Agosto 2006 • Año V
#15
Misceláneas

Los Nombres del Padre o ¿Cómo prescindir a condición de servirse?

Alejandra Breglia

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Hay cosas que no las pienso

Advertir el trabajo de reorganización que operó Jacques Lacan sobre el padre del Edipo freudiano, implica situar el trayecto seguido por él en relación al Nombre del Padre a lo largo de su obra, hasta orientar el psicoanálisis lacaniano en un más allá.

Un primer momento, ubicado en la concepción de la metáfora paterna; otro momento, en el viraje que plantea el paso del mito a la estructura; como así también, el movimiento que va de lo singular a lo plural; y por último, la conceptualización del padre en relación a la causa.

 

I

La interrogación ¿Qué es un padre? que recorre El seminario IV "Las Relaciones de Objeto" (1956-1957), es la manera que Lacan nos propone de abordar la cuestión del significante del padre. A esta altura hace recaer el acento principalmente sobre el registro simbólico. De lo que se trata en los albores del Edipo, es que el sujeto se enfrente al orden simbólico que hace de la función del padre el centro de toda la organización simbólica.

Ya que la función del padre es la de ser un significante que sustituye al primer significante que es el deseo de la madre. Esta vía de intervención del padre como sustitución es la metafórica.

Entonces, a través del arribo a la formalización de la metáfora paterna, es decir concibiendo el Nombre del Padre como metáfora; Lacan traduce el Edipo freudiano en escritura.

 

II

Si en El Seminario IV la pregunta era ¿Qué es un padre?, en El Seminario XVII "El Reverso del Psicoanálisis" (1969-1970) lo que nos propone Lacan es pensar ¿Cómo ir más allá del límite que Freud ubicó bajo la forma del mito?

Es así como sitúa en un orden de discurso las cuestiones del padre, al ubicar el pasaje del saber mítico a lo que es de estructura.

Si bien Freud tuvo que construir un mito moderno como Tótem y Tabú para explicar que, si subsiste algún padre ha de ser el padre muerto, el padre asesinado; Lacan define la equivalencia freudiana -del padre muerto como la condición del goce para todo sujeto-, como "operador estructural". Es en este sentido que el mito se trasciende y pasa a ser un "enunciado de lo imposible", cuyo "signo de lo imposible" es que el padre muerto sea el goce.

Es allí que Lacan puede decir que gracias a Freud se consigue ir más allá del mojón que él mismo había puesto bajo la forma del asesinato del padre. Ya que si desde el origen el padre está castrado, entonces la castración no puede tener su inicio en el padre. Entonces define la castración como una operación real, introducida por el significante, que determina al padre como real imposible y da como resultado la causa del deseo.

A partir de esta formalización el padre queda designado como S1, significante amo que en cuanto tal es pura función lógica vaciada de lo mítico y definido como operador estructural.

Se introduce el padre real como construcción del lenguaje. Siendo el lenguaje mismo el que borra el goce, y el padre real el agente de la castración, es el significante amo. El lenguaje como tal tiene es el que comporta la operación de castración, hay pérdida de goce de la que queda un resto que es el a.

 

III

Lacan avanza aún más en la logicización del Nombre del Padre, dando el paso crucial hacia su reducción en el padre-síntoma. Siendo ésta otra perspectiva lógica de la función del padre.

En la clase del 21/01/75 de El Seminario XXII "R. S. I.", plantea los términos que introducen la excepción, tratándose de la posibilidad de que un sujeto cualquiera haga excepción, sosteniendo además que habría más de uno, uno entre otros.

Es decir que cualquiera, tratándose de alguien; que cualquiera pueda hacer función de excepción, para que la misma haga modelo. Pero que lo recíproco no es verdadero, como nos advierte Lacan; quiere decir que es la función la que determina el modelo.

Lacan opera una relativización del Nombre del Padre en el pasaje del singular al plural, y lo conduce a ubicar la categoría del significante amo, diciendo que en tanto tal, cualquier significante puede sostener la función. El plural introduce una lógica del Nombre del Padre donde la función puede ser sostenida por diversos enunciados.

Que una existencia pueda estar afectada por la excepción, implica que alguien pueda inscribirse en el lugar del síntoma, y que haga letra. Ya que en esta perspectiva, Lacan parte de una letra y su repetición para hablar de la función del síntoma. El síntoma se sostiene allí donde hay S1 que se repite.

Esta función de excepción implica una disimetría, que opera una diferenciación en la estructura subjetiva.

Entonces, ser la excepción, que es la función del padre; es situarse como S1 con relación a todos los otros significantes; pero a condición de ser marca de un deseo efectivo. El S1 no puede acceder a la existencia más que si realiza efectivamente la inscripción de un deseo que tenga como causa.

Ello hace lugar a lo que Lacan nombra como perversión paterna. Para que subsista el padre como función debe dar lugar a la pere-versión, como única garantía de la función del padre.

Dicha perversión consiste en hacer surgir el objeto a como causa del deseo, del deseo del padre. Para ello es preciso que haga de una mujer el objeto a que causa su deseo.

Aquí se plantea una solidaridad entre el padre y el síntoma; el padre está en la posición de existe al menos uno.

Lacan nos aclara que poco importa los síntomas que pueda tener el padre; si agrega a ellos el de la perversión paterna. Se trata de que tenga como síntoma a una mujer; es decir, que su causa sea una mujer. Y además que me-dio diga, ese justo no-decir, el justo me-dios; a cerca de su goce. Que no diga a condición de no ser demasiado transparente ese no- decir.

 

IV

No es sin este asombroso recurso, que Lacan nombra "perversión paterna", que podemos en la clínica psicoanalítica articular de alguna manera posible los Nombres del Padre, dejando atrás definitivamente lo universal del padre.

Esta perspectiva implica la concepción del padre como instrumento disponible para que el sujeto se sirva de él.

Entonces se puede prescindir del Nombre del Padre con la condición de valerse de él. Servirse del lugar estructural del Nombre del Padre, del al menos uno, para poder prescindir de él. Valerse, servirse como de una herramienta. Estamos al nivel del uso, del saber arreglárselas.

Lo que nos queda del padre; cuando los ideales, las identificaciones, dejan de recubrir el real que causa el deseo; se sostiene en el objeto a. Y esto es definir al padre sólo a partir de la causa. Es la estructura y la función de este objeto a, lo que nos permitirá hacer uso del Nombre del Padre en el sujeto.

Entonces, se puede prescindir de creer religiosamente a condición de servirse de lo que es causa, para volver legible el goce del sujeto.

Abril 2006

BIBLIOGRAFÍA

  • Lacan, Jacques. Seminario 4. "La relación de objeto". Ed. Paidós, Buenos Aires, 1994.
  • Lacan, Jacques. Seminario 5. "Las formaciones del Inconsciente". Ed. Paidós, Buenos Aires, 1999.
  • Lacan, Jacques. Seminario 17. "El reverso del psicoanálisis". Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992.
  • Lacan, Jacques. El Seminario XXII "R. S. I.". Inédito.
  • Miller, Jacques-Alain. "Los signos del goce". Paidós. Buenos Aires. 1998.
  • Miller, Jacques-Alain. "El banquete de los analistas". Paidós. Buenos Aires. 2000.
  • Miller, Jacques-Alain. "De la naturaleza de los semblantes". Paidós. Buenos Aires. 2002.
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