Agosto 2006 • Año V
#15
Misceláneas

La clínica y los nombres del padre

Mario Goldenberg

Bajar este artículo en PDF

La vanguardia es así

La primera referencia que hace Lacan a los nombres del padre, está en "Función y campo de la palabra", un escrito del año 1953, donde articula el concepto de Nombre del Padre a la clínica.

Anterior a este escrito, es la conferencia que da Lacan en la Sociedad Francesa de Psicoanálisis en el momento en que se funda, titulada  "Simbólico, imaginario y real" -que actualmente salió publicada en un libro en francés bajo el título de "Los nombres del padre". Para ubicar la cuestión históricamente, la IPA francesa es la SPP, la Sociedad Psicoanalítica de París, que en el año ’53 por cierta cuestión interna, como pasa siempre en el mundo del psicoanálisis, se produce una ruptura de Lacan, Dolto, Lagache y otros con la SPP, y se funda la Sociedad Francesa de Psicoanálisis que todavía existe. La primer comunicación científica allí de Jacques Lacan es "Simbólico, imaginario y real". Lo que es llamativo de esa conferencia es que Lacan introduce allí, por primera vez, los tres registros como registros distintos, pero no hay ninguna referencia al Nombre del Padre. El Nombre del Padre aparece dos meses después, en "Función y Campo de la palabra" y  articulado directamente a la clínica.

Plantea lo siguiente: "en el Nombre del Padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función simbólica que desde el albor de los tiempos históricos, identifica a su persona con la figura de la ley. Esta concepción... y de ello resulta un modo de comprensión que va a resonar en la conducción misma de las intervenciones. La práctica nos ha confirmado su fecundidad tanto a nosotros como a los alumnos a quienes hemos inducidos a este método. Hemos tenido a menudo la oportunidad de los controles y en los casos comunicados de subrayar las confusiones nocivas que engendra su desconocimiento".

La apuesta de Lacan está directamente relacionada con la práctica, el control y la dirección de la cura.

Es en ese momento que Lacan introduce los tres registros, es la base de su plataforma de retorno a Freud. Son los tres nombres, ya que justamente se trata de un acto de nominación -real, simbólico e imaginario- a partir de los cuales gira la enseñanza y la práctica de Lacan. En toda la obra de Lacan, a partir de esa conferencia, se debate entre lo simbólico, lo imaginario y lo real.

Inmediatamente aparece un cuarto término, que si bien es un significante referido a la ley simbólica, es un cuarto término en la medida en que siempre aparece el Nombre del Padre como algo que pertenece al Otro pero no es del Otro, o es el Otro de la ley respecto del Otro, o es un significante que sostiene la cadena en más o en menos. Lo que queda claro es que se trata de un cuarto elemento. Este cuarto elemento, con distintas variantes, lo vamos a encontrar a lo largo de toda su enseñanza.

Hay una referencia de "Moisés y la religión monoteísta", el capítulo se titula La renuncia de lo pulsional, allí Freud utiliza el término Nombre del Padre.  Creo que el planteo lacaniano del Nombre del Padre, que es un término que proviene de la religión, continúa esta línea de Freud en el Moisés.

Freud comienza diciendo que no es evidente la razón por la cual un progreso en la espiritualidad, un relegamiento de la sensualidad, hayan de elevar la conciencia de sí de la persona o de un pueblo. Opone el progreso en la espiritualidad al relegamiento de lo sensual, esto es, la satisfacción pulsional. Lo que va a plantear aquí como algo novedoso –es ubicado por él de esa manera- es que toda renuncia pulsional produce un afecto displacentero. Sin embargo, el progreso en la espiritualidad - dice por razones internas, y aquí ubica al superyó- permite un enaltecimiento del yo, un nuevo beneficio económico que sería esa ganancia de placer de otra índole que la llama aquí satisfacción sustitutiva. Es un término ya conocido de Freud, pero no se trata de la satisfacción sustitutiva del síntoma, sino de la satisfacción sustitutiva por el sacrificio, por la renuncia pulsional, que permite un progreso en la espiritualidad.

Para entrar en debate con el planteo de Freud, podemos decir que nuestra época no es la época del progreso en la espiritualidad y la renuncia de lo sensual, de lo sensorial. La cultura, la civilización actual, no se sostiene de la renuncia sino más bien en un mandato de goce, en una promoción de lo sensorial, del goce, de la sensualidad. No es el ideal del progreso en la espiritualidad del iluminismo, de la ciencia positivista que todavía se sostenían en la época de Freud.

El planteo freudiano es el siguiente: "El progreso en la espiritualidad consiste en decidirse uno en contra de la percepción sensorial directa en favor de los procesos intelectuales llamados superiores, vale decir, recuerdos, reflexiones, razonamientos y determinar, por ejemplo, que la paternidad es más importante que la maternidad aunque no pueda ser demostrada como esta última por el testimonio de los sentidos. Por eso el hijo debe llevar el nombre del padre y heredar patrilinealmente. Así nuestro Dios es el más grande, el más poderoso, aunque sea invisible como los vientos del huracán y las almas".

En la opera de Mozart La flauta mágica, hay una lucha entre la reina de la noche, la maldad femenina, y esa cofradía fraterna que trae la razón, la ley de los hombres. Ahí podríamos encontrar esta oposición que plantea Freud, el padre del lado de la civilización y, lo femenino, la madre, del lado de esta reina oscura de la noche. Se podría decir que es una manera de escribir la metáfora paterna. Por un lado, la ley, por otro lado, la boca del cocodrilo, parafraseando al Lacan del seminario XVII.

Freud plantea un progreso en la espiritualidad y una renuncia en lo sensorial, pero las condiciones discursivas actuales han cambiado. El progreso en la espiritualidad no es un ideal de esta época. El ideal de esta época es cómo gozar más, la cultura misma como mandato de goce. Lo cual también es un punto relevante para plantear, en la medida en que el lugar donde Freud ubica la ley paterna, la autoridad paterna, es distinto de la problemática del padre en esta época.

En la década del noventa se decía que ya no había clínica del Nombre del Padre, que ésta había quedado atrás. Parece que no fue tan así. El próximo Congreso de Roma de la Asociación Mundial del Psicoanálisis es sobre el Nombre del Padre; también en el arte, en la literatura, en el cine fundamentalmente, hay un retorno de la cuestión del padre. En este retorno, en general, se trata de argumentos donde los lazos se rompieron en algún momento y, posteriormente hay un retorno. Se podrían ubicar una serie de películas: El abrazo partido, Herencia de sangre, Las invasiones bárbaras, El gran pez. Es sorprendente cómo en todas las películas vuelve la cuestión del padre.

Volviendo a Lacan, al modo en que introduce la cuestión del Nombre del Padre, podríamos ubicar que en la primera enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre, tiene una función teórica. Hay un Nombre del Padre como función simbólica, que ningún padre la alcanza, todo padre es discordante con esta función. Es muy llamativo, por ejemplo, en relación al caso Juanito; al padre, Lacan lo elogia como inteligente, macanudo, compañero, etc. pero como función carente, el único mérito –dice Lacan- es haberlo llevado a Freud. Entonces, en El Seminario 4 Lacan ubica  su análisis del caso Juanito a partir de la carencia paterna.

Lo dice también en relación al hombre de las ratas: "El padre no sólo sería el Nombre del Padre sino, realmente un padre que asume y representa en toda su plenitud esta función simbólica, encarnada, cristalizada en la función del padre. Pero resulta claro, que ese descubrimiento de lo simbólico y lo real, es completamente inasible, que al menos en una estructura social similar a la nuestra, el padre siempre en algún aspecto es un padre discordante en relación con su función. Un padre carente, un padre humillado como diría Claudel. Existiendo siempre una discordancia extremadamente neta entre lo percibido por el sujeto a nivel de lo real y esta función simbólica"... "En esa desviación reside ese algo que hace que el Complejo de Edipo tenga su valor de ningún modo normativizante, sino generalmente patógeno".

Hay una dificultad con este planteo acerca del Nombre del Padre, es el mismo Lacan el que lo va a reformular en la clase del seminario inexistente, "Los nombres del padre".  La función del padre, esta función simbólica, teórica, ideal, en el sentido hegeliano. (La función para Hegel es una función universal, que deja de lado lo particular). Lacan realiza una gran reformulación a partir del seminario de la angustia y del seminario Los nombres del padre, del cual sólo hay una clase, ya que no continuó su dictado. Antes de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, da la única clase de este seminario y es excluido de la lista de didactas en la IPA.

Suspende el seminario de los nombres del padre y comienza el seminario de los cuatro conceptos, cuyo título inicial era "Los fundamentos del psicoanálisis", luego se lo llamó "Los cuatro conceptos...". Cambia de lugar y también cambia de público, el público de los cuatro conceptos es Levi-Strauss, Henry Ey,  etc. Su excomunión de la Asociación Psicoanalítica Internacional, constituye una especie de ruptura con el Nombre del Padre del psicoanálisis.

La primer ruptura está en el planteo de "Simbólico, imaginario y real" del ‘53 y, la segunda ruptura es en el ‘63, donde hay un pasaje del Nombre del Padre como función ideal, universal, a los nombres del padre.

En el Seminario 23, RSI, que es del ’73 Lacan plantea: Real, simbólico e imaginario –invierte el orden de las letras-, llama justamente a real, simbólico e imaginario: nombres del padre, que constituyó en su acto de nombrar. Es decir que ubica su primer formulación de los tres registros e inmediatamente introduce al Nombre del Padre; posteriormente en la última enseñanza van a aparecer los tres registros como nombres. Allí, el nombre está referido a un acto y el significante está referido a la cadena significante o al S1.

Lacan en su primera época llama al Nombre del Padre, significante del Nombre del Padre. Es un significante que tiene la particularidad de que no va bien con el conjunto, aunque tiene una función respecto del conjunto.

En la última parte de su enseñanza, a los tres registros, Lacan los llama nombres del padre.

Hay una formulación en El Seminario 23, donde dice que del Nombre del Padre, se puede prescindir, a condición de servirse. Respecto de esto, encontramos un debate en Lacan mismo, ya que en el El Seminario 22 encontramos que del Nombre del Padre no se puede prescindir, porque si se prescinde, los registros se sueltan.

Entonces, hay un momento de Lacan donde pone en el centro el objeto a y parece que es posible un nudo borromeo donde real, simbólico e imaginario están anudados. Luego, hay algo en el nudo de tres que no cierra, tal como al inicio de su enseñanza hay algo que en el Otro no  cierra.

Se puede decir que hay un salto, hay  pasaje, entre estructura y topología, que es el pasaje de escribir al sujeto como sujeto barrado representado por un significante para otro, a ubicar el anudamiento en real, simbólico e imaginario como nudo borromeo o –más adelante- como real, simbólico e imaginario y un cuarto término que es el sínthome. La estructura del sujeto barrado proviene de la lingüística, de la vertiente de Levi-Strauss en su antropología estructural.

La escritura de real, simbólico e imaginario es topológica y, la escritura de sujeto, Otro, objeto a, S1, S2, se ubicaría  más del lado de una estructura lógica. Lacan hace una distinción entre su primera época, donde plantea que intenta demostrar que es una operación lógica; posteriormente pasa a la topología, donde se trata más bien de mostrar y no de demostrar.

A modo de síntesis, en el ’53, tenemos la constitución de los tres registros y el Nombre del Padre; en el ’63, hay un pasaje del Nombre del Padre a los nombres del padre; y en el ’73, hay una reformulación, donde los tres registros son nombres del padre y donde se hace necesario un cuarto elemento. Lacan tiene que pasar del nudo de tres al nudo de cuatro. Se puede señalar, en distintos momentos, una lectura en que la estructura siempre falla –por ejemplo cuando plantea que el padre siempre es discordante en relación a su función, o que el Edipo es siempre patógeno-, y también decir que siempre hay un elemento que va a sostener la estructura.

El modo en que Lacan piensa la psicosis en El Seminario 3 es la forclusión del Nombre del Padre, y un elemento que va a suplir la metáfora paterna que falta: la metáfora delirante, es decir que ya el término suplencia lo tenemos allí.

El término suplencia no  remite solamente a las psicosis, en El seminario 4, justamente hablando de Juanito y su carencia paterna, Lacan va a plantear que la fobia suple la carencia paterna en Juanito. Ya el término suplencia no es utilizado solamente para la psicosis, sino que también aparece como término respecto de la fobia.

 El término suplencia va a adquirir todo su relieve en la última enseñanza y, podemos decir que hay un encuentro entre el Nombre del Padre, suplencia y síntoma, en la última época de su enseñanza.

En el párrafo citado anteriormente referido al padre discordante, carente, este padre que siempre está en discordancia con la función, parecería que es un padre sintomático respecto de una función ideal.

Lacan vuelve en varios momentos de su enseñanza a reformular la fobia de Juanito por ejemplo en RSI, en la Conferencia de Ginebra sobre el síntoma-; no habla allí de la función paterna, ni del padre de Juanito, sino que se va a centrar en el sentido del síntoma y toma la fobia de Juanito como un paradigma del síntoma neurótico. Se puede decir, que allí la fobia es un nombre del padre, no es lo que suple la carencia paterna. La fobia tiene una función específica, y Lacan en la Conferencia de Ginebra se ocupa de dar una interpretación precisa de ésta. Se podría hacer un contrapunto del primer Lacan, con el Freud de Inhibición, síntoma y angustia, respecto del caso Juanito: Lacan postula, en la Conferencia de Ginebra, que Juanito  se angustia ante el encuentro con un goce que no es autoerótico, sino que es hétero, que es ajeno, se refiere al encuentro con el goce fálico, con sus primeras erecciones, un goce fuera del cuerpo que rompe el juego de engaños con la madre. Allí ubica a la angustia. Inmediatamente, plantea que la fobia va a aparecer como una respuesta sintomática. La interpretación que hace Lacan de la fobia de Juanito, es que Juanito "está amedrentado por ese goce"; este es el sentido que le da a la fobia.

Resulta llamativo el hecho de que toma un síntoma de una neurosis infantil, que no es un síntoma definitivo, sino que -en el mismo trabajo del padre, de Freud, y a lo largo del caso- va variando en sus formas hasta que desaparece. Lacan en ese punto es muy preciso ya que ubica a todos los mitos que construye Juanito como intentos de simbolizar ese goce. Concretamente, simbolizar el pene, con la mejor resolución que pudo tener Juanito. En ese punto, no es la carencia paterna, sino el modo en que esa respuesta está anclada en los nombres del padre; la fobia misma ya no es suplencia de una carencia, sino que  es un recurso, es un modo de respuesta. 

El pensamiento de Lacan -el uso de la retórica y fundamentalmente de la metáfora- continúa el pensamiento freudiano, tomando la antropología estructural, la lingüística, la ciencia de la época. La metáfora es un recurso que toma Lacan de la retórica  para dar cuenta de la represión freudiana, la cual es metafórica, se trata de sustitución. Sin embargo, la teoría freudiana no se agota en la teoría de la represión. Freud va a plantear, a partir de La interpretación de los sueños, de El chiste..., que las operaciones del inconsciente son de cifrado, de sustitución de representaciones, donde hay representaciones que se reprimen y la carga de afecto pasa a otras, sea en el cuerpo, sea en el pensamiento. El primer Freud y, el Freud de la metapsicología, es un Freud de la represión. El punto cúlmine sería la teoría de la represión primordial y la represión secundaria. Pero con el concepto de metáfora a Freud no le alcanza para dar cuenta de la clínica. En Inhibición, síntoma y angustia va a decir que la represión es un modo de defensa más. Allí no está en el centro la represión, sino la angustia de castración.

Lacan, a su manera, sigue este movimiento. El Freud de la época de El chiste..., de Psicopatología de la vida cotidiana, de La interpretación de los sueños -que es donde Lacan plantea su retorno a Freud- es un Freud que armoniza con Función y campo de la palabra, con La Instancia de la letra, con toda la primera enseñanza de Lacan. En este sentido, el término metáfora acuerda muy bien respecto de la función del padre, puesto que la función del padre es metaforizar la reina de la noche, la Diosa blanca, esa deidad femenina, en la fórmula de Lacan: "La palabra mata la cosa". En El Seminario 17 vuelve a la cuestión de la metáfora paterna, cuando plantea el apólogo del cocodrilo y el palo, ubica al deseo de la madre como un cocodrilo y al Nombre del Padre, o el falo, como aquello que impide que esa boca se cierre.

Aquello que es del orden del sujeto de la cultura, del progreso en la espiritualidad tiene que ver con poder metaforizar la cosa, das ding, el deseo materno.

La metáfora paterna, está en la misma línea de "la palabra mata a la cosa", el significante ya es una especie de interpretación del objeto primordial. El movimiento en Freud en la metapsicología, es un punto muy importante en su enseñanza, pero no es a donde Freud llega. Se encuentra, después de pensar el aparato sostenido en la represión, con niveles de resistencia. La primer resistencia que se podría ubicar, en la época de la metapsicología, es la transferencia. El modelo de la represión había sido la histeria, y el modelo de la compulsión,  la neurosis obsesiva. Freud se empieza a preguntar por la compulsión, por los estragos de la guerra, que era el gran problema político de aquel momento (las neurosis de guerra), e introduce la pulsión de muerte. Ya la pulsión de muerte, el recuerdo en acto, la compulsión, no van en una misma línea metafórica. La metáfora es un intento defensivo, mediante el cifrado, de hacer con lo traumático. Sin embargo en  Más allá del principio del placer plantea la compulsión a la repetición, los sueños traumáticos, el fort-da, las resistencias en transferencia, como un intento de ligar. También hay allí un pensamiento topológico. Hay un intento de enganchar, de enlazar aquello que no se puede terminar de ligar. Es verdad que el primer Freud tenía la ilusión que por la palabra se podía tramitar lo traumático y se podía reducir lo real.

El primer Lacan, de El Seminario 1, si bien tiene un real externo, la operación del análisis es un trabajo de simbolización de lo imaginario.

En Freud, despues las Conferencias de introducción al psicoanálisis, lo  que se ubica en el centro de su teoría, no es la metáfora, sino la angustia de castración como motor de la defensa. Usa tres nombres que son: inhibición, síntoma y angustia. Podríamos decir que hay una especie de solidaridad entre inhibición, síntoma y angustia, y real, simbólico e imaginario. Para ser precisos, la inhibición estaría del lado de lo imaginario, el síntoma de lo simbólico y la angustia de lo real.

Freud pasa de la teoría de la represión, a Inhibición, síntoma y angustia y es muy importante tener presente este pasaje para poder entender el devenir del Nombre del Padre en Lacan. El Nombre del Padre, inicialmente es metáfora y al final ya no lo es, es algo distinto a la metáfora. El síntoma en Freud inicialmente es metafórico, es formación de sustitutos; luego introduce el término de satisfacción sustitutiva. La primera formulación del síntoma freudiano es que éste es defensivo respecto de la satisfacción. El término satisfacción sustitutiva y sentido de los síntomas, son términos tardíos, aparecen recién después de la metapsicología, en las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916/7).

La formulación de que hay un goce en el síntoma –como lo plantea Lacan- aparece después de un largo desarrollo en Freud. Lacan mismo tiene que realizar un largo recorrido para llegar a la concepción de que el síntoma es una manera de gozar, ya que inicialmente el síntoma es una manera de decir y es un efecto de verdad.

En la obra freudiana, inicialmente, el síntoma es solidario de la metáfora; en La interpretación de los sueños, Freud postula que el síntoma neurótico tiene una estructura homóloga al sueño, lo cual no quiere decir que síntoma y sueño son lo mismo, sino que tienen una estructura homóloga. El cifrado del sueño es solidario del síntoma como cifrado.

La comparación que hace Lacan en El Seminario 1 es muy esclarecedora, plantea que entre sueño y síntoma hay una diferencia: el sueño estaría más del lado de un poema épico y el síntoma de un tratado de termodinámica, por la cuestión económica. El goce del síntoma, el síntoma como satisfacción sustitutiva, el núcleo resistencial respecto de la interpretación, las resistencias del superyó, las resistencias del ello, lo que Freud llama reacción terapéutica negativa; aparecen como núcleos donde no se trata de descifrar un mensaje cifrado, sino que hay un núcleo resistente a la palabra y a la interpretación. Freud llega a un impasse  y le deja a Lacan la cuestión de qué operación le queda al psicoanálisis respecto de ese núcleo resistente.

Es por eso que  el Nombre del Padre -que es un término que Lacan toma de la religión para dar cuenta de la función simbólica padre- tiene inicialmente una función metafórica y posteriormente, con el paso a los nombres del padre, va a tener otro estatuto, la nominación. 

La Biblia comienza con el acto de nombrar, se trata de un nombrar por la palabra. Lacan postula que el Nombre del Padre en la Biblia, cuando aparece en la zarza ardiente, es "soy el que soy", no es un nombre propio, sino que es el nombre que no se puede decir.

Sobre la cuestión del nombre, es muy interesante toda la tradición religiosa respecto del acto de nombrar, ya que justamente, el último Lacan va a ubicar en el centro una función de la palabra, el acto de nombrar, distinta a su función metafórica, significante. Ya no se trata de que "la palabra mata a la cosa", sino que, extremando el asunto, que la palabra es la cosa. Para decirlo de otro modo, el fundamento del lenguaje no es la cosa, sino, lalengua como real.

Versión corregida por el autor
Texto establecido por Natalia Capriati y Marina Carreiro.

El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan