Agosto 2006 • Año V
#15
Destacado

La era del hombre sin atributos

Jacques-Alain Miller

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El cielo pude esperar

A partir de una discusión con un sector específico de la evaluación como lo es el modelo de la epidemiología en Salud Mental, el texto de Jacques-Alain Miller tiene un alcance mucho más amplio: logra una arqueología de la época actual a partir del reinado del significante más tonto y a la vez más elaborado: la cifra 1. El hombre sin atributos es aquél cuyo destino es el de no tener más cualidad que la de estar marcado por el 1, y a este título, poder entrar en la cantidad.

Esto permite discutir la idea de que nuestra época se caracteriza por la dominación de las imágenes: se trata de un tiempo marcado por la contabilización del sujeto: la cuantificación, el control, el registro, la vigilancia, la prevención y el miedo. Un análisis que comienza en el siglo de las Luces demostrará cómo se logra históricamente reducir al sujeto a una cifra.

 

Invectivas

Comenzaré por una lectura con la que me he entretenido durante estas vacaciones[*]. Se trata de una carta de Petrarca llamada "Invectivas contra un médico", que comienza así: "Quienquiera que seas que despertaste con tus inoportunos ladridos a la pluma que yacía y al dormido –por así decirlo– león, te darás cuenta de que una cosa es destruir con lengua ardiente ajena fama y otra defender la propia con razón [...]. Pero, ya que me fuerzas a lo que por mí mismo nunca haría, es necesario que diga algo, para que por ventura de mi silencio no goces, si menospreciando las cosas –como a veces mi ánimo querría– callara; pidiendo perdón, no a ti sino al lector si dijera alguna cosa contra mi costumbre, responderé a algunas de las cosas que dices. Porque dices tantas cosas sin sentido, que quien las considerara dignas de respuesta podría ser considerado con justeza mayor inepto y desdonado".[1]

El contexto de esta carta de Petrarca es muy interesante: se trata del entorno papal. Resulta que "en septiembre de 1351 Clemente VI cae gravemente enfermo. El poeta le transmite un mensaje oral por medio de uno de sus allegados: debía evitar confiar en muchos médicos y elegir sólo a uno. El Papa pide a Petrarca que le escriba sus recomendaciones, fingiendo no haberlas comprendido, probablemente para suscitar la polémica y ofrecer una diversión a la corte papal. Petrarca le envía entonces la Familiari V, 19, con fecha del 15 de marzo de 1352, una violenta crítica tanto de la medicina como de los que la practicaban".[2]

Esta carta familiar nos da idea de la relación que había entre la medicina y la sociedad en el siglo XIV, según el testimonio de Petrarca que no es sólo un poeta sino también un pensador.

"Sé que tu lecho está asediado por los médicos; esta es la primera razón que tengo para estar inquieto. Ellos están en desacuerdo entre sí a propósito, porque sienten vergüenza de parecer que siguen las huellas de otro si no aportan nada nuevo. Está fuera de toda duda, como afirma Plinio con elegancia, que todos estos individuos que buscan la gloria a través de cualquier novedad comercian con desenvoltura con nuestras existencias... que la medicina es el único arte donde se acuerda enseguida confianza al primero que llega pretendiendo ser médico, por lo que la impostura es más temible que en cualquier otra parte". Es la época charlatana de la medicina, que permite explicar, por razones de estructura muy profundas, la emoción que parece embargar en la actualidad a los médicos ante la idea de que los charlatanes curen, pues la acusación de charlatanería a los médicos es multisecular.

"Los médicos se instruyen a riesgo y peligro nuestro, consiguen su experiencia gracias a los muertos; solamente el médico goza de una impunidad total si comete un homicidio. Considera, Padre muy Clemente, al tropel de esas criaturas como un ejército de enemigos. A guisa de advertencia acuérdate del breve epitafio que este célebre desgraciado había ordenado grabar en su tumba: ‘He perecido víctima de un ejército de enemigos’. Pero como ya no nos atrevemos a vivir sin médicos, sin los cuales sin embargo numerosas naciones viven sin duda mejor y con mejor salud, elige uno entre ellos que se distinga no por su ciencia sino por su rectitud". La ética, la deontología... "En la actualidad olvidan su profesión. [...] Para concluir: evita al médico que brille por su elocuencia y no por sus diagnósticos, ¡considérale un hombre que quiere atentar contra tu vida, un asesino, un envenenador!".[3]

Petrarca señala este deseo de originalidad en los médicos que se esfuerzan por estar en desacuerdo para hacer valer sus innovaciones. Evidentemente es justo lo contrario de lo que sucede en la medicina llamada científica, que valora en primer término el acuerdo entre los practicantes. Este acuerdo se ha vuelto predominante y anima al movimiento actual que dirige el sector llamado de salud mental. Se trata sin duda del núcleo duro de esta disciplina nueva con la cual tratamos: la epidemiología en salud mental.

 

I. El hombre cuantitativo

1. El invencible Uno

El registro
La polémica es necesaria, no hay que abandonarla en los lugares que convienen, pero tratemos de comprender, de acuerdo con Spinoza: "No lamentes ni te alegres, sed intelligere". Querría entender qué es lo que ocurre, comprender el fenómeno del cual formamos parte para que podamos oponernos a él. Hay que hacer una arqueología.

El registro, al cual parece adherirse unánimemente la mayoría del Senado de la República –aún no está hecho–, se inscribe claramente en el mismo contexto que la ideología de la evaluación. Al igual que ella, el registro pone en primer plano el "devenir unidad contable" del sujeto. Hay un "devenir unidad contable" que va más allá del Sr. Mattei, del grupo UMP del Senado y de otras eminentes personalidades. Devenir unidad contable y comparable traduce de manera efectiva la dominación contemporánea del significante-amo en su forma más pura y estúpida: la cifra 1.

Este escritor profético que fue Robert Musil lo percibió muy bien cuando su profunda reflexión sobre el pensamiento estadístico le condujo a intitular su gran novela: El hombre sin atributos.[4] El hombre sin cualidades es aquel cuyo destino es el de no tener más cualidad que la de estar marcado por el 1 y, a este título, poder entrar en la cantidad. El secreto del título de Musil es que el hombre sin cualidad es el hombre cuantitativo.

No hay necesidad de ponerse a desfilar para cantar: "Somos todos hombres cuantitativos". Todos somos cuantificables y cuantificados. Puede que no nos guste, pero el modo actual, el modo contemporáneo de gestión de la sociedad pasa por la cuantificación, incluso la hace reinar en exclusiva, puesto que el discurso universal no tiene otras cualidades, otras propiedades que proponernos que dominen el 1 del orden, el 1 que nos vuelve contables y comparables.

Lacan nos anunció que el significante-amo es el significante del amo, pero amo y esclavo son categorías que han desaparecido del discurso jurídico, ya no son más que recuerdos. ¿Por qué, me dicen, los psicoterapeutas no se registran en las prefecturas si lo hacen los VRP[*], los cartománticos y recientemente –de manera discreta– los psicólogos? Se impone a todo el mundo registrarse en la prefectura. Es el devenir prefectura del Estado.

De la misma manera que la esencia del significante-amo, antes revestido con atavíos espléndidos, se extrae al devenir unidad contable, el Estado desnudo revela que su matriz, como dijo Hegel, como retomó Lacan, es la policía. Al igual que el significante-amo revela su esencia en la cifra 1; el Estado, al dirigirnos en orden cerrado hacia las prefecturas, nos indica el pivote de su estructura. Quedan exceptuados de ello los médicos y psicólogos quienes, en cierta forma, ya están registrados, y esto podrá hacerse extensible también, gustosamente, a los psicoanalistas cuyos nombres figuren en los anuarios de las sociedades analíticas. ¿Cómo se les reconocerá? ¿Cómo se les definirá? Vean los decretos de aplicación, pueden ser cualquier cosa.

El significante-amo como unidad contable es el más estúpido de los significantes-amo que hayan surgido en la escena de la Historia, el menos poético, pero también –reconozcámosle– el más elaborado, ya que está vaciado de cualquier significación. Conduce a algo que parece ser una necesidad de las sociedades contemporáneas: el establecimiento de listas. Lacan lo había señalado para "l’âne-à-liste"[**]–este juego de palabras dio lugar al nombre de un periódico que recientemente he hecho que volviera a aparecer–, pero es la sociedad, el Estado, quien es este "l’âne-à-liste". Él necesita listas, necesita ponernos en listas: ya se trate de pasajeros de avión, de cartománticos o de psicoterapeutas, es el mismo principio. Esto no ha hecho más que empezar y marcará –podemos apostar por ello en base a lo que ya sabemos– al siglo XXI, que será el siglo de las listas.

Se trata tal vez de algo más profundo que aquello que se denuncia con el nombre de mercantilización. Se habla del reino del dinero y se le opone valores espirituales, humanistas. El dinero, el equivalente simbólico universal, sólo es una forma, una realización del significante-amo contable. ¿Cómo evaluarles cuando las cualidades han desaparecido? Sólo queda la evaluación cuantitativa monetaria. Esto no quiere decir que reine lo comercial. No reina en absoluto. Reina esta espiritualización del significante-amo que se encarna en la cifra 1, y hemos de dar cuenta de su aparición. En su Seminario XX, Lacan se esforzaba, dificultosamente, en hacerlo. ¿Cómo ha advenido el significante uno? Él se planteaba la pregunta porque, ahora podemos verlo, anticipaba que este significante uno gobernaría al sujeto y que el conglomerado social, el vínculo social, estaría gobernado por el uno. Se trata de un producto muy elaborado.

Este reino de la cantidad se traduce por la evaluación financiera. El proceso más profundo consiste en reducir el significante-amo al hueso del uno para finalidades de control, que tenemos que aislar como tales.

Mantengámonos a distancia de la emoción, de la turbación. La sociedad reclama control. Es posible que los que se encargan de organizar esta sociedad realicen este control de manera torpe, como ocurre en el asunto que nos ocupa. Es una falta de tacto unir las palabras "psicoterapia" y "prefectura". Los que lo hacen no tienen tino –felizmente, quizás. Esto disgusta. Si fueran más hábiles, quizás sería más fácil que la cosa pasase. Pero, para lo que hoy quiero desarrollar esto es secundario. La sociedad reclama controles y crea una dinámica del control. Ella reclama saber cuáles son los ingredientes de los alimentos que ingerimos. ¿Qué puede ser más legítimo? El deseo de control está ya presente en esta preocupación que cualquiera puede tener.

La escritura
Me pregunté de dónde venía la palabra "control". Esto me permitió saber que se trata de una palabra del siglo XIV. No he tenido tiempo de buscar con más precisión pero puedo suponer que apareció o fue validada en los círculos de la burocracia real en formación. "Control" viene de "contre-rôle"[*], donde "rôle" quiere decir "registro", uno de los antiguos sentidos de esta palabra. El "contre-rôle" es un registro doble que sirve para verificar un primer registro. Por un lado, hay un registro, y, por otro, hay un segundo registro que verifica el primero: el "contre-rôle". Pero "control", en particular, es la lista nominativa de las personas que pertenecen a un cuerpo, especialmente, a un cuerpo militar.

La palabra "rol" es más antigua, del siglo XII. Viene del latín medieval "rotulus", "rollo", "pergamino enrollado". Era un rollo, una hoja enrollada, donde se consignaban los actos notariales, los asuntos del tribunal. Nuestra expresión "à tour de role" [por turno], no se refiere en absoluto al rol teatral, "sino a "su turno según la lista del registro, según su plaza jerárquica, cuando llegue su turno según la lista, que es un rol". La palabra adquirió después el sentido de las partes de una obra de teatro que corresponden a un personaje o el nombre del personaje mismo, con todas las expresiones consecuentes: por ejemplo, "él me deja el mejor papel [rôle]".

El registro, palabra del siglo XIII, viene del latín "regerere", que dio lugar a "regestus", "referido", "inscrito". "Regerere" es "llevar hacia atrás", "referir", "transcribir" y, especialmente, "anotar" para guardar el recuerdo.[5]

Cuando hablamos de nuestra época como la de la dominación de las imágenes nos equivocamos. Sin duda la producción de imágenes es prevalente, pregnante, extremadamente multiplicada, multiforme. Dominan con su seducción, ejercen una captación que intenta manejar el discurso político. Pero de hecho, la escritura, en forma de registro, sigue constituyendo el hueso del asunto. Es lo que el filósofo italiano Agamben denunciaba recientemente en la prensa[6]. El cuerpo mismo, el cuerpo contemporáneo se exhibe bajo formas magníficas, estilizado en las imágenes de la publicidad, en las imágenes cinematográficas, televisivas. Se exalta la imagen, pero lo que es efectivo es la escritura, el depósito electrónico del uno por uno contable. El cuerpo se transforma en escritura, es decir, se busca en su cuerpo lo que hace escritura. Habría podido despertar su admiración citando las frases, las investigaciones, la filosofía del señor Bertillon, francés, quien descubrió que llevamos en nuestra mano una escritura indeleble y encontró en su época una marca, un símbolo, un significante indeleble[7]. El señor Bertillon es un hombre que reflexionó en la prefectura de Policía, alto lugar del espíritu. No olvidemos que Gaëtan Gatian de Clérambault ejerció la clínica bajo el tejadillo de la Prefectura de Policía, y Lacan también. Verdaderamente era un lugar para aprender clínica porque allí se encontraban, por perturbar el orden social, los diferentes trastornos mentales, como ahora se les llama. Siguiendo los pasos del señor Bertillon, se ha encontrado, en particular en el ojo, índices escriturarios susceptibles de traducirse y de identificarles desde el nacimiento hasta la muerte. Ésta es una aspiración que anima a la civilización contemporánea desde la revolución industrial.

Bentham fue el primero en decirlo: "Sería necesario que cada uno tuviera una cifra, que conservara del nacimiento a la muerte, para tenerlo localizado". Esto dio lugar al carnet de identidad. El último día felicitaba a los ingleses por resistirse al carnet de identidad y sospechaba del señor Blair por querer introducirlo[8]. He sabido después que está previsto que en el año 2007 el carnet de identidad se introduzca en Gran Bretaña. Parece que es el pueblo más vigilado de la tierra: hay cámaras de vigilancia colocadas en las calles de Londres, de tal manera que el londinense medio es filmado o fotografiado una media de quinientas veces por día.

La sociedad del miedo
Estamos en ella. Lo estamos más de lo que lo yo pensaba en el año 2003. Entramos, a principios del 2004, en el siglo XXI, en la época de la vigilancia. No es seguro que se trate de "vigilar y castigar", pero es una sociedad cuya consigna es "vigilar y prevenir". Estamos en la época de la prevención sanitaria y también guerrera. Hacer la guerra a un país antes de que éste nos la haga es algo similar a diagnosticar la enfermedad mental antes de que se manifieste[9].

Los hechos reagrupados desde principios de este siglo nos indican que ha comenzado a escribirse un capítulo importante de los grandes miedos del siglo XXI, al lado de lo cual el miedo a los psicoterapeutas no es más que un miedo menor. Se juega a dar miedo pero no son más que las notas con las que luego se organizará una sinfonía. Aquello que el eminente sociólogo alemán Ulrich Beck llama amablemente la sociedad del riesgo[10] no es otra cosa que la sociedad del miedo. A principios del siglo XXI el sujeto está en peligro. Comer, respirar, desplazarse, hacerse cuidar se hace bajo la égida del peligro y de la toma de precauciones. Se reclaman soluciones, al menos en Francia, y por lo general al Estado, que ya no es el Estado-providencia de antes, el Estado maternal, sino un Estado al que se pide que se consagre a sus propias tareas. Es la idea del Estado estratega[11]. Y, ¿cuál es la tarea propia fundamental del Estado?: la policía. Entonces se reclama un Estado policial.

La sociedad se siente en peligro. Escuchamos de distintas formas un "SOS sociedad". Es lo que Ulrich Beck enmascara con el nombre de "riesgo", quizás para no aumentar el pánico. Vamos a devenir sociedades del miedo y del pánico. Yo trato de construir algo sobre ello para que podamos tener, incluso aunque seamos la chusma a exterminar o los inclasificables a clasificar, un saber acerca de la configuración en la que hemos entrado, y para que una iniciativa u otra logre desviar o retardar el proceso.

Es esencial. Carl Schmidt, del que se pueden decir muchas cosas negativas,, aisló bien en la historia la función de lo que llamó "el retardador", aquello que consigue retardar procesos inevitables. Al retardarse, se gana tiempo y otros factores pueden entrar en juego de manera que lo fatal pueda contornearse. Saber que es inevitable que se aplique una lógica no implica en absoluto desarmarse.

 

2. Quételet

Ironía de las Luces
Me dije que podía aprovechar la investigación arqueológica en la que quería embarcarme para darles a conocer, porque pienso que no se aprende en clase a un gran espíritu, alguien que creo que es uno de los nombres importantes en el inicio de esta cuestión del hombre cuantitativo: Quételet.

Tengo algo en común con Quételet y esto me llevó a interesarme un poco más en él. Quételet era belga –no es mi caso– y profesor en la Universidad de Gante, única universidad en el mundo que, sin duda por error, juzgó bien nombrarme hace mucho tiempo honoris causa. En los agradecimientos que dirigí entonces a la Universidad de Gante cité entre los personajes augustos de esta universidad a Quételet.

Quételet era astrónomo y tuvo la idea de aplicar, en la primera mitad del siglo XIX, las concepciones y los métodos de la astronomía a las sociedades humanas. Es el nombre más eminente en el origen del enfoque estadístico del fenómeno social, este enfoque estadístico que la epidemiología en la salud mental nos propone.

Entre los siglos XVIII y XIX se produjo un cambio en el régimen de pensamiento. En el XVIII se acumuló de una manera muy entretenida –que siempre me ha encantado y de la cual llevo el sello– una gran cantidad de informaciones que describían sociedades distintas a las nuestras. En ello se puede apreciar el mismo movimiento ya presente en Montaigne, quien buscó sus referencias en los autores de la Antigüedad para mostrar la diversidad de las costumbres y las leyes humanas. Pero lo que se produce en el siglo XVIII es una multiplicación de los relatos de viajeros, aventureros, misioneros. Se acumula una gran literatura sobre la diversidad humana, la diversidad de hábitos, de usos y costumbres, de religiones, de regímenes políticos, de leyes, y se comienza a elaborar de manera eminente. Piensen en El espíritu de las leyes de Montesquieu que se prestaba a la agudeza: "El señor Montesquieu no hizo el espíritu de las leyes sino el espíritu sobre las leyes". Es muy injusta, pero señala que en el siglo XVIII la acumulación de datos sobre las sociedades ponía de relieve la contingencia, mostraba que nuestras costumbres no eran necesarias, nos invitaba a distanciarnos de nuestras prácticas, y ello estuvo marcado por cierto esteticismo. En un pequeño speech en el teatro Hébertot[12], dije que los filósofos del siglo XVIII, al creer en la unidad de la naturaleza humana, pusieron en el registro de la comedia humana el hecho de que aquí se vista de una manera y allí de otra, que aquí se gobierne de una manera y allá de otra diferente, que aquí se coma esto y allí esto mismo esté prohibido. Si el hombre es uno, si hay unidad de la naturaleza humana, la diversidad es una muestra de la comedia humana.

En el siglo XVIII la acumulación de estos datos comparativos introdujo una postura irónica, en definitiva muy socrática y, podemos decir, muy psicoanalítica. Fue una manera de desprenderse de las identificaciones y de aprender que no estamos sólo nosotros, que hay otras maneras de hacer. Este enfoque tuvo un efecto de disolución sobre el imaginario que rodea a los significantes-amo. Ustedes son cristianos, pero otros son musulmanes y otros adoran a los animales. En el siglo XVIII se desechó la sustancia imaginaria, la carne imaginaria del significante-amo que cayó hecha pedazos. Este momento de una ironía deliciosa, al que me refiero siempre que puedo, constituye una etapa en el proceso hacia la simplificación del significante-amo. Aparece su esqueleto: la cifra 1. La ironía disolvente de las Luces constituye un momento del proceso histórico que conduce hasta el momento presente, en que reina el invencible 1.

Lo real social
El espíritu del siglo XIX es completamente diferente. Ya no es cuestión de ironía, sino, si se quiere, del progreso del espíritu científico que avanza sobre estos datos buscando construir regularidades. Podríamos decir que parte de la observación. Se encuentran regularidades en los nacimientos, las muertes, los matrimonios, los crímenes. Hay regularidades sociales, patterns, configuraciones regulares, y estas regularidades invitaron a buscar leyes en el universo social. Es aquello que Montesquieu esbozó con agudeza y que se comenzó a abordar a través de la cuantificación, con la convicción de que había un saber inscrito en lo social y que lo social era un real con el mismo título que lo real de la física.

Se da allí un paso más que en Descartes, quien reservaba esta investigación del saber matemático inscrito en lo real al universo físico, a las ciencias naturales y a la física matemática. Con relación al orden social y político, aconsejaba adherirse al significante-amo en vigor en la propia sociedad, es decir, no dárselas de listo o de sabio con el significante-amo. Éste fue también el punto de vista de Montaigne. Bien sabe Dios que los semblantes sociales le parecían necesarios. Sabía que eran semblantes, pero su moral decía que lo prudente era conformarse al espíritu de su sociedad en lo relativo a la organización social. Se ve cómo Descartes avanza en el discurso científico, pero al mismo tiempo mantiene la reserva montaigniana en el terreno social y político.

¿Cómo se franqueó esta barrera? No puedo reconstruir de memoria esta arqueología. Habría que dar, ya en el siglo XVIII, un lugar especial a la economía política, al espíritu escocés. Efectivamente se pueden encontrar cosas ya en Adam Fergunson y en la escuela escocesa, pero no es hasta el comienzo del siglo XIX, y a partir del momento en que la revolución industrial opera una transferencia sensacional de población del campo a las ciudades, que se vuelve un imperativo social disponer de informaciones estadísticas sobre la población.

Marx describió este desplazamiento del campo a la ciudad de manera sensacional, poética: el proceso de los enclosures o closure. Algunos historiadores lo revisaron pero sigue estando, en sus líneas más importantes, bien fundado. En las ciudades se acumula una población nueva, asalariada, empobrecida, que constituye un riesgo social. Son inmigrados del interior. Estos inmigrados, que ahora vemos llegar con terror desde el perímetro mediterráneo de Europa, venían en aquella época del campo. Las invasiones de inmigrados eran invasiones de campesinos que se aglomeraban en las ciudades. Esto provocó un movimiento epistémico: el deseo de tener informaciones cuantitativas sobre la sociedad y sobre lo que comenzó a llamarse por entonces "la población".

¡Ah, la palabra "población"! La población no es el pueblo. El pueblo, que se evocó en la Revolución francesa como principio de soberanía, es un significante-amo. La población es otra cosa. Se trata de cuerpos, que están ahí, un conglomerado de cuerpos que nacen, viven, se acoplan, mueren y, eventualmente, se agreden entre sí. En todos los escritos de este periodo se habla del nacimiento, la muerte, el matrimonio, el crimen. "Población" es como "poblado", pero sobre una extensión más vasta y considerado con un punto de vista bio-político. Por otra parte, una de las palabras del discurso de un eminente epidemiólogo que nos visitó, y que me hizo poner mala cara, fue la palabra "poblacional" muy empleada en epidemiología. Le dije: "¡Cómo, hablan de ‘poblacional’!". Me respondió: "Yo no hablo así, son los quebequeses quienes lo hacen". ¡No!, el punto de vista poblacional está presente en el discurso estadístico desde el comienzo del siglo XIX. No hay que excusarse.

Estadísticas
Me hubiera gustado citarles una obra del siglo XVIII que leí mucho hace tiempo, en mi época de estudiante, Primer ensayo sobre la población[13], del eminente espíritu que fue el reverendo Malthus. Él dio su nombre, injustamente, al malthusianismo, al igual que el marqués de Sade dio lugar al sadismo y Sacher-Masoch al masoquismo. Me hubiera gustado citarla e incluso volverla a leer desde la perspectiva que me proporciona el asunto actual.

Hay dos tendencias opuestas que Lacan nos ayuda a situar. Por un lado, en el siglo XIX hay una sociología que toma como principio las normas y las instituciones, las representaciones colectivas que se imponen, aunque no sea éste el vocabulario que utilizan, a una población dada. Es la perspectiva de Emile Durkheim a quien Lacan hizo referencia, porque, en efecto, nos da una representación sociológica del gran Otro, un discurso hecho de creencias, de instituciones que se imponen y estructuran una población. En este sentido Lacan, de entrada, fue durkheimniano, al menos en su artículo de la Encyclopédia[14]. Encontramos allí esbozado lo que más tarde desarrollará como el orden simbólico. Pero hay también otra sociología, aquella que triunfa en la epidemiología en salud mental que no parte de arriba sino de abajo. No parte del gran Otro sino de las acciones del individuo, de la multitud abigarrada de acciones individuales, Y considera, por el contrario, que las normas e instituciones sociales resultan de esta multitud de acciones individuales, por lo que busca, a través del cálculo estadístico aislar las regularidades y partir de lo cuantitativo.

El primero de estos dos enfoques parte del contenido significativo, mientras que el segundo parte de lo cuantitativo. Quételet se aproxima a la sociedad como astrónomo –los planetas no hablan– y se equipa con la estadística y el principio de distribución de los errores de las observaciones astronómicas. Dice: "Yo no tengo teoría, no tengo sistema, observo, anoto". Esta segunda perspectiva es en nuestro lenguaje la del "Otro que no existe". Es la perspectiva de que el gran Otro resulta de facilitaciones continuadas del sujeto. Se trata del segundo punto de vista de Lacan, que es conforme con el segundo Wittgenstein, y aparece en el seminario Aún[15]. Por otro lado, la sociología durkheimniana, que siempre ha tenido una perspectiva sobre el todo, funcionalista, un macro punto de vista ha resistido siempre al pensamiento distribucional y probabilista. El punto de vista del "Otro no existe" es un punto de vista micro, es decir, que recoge datos cuantitativos y estudia distribuciones, medias, dispersiones y desviaciones con relación a la media, esto es, sin hacer referencia a un contenido significativo o a un absoluto. Se dice: "El hombre debe medir 1,72 metros". No se impone. Se marca la talla de los hombres de determinada edad y se dice: "El promedio mide 1,72 metros. Los que no llegan a esa medida son bajos y los que miden más son altos". El estudio de la talla constituye uno de los ejemplos más importantes de Quételet. Está bien fundado. No pueden imaginar el entusiasmo que había alrededor de sus estudios. Hoy en día la epidemiología en salud mental hace lo mismo, salvo que ello afecta a la salud mental.

A lo largo de la primera mitad del siglo XIX se constata la acumulación de datos cuantitativos. Hay una pasión por ello, precisamente porque ha habido ruptura y recomposición del lazo social y esto se se traduce como un peligro para la estabilidad social, un peligro para la seguridad –la primera mitad del siglo XIX se consagra a velar por la seguridad– y también un peligro sanitario.

La literatura lleva su sello. La felicidad en el crimen de Barbey d’Aureville se escribió en ese contexto. ¿De qué habla Stendhal en Rojo y negro, crónica de 1830? Habla de una historia leída en los diarios, de un mozo de granja que deviene amante de su patrona y la mata. A continuación nace el detective, Edgar Poe... No encontraremos nada semejante en la literatura del siglo XVIII en la que, por el contrario, cuando hay crímenes, se trata de pequeños delitos divertidos o pequeños envenenamientos entretenidos y estéticos. Todo deviene negro a partir del siglo XIX porque estamos en este contexto de criminalidad.

No he encontrado tampoco entre mis libros la gran referencia historiográfica, el libro de Chevalier, publicado en 1955, Classes laborieuses et clases dangereuses[16], que ofrece un panorama de la época. Hablaré de él a partir de las notas que tomé para mi examen de oposición a cátedra de instituto. Chevalier explica que el inicio del siglo XIX está marcado por una voluntad de cuantificarlo todo, medirlo todo, saberlo todo bajo la amenaza del peligro. Nosotros también lo estamos. Revivimos el comienzo del siglo XIX con los medios del XXI.

En aquella época, como tenía tiempo para leer hacía lecturas curiosas. Hice referencia al doctor Parent-Duchâtelet, un médico francés que en particular consagró en 1836 una obra muy erudita, De la prostitution dans la ville de Paris...,[17] en la que hacía estadísticas sobre las prostitutas parisinas. Es una obra de referencia para la estadística.

En Inglaterra pasamos por alto el papel eminente que jugaron los utilitaristas, los alumnos de Bentham, y la creación en 1857 por lord Brougham, un benthamniano eminente, de la Asociación de Ciencias sociales. Es la época en que se crean las sociedades estadísticas –Quételet es todavía un investigador individual–, se forman equipos para reunir datos y tratarlos. Y en Francia se comienza a publicar todos los años diversas recopilaciones de cifras estadísticas. A partir de 1827 aparecen cada año datos cuantitativos sobre los crímenes –los que son elucidados–, sobre los castigos que sufren los criminales. Esta moda alcanzó su apogeo durante la primera mitad del siglo XIX y, esto da alguna esperanza, decreció un poco durante la segunda mitad, pero se mantuvo presente.

Antes de Quételet, algunos estudios ya habían observado regularidades estadísticas en las variables demográficas, en particular, en las relativas a la mortalidad y la sex ratio en el nacimiento, que Lacan evoca en L’étourdit[18]. Se hace un estudio comparado del número de niñas y niños que nacen. Todos los campos de la vida social se estudian de esta manera: el crimen, el suicidio, los nacimientos adulterinos, la frecuentación de las iglesias, la frecuentación de la escuela, la pobreza, incluso las donaciones filantrópicas. Se consagran a hacer anotaciones y comparar los datos. Hay una obra de 1833 sobre la criminalidad que se intitula Essai sur la statistique morale de la France[19].

El hombre medio
Quételet, que escribió una obra llamada Le système social, pensó que iba a fundar una ciencia nueva de física social. Promovió lo que, en mi opinión, ha quedado como principio de la epidemiología en salud mental: la teoría del hombre medio. Al estudiar las cifras sobre la talla de los reclutas militares se dio cuenta de que ésta seguía una curva de Gauss y que los errores de observación coincidían con la distribución normal de los errores de medida en astronomía. Con estos datos sensacionales, verdaderamente inteligentes, planteó los principios de una especie de astronomía social.

De la misma manera que se ha reconocido para el desplazamiento de los cuerpos celestes la existencia, entre comillas, "de una fuerza de gravitación", es decir, que su órbita sigue una fórmula matemática, se debe dar lugar también a una multitud de pequeñas fuerzas de perturbación que hacen que el cuerpo celeste no se encuentre nunca en su lugar matemático. Hay siempre una ligera perturbación, las observaciones astronómicas tienen siempre algo azaroso. A partir de los cálculos se le busca en una zona determinada del cielo pero siempre se encuentra un poco desplazado.

"Mi" Quételet planteó que, en el universo social y moral de las representaciones del individuo, existe el equivalente a la gravitación y lo llamó "la inclinación". Las inclinaciones obligan a una distribución normal según la curva de Gauss. Él distingue la inclinación al crimen, la inclinación al suicidio o la inclinación al matrimonio. Señala por ejemplo que el porcentaje de crímenes es más elevado entre los hombres que tienen de veinte a veintinueve años. ¡Es a esa edad que están en el top nivel para el crimen! Igualmente hay edades para el matrimonio. Concluye que se pueden encontrar en el universo moral del comportamiento del individuo las mismas leyes que rigen la mecánica celeste, pero que hay que tener en cuenta la existencia de pequeñas fuerzas de perturbación que hacen que el cálculo no sea nunca del todo exacto sino que haya siempre un desfase.

Para él, estas inclinaciones son formas instintivas en relación con las cuales la voluntad humana en el orden normal tiene una intensidad cero. Es una fuerza poco utilizada que sólo interviene como una de esas fuerzas mínimas de perturbación en relación a la regularidad orbital de las inclinaciones. Quételet considera que la base de la estabilidad del orden social viene dada por el hombre medio, esto es, por aquellas propiedades estadísticas que son estables en las principales acciones humanas, en el matrimonio y en el crimen.

Esto fue ampliamente criticado. Un pre-sociólogo alemán, Drobisch, en La statistique sociale[20], criticó al hombre medio como una ficción matemática abstracta. Max Weber también se refiere a Quételet y critica esta voluntad de hacer un análisis astronómico de los acontecimientos de la vida, pero es sobre todo Durkheim quien, a la vez que se refiere a Quételet, le opone un punto de vista distinto, el de la exterioridad del orden social a los individuos, mientras que Quételet encuentra el orden social en las regularidades de las acciones humanas.

El célebre estudio de Durkheim sobre el suicidio se inscribe en esta polémica.[21] Él hace un análisis mucho más fino que el enfoque global cuantitativo de Quételet ya que distingue las tasas de suicidio según cualidades muy precisas: según los grupos religiosos, el sexo, la profesión, la edad y el estatuto marital. Pero el aguijón y la motivación del famoso estudio de Durkheim se inscribe en este contexto de Quételet. Se trata de una polémica con él, con su punto de vista astronómico. Durkheim y Quételet están de acuerdo en muchas cosas. Ambos son deterministas y plantean que, en el universo social, nada se produce al azar sino que hay leyes que lo rigen. Incluso, Durkheim admite que se puede definir lo normal y lo patológico sin ideal: lo normal es la media, lo patológico, la desviación en relación a la media. Se trata de un punto de vista muy laico que lleva a decir que el crimen es normal. Hay una regularidad del crimen, lo anormal es cuando se dan más de la cuenta o no suficientemente. Cuando hay pocos crímenes es porque falta energía. Es lo que decía alguien como Stendhal: cuando los italianos vivían bajo regímenes de principados se apuñalaban con gallardía; pero, cuando llegó la democracia perdieron el ardor. Constituye un punto de vista extremadamente laico, pero se trata de la dictadura de la media.

Antes de venir aquí, para influir sobre la media del senador UMP, llamé a mi amigo François Ewald y le señalé el estado desastroso de nuestra campaña parlamentaria. Me prometió hacer lo imposible. Seguidamente le dije: "Despidámonos ya porque voy a hablar un poco de Quételet". Estuvimos de acuerdo respecto a la grandeza de Quételet. Y me dijo: "La teoría de Quételet instaló un perpetuo juicio de la sociedad sobre sí misma". Esto me pareció muy adecuado. En efecto, la media es un ideal secretado por la estadística cuantitativa misma. No viene de una prescripción, de un orden, son las cifras mismas las que les proporcionan un ideal, el de la norma, distinto del de la ley. La ley mantiene siempre su anclaje en un gran Otro. Es la ley divina, la ley del Estado que en determinado momento viene impuesta desde arriba, desde el exterior. Mientras que la media –es mucho más suave, es invisible– proviene de ustedes mismos, de la combinación de sus decisiones o de sus propiedades individuales, y luego se desprende sigilosamente y uno no puede ya oponerse a ella. En esta pequeña discusión, François Ewald me decía: "Lo que asustaba a Michel Foucault del reino de la norma es que la norma no tiene exterior". Esto es congruente con lo que evocaba la última vez[22]: uno puede rebelarse contra la ley –es lo que hacemos–, pero no puede hacerlo contra la media, contra la dictadura de la norma.

Aislar esta referencia a la norma nos permite ver que, incluso si se desprende de la estadística, decidir conformarse a la norma, hacer una ley de la norma es una elección política. Es ahí donde podemos oponer algo a nuestros estadísticos en salud mental que puede ser el vector de una intervención propiamente política: hacer de la norma, ley, y perseguir a los que se desvían de ella es un factor de estancamiento. Esto se opone precisamente a lo que sería la ambición de algunos: la innovación. Para preservar la innovación de una sociedad es esencial que la norma no sea la ley. Después de todo, es muy lógico que esto se formule a partir del discurso psicoanalítico.

 

II. El objeto-máquina

1. Acontecimiento

Hold-up
Este curso nos conduce a preguntarnos cómo hemos llegado a esto. Hay un efecto de "era más cierto aún de lo que pensábamos". Por un lado, no hay de qué sorprenderse porque se había anunciado de todas las maneras posibles pero, por otro, cuando pasa, cuando el acontecimiento se produce trae siempre consigo un elemento de desconcierto, de perplejidad. La lectura que hice primero de lo que pasaba era que se habían meditado los medios para reducir, asfixiar y hacer desaparecer el psicoanálisis; proyecto que al menos muestra que no se ha pensado que la evolución simple de las cosas conduciría a ello, sino que era necesario darle un empujón.

¿Qué representa el psicoanálisis para merecer tal empresa?, ¿qué es el psicoanálisis para frenar esta empresa y para aparecer, al menos hoy, por el momento, como un núcleo de resistencia a dicha empresa?

Un personaje de Balzac que se llama Vautrin, formula este buen principio: "No hay principios, sólo hay acontecimientos". Es un principio de oportunismo del que se dice que Balzac podría haberse inspirado en el príncipe de Bénévent. Nosotros, que tenemos principios, constatamos que no es sencillo conseguir que dominen a los acontecimientos. Cuando se puede considerar con cierta perspectiva, se ve que el acontecimiento, sea cuál sea su fuerza, comporte la sorpresa que comporte, se sitúa en una estructura y se inscribe en un proceso.

Al pronunciar el nombre de Quételet[23], he querido poner un nombre propio –he elegido éste por suponer que no les era familiar– en el origen del proceso que hizo nacer, extenderse y dominar a un nuevo tipo de hombres, aquellos que Robert Musil llamaba "los hombres sin cualidades". Lo que Quételet percibió incluye su reflexión sobre la estadística, sobre el cálculo de las medias y la importancia que da a la emergencia de la psicología cuantitativa. La cuantificación, la entrada de la persona en el cálculo produjo el hombre sin cualidades. La palabra "persona" lleva a lo que normalmente se llama "psiquismo", del que el psicoanálisis porta aún, para su desgracia, la huella. Sólo el respeto de los semblantes hizo que Lacan conservase este nombre que consideraba una herencia de la historia, por poco adecuado que fuera para lo que él estructuró de la práctica freudiana. Es necesario que un día aprendamos a pasar de él, a prescindir de ese nombre.

Asistimos a un verdadero hold-up[24] sobre el nombre de psicoterapeuta, que sin duda no es el nuestro. Se produce cuando en un momento dado, la potencia del Estado, su mano, se abate sobre un significante y decide darle un nuevo sentido, un nuevo uso y unos nuevos agentes. Sean cuáles sean las finas diferencias que podamos hacer entre psicoanálisis y psicoterapia[25], ambas palabras llevan el estigma del psiquismo. Y se ha tocado eso, una zona que, con los psiquiatras y los psicólogos, ha sido durante tiempo una zona si no protegida, más bien poco protegida, es decir, protegida por los excesivos intereses en juego. Es necesaria una particular necedad para que algunos colegas formulen, si se toma en consideración un parte de la AFP[*] de esta mañana, que están tranquilos[26]. Por el contrario, tenemos que preguntarnos durante cuánto tiempo se protegerá el nombre de psicoanálisis, en cuánto tiempo más estos protectores venideros lo dejarán a su libre uso –por ello se puede constatar hasta qué punto ha sido, en su conjunto, en la media, asegurado por agentes que, por indignos que hayan sido de los ideales freudianos, velaban mal que bien por la función. Estamos en un momento en que tenemos que plantearnos la pregunta de cómo seremos llevados a llamarnos un día para continuar haciendo lo que queremos.

La muerte del absoluto
La entrada de la persona en la cuantificación se traduce en lo que Musil llamó un "desencanto". Lo hace en el transcurso de un episodio de su gran novela en el que su héroe Ulrich, –Ulrich que cree en la ciencia, que reflexiona sobre la estadística– es conducido a la comisaría. Como Musil dice de manera exquisita: "Es capaz de apreciar, incluso en ese instante, el desencanto que la estadística hacía sufrir a su persona, y el método de descripción y medida que el policía le aplicaba le entusiasmó como un poema de amor inventado por Satán". Ulrich se siente extasiado al constatar que "el operador diseca su persona en elementos insignificantes, irrisorios" y luego, a partir de estos elementos puede recomponerle, "hacerle de nuevo distinto de los otros y reconocerle por estos rasgos". Esta operación, aquí policial, es la operación científica descompuesta en elementos insignificantes. Es a lo que ha procedido la lingüística, sobre el lenguaje, y que permitió distinguir el significante del significado en conformidad con la orientación estoica. Esta descomposición, elemental cuando se efectúa sobre la mayoría, tiene como efecto la evaporación de lo que durante siglos se ha llamado la libertad.

Ahí se inscribe, se impone, lo que podría llamarse la ley de Quételet, a la sombra del cual Musil escribió su gran poema novelesco. "Cuanto mayor es el número de individuos, dijo Quételet, más se borra la libertad individual y deja que predomine la serie de hechos generales que dependen de causas según las cuales crece, existe y se conserva la sociedad". Se trata de la constatación común de que usted toma individualmente la decisión que le conviene en relación a sus vacaciones, y la SNCF es capaz de calcular a grosso modo el número de viajeros que subirá en sus trenes y añadir vagones suplementarios si hace falta. Estos cálculos que nos rodean vuelven al individuo ínfimo y le prescriben un nuevo tipo de destino, que era desconocido para los griegos, el destino estadístico, que pesa sobre la escritura de Musil con el efecto de hacer desaparecer lo único y reemplazarlo por lo típico. Es, en Musil, como se siente subir a lo largo del siglo XX, "el asombro, el estrago, el lamento de filiación romántica de los intelectuales, escritores y artistas ante lo que emerge como el hombre de las masas", decía Ortega y Gasset. Musil escribe que la influencia creciente de las masas, de la mayoría vuelve a la humanidad cada vez más mediocre. Hay un aumento de lo común de la civilización. Se cumple irresistiblemente un ascenso en potencia de los valores medios, de los valores medianos y asistiremos a su triunfo. Es una versión de la muerte del absoluto, el remplazo del absoluto por la media, es decir, por el cálculo estadístico, de tal manera que Musil puede decir que lo verdadero es suplantado por lo probable.

Lo incomparable
Este es el marco, el contexto en el que surgió el psicoanálisis, que no habíamos aislado. Lacan decía que la condición del acontecimiento-Freud fue la reina Victoria. Es una manera gráfica, emblemática de señalar que fue necesario un recrudecimiento social de la represión para que se produjera lo que en este contexto debemos calificar como una liberación de la palabra. Lo vemos en las pacientes de Freud, ellas encuentran a Freud y le forman para ser un interlocutor, alguien que escuche lo que no se puede decir en ningún sitio. Dócil a su deseo de decir, Freud se conformó poco a poco a esto que, para nosotros, de manera desencantada, constituye la posición del analista, posición por la que lo que está reprimido puede llegar a decirse de una manera distinta que por el simple retorno de lo reprimido, puede decirse de manera que se resuelva. Freud preveía que las sociedades victorianas se desmoronarían y el psicoanálisis tendría algo que ver en ello. Anticipaba en su famoso texto de 1910[27], que ya he comentado, una Aufklärung social, el triunfo de las Luces en la sociedad que haría que lo que no podía decirse, mostrarse en los regímenes victorianos, pudiera abrirse paso.

En las sociedades en las que vivimos muchas cosas se han realizado ya en este sentido. Es por lo que sugiero que el psicoanálisis no sólo ha sido posible o necesario en relación a la reina Victoria. El psicoanálisis apareció en la época del hombre sin cualidades y nosotros no hemos salido aún de esa época. Entramos en ella más que nunca, decididamente. Ninguna Aufklärung nos protege de ello, ya que el reino del cálculo, al aproximarse con cifras y medidas al campo del psiquismo, puede encomendarse también al espíritu de las Luces. ¡No hay que tener prejuicios!

Es sin duda porque la presión de la mayoría, la emergencia del hombre sin cualidades se ha vuelto insoportable que el psicoanálisis se ha hecho cargo de la clínica, el arte del uno por uno. Se ha hecho cargo no del uno por uno de la enumeración, sino de la restitución de lo único en su singularidad, en lo incomparable. Es el valor profético, poético, de la recomendación técnica de Freud de escuchar a cada paciente como si fuera la primera vez, olvidando la experiencia adquirida, es decir, sin compararle y sin pensar que las palabras que salen de su boca son empleadas como lo haría otro, incluso el mismo paciente e instalarse de esta manera con la experiencia analítica en la extrañeza de lo único.

Esto me parece bastante convincente. Hay en efecto un juego, una correlación, una compensación entre la dominación creciente de la estadística y este arte singular que ha conocido durante cierto tiempo una expansión universal en las sociedades que practicaban este cálculo de la mayoría. Alguien como Bion ha llegado a decir: "Olvídenlo todo de un paciente. Que cada sesión sea como una primera vez, es decir, una emergencia". Y, al mismo tiempo, es la misma época, la de Freud o Quételet, la del hombre sin cualidades, puesto que el psicoanálisis sólo funciona sobre la base del determinismo más descabellado, esto que Lacan cristalizó con el significante del sujeto supuesto saber.

La asociación libre, el método que consiste en partir de un enunciado cualquiera, como al azar, sólo puede pensarse si en el horizonte está la noción de que se trata de una asociación determinada. Por tanto, en la operación analítica se cumple la misma volatilización de la libertad individual que en el cálculo estadístico. La asociación libre aparece estrictamente condicionada. Del lado del analista –es lo que Lacan veía como el fundamento mismo de la certeza del analista–, se trata de situar de demostrar regularidades en el enunciado azaroso, –Lacan decía "como primer impulso"–, del analizante. No serían sólo las leyes de la palabra las que estarían allí en cuestión, las leyes del significante, sino otras muchas leyes internas al discurso del paciente que permiten extraer sus constantes y sus leyes propias.

La práctica del cuestionario
Casillas a marcar

Para continuar situando estos elementos que se ordenan con la época, podemos poner en correlación el método de la asociación libre con esta práctica que no conocemos todavía más que en su inicio, –pero que está extendiéndose, difundiéndose hasta los entornos de nuestro acto–, la del cuestionario. Quizás nos queda aún un poco lejos, pero la próxima generación ya se formará en ella. Yo lo aprendí con cierto espanto en los últimos días del año 2003 al leer la circular difundida por el Bulletin officiel de l’Education nationale del 11 de diciembre. Gabriel, como el ángel Gabriel, Gabriel Chantelauze, me anunció que entre el ministerio de Educación nacional y el de Salud habían tomado la decisión de hacer que los niños de tercero[*] rellenasen, a partir del regreso a clase, cuestionarios de salud mental. Esto no es obra de un impulsivo, está meditado, fundado en el pensamiento de la administración.

Al escuchar, al observar el debate que tuvo lugar en el Senado este lunes me he alegrado de oír resonar en el hemiciclo, –estas tripas de la democracia–, una voz, la del Sr. Jean-Pierre Sueur senador y catedrático de instituto de gramática que interpeló todo lo que pudo sobre lo desorbitada que podía ser esta decisión[28]. Si esto se hace, las generaciones que vienen serán formadas desde muy temprano para pensar, para pensarse, en términos de cuestionario. No puedo juzgar de antemano que el cuestionario será: "¿Estás triste alguna vez?", y se marque la casilla: nunca, raramente, un poco, a menudo, mucho, siempre.

La práctica del cuestionario tiene, sin duda, bases extremadamente complejas. Con el barullo actual no he tenido tiempo de remontarme al nacimiento del cuestionario, a la manera en la que tomó forma. Él cuestionario supone interrogar al sujeto, darle la palabra, solicitarle, es decir, un movimiento opuesto al de una medicina que prescinde cada vez más de la palabra del sujeto. Al menos formalmente tiene alguna relación con el psicoanálisis. Se le dice "Hable" o, más bien, "Escriba". Se le invita a responder, pero cuando lo hace queda insertado en un aparato de escritura, en un dispositivo que hace que su respuesta sea necesariamente comparable con la de otro, ya sea la misma, diferente, esté en la media... Esto servirá para saber que el 40 por ciento de los alumnos están tristes de vez en cuando. El resultado o la ineptitud del resultado no es lo que importa. Por el sólo hecho de situar al sujeto en un dispositivo de escritura, se le priva de lo que tiene de único. Si rasga la hoja, si no responde, entrará en el porcentaje de los rebeldes. Hay allí algo que no tiene exterior.

Llegará el momento quizás en que se quemen los cuestionarios y con ellos la escuela, y se negarán a imprimir cuestionarios con casillas, porque estas pequeñas casillas a rellenar se vengarán de nosotros. No de nosotros sino de aquellos que vendrán. Vemos cómo se ha comenzado a utilizar este instrumento, antes no se marcaban casillas, pero se constató que resultaba muy cómodo para obtener respuestas calibradas, sin retórica. Este instrumento comporta que en la existencia, todo es cuestión de más o menos, y que este más o menos no viene dado en un continuum sino en unidades discretas. Se compone una cadena significante de ceros y unos, una cadena significante binaria propiamente digital. Entonces entran en el cálculo estadístico, un cálculo de medias. No hay nada que explique mejor la prevalencia de la media que la casilla vacía en la que tienen que poner su huella en forma de rasgo, este rasgo que Lacan ubicó como marca prehistórica del animal abatido. ¡El animal abatido es usted!

El behaviorismo
Entre los promotores de esta era, tenemos que situar en un lugar importante a Watson el creador del behaviorism, el "comportamentalisme" en francés.[*] Durante mucho tiempo sólo se dijo la palabra en inglés para poner de relieve que "¡para nosotros no es importante!", pero he retomado los textos originales de Watson, la introducción a la segunda edición de su obra Behaviorism[29]. Él dice allí con todas las letras: "Si como psicólogo quiere seguir siendo científico, debe describir –¿qué quiere decir?– el comportamiento del hombre en términos que no son diferentes de los que utilizaría para describir el comportamiento del buey que va a degollar". Pueden ver que incluso cuando me dejo llevar tengo referencias.

El cuestionario, que entraña una cadena significante, que les convierte en cadena significante, es también la encarnación, la materialización de un lenguaje que quiere ser unívoco. De ahí el cuidado con el que se establece el cuestionario para que pierda toda ambigüedad: la estandarización opera sobre el lenguaje mismo y podemos ver que, de manera binaria, la práctica del cuestionario se opone término a término a la práctica analítica, la cual, por el contrario, intensifica la ambigüedad. El arte del análisis reside en que, en el contexto de la sesión analítica, cada palabra entrañe múltiples significaciones, que el analista tenga como disciplina saber que no sabe lo que el paciente dice, que tiene que aprender su lengua, el uso único que éste hace de ella. Esto sólo es posible a condición de que ustedes mismos tengan en relación a su propio dicho, una posición de extranjeridad. La elaboración del cuestionario apunta por el contrario, a hacer con la lengua corriente un metalenguaje unívoco. Evidentemente todas las preguntas son allí infinitas, por ello se hacen ediciones de cuestionarios. El señor X critica el cuestionario del señor Y porque la pregunta es siempre tendenciosa, nunca es lo suficientemente unívoca. Si la práctica del cuestionario se extiende hasta la infancia acabará por tener un efecto de estandarización de la lengua, que es inducido cada día por el manejo de las máquinas. Para lograr que haga lo que quieren, es necesario que hablen su lenguaje con ella. En el cuestionario se trata de esto: el operador le obliga a hablar su lengua.

En el análisis, no saber qué quiere decir algo produce un efecto de sujeto supuesto saber, mientras que su palabra queda referida a sí misma. Si hay determinismo, es un determinismo de lo único. Mientras que aquí el sujeto no está supuesto, es el saber en persona quien se presenta. Se podría hablar de la acción de rellenar casillas como del ritual que impone lo sagrado del saber, a quien aportan lo que les pide. Acepta reducirse a una combinatoria de pequeñas marcas y devienen "el hombre sin cualidades". Todas sus cualidades se introducen en casillas y, a partir de ellas, les pueden componer. No hay mejor representación del sujeto barrado de Lacan que la casilla que se marca, que no es más que una variable. Cuando rellenan el cuestionario, declaran que sólo son una variable del cuestionario.

Podemos discutir la referencia etológica que fue la primera referencia del conductismo y que pueden ver por ejemplo en el "buey que se va a degollar". Un día tendré que ilustrar el emblema del conductismo: The ox that you slaughter. Sólo conocía de la obra de Watson este libro, pero quizás se podría averiguar qué relación tenía con la matanza.

El previó la resistencia, la indignación. Y replicó a ellas de una manera que no resulta antipática, en la que se ve el parentesco de época con Freud, que el behaviorismo, como el psicoanálisis, son las disciplinas que han aportado la desidealización a la era del hombre sin cualidades. La imagen sanguinolenta participa de este gran movimiento de desidealización del que el psicoanálisis forma parte y del que se le ha reprochado apartarse al sublimar el lenguaje. Pero en las terapias, –el conductismo, el cognitivismo y aquellas terapias derivadas de ellos–, el modelo no es el animal, sino más bien la máquina, el objeto máquina.

 

3. El ideal de salud mental

Saturación
A cierto número de objetos, considerados inútiles, se les ha calificado como gadgets. Son objetos nacidos de la industria, que incorporan el cálculo. Quiero poner en evidencia la relación del sujeto con unos objetos que comportan una incorporación simbólica. Esto no es decir mucho. Se trata de objetos nacidos de lo simbólico. Los objetos nacidos de lo simbólico, que son objetos construidos, deducidos, calculados, producidos masivamente, como mínimo en numerosos ejemplares, es un nuevo género de real que apareció con la revolución industrial, un real que es el producto de la medida y de la cifra –no de un saber hacer. Son subproductos del discurso científico y se fundamentan en el trabajo de la cifra. Es a lo que Lacan apuntaba en determinado momento de su enseñanza cuando evocaba la invasión de la vida por lo real, y decía que este real se nos ha vuelto, según su expresión, extremadamente incómodo.

Se trata de atrapar el malestar en la civilización de una manera distinta que Freud, es decir, no a partir de la represión, de la incomodidad en que se encontrarían las pulsiones debido a la represión. Es atrapar este malestar en la civilización a partir de lo que domina el discurso científico, que tiene la propiedad de incrementar lo real de una manera muy especial. Lacan lo dijo en una conferencia en Italia, tomando como ejemplo la mesa misma del conferenciante: "Esta mesa es algo que tiene una insistencia distinta que la que haya podido tener nunca en la vida anterior de los hombres". No es gran cosa pero se trata ya de un objeto que no puede ser construido por la mano del hombre, no tiene que ver con un saber hacer. A través de ciertas mediaciones es hijo de la cifra y la medida. Es un aparato y el aparato reemplaza a la cosa. No se trata ahí de la represión que incomoda, se trata de la máquina en tanto que reconfigura el mundo y tiene un efecto de invasión y de acumulación.

El psicoanálisis compensa. Lacan evocaba al mismo psicoanálisis como una respuesta a esta saturación de lo real, como un medio para sobrevivir a ello. Esto le parecía fundar la necesidad de analistas. La necesidad no implica la probabilidad sino que indica, a pesar de todo, otra manera de considerar los callejones sin salida de la civilización: para seguir siendo analista, es necesario comenzar por sustraerse a devenir este género de objeto, atrapado en la medida y la cifra.

No nos piden gran cosa: "Háganos la lista" ¡Sólo eso! Pero lo que viene con esta demanda es la invitación y, al mismo tiempo la promesa: "Conviértanse en máquinas. Serán como máquinas". Se promete, por ejemplo, que se les podrá reparar, reprogramar, se podrá tocar el programa. ¡Así se introduce la gran promesa! Estamos con los bancos de órganos pero ya se evoca, para cuando se sepa producirlos, los supermercados de órganos. Esto estará en los expositores. Lo he visto representado no en utopías sino en proyecciones. ¿Qué se necesita para que en efecto se llegue a que, dando un paseo, se pueda ir y preguntar: "¿cuánto cuesta este hígado?". ¡Será el suyo! Se irán con él y todo esto se hará felizmente. Todo lo que gira alrededor de la clonación gira alrededor del ideal máquina. Para que esto se lleve a cabo es preciso haber sido reducido primero al estado de hombre sin cualidades, hay que empezar por marcar las casillas. Cuando Lacan señala que este real es incómodo, incluso insoportable, se trata de la definición misma de lo real como imposible de soportar. Es la definición que Lacan daba de la clínica: "Lo real como lo imposible de soportar". En cierta manera, la clínica está por todas partes y como lo real es cada vez más difícil de soportar asistimos a la promoción de la salud mental.

Adaptación
Hay ahí también una historia, una arqueología que hacer, pero tendrá que esperar hasta días más serenos. Antes de buscar su arqueología captemos la lógica en juego. La salud mental es el ideal de un sujeto para el que lo real cesaría de ser insoportable. Cuando se parte de esto no se encuentran más que trastornos mentales, disfuncionamientos. Es preciso que la lengua, la nuestra, no se deje ganar por el sintagma de trastorno mental. El concepto de trastorno mental lleva implícito el concepto de salud mental, y ha deshecho las soberbias entidades nosológicas heredadas de la clínica clásica. El trastorno mental es una unidad, es algo que puede cernirse, ubicarse con el método de las casillas.

No es absurdo, tuve la ocasión de señalar de pasada que el concepto lacaniano de sinthoma respondía a la misma exigencia de pasar por debajo de las construcciones nosológicas para aislar unidades discretas de funcionamiento. El sinthoma es el trastorno mental considerado en tanto que se extrae de él goce. Es más bien esto lo que les permite soportar lo real, lo que les permite gozar de lo real.

¿Por qué no existía antes este ideal de salud mental? Tampoco existía la OMS. Hay que interesarse por la OMS, la Organización Mundial de la Salud. Por lo que he visto de la organización de la salud en Francia, estoy convencido que la organización mundial de la salud es terrorífica. En ella se busca la respuesta universal al malestar en la civilización. ¿Por qué no había antes esta promoción de la salud mental? Porque se pensaba que el mundo estaba hecho a medida del hombre y que, por tanto, la relación era naturalmente armónica. En la actualidad la armonía hace reír. Hay Ersätze: las personas escapan para buscar una pequeña zona de armonía, respirar aire puro, no ver a sus congéneres, estar en la naturaleza, en lo que queda de ella, pero el concepto que ha suplantado al de armonía, que dominó el imaginario durante siglos, es el de adaptación.

Esto lo dice todo: hay que adaptarse. Por otra parte es el único criterio de la salud mental y Heinz Hartmann lo quiso introducir rápidamente en psicoanálisis porque era muy astuto. Hizo una monografía sobre la adaptación, que fue uno de sus primeros escritos[30]. La adaptación traduce precisamente el hecho de que tenemos que vivir en un mundo que ya no está hecho para el hombre, en la medida misma en que está cada vez más hecho por el hombre. Lacan pudo decir: "Las personas son devoradas por lo real". Podríamos pensar esta pequeña casilla a marcar como una boca que les va a comer.

Un real de semblante
Lo real al que nos referimos aquí, ¿es lo real? Es un real en la medida en que es imposible. Lacan dice. "Es lo real al que las personas pueden acceder". Son capaces de acceder a este real que han producido a partir del cálculo y la cifra, y a partir de ello se hacen una vida infernal. Es un real "materializado" –Lacan emplea este adjetivo. Es preciso comprender de qué materialismo se trata. Este materialismo es también un artificialismo. Es lo que animaba la política discreta de Lacan con Lévi-Strauss, que creía que la combinatoria de la estructura tal como él la utilizaba, por ejemplo en relación con el pensamiento salvaje, que esta combinatoria hecha de una complejización de relaciones binarias, reflejaba la estructura del cerebro –él había escandalizado en su momento con esta conclusión–, e incluso reflejaba la estructura de la materia de la que era como un doblete. Esto no es un materialismo artificialista, un materialismo estilo siglo XVIII sino un materialismo primario.

Lacan oponía a esto argumentos que extraía del mismo Lévi-Strauss: no hay sólo el mundo y la materia tal cuales, hay también el lugar donde las cosas se dicen, que él llamaba la escena. Es preciso que el mundo suba a la escena y allí quede apresado en una estructura distinta. Es lo que Lacan llamó el gran Otro. El lugar del Otro es el lugar donde, cualesquiera que sea la estructura de la materia, las leyes de la física e incluso de la estadística social, esto viene a decirse. Es sin duda por lo que, por otra parte, hay tantas referencias al teatro en la obra de Lacan. El teatro es como el redoblamiento de la escena a la que el mundo debe subir. El lenguaje impide reducir el mundo a la inmanencia. Por el hecho del lenguaje la inmanencia es trabajada por la trascendencia, que es un efecto del lenguaje. Esto es lo que traduce el grafo de Lacan en dos pisos: hay un más allá del funcionamiento mismo del lenguaje, un efecto de trascendencia[31]. Si se separa el efecto de trascendencia, se obtiene la instancia de Dios Padre, se le imagina como anterior y creador, mientras que para Freud y Lacan, Dios no es creador, sino creado, creado por el lenguaje. Y si existe es como mucho con una ex-sistencia, con una subsistencia a partir del lenguaje.

El mundo es reconfigurado por la escena según las leyes del significante. Se trata de leyes propias, las del significante, distintas de las leyes físicas o estadísticas. Lacan podía utilizar los mismos ejemplos de Lévi-Strauss. Hay el calendario cronológico pero ciertas fechas están cargadas de significación. Si dicen el 2 de diciembre, el 18 de junio, al menos en determinado contexto cultural, estas fechas señalan, responden a otras funciones que tienen otra presencia, una instancia distinta que una fecha puramente cronológica.

Se puede ver al menos la imaginarización que se apodera de la cosa tal cual es, pero un paso más allá la misma ciencia, a medida que opera sobre una realidad, la hace desaparecer. Lacan tomaba a partir del lenguaje, el ejemplo de los elefantes en su Seminario I. La explicación científica de que sea lo que sea no deja como residuo de aquello que se trata más que una combinatoria de elementos significantes, volatiliza todo lo que podría de entrada engancharles en la investigación y la sustancia misma de la cosa. La explicación del científico hace desaparecer la causa para reemplazarla por la ley. La ciencia reemplaza la causa por el significante y conduce a la creación de semblantes. Lo que prueba su eficacia es que pueda reproducir. Hay un efecto de reproducción interno a la operación científica. Tal vez pueda decirse que este real que invade y que no es lo real, que es tanto más opresivo e insoportable en tanto que es un real de semblante.

Afirmación de sí
Vamos a parar a que no tienen el mismo régimen el significante, que es universalizable, reproducible, desmontable, que pertenece en último análisis al semblante, y el pequeño a, que no es universalizable sino que, por el contrario, está marcado por la singularidad del encuentro. De ahí lo imposible de lo que se escribe como S2 dominando al pequeño a y que constituye la línea superior del discurso de la universidad, según Lacan, la imposible ambición de que el saber domine al goce. Hay un amo escondido que es la decisión misma de instaurar al significante como amo.

El resultado de la operación, y el resultado que se espera de este dominio del goce por el saber, está encarnado en todos estos cuestionarios de salud mental. No se trata de otra cosa que de dominar las turbaciones, las emociones, la singularidad de la experiencia, con un pequeño aparatito de saber ultrarreducido, y cuyo producto es transformarle en un hombre sin cualidades, en un hombre cuantitativo, esperando reunirles, pero eso es imposible, con el significante-amo.

¿Cuál es la clave de todas las terapias cognitivo-conductuales? Es algo que se llama la afirmación de sí. Se tome por el bies que se tome, el elemento de atracción de todas las terapias cognitivo-conductuales es la afirmación de sí. Una vez que se ha hecho de usted un hombre sin cualidades se le convierte en amo de sí mismo. La promesa llega lejos. Se le promete un poder ilimitado sobre sí mismo.

Hay técnicas para eso. Me refiero a un manual que va por su tercera edición[32] y está especialmente dirigido a personas que son víctimas de trastornos de las competencias sociales. ¿Hay personas que no padezcan perturbaciones de sus competencias sociales? Esto puede ir hasta los grandes tímidos; el problema es que con los grandes tímidos es muy difícil hacer terapia de grupo. Voy a explicarles los principios, que sólo sirven si soportan la vida de grupo: "A menudo se debe hacer preceder los grupos de afirmación por una fase de terapia de grupo. Cunghi (1996) ha desarrollado un programa de terapia en un libro que propone una serie de ejercicios prácticos. Este método está en curso de evaluación".

Este es el núcleo de las técnicas de afirmación de sí: "Las técnicas de afirmación de sí preparan al sujeto a afrontar las situaciones sociales difíciles, tienen sus raíces en una concepción democrática de las relaciones humanas y pueden resumirse en siete mensajes principales". Es preciso repetirlos con insistencia, a menudo, para recondicionarse y asegurarse. La autoterapia es una parte bastante importante de lo que se puede aprender. "Primero, sea respetuoso con los otros. Segundo, afirme sus derechos". ¡Lo hacemos, señor! "En tercer lugar, no espere ser amado siempre por los demás". Yo lo he intentado y no lo he conseguido. "Cuarto, tenga una imagen positiva de sí mismo. Quinto, luche contra la depresión activamente". ¡No lo habían pensado! "Sexto, afronten a los otros. Séptimo, el fracaso importa poco, lo importante es afirmarse".

He aquí un esfuerzo sensacional para colmar el abismo entre $ y S1.

 

III. Una conciencia de sí

La autoevaluación
Me he molestado en mirar el Bulletin número 38, del pasado noviembre, del Comité nacional de Evaluación de las universidades[33] (CNE), fundado y presidido de entrada por Laurent Schwartz, y que tiene que hacer frente a la constitución del espacio europeo en la enseñanza superior. Se trata de hacer de las colectividades de enseñanza superior –y se puede generalizar a todas las colectividades que trabajan, en los establecimientos, en los centros de cuidados– sujetos autónomos definidos como sujetos responsables en el sentido de que se comprometen a realizar una tarea y son capaces de responder a estos compromisos. Se trata de un esfuerzo, a través de la evaluación, para transformar en sujeto de lo colectivo. Ser responsables es ser capaz de responder ante un Otro. La paradoja es que el hecho de convertir estos colectivos en sujetos y asignarles una autonomía responsable, hace al mismo tiempo emerger un Otro cada vez más exigente, que es su partenaire. Cito una frase de esta literatura un poco ingrata: "En la perspectiva de una autonomía creciente, el número de partenaires a los que conviene suministrar información fiable aumenta".

He aquí un Otro, el Otro al que es preciso informar, al que es necesario transmitir el saber, que está en constante inflación. Es un Otro que no sólo exige que se haga, se opere, sino también que se demuestre. Se debe demostrar que se asumen las responsabilidades, que se respetan los compromisos, y esto se debe conseguir con el menor coste posible. Es un espacio en que los colectivos son sujetos que tienen continuamente que demostrar bajo la mirada del Otro que se les puede tener confianza, es decir, hay que demostrar para dar confianza. Ellos lo llaman "la lógica de la demostración". Éste me parece el núcleo de lo que se percibe en la evaluación, que es el paso que sigue al que acabo de evocar. Los dos polos son la demostración y la confianza, lo que sólo puede querer decir que estos colectivos-sujetos tienen relación con un Otro que es desconfiado por estructura, ante el que es preciso exonerarse permanentemente, justificarse sin cesar por existir y funcionar.

El discurso de Laurent Schwartz del 10 de mayo de 1985 para la toma de posesión del Comité nacional de Evaluación[34] no habla de otra cosa que de confianza, libertad, coraje, objetividad, transparencia. Asegura que el Comité de Evaluación no ejerce un control policial. ¡Esto genera confianza! Pone de relieve que para que sus colectivos devengan sujetos, la etapa más importante de la subjetivación de lo colectivo es la autoevaluación. Leemos allí la recomendación de que, en un colectivo, se confíe siempre a una instancia específica, que asegura permanentemente el pilotaje del colectivo.

Esto sólo quiere decir una cosa: se trata de dotar al colectivo de una conciencia de sí. Esta autoevaluación que se confía a una instancia que, permanentemente, pilota al colectivo, sólo puedo conceptualizarla como una conciencia de sí objetivable en forma de un saber transparente y comunicable al Otro. El resultado es que toda actividad del colectivo –y esto compete evidentemente a los elementos individuales– debe doblarse permanentemente con el saber de la actividad. Tienen una tarea que hacer, cuidados que distribuir, su actividad específica en tanto colectivo debe redoblarse con la actividad de elaboración de saber sobre esta actividad. Es aristotélico. Se trata de crear un alma al colectivo, dotarlo de un alma. Podría incluso decirse –quizás por esto la evaluación genera tales entusiasmos religiosos– que esto forma parte del proceso de concienciación de la humanidad, en el sentido de Teilhard de Chardin. El colectivo accede a la consciencia a través del proceso de evaluación. En términos aristotélicos se dota a lo colectivo de un alma. En el horizonte, la autoevaluación dota al cuerpo de lo colectivo de un alma que lo pilota.

...y su callejón sin salida
Se trata de un modo totalmente inédito de formación de los colectivos. Conocíamos el modo aislado por Freud en su Massenpsychologie, el de la formación de la unidad del colectivo a través de la identificación, y en términos de Lacan, se discute si es al significante-amo o por el bies del objeto a. Aquí se trata de otra cosa, de intentar dar a lo colectivo su unidad a través del saber, S2. Esto no se había intentado nunca, todas estas formaciones colectivas, incluida la que Lacan estudia en "La psiquiatría inglesa y la guerra", a partir de Rickmann y Bion pasan por la formación del líder, del uno-de-más[35]. Esta función está totalmente ausente de todos estos tratados de evaluación porque se trata de obtener la subjetivación de lo colectivo únicamente por el saber, y por un saber homogéneo. La función del más-uno es estrictamente impensable en este caso.

Esta evaluación, la elaboración del saber de sí de la actividad tiene en sí misma un coste. Cuesta y sustrae recursos del colectivo donde se implanta, antes de justificar ella misma su existencia en la relación coste-ganancia. Deben advertir que el primer efecto de la implantación de la evaluación en un colectivo es el de desorganizarlo y empobrecerlo, y han de añadir: "La evaluación debe difundir una cultura económica para que sus ventajas económicas estén identificadas y sean superiores al coste financiero que engendra". Si en este panorama de ruinas y pesadillas debe brillar una esperanza, ésta procede del callejón sin salida intrínseco de esta operación de evaluación. Primero, no es posible obtener la subjetivación de los colectivos únicamente por el saber. Es un sueño propiamente burocrático. Segundo, este sueño está desgastado en la práctica por la paradoja de la evaluación, es decir, por el empobrecimiento inmediato y el caos que introduce la evaluación bajo el pretexto de introducir el orden.

Es más lúcido constatar, como hizo Lacan, un poco después de su "Psiquiatría inglesa y la guerra", que las reglas de autonomía de la conciencia de sí, incluso traspuestas a lo colectivo, son condenadas por el acontecimiento del discurso sobre el saber[36]. El imperio del saber se contradice con este sueño remanente de la autonomía de la conciencia de sí. La evaluación no hace más que traducir este sueño de autonomía, él mismo debilitado por la época en que estamos, la de un saber, por el contrario, anónimo e impersonal. Se trata de un esfuerzo desesperado para restituir una conciencia de sí a lo colectivo, cuando le es imposible emerger en el reino del saber.

Este texto ha sido publicado en español en la revista Freudiana nº 45, de noviembre de 2005. Agradezco a su Director, José Manuel Álvarez López y a la traductora del texto, Margarita Álvarez, la gentileza de haberme permitido su publicación en Virtualia.
Traducción de Margarita Álvarez

NOTAS
* La traducción directa del texto de Jacques-Alain Miller sería La era del hombre sin cualidades, se elige aquí traducir como La era del hombre sin atributos para mantener en el título la referencia directa que el autor hace a la obra de Robert Musil, Der Mann ohne Eigenschaften, y que José M. Sáenz ha traducido como El hombre sin atributos. (Nota de la traducción). Texto y notas establecidas por Catherine Bonningue a partir de las lecciones del 14 y 21 de enero y 4 de febrero de 2004 de La orientación lacaniana III, 6, enseñanza pronunciada en el marco del Departamento de Psicoanálisis de París VIII y la Sección Clínica de París-Saint-Denis. Han sido publicadas en francés en La Cause freudienne 57, Paris, 2004, con la amable autorización de Jacques-Alain Miller.
* VRP son las siglas de "vendeurs représentants placiers": viajante representante corredor. (N. de T.)
** En francés, "l’âne-à-liste", literalmente "el asno con listas" suena parecido a "l’analyste", "el analista". (N. de T.)
* El "contre-rôle" o "contrerole" fue un invento de la Administración francesa que implicaba un doble registro de verificación recíproca. Se trataba de desenrollar el rollo de papel ("rôle) donde estaba hecho el registro en dirección contraria para verificar que no había habido errores en el desenvolvimiento del tema. (N. de T.)
* AFP son las siglas de Agence France-Presse.(N. de T.)
* Cuarto curso del bachillerato francés. (N. de T.)
* En castellano, "conductismo". (N. de T.)

  1. F. Petrarca, Invectives, Jerôme Millon, Paris, 2003, p. 45. Existe una traducción al castellano: Invectivas o reprehensiones contra el médico rudo y parlero, Edizioni di Nicolo, Messina, 2000.
  2. Ibíd., p. 7.
  3. Ibíd., pp. 7-8.
  4. R. Musil, L’Homme sans qualités, Seuil, co. "Points poche", Paris, 1956. Cf. J. Bouveresse, La voix de l’âme et les chemins de l’esprit. Dix études sur Robert Musil, Seuil, Paris, 2001. Existe traducción al castellano de la obra de Musil: El hombre sin atributos, Seix Barral, col. Formentor, Madrid, 2004.
  5. Cf. A. Rey, Dictionnarie historique de la langue française, Le Robert, Paris, 2000.
  6. Artículo aparecido en Le Monde del domingo lunes 11-12 de enero de 2004 y citado por Phillips Sollers en el Grand Meeting de la Mutualité del 10 de enero de 2004.
  7. Alphonse Bertillon nació en 1853 en el seno de una familia de la que numerosos miembros han sido demógrafos. Hacia 1880, inventa la demografía judicial, un método de identificación de los criminales fundada en una veintena de medidas antropométricas que permitía suministrar una descripción única e infalsificable de una persona. El método que puso a punto tomó el nombre de bertillonaje. Alphonse Bertillon es contratado en 1879 en la prefectura de Policía para establecer las fichas signaléticas de los malhechores. Imaginó una "descripción antropométrica" propia para cada detenido. Esta técnica consiste en una enumeración metódica y sistemática de las características físicas invariables de un individuo: talla, envergadura, amplitud y longitud de la cabeza, color del iris, longitud del dedo corazón, del meñique y del pie izquierdo. El primero de julio de 1887 se creó oficialmente el "servicio de identificación de los detenidos", que se confió naturalmente a A. Bertillon. Este método se impuso muy rápidamente en el mundo: los Estados Unidos lo adoptaron a partir de 1888, seguidos por más de cincuenta países en el curso de la década siguiente. Este método se completó rápidamente con "la fotografía antropométrica" constituida con clichés de cara y de perfil de los detenidos tomados en rigurosas condiciones (aparato y asiento fijo, iluminación constante). Este eficaz método se reemplazará sin embargo, a comienzo del siglo XX, por las huellas digitales, de manejo más fácil y con un coste menos oneroso. Hacia 1914, poco antes de su muerte, Alphonse Bertillon sugirió a los artistas que pusieran sus huellas en su trabajo a fin de evitar el fraude. Sobre este tema apareció un artículo en Le Matin con el título "Bertillonaje, ya no se falsificarán obras de arte", en el cual cierto número de artistas célebres como Rodin declaraban ser favorables a este sistema".
  8. http://www.prefecture-police.interieur.gouv.fr/documentation/reportages/liaisons76/p20.pdf
  9. Cf. el informe del INSERM sobre Le dépistage des troubles mentaux chez les enfants et les adolescents, publicado en diciembre de 2002, una síntesis de este informe está disponible en el sitio del INSERM desde comienzos de 2003.
  10. Cf. U. Beck, La société du risque. Sur la voie d’une autre modernité, Paris, Aubier, 2001. Existe traducción al castellano: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Siglo XXI de España editores, Madrid, 2002.
  11. Cf. P. Bauby, L’état stratège, Paris, Les Éditions ouvrières, coll. Portes ouvertes, 1991.
  12. Cf. J.-A., Miller, "La ironíe des Lumières", dossier "Théâtre Hébertot, 10.11.2003: La question des Lumières", en La règle du jeu 24, enero de 2004.
  13. Cf. T. R. Malthus, Essai sur le principe de population (1798), Paris, Garnier-Flammarion, 1992. Existe traducción al castellano: Primer ensayo sobre la población, Alianza Editorial, Madrid, 2000.
  14. Cf. J. Lacan, "Les complexes familiaux dans la formation de l’individu" (1938), Autres écrits, Paris, 2001, pp. 23-84. Texto publicado por primera vez en el tomo VIII de L’encyclopédie française. Existe traducción al castellano: La familia, Argonauta, Barcelona, 1978.
  15. Cf. J. Lacan, Le Séminaire, Livre XX: Encore, Paris, Seuil, 1973. Existe traducción al castellano: Seminario XX: Aún, Paidós, Buenos Aires, 1992.
  16. Cf. L. Chevalier, Classes laborieuses et classes dangereuses, à Paris, pendant la première moitié du XIXe siècle, Plon, coll. "Civilisation d’hier et d’aujourd’hui", 1958.
  17. Cf. A. Parent-Duchâtelet, La prostitution à Paris au XIXe siècle, Paris, Seuil, 1981.
  18. Cf. J. Lacan, "L’étourdit" (1973), Autres écrits, op. cit. p. 460.
  19. Cf. A.-M. Guerry, Essai sur la statistique morale de la France, Paris, Crochard, 1853.
  20. Cf. M. W. Drobisch, Die Moralische Statistik und die Menschliche Willensfreiheit, Leipzig, L. Voss, 1867.
  21. E. Durkheim, Le suicide, Paris, PUF, Quadrige, 2002. Traducción al castellano: El suicidio, Losada, Madrid, 2004.
  22. Cf. lección del 10 de diciembre de 2003, publicada en Voulez-vous être évalué?, op. cit.
  23. Lambert-Adolphe Quételet (Gante 1796 - Bruselas 1874) estudió astronomía en el Observatorio de París y teoría de las probabilidades con Laplace. En Sur l’homme et le développement de ses facultés ou Essai d’une physique sociale (1835), Quételet presenta su concepción del hombre medio como valor central alrededor del que se agrupaban las medidas de una característica humana que sigue una curva normal. Influido por Pierre Laplace y Joseph Fourier, Quételet fue el primero en utilizar la curva normal de otra forma que como repartición de errores. Sus estudios sobre la consistencia numérica de los crímenes suscitaron una larga discusión entre libertad y determinismo social. Agrupó y analizó, para su gobierno, las estadísticas sobre el crimen, la mortalidad, y aportó mejoras en las toma de decisiones sobre las sanciones. Su trabajo suscitó una gran controversia entre los sociólogos del siglo XIX. En el Observatorio de Bruselas, que establece en 1833 a petición del gobierno belga, trabajó sobre datos estadísticos, geofísicos y meteorológicos, estudió las lluvias de meteoros y estableció métodos de comparación y evaluación de datos. Quételet organizó la primera conferencia internacional de estadística en 1853. La medida de obesidad utilizada internacionalmente es el índice de Quételet.
    QI = (peso en kilogramos) / (altura en metros).
    Si QI > 30, entonces una persona es oficialmente obesa.
  24. Cf. los boletines de la Agencia Lacaniana de Prensa, La guerra de los palotinos, especialmente el número 10, del 20 de enero de 2004 (sitio: www.forumpsy.org).
  25. Podemos remitirnos especialmente al texto de J.-A. Miller "Psychanalyse pure, psychanalyse appliquée à la thérapeutique et psychotérapie", La cause freudienne 48, Paris, diffusion Seuil, 2001, pp. 7-35. Existe traducción al castellano: "Psicoanálisis puro, psicoanálisis aplicado y psicoterapia", Freudiana 32, Barcelona, 2001.
  26. Cf. nota de Pontalis.
  27. Cf. S. Freud, "Les chances d’avenir de la thérapie psychanalytque" (1910), Oeuvres complètes, Paris, PUF, 1993, pp. 63-73. En castellano: "Las perspectivas futuras de la terapia analítica", O. C., vol. XI, op. cit.. Este texto ha sido comentado por J.-A. Miller en L’orientation lacanienne III, 4, "Refléxions sur le moment présent", lección del 6 de febrero de 2002.
  28. Debate del Senado del lunes 19 de enero de 2004 sobre la enmienda Accoyer-Giraud-Mattei, cuya transcripción se puede leer en el sitio del Senado.
  29. J. B. Watson, Behaviorism, traducción francesa, Le behaviorisme, Paris, Éd. du Centre d’études et de promotion de la lecture, 1972. Existe traducción al castellano: El conductismo, Paidós, Buenos Aires, 1976.
  30. Cf. H. Hartmann, La psychologie du moi et le problème de l’adaptation, Paris, PUF, 1968. Existe traducción al castellano: La psicología del yo y el problema de la adaptación, Paidós, Buenos Aires, 1987.
  31. Cf. J.-A. Miller, L’orientation lacanienne II (1997-98), lección del 28 de enero de 1998.
  32. J. Cottraux, Les thérapies comportementales et cognitives, Paris, Mason, 1998. Existe traducción al castellano: Las terapias comportamentales y cognitivas, Masson, Barcelona, 1991.
  33. Cf. http://www.cne-evaluation.fr/WCNEpdf/bulletin38.pdf
  34. Se puede acceder a este discurso en el sitio del CNE.
  35. Cf. J. Lacan, "La psychiatrie anglaise et la guerre" (1947), Autres écrits, op. cit., p. 107. Existe traducción al castellano: "La psiquiatría inglesa y la guerra", Uno por Uno 40, Barcelona, 1994.
  36. No hemos encontrado la referencia exacta. Puede ser que J.-A. Miller se refiera al "Discours de Rome" (1953), Autres écrits, op. cit., p. 158 y siguientes.
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