinar el diagnóstico le bastó al profesional constatar que en el caso se reconocen varios de los ítems que el manual de procedimientos establece para clasificar un caso similar y así prescribir el tratamiento allí previsto, eficaz ciertamente, en lo inmediato.

A mi juicio, y basado en una amplia serie de entrevistas con el sujeto, la crisis debe entenderse como una disociación histérica producto de la angustia que le suscita una confrontación con una verdad que este hombre se rehúsa radicalmente a admitir. La irrealidad también aquí cobra la forma de síntoma estridente. Deja de asistir a mi consulta cuando le comunico que en mi concepto puede continuar sin la medicación pero elaborando qué tipo de relación sostiene con la vida y con la verdad.

¿Qué relación sostienen con la verdad estos adolescentes tardíos que pululan hoy y cada vez más en la ciudad? ¿Por qué confrontaciones de este tipo, normales para muchos en todo tiempo y lugar, desencadenan en ellos angustias tales para las que el pánico y la disociación son medios para acallarlas? ¿Qué otras consecuencias comporta un estado de cosas tal cuando ya no es posible para este sujeto sostener la denegación indefinida y se ve confrontado a tener que optar por la decisión de hacerse responsable de su existencia? Todo indica que es el paso del confort imaginario que procura la pluralidad de opciones identificatorias a la obligación de recortar esa multiplicidad aquello que desencadena la angustia de base. Por lo demás cabe la pregunta acerca de la respuesta de la técnica médica hoy ante las crisis de los ciudadanos. ¿Podría definir este caso un modelo generalizado de respuesta por parte de la técnica del día?

 

Caso 4: la violencia urbana y los niños

Un adolescente de 15 años, nacido y residente en Medellín desde siempre, que creció sin padres durante toda su vida pero que fue acogido por familiares de su madre, ha conseguido suplir con solvencia diversas carencias parentales. No obstante, un día construye una fobia que alarma a su entorno y a él mismo. En efecto, en ocasión reciente al ver una noticia en televisión en la que se hablaba del desamparo de muchos niños a causa de la violencia reinante en la ciudad y en el país, desencadena una angustia intolerable, que resuelve inicialmente a través de una fobia a la televisión, a la calle y a algunos hechos más.

Una remisión oportuna al analista, hecha con claridad, le permite a este adolescente que en pocas entrevistas resuelva casi completamente sus fobia y aun que se abran posibilidades para un análisis. No obstante, cabe preguntarse por la frecuencia de casos análogos, cuyo destino es solo defenderse con síntomas perturbadores e incapacitantes, que van corroer la vida de tantos sujetos contemporáneos.

¿Cuántos niños arrastran síntomas análogos, de los que la sociedad solo entrevé, acaso, en la violencia su condición desencadenante? Todos sospechamos de los alcances trágicos de ese mal en nuestro tiempo, pero ¿se han considerado los efectos en la llamada salud mental del sujeto contemporáneo del doble registro destacado por Eric Laurent?

 

Caso 5: un crimen

Un hombre de 40 años recibe un día la noticia de que su sobrino de 17 años, huérfano de padre, y a quien crió desde muy niño, ha sido asesinado por una pandilla de barrio. El hombre en cuestión había depositado en ese joven diversas expectativas esenciales para su vida, en particular a causa de una decisión difusa, pero sostenida, de no tener hijos. Cae en una desolación profunda durante varios meses y pone así en peligro su matrimonio y su vida laboral. La impunidad del crimen impide toda catarsis y niega elementos importantes que permitan la elaboración de la pérdida.

¿Cuáles son los costos subjetivos que pagan también los adultos de la ciudad, a partir de la violencia que azota la urbe? Durante varios meses, la defensa única para este hombre, en su duelo, fue la construcción del síntoma depresivo, el cual comenzó a ceder a partir de la ubicación de su posición frente a la sexualidad y las implicaciones que ello tenía en su decisión de no tener hijos.

De otra parte, el caso pone de presente las consecuencias que trae en el vivir de los ciudadanos de esta sociedad, la impunidad, es decir la inexistencia del Otro de la ley, reinante en ella.

 

A manera de conclusión

En los casos descritos es posible reducir las respuestas ante la angustia a dos modalidades: al acting out y a la formación de síntomas (o aun propiamente a desencadenamientos de una neurosis o de una psicosis). Es claro que existen otras formas de respuesta ante la angustia, tales como el pasaje al acto, frecuente igualmente (de lo cual no hay un caso en la casuística indicada, pero disponemos, entre varios, de ejemplos clásicos como el de la joven homosexual de Freud en su "dejarse caer" –niederkommen lassen– suicida, tan ampliamente comentado por Lacan); o cuando el sujeto consigue bordear el real en juego en la angustia para convertirla en una fuerza creativa; entre otras. ¿Qué hace que los dos primeros tipos de respuesta ante la angustia, el acting y el síntoma, sean los más socorridos hoy, como lo indica la casuística descrita? Sin que sea posible, dados los límites de esta exposición, examinar con amplitud esta pregunta, señalo lo siguiente:

Lacan mostró con precisión que en el acting out siempre se trata de una puesta en escena, de un intento por descifrar el Che vuoi? en juego, de una apelación al Otro, del cual se espera hoy una legitimación de la descarga que implica el acting. Logra el sujeto entonces escapar a menudo de esta forma al goce del Otro que moviliza la angustia y sortear transitoriamente la confrontación con lo real que ello determina. En los casos referidos se trata de actings representados por las cirugías para denegar el envejecimiento o de violencia verbal para resarcir el narcisismo. Y en tales casos es claro que la ideología a la cual el sujeto se acoge opera como legitimador de la actuación.

Y entre los síntomas señalados es posible reconocer una fobia, una disociación precedida de pánico y una depresión. Son éstas formas tradicionales con que los humanos "tratan" la angustia cuando el acting, o no es suficiente, o cuando éste consigue ser interrogado por cualquier circunstancia (ética, moral, o por cualquier otra circunstancia propicia para el efecto, tal como alguna inhibición presente en el sujeto). Se reconoce allí la función del síntoma ante la angustia.

Añado finalmente que la época, como lo ponen de presente los casos descritos, conduce a tener en el acting un sustituto de elección principal con relación al síntoma, signo propio éste del espíritu del tiempo, de la "cultura del espectáculo" a la cual asistimos.

NOTAS

  1. "El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares, pero no sin principios". En Lost in cognition. Colección Diva, Buenos Aires, 2005. pp. 128-129. Pero igualmente en Proposiciones lacanianas sobre la angustia. NEL-Medellín, Medellín. p. 66.
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